Incubando la agroecología en el huerto escolar

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Helda Morales Bruce G. Ferguson

Resumen

Las prácticas agrícolas que valoran la naturaleza y reducen el daño ambiental son alternativas al sistema agroalimentario dominante. Es tan amplia la relación entre el agro y nosotros, que se han formado la Red de Huertos Escolares, el proyecto “Laboratorios para la vida” y otras iniciativas que buscan masificar la agroecología y procurar alimento sostenible y saludable a cada vez mayor escala.


 

Un laboratorio vivo

El sistema alimentario dominante, basado en el monocultivo y uso de agroquímicos, está provocando un serio deterioro ambiental y daños a la salud. La agroecología, ciencia y práctica que promueve sistemas agrícolas diversos y la fertilidad basada en un suelo vivo, ofrece soluciones para lograr un sistema alimentario bueno, limpio y justo.1 Por ello, nuestro grupo de investigación en El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR) estudia cómo “masificarla”, es decir, cómo lograr que más familias campesinas produzcan de forma agroecológica y que sus productos estén al alcance de gran parte de la poblaciónAl reconocer que la educación y la cultura son fundamentales en este proceso, nos preguntamos si se podrá contribuir a la masificación de la agroecología por medio de los huertos escolares.

Con esa interrogante en mente, en 2008 comenzamos a estudiar las funciones, alcances y limitaciones de los huertos escolares en Mesoamérica (del centro de México a Nicaragua), y al mismo tiempo iniciamos un programa piloto de capacitación a docentes de educación básica en tres escuelas de los Altos de Chiapas. Percibimos que los huertos escolares pueden tener un impacto inmediato en las percepciones de la niñez respecto a la agricultura, sobre todo en ambientes urbanos; por ejemplo, una niña de 12 años, alumna de una escuela privada en San Cristóbal de Las Casas, expresó después de dedicarse una mañana en el huerto: “Estoy agotada y solo trabajé un ratito, doy gracias a los agricultores que hacen esto todo el día, todos los días, para darnos nuestros alimentos”.

Aprendimos que las labores del huerto no son fáciles, requieren de mucho esfuerzo y de un entrenamiento que a menudo no cabe en las ya apretadas agendas del personal docente; por eso es importante que colaboren otras personas, como padres de familia e intendentes, para apoyar en el trabajo y asegurar la continuidad de los programas.

Otra lección fue que los huertos escolares no deben ser solo un espacio de producción de alimentos. El personal docente necesita formación para mantenerlos y para hacer de ellos un laboratorio vivo donde puedan empatar el currículo, pues realmente son aulas con posibilidad de aprovecharse para enseñar temas y desarrollar habilidades acordes con los objetivos de cada programa educativo.

El trabajo en redes

Con el ánimo de brindar un espacio para el aprendizaje y el intercambio de experiencias, en diciembre de 2009 convocamos a la primera reunión para formar la Red Internacional de Huertos Escolares (www.redhuertos.org). La Red nació en San Cristóbal de Las Casas con un grupo de 15 personas (docentes, investigadores y ambientalistas), y ya se ha expandido desde Estados Unidos hasta la Patagonia, además de que se han integrado redes locales y regionales en la Ciudad de México, Veracruz y Chiapas. Hemos celebrado siete encuentros anuales y nos hemos convertido en un referente para personas interesadas en la educación en agroecología y soberanía alimentaria. Quienes participamos en los encuentros nos sentimos parte de una familia que comparte el deseo de mejorar la educación y la alimentación, y a la vez proteger el ambiente en donde vivimos.

Por iniciativa de docentes involucrados en el programa de capacitación, en 2013 se formó la Red Chiapaneca de Huertos Escolares, hoy Red Chiapaneca de Huertos Educativos. Participan profesoras y profesores de preescolar a posgrado, gente dedicada a la investigación, organizaciones no gubernamentales, estudiantes y padres-madres de familia. Hay reuniones cada dos meses para conocer diferentes experiencias y compartir saberes, alimentos y semillas. Al inicio, esta red dependía del financiamiento y apoyo logístico del personal de nuestro proyecto de investigación, pero ya es autogestiva y cuenta con un equipo coordinador plural.

Por otra parte, a fin de brindar más oportunidades de formación a docentes de todos los niveles educativos, en 2012 fundamos “Laboratorios para la Vida”, un programa de investigación-acción que ofrece un diplomado con módulos de ciencia, agroecología, alimentación y saberes locales. Las personas participantes diseñan actividades que involucran el huerto escolar, y las implementan con sus grupos en las escuelas. También proyectan un plan de continuidad, en el que les animamos a involucrar al resto de su comunidad escolar y a gente del entorno.

En ese contexto, recientemente publicamos un manual de huertos escolares para docentes: Sembremos Ciencia y Conciencia http://redhuertos.org/Labvida/2016/03/17/manual/, que presenta muchas de las actividades planeadas para empatar el trabajo en el huerto con diversas materias, así como una sección acerca de cómo establecer y mantener un huerto escolar.

Nueva perspectiva en el personal docente

Participar en la Red de Huertos Escolares y en los programas de formación, ha provocado cambios positivos entre docentes, quienes ahora aprecian los conocimientos agrícolas y culinarios de sus estudiantes e involucran a gente de la comunidad en sus programas de huertos. Tenemos evidencia de este reconocimiento de los conocimientos previos y de que se celebra aprender de los alumnos sobre agricultura y recetas de cocina. Por ejemplo, un profesor de una secundaria técnica rural expresó: “El huerto fue una experiencia agradable y de mucho provecho, que me ayudó a abrir un vínculo entre los aprendizajes formales y los conocimientos que mis jóvenes tienen en cuanto al campo, la siembra y la cocina”.

También se han hecho esfuerzos para invitar a las familias a compartir sus saberes y colaborar: “He estado platicando con personas adultas de la comunidad, sobre todo ahora que acaban de pasar las fechas de sembrar maíz y frijol; he escuchado sus consejos y sugerencias” (maestro de una telesecundaria periurbana).

Del mismo modo, se nota el empeño por reducir el consumo de alimentos industrializados: “Ahora somos menos marcas y más mercado”, aseguró uno de ellos. Otro maestro relató que el diplomado le permitió descubrir que en la comunidad donde trabaja se producen muchos alimentos sanos y variados, por lo que ahora adquiere allí lo que consume durante el día, en lugar de comprarlo en el supermercado de la ciudad. “Me quedo con el concepto de que se debe buscar una agricultura que respete y valore la naturaleza”, categorizó un maestro de una primaria urbana.

Campesinos, docentes y familias

En adición al compromiso docente, hemos documentado que el éxito y continuidad de los programas dependen del apoyo y comprensión del resto de la comunidad escolar. Resulta esencial que familias, directores y supervisores entiendan que el trabajo en el huerto puede facilitar el aprendizaje vivencial y culturalmente relevante de una gran diversidad de temas curriculares (biología, historia, matemáticas, español, sistemas alimentarios, lecto-escritura, sociología, salud, arte y otros más). Con esto, se puede lograr mayor compromiso con el huerto y con los procesos educativos en general. Se fomenta un diálogo de saberes, en el que los aprendizajes académicos se construyen sobre un andamio de conocimientos que traen los estudiantes desde sus casas y parcelas. Los conocimientos y prácticas locales cobran relevancia en el contexto académico, y lo aprendido en la escuela se aplica más fácilmente en el ámbito familiar y comunitario.

Aún no sabemos el impacto que el programa de formación y los trabajos de la red puedan implicar en la juventud, y se deben involucrar muchos más docentes. Falta camino para masificar la agroecología en todo el estado, pero sin duda se ha dado un paso grande al convertir a decenas de profesoras y profesores de educación básica, media y superior en admiradores de los campesinos y sus saberes. Con este reconocimiento, además de alfabetizarse en la agroecología y la alimentación sustentable, se les abre la posibilidad de fomentar un aprendizaje arraigado en el territorio, que resulta mucho más relevante para sus estudiantes.

Finalmente, podemos asegurar que la investigación-acción con los huertos escolares nos ha cambiado a nosotros, como gente dedicada a la academia y como seres humanos. En el caminar con las personas dedicadas a la educación logramos comprender con mayor profundidad la realidad de las comunidades a nuestro alrededor; a través de sus ojos hemos conocido los hábitos alimenticios de los estudiantes, la situación de las escuelas y otros factores. Nos inspiramos con el ejemplo de quienes se comprometen con la vocación docente. Hemos encontrado nuevo significado en el quehacer profesional y congruencia en la forma de investigar y enseñar, y hasta en el modo de habitar el mundo.

 

Cuadro 1. Principios de la agroecología para el huerto escolar.

 

1. Los agroecosistemas sanos son complejos y dinámicos, por lo que su manejo se basa en la teoría, la observación y la experiencia local, y no en recetas universales.

2. El suelo vivo da sustento a la producción.

3. La diversidad biológica brinda productividad y estabilidad.

4. La agroecología busca eficiencia en el uso de agua, nutrientes, espacio, tiempo y materiales, minimizando la dependencia de recursos externos.

5. El manejo es más preventivo que curativo.


6. La agroecología se construye a partir del encuentro horizontal de saberes diversos.

Fuente: Ferguson, B. 2016. Introducción a la agroecología para el huerto escolar. Pp. 12–18 en H. Morales, C. Hernández, M. Mendieta y B. G. Ferguson, editores Sembremos Ciencia y Conciencia: Manual de huertos escolares para docentes. San Cristóbal de Las Casas Chiapas, México.

1El concepto “bueno, limpio y justo” es utilizado por Carlo Petrini, de la organización internacional Slow Food, para referirse a alimentos culturalmente apropiados y sabrosos, producidos sin agroquímicos, que sean redituables para las familias productoras y accesibles para las familias consumidoras.

 

Helda Morales (hmorales@ecosur.mx) y Bruce G. Ferguson (bgfecosur@gmail.com) son investigadores del Departamento de Agricultura, Sociedad y Ambiente, coordinadores del proyecto LabVida y fundadores de la Red Internacional de Huertos Escolares.

 

 

Ecofronteras, 2017, vol. 21, núm. 61, pp. 2-5, ISSN 2007-4549. Licencia CC (no comercial, no obras derivadas); notificar reproducciones a llopez@ecosur.mx

 

Palabras clave: Agroecología

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