Abstract
Cuando escuchamos música y de repente la melodía cambia de tono, nuestro estado de ánimo se reorienta. Podemos pasar de la mayor sensación de tragedia, a la mejor de las alegrías, de la opresión en el pecho a una oleada de pasión o energía. Este es uno de tantos potenciales que tiene la música, como también lo podemos encontrar de forma muy clara en el cine.
Pocas veces sucede esto con un libro académico. El rigor a menudo toma forma de aridez y muchas de las publicaciones que resultan de investigaciones sociales no llegan a tocar nuestras fibras, no nos mueven, no nos sacuden, cuando el propósito de la mayoría de ellas es dar a conocer procesos sociales y promover la transformación de aquellos que nos aquejan. Para ello, tocar fibras es esencial.
En la medida en que la investigación social incorpora lo cualitativo, esto puede ser diferente. Las técnicas cualitativas de investigación como la entrevista a profundidad y el trabajo con otro tipo de fuentes no tan comunes, como la fotografía, pueden tener muchas bondades, como también tienen sus dificultades y limitaciones; pero está claro que entre esas bondades, una destaca justo a la hora de presentar los resultados de estudio.
Este tipo de trabajo es el que podemos encontrar en Historias compartidas Ejido Carlos Cano Cruz, una publicación cuya narración se va tejiendo a partir de los testimonios de muchos protagonistas de la migración interna del siglo XX en Campeche, paciente y laboriosamente recopilados por Javier Villegas y Adriana Solís durante varios años.
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