Huertos que germinan desde preescolar hasta posgrado

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Alba Zúñiga Ausencia Ruiz Sántiz Hugo Reynaldo Sánchez López Meriely Mendieta Báez Candelaria Hernández Meléndez Adriana Caballero Roque Ulises Contreras Cortés Helda Morales

Resumen

Desde preescolar hasta posgrado los huertos escolares son una opción pedagógica ligada a contenidos curriculares. Los testimonios de personal docente comprometido con estos espacios en Chiapas los respaldan como laboratorios vivos para imaginar, realizar, cuidar y cosechar las más nutritivas ideas.


 

Los huertos en los espacios educativos no son ninguna novedad. En México fueron promovidos en forma de “parcela escolar” desde principios del siglo pasado, como una estrategia pedagógica. Pocas de estas parcelas sobrevivieron las medidas neoliberales de los años noventa, ya que eran vistas como “nidos de campesinos” que impedían el plan de industrialización del país. En años recientes y por diversos motivos, han resurgido en todo México. Aquí presentamos algunas experiencias, impactos y retos que varias personas dedicadas a la docencia en Chiapas hemos experimentado al trabajar en huertos escolares.

 

Trabajar distinto en el jardín de niños

Conociendo la importancia del aprender haciendo, busqué alternativas para relacionar contenidos curriculares con temas prácticos. Así nació la ilusión de un huerto escolar, que se concretó con la participación de niñas y niños de tercer año de preescolar y sus familias. Hicimos ejercicios para que los pequeños aprendieran a contar, aprovechando la siembra de hortalizas. Hablaban mucho de lo que veían y se fascinaban cuando comenzaba a crecer lo que habían sembrado. También se preocuparon cuando sus brócolis tuvieron animalitos.

Si se realiza un trabajo colectivo entre familias, alumnos y escuela, se obtienen mejores resultados. Apoyar al docente en el establecimiento del huerto, sugerir estrategias, explicar algunos procesos y sentirse parte del esfuerzo, permite una interacción más efectiva. Alumnas y alumnos se interesan más por las actividades, y los maestros nos volvemos aprendices suyos y de los padres de familia.

Profesora Alba Zúñiga, jardín de niños Vicente Suárez, Ocosingo (piki481@hotmail.com).

 

El germen del cambio

¿Huerto? Para algunas personas es una palabra sin sentido, para otras tiene un significado amplio y para varias más es un comienzo de vida. Esto último sucede en preescolar. Es hermoso notar el asombro, la curiosidad y la alegría de las niñas y niños al sentir texturas en la tierra, plantas, semillas y en los frutos adquiridos con gran esfuerzo y dedicación. Con la implementación del huerto escolar, los infantes establecen contacto con la herencia olvidada o desconocida de nuestros antepasados y van adoptando un estilo de alimentación más saludable. Al mismo tiempo, adquieren conocimientos académicos y aprenden sobre el compañerismo y el trabajo en equipo.

Esto no quiere decir que no haya retos; se requiere el compromiso de ir aprendiendo y conociendo más acerca del tema. ¿Cómo no comprometerse si estos niños pueden ser el cambio a un nuevo mundo, un mundo con vida?

Profesora Ausencia Ruiz Sántiz, jardín de niños Vicente Suárez, Ocosingo (bethsabe5@hotmail.com).

 

Los huertos hacen tataratear la primaria

En el proyecto de huertos escolares hemos aprendido la importancia del rescate de los conocimientos previos, ligados a la tradición, que niñas y niños ya poseen. Si nos situamos en el sureste mexicano y en sus montañas, valles y costas, en sus escuelas multigrado y rurales, ¿cuáles son estos conocimientos previos? El campo, la milpa, la calabaza, las tortillas, el mats1... ¿Los docentes perdemos el tiempo con el huerto? ¡No!

Lo tomamos como pretexto educativo en el ámbito del saber. Saber hacer, saber vivir. Los niños escriben noticias de sus siembras, hacen mediciones, grafican, elaboran líneas del tiempo, dibujan, crean hipótesis, experimentan y le cantan al huerto. Se responsabilizan al cuidar una acelga, son felices al arrancar un rabanito y se entristecen cuando no se logran los tomates. Compartimos la ensalada y los conocimientos. Comemos del mismo plato: local, campesino, indígena y mestizo.

Con todo esto, la escuela se tataratea, se tambalea como centro hegemónico de aprendizaje, y las aulas se quedan cortas en sus libros y en sus textos cuando maestros y estudiantes hacen ciencia desde el huerto. Analizamos de manera vivencial las interacciones de los materiales, las cadenas alimentarias, los efectos del calor y la importancia del ser humano para el cuidado del planeta, que es único, que se está acabando. En huertos escolares con profes comprometidos, el resultado serán alumnos y alumnas conscientes de lo que viven, de lo que hacen y de lo que piensan.

Profesor Hugo Reynaldo Sánchez López, escuela primaria Naciones Unidas, Teopisca (profhugonecio@hotmail.com).

 

Combustible de las llamas del aprendizaje en secundaria

La curiosidad y el asombro al ver germinar una semilla o descubrir “bichos” (cómo se mueven, qué comen) son de los tantos elementos por valorar en un patio o en un huerto. ¿Cómo encender llamas pequeñas que mantengan esa curiosidad? No es lo mismo hablar de peques que de adolescentes; las motivaciones e intereses cambian.

Soy profesora de biología y trabajo con estudiantes urbanos en una etapa que se caracteriza por muchos cambios. El huerto en la secundaria es un buen espacio para moverse, salir del salón y mirar las clases con otros ojos. Acarrear tierra y regar implica mucho trabajo, pero también es muy motivante mirar el suelo y la vida que ahí existe, aprender que esos bichos cumplen funciones importantes, que podemos tener alimentos sanos, que el trabajo de un agricultor no es sencillo y resulta esencial.

Hay muchas razones por las que el huerto es el combustible de las llamas del aprendizaje. Podemos unirlo a los propósitos de las asignaturas sin que sea un espacio exclusivo de una materia o de un profesor; debe ser una oportunidad para cultivar aprendizajes o para sostenerlo aportando algo. Mientras el huerto esté vivo y haya que regarlo, tomar una ramita para algún té medicinal, o mientras los tomatitos, lechugas, cilantro, perejil, rábanos e hinojo necesiten nuestros cuidados, podremos considerarlo un aula viva.

Profesora Meriely Mendieta Báez, escuela Sor Juana Inés de la Cruz, San Cristóbal de Las Casas (meriely4@hotmail.com).

 

Huertos en telesecundaria: educar para la vida desde la vida misma

Iniciamos el huerto con estudiantes tsotsiles de primer grado de telesecundaria, en un terreno prestado. Transformamos un área de 20 m2 de zacate en un colorido espacio de experimentación, con aromas y sabores de aprendizajes; el sitio se volvió una herramienta que desde el asombro y la curiosidad nos llevó a desarrollar habilidades, actitudes y valores enmarcados en el currículo escolar. Uno de mis primeros descubrimientos fue que los jóvenes eran mis mejores maestros en la siembra.

El fantástico pretexto para arrancar fue la asignatura de tecnología. Poco a poco la materia de ciencias con énfasis en biología fue cobrando importancia para estudiar la diversidad, la alimentación, la respiración y reproducción de los seres vivos. Era necesario contar, medir, trazar planear, y las matemáticas entraron en acción de manera natural. Los jóvenes compartían, escribían en prosa y verso inspirados en bichos, hojas, tierra o colores del huertito. Además, la investigación era necesaria pues no lo sabíamos todo. Debíamos consultar no solo libros, revistas e internet, sino “libros vivos”, es decir, personas de la comunidad cuya sabiduría adquiere sentido en algo que se conoce, pero pocas veces se toca, se disfruta y se aprende de ella: la tierra.

El huerto es el mejor laboratorio vivo y los ejemplos de los libros de texto se ven rebasados. Estoy convencida que se apega al modelo de telesecundaria, ya que uno de los principios de ambos es que los aprendizajes partan de situaciones reales.

Directora técnica Candelaria Hernández Meléndez, telesecundaria 1164, San Pedro Yutniotic, Las Margaritas (kadmy@hotmail.com).

 

Muil Itaj en la Facultad de Ciencias de la Nutrición y Alimentos

El huerto universitario Muil Itaj inició como parte del objetivo de fomentar el consumo de vegetales entre jóvenes universitarios. En la licenciatura en nutriología de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH) se imparte un curso de producción agrícola, al que se le asignó un pequeño espacio para las prácticas de siembra de hortalizas y plantas frutales, aromáticas, ornamentales y medicinales. Como complemento, en 2014 se construyó el laboratorio de alimentación sustentable, en el que los vegetales del huerto se transforman en diversos productos comestibles. Estos espacios sirven para hacer investigación en alimentación y nutrición de poblaciones rurales y urbanas; participan profesores-investigadores y estudiantes de las licenciaturas de nutriología y gastronomía, maestría en nutrición, servicio social y prácticas profesionales.

Algunos retos del huerto son mantenerlo limpio y conseguir el agua para riego, ya que no hay suficiente y no se puede almacenar. Los principales logros han sido la siembra y cosecha de hortalizas y frutas, la convivencia entre estudiantes y cómo motivan a otros a integrarse al equipo de trabajo, el aprendizaje permanente y los resultados de los trabajos de tesis. Todavía hay mucho por hacer, mejorar y aportar desde Muil Itaj. Deseamos impulsar que alumnos y padres mantengan un huerto familiar para favorecer una mejor nutrición y en consecuencia, una existencia más sana.

Catedrática Adriana Caballero Roque, Facultad de Ciencias de la Nutrición y Alimentos. UNICACH, Tuxtla Gutiérrez (adriana.caballero@unicach.mx).

 

El huerto de la Facultad de Ciencias Sociales

El huerto universitario de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH) nació en 2016. La iniciativa fue gestada por un equipo de maestros, quienes buscaban explicar la relación entre los sistemas socioeconómicos de producción y la nutrición de las personas. La propuesta era mostrar un modelo orientado a la alimentación saludable que se vinculara con aspectos de alcance nacional, como la soberanía alimentaria. 

Un aspecto a destacar es que junto con los estudiantes, se analizan los mecanismos de incidencia de las políticas públicas alimentarias en la vida cotidiana. Las reflexiones también apuntan a la estrecha relación entre el modelo de producción de comestibles y los efectos en la salud. Muchos de los conocimientos generados se socializan mediante letreros que indican los nombres de las plantas, sus usos y cualquier otro mensaje relacionado con el ambiente. 

Un reto fundamental es la consolidación del huerto como un proyecto institucional que muestre, desde las ciencias sociales, la importancia estratégica de la producción de alimentos. También buscamos que sea una unidad autosuficiente en cuanto al abastecimiento de agua, insumos orgánicos y otros elementos.

Catedrático Ulises Contreras Cortés, Facultad de Ciencias Sociales, UNACH, San Cristóbal de Las Casas (mtroulises@hotmail.com).

 

¿Un huerto en el posgrado?

En El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR), Unidad San Cristóbal, establecimos por primera vez un huerto en 2007 con estudiantes del curso de agroecología. Con los años, ha causado controversia y ha sido mandado a destruir en varias ocasiones, pero siempre vuelve a retoñar. En 2014 conseguimos fondos del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología para ampliarlo y construir un laboratorio-cocina a un lado.

Actualmente se utiliza para prácticas de varios cursos de posgrado, para un diplomado de formación a docentes en huertos escolares y alimentación, y para investigación en agricultura urbana. De igual modo, se aprovecha en talleres de agricultura y alimentación consciente a los que asisten estudiantes y personal de ECOSUR, así como personas de otros centros educativos y vecinos que quieren aprender a cultivar y comer mejor. Los talleres han impactado nuestra imagen al exterior y seguramente contribuyen a mejorar el clima institucional al favorecer la convivencia.

Además es un espacio de relajación y contemplación de la naturaleza. Hemos visto a muchas personas maravillarse por las flores de las lechugas o por los nódulos de los frijoles. Esperamos que este asombro genere respeto por la tierra, la agricultura y los agricultores, y propicie que seamos más reflexivos en nuestra alimentación. Soñamos que el discurso de sustentabilidad hacia afuera de ECOSUR se vuelva una práctica en casa. Es importante que las cosechas del huerto visibilicen su aporte en términos académicos, con el fin de que sus raíces crezcan profundas y se institucionalicen.

Helda Morales, investigadora de ECOSUR, San Cristóbal de Las Casas (hmorales@ecosur.mx).

 

Conclusiones

Nosotros, maestras y maestros de instituciones chiapanecas, estamos convencidos de que establecer y mantener un huerto en nuestras escuelas no es fácil, exige mucho trabajo y lidiar con los sistemas convencionales de educación y burocracia. Sin embargo, el esfuerzo nos ha dejado experiencias significativas tanto a nosotros como a docentes y estudiantes, con aprendizajes que promueven la indagación, el asombro y la responsabilidad. Para que esto sea duradero, conviene resaltar el papel del huerto como un laboratorio vivo que permite una enseñanza relevante, vivencial y culturalmente apropiada, y debemos documentar sus aportes en el desarrollo de conocimientos y habilidades. ¿Un nido de campesinos? Quizás no, pero sí un nido de personas críticas y más sanas.

 

1 Palabra tsotsil y tseltal que designa a una bebida elaborada con masa de maíz nixtamalizado (pozol).

 

 

Ecofronteras, 2017, vol. 21, núm. 61, pp. 10-13, ISSN 2007-4549. Licencia CC (no comercial, no obras derivadas); notificar reproducciones a llopez@ecosur.mx

 

Palabras clave: Agroecología

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