Itzantún: Los ríos que se negaron a morir

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Guillermo Jiménez Ferrer

Resumen

La presa del Itzantún: un proyecto hidroeléctrico que pretendió inundar miles de hectáreas de tierra agrícolas, hacer emigrar a muchos pueblos indígenas, desaparecer ríos e inundar selvas, para hacer una presa y generar electricidad.
La primera vez que vi el Itzantún, no pensé que pudiera desaparecer tanta agua en un estrecho e imponente cañón, rodeado de montañas, cultivos de café y comunidades tsotsiles. Es una salida natural y estrecha de los ríos San Pedro, Cuculhó y Santa Catarina, que vienen fluyendo en los municipios chiapanecos de El Bosque, Pantelhó, Simojovel y Huitiupán (que en náhuatl significa “lugar de templo grande”) y van a regar la planicie costera tabasqueña, hacia el Golfo de México.
   Así, parado en un puente colgante de madera que une las dos grandes paredes de montaña, a la mitad del cañón del Itzantún y sintiendo cómo el viento balanceaba mi cuerpo, observé asombrado las implicaciones de lo que podría haber sido la presa del Itzantún, un proyecto hidroeléctrico que pretendió inundar miles de hectáreas de tierra agrícolas, hacer emigrar a muchos pueblos indígenas, desaparecer ríos e inundar selvas, para hacer una presa y generar electricidad.    A principios de la década de 1980, la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos (CIOAC) era una de las principales organizaciones sociales en donde participaban muchas comunidades indígenas tsotsiles y zoques que buscaban recuperar la tierra que se les había arrebatado años atrás por finqueros. Es conocido que en Chiapas la vida de los “peones acasillados” servía para trabajar la tierras de los finqueros, en condiciones inhumanas de trabajo y vida. Salarios muy bajos, jornadas 12 horas y abusos a los indígenas, eran los tratos que permitían la producción de café y ganado.
   Como agrónomo recién egresado de la universidad, participé con la CIOAC y viví de cerca las luchas sociales de los indígenas para recuperar la tierra de sus padres y que en algún momento ciertas a autoridades pretendían inundar con la construción de la presa Itzantún. Era una época en la que había mucha represión, marchas de protesta, presos políticos, enfrentamientos entre campesinos y gobierno, asesinatos de luchadores sociales, como el de Andulio Gálvez, licenciado chiapaneco nacido en Motozintla.
   La presa Itzantún fue un proyecto impulsado por la Comisión Federal de Electricidad-México (CFE) a finales de la década de 1970. Pretendía embalsar los ríos San Pedro, Cuculhó y Santa Catarina, y bajo el agua quedarían el pueblo de Huitiupán y los ejidos de Santa Catarina y Competencia. Oficialmente se planeaba inundar una extensión de aproximadamente 12 mil hectáreas, sin embargo, según cálculos de las organizaciones sociales, se podrían haber sobrepasado 20 mil hectáreas de buenas tierras, incluyendo zonas urbanas de muchas comunidades de los municipios de Amatán, Simojovel, El Bosque, Chalchihuitán, Pantelhó e incluso San Andrés Larráinzar.
   Durante los últimos treinta años, las comunidades indígenas realizaron múltiples movilizaciones para evitar el despojo. Así, a mediados de 1983, la CIOAC organizó la “Marcha de la Dignidad Indígena” en donde cientos de campesinos de Huitiupán, Simojovel, Villa Las Rosas, Pujiltic, Comitán, Bochil, caminaron más de mil kilómetros a la Ciudad de México para protestar y exigir solución a su demandas agrarias y sociales, entre ellas, impedir la construcción de la presa Itzantún.
   En el año de 2002, representantes de Huitiupán, asistieron al I Foro Mesoamericano contra las Represas (Petén, Guatemala), a orillas del río Usumacinta, donde la CFE pretende ahora construir cinco represas en el cauce del río que desembocaría en la gran presa de Boca del Cerro en el estado de Tabasco. Ahí denunciaron nuevamente el proyecto Itzantún ante cientos de delegados de América.
Finalmente, después de muertos, presos, múltiples movilizaciones, foros y alianzas, lograron la cancelación de la presa. Ya en 2013 y luego de muchos años, como investigador y “aficionado al kayak de aguas bravas” pude regresar al río Chavajeval, ubicado en la comunidad tsotsil de El Bosque. Junto con Tonatiuh Marner y Eric Vides – kayakeros – exploramos y admiramos de nuevo la cañada de esa corriente que viene de San Andrés Larráinzar, y bajamos remando hacia Simojovel, en donde el río toma el nombre de Mazantik.
   Es un cuerpo de agua que arrastra una intensa historia de explotación, sangre y sufrimiento, pero que también habla de la fuerza de su gente y de la necesidad de luchar. Las aguas bravas de estos ríos, limpias y claras, con esencia de ámbar, y en donde habitan los batsi vinik (“verdaderos hombres” en maya tsotsil), seguramente hoy se “ríen” y están alegres porque no se dejaron morir…




Este artículo fue publicado como: Jiménez Ferrer G. 2013. Itzantún: The River that refused die. En: Mayan Whitewater: Chiapas & Belize. (Schwendinger G. y Rocky Contos, Edit.) E.U., p. 103. Información adicional ver: www.mayanwhitewater.com y www.sierrario.org




Guillermo Jiménez Ferrer es investigador del Departamento de Departamento de Agricultura, Sociedad y Ambiente, Agroecología, ECOSUR San Cristóbal (gjimenez@ecosur.mx).



Ecofronteras, 2015, vol.19, núm. 55, pp. 30-32-25, ISSN 2007-4549. Licencia CC (no comercial, no obras derivadas); notificar reproducciones a llopez@ecosur.mx
Palabras clave: Cuencas, Pueblos originarios

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