Migraciones laborales México-Centroamérica en la geografía del azúcar 

Martha García Ortega


Resumen: Las regiones productoras de azúcar en los estados de la frontera con Centroamérica revelan gran parte de la historia socioambiental en las cuencas del sur de México; muestran una compleja relación en la conformación territorial e intensos movimientos demográficos de poblamiento y movilidad laboral. Destaca la conectividad de pueblos mexicanos, de Belice y Guatemala, en un esquema de desplazamientos internos y transfronterizos durante la zafra, constituyendo un caso único de circuitos regionales en la agroindustria. Del sector, se resalta su vitalidad socioeconómica, pero también sus retos ambientales y su deuda con mujeres y hombres que por generaciones han transitado por sus cultivos.    

Palabras clave: trabajo agrícola, agroindustria azucarera, movilidad transfronteriza, migración.


Maayat’aan (maya): U bin yéetel u suut wíiniko’ob México-Centroamérica yo’olal u meyajil áasukar   

Kóom ts’íibil meyaj: Le peteno’ob tu’ux ku meyajta’al u jo’osa’al monkaab wáaj áasukar tu xuul u lu’umil Centroaméricae’ ku ye’esik u nojoch k’ajlayil u kuxtal wíinik yéetel ba’ax yaan yóok’olkaab tu taam lu’umil tu nojol México; ku ye’esik xan ku táakpajal ichil bix u jatsa’al lu’umo’ob yéetel u seen bin kaajtal wíinik táanxel kúuchilo’ob bey xan u bin máak meyaj yanal tu’ux. Kek ilik xan bix u paklan bisikuba’ob kaajo’ob mexocoilo’ob, ti’ Belice yéetel ti’ Guatemala bix u bin yéetel u suuto’ob ichil kaajo’ob yéetel ichil táanxel noj lu’umo’ob le kéen meyajta’ak le ch’óot ch’ujuk jíimo’, leti’ meetik u péek u kaajnáalilo’ob jejeláas kaajo’ob ichil u petenil tu’ux ku yúuchul le páak’ala’. Ichil le meyaja’ kek ilik ma’alob u kuxtal yéetel ma’alo’ob u náajalta’al taak’ini’, ba’ale’ yaan talamilo’ob ku taasik ti’ yóok’olkaab bey xan ya’ab ba’alo’ob u p’axmaj ti’ ko’olelo’ob yéetel ti’ xiibo’ob úuchil káajak u meyajo’ob ich le páak’alo’ob.

Áantaj t’aano’ob: Meyajil páak’al, meyajil áasukar, binbal kaajtal yanal noj lu’umil, binbal kaajtal táanxel tu’uxil.


Bats’i k’op (tsotsil): Xtal xbat jch’ieletik ta sa’el yabtelik ta slok’esel vale’ xchi’uk smeltsanel askal ta México-Centroamérica 

Smelolal vun albil ta jbel cha’bel k’op: li yosilal bu xlok’ talel li askale ja’ tey ta estaroetik oy ta sts’ak xchi’uk Centroamerica tey ta xal ya’yejal k’u yelan kuxulik tal jch’ieletik xchi’uk xkuxlebik tey ta yolon yosilal México; ta xak’ ta ilel ti mu’yuk bu lek ch’akbil li osiletike xchi’uk toy ep no’ox jch’eletik xkom ta naklej skoj xtal xbatik ta sa’el li abtele. Li jteklumetik sts’akoj sbaike ja’ li steklumal México, Belice xchi’uk Guatemala ja’ ta xkomik ta abtel ta yosilaltak o ta xanavik ochel ta kosilaltik mo’oje xanavik lok’el ta yan jteklumetik taje ja’ k’alaluk yorail slok’esel xchi’uk smeltsanel li askale, ti ja’ stuk no’ox oy ta jujusep osiletik bu oy sts’unobal xchi’uk smeltsanel li askale. Jchop abtelal li’e, ta xak’ slekil sk’ulejal, pe sk’an to k’usitik chich’ pasel sventa mu sokuk li jkuxlebtike xchi’uk sk’an to sutesel ilil yu’un totil me’iletik, antsetik viniketik xci’uk ach’ jch’ieletik jelavemik ta abtel ta sts’unobale.       
Jbel cha’bel k’opetik tunesbil ta vun: Abtel ta ts’unobaletik, slok’esel vale’ xchi’uk smentsanel askal, ta x-och ta xlok’ jelavel jch’ieletik ta sts’ak muk’ta jteklumetik, jch’ieletik xlok’ ta steklumal chbat ta yan muk’ta jteklum.
 

No somos de aquí, venimos de Guatemala buscando la forma de mantenernos. Nosotras llevamos tejido y lo vendemos para ayudar, y nuestros esposos van a trabajar a la caña.

Esposa de cortador de caña, madre de familia migrante en Huixtla, Chiapas, 
zafra 2018-2019.


Durante noviembre y junio, diversas regiones de México florecen con la caña de azúcar. En esos meses, los campos en donde se cultiva se tiñen de violeta, y los plantíos que se extienden por hectáreas lucen como algodones suaves y juguetones que al mecerse con el viento parecen despedirse del día. Contra el sol del ocaso, las espigas son horizontes dorados al fondo de los cerros. Sin embargo, no todo es tan dulce como el producto que se obtiene de estas plantaciones...

 

México se encuentra entre los 10 productores y consumidores más importantes de azúcar en el mundo, con fuerte presencia productiva en las entidades del sur-sureste. Esto deriva de cuando hace cinco siglos la conquista allanó los ecosistemas nativos en lo que llamaron Nuevo Mundo, y el azúcar se convirtió en una valiosa mercancía a costa de profundas transformaciones territoriales e intensos procesos sociodemográficos de movilidad y poblamiento. En la actualidad, los propios cánones de la agroindustria reclaman mejores prácticas de sustentabilidad ambiental y social de las zonas cañeras para el bienestar de quienes viven de ellas.


Contextos agrarios


Las más de 50 plantaciones de caña de azúcar en tierras mexicanas coexisten con paisajes fragmentados de bosques tropicales idóneos por los tipos de suelo, temperatura y humedad. Su control ha propiciado entornos socioeconómicos en importantes cuencas,[1] complejizando los sistemas productivos. La caña convive con maíz, frijol, calabaza y árboles de papaya, plátano, limón, naranjas, mangos. O con maracuyás y enormes extensiones de piña, coco, macadamia y plantíos de frutos rojos, como sucede en Michoacán y Colima. Los manchones de caña de azúcar se disputan el espacio con los sembradíos de agave en Jalisco, y se confunden con las matas de café en pendientes de Chiapas o Veracruz. Otros cañaverales son aledaños a terrenos de ganadería en los paisajes de Tabasco, o quedan a escasos metros de las costas del Pacífico o del golfo de México. 

 

Tratándose de territorios cañeros en las fronteras mexicanas con Centroamérica, las seis zonas de abasto (producción de caña de azúcar en el campo) para los ingenios (instalaciones industriales para el procesamiento) suman 103,782 hectáreas que constituyen ecosistemas variados y sociedades humanas complejas.


En la experiencia del sur de Quintana Roo, donde han sobrevivido una vocación forestal y prácticas silvícolas junto a la producción de caña de azúcar, en cuatro décadas la región pasó a ser la zona de abasto para el ingenio de San Rafael de Pucté, que se ha convertido en una de las empresas agroindustriales más sólidas del poderoso grupo azucarero Beta San Miguel, dueño de 11 ingenios en el país.


Este paisaje cañero se dilata hasta la región transfronteriza. Cruzando por el río Hondo hacia Belice, el cultivo de caña se combina con un vasto sistema agrícola y con granjas de pollo y ganado fino; un emporio creado en siete décadas por población menonita. Aunque sus colonias —ricas en su diversificación productiva y económica— no producen caña, han protagonizado la expansión de la frontera agroindustrial y la infraestructura carretera. En tanto, las aldeas vecinas en los distritos de Orange Walk y Corozal abastecen de caña al ingenio de la Belize Sugar Industries Limited. 


Así es como cada región productora recrea en cada zafra el inmenso potencial socioeconómico y cultural, aunque debatiéndose entre los viejos esquemas productivos y prácticas laborales precarizadas frente a las exigencias ambientales y sociales de la agenda nacional e internacional. Aunque hay cosecha mecanizada, se privilegia el corte manual por lo que se queman los terrenos como proceso previo.


Esta región transfronteriza ha sido el centro de varios proyectos propios de investigación sobre la movilidad laboral entre México y Centroamérica en los últimos 15 años, identificando de primera mano flujos internos y transfronterizos en el mercado de trabajo durante la zafra, importante atractor y generador de miles de empleos directos e indirectos. 


Complejidad migratoria


La movilidad interregional en el sur de México es única. Durante el siglo XX, hubo en la zona grandes proyectos nacionalistas y transnacionales encarnados en obras de desarrollo propiciando fuertes movimientos de población. El modelo sigue vigente con el Tren Maya, y se ha mantenido vivo con la trayectoria de las migraciones laborales en cada entidad fronteriza por el cultivo de la caña y la producción de azúcar (veáse mapa). 


Se trata de un “cruzadero de gente” de todas partes que llevan consigo sus idiomas, prácticas comunitarias y familiares; y hay distintos temas de los cuales partir: desde las colonizaciones y neocolonizaciones agrarias, agrícolas, ganaderas y agroindustriales, hasta los itinerarios técnicos surgidos por las construcciones de las fábricas de azúcar. Ingenieros, obreros y administrativos llegaron, se quedaron o siguieron en movilidad.


Son migraciones que pueden iniciar en una comunidad indígena en la sierra de Puebla o la Montaña de Guerrero, en la región hidrológica de Tehuantepec, en las localidades cortadoras de caña cerca de Xalapa, Veracruz, o en los municipios tseltales y choles del norte de Chiapas.


Un punto de partida distinto tiene la inserción laboral en la zafra de Campeche con los grupos originarios de Guatemala, o personas mam que arriban para la cosecha al Soconusco en Chiapas. También se incorporan de las aldeas beliceñas productoras de caña que llegan a la zafra de Quintana Roo. Todo ello dentro de un sistema más amplio de intercambios de mano de obra en el sector azucarero. 


Del mosaico cañero se puede elegir a los grupos de cosecha asentados en el corazón de la región agroindustrial La Joya (Champotón, Campeche); la localidad de Santo Domingo Kesté de este municipio ofrece alrededor del 50% de la fuerza laboral. Este territorio mexicano-guatemalteco es muy próspero y, al tiempo de su integración tras el refugio derivado de la guerra civil en Guatemala en la década de 1980, cuenta con cultivos de caña.


Las notas al margen se multiplican. Las actuales poblaciones quintanarroenses y campechanas se han engarzado a las rutas y flujos peninsulares en mercados laborales turísticos hasta casi segmentarse por sexo: hombres en la construcción y mujeres en el trabajo doméstico, entre otros perfiles dedicados a los servicios. 


A este intrincado itinerario, con rutas a distancias de tres horas diarias a centros turísticos, se suman otros horizontes, como la movilidad laboral hacia Estados Unidos y Canadá por parte de población local que tiene un origen migrante. Lo mismo que ocurre en la frontera con Belice. A la zona azucarera del río Hondo se integran al corte de caña trabajadores de Belice, Guatemala, El Salvador y Honduras, y del lado contrario, a la zafra beliceña van trabajadores mexicanos cruzando en lancha por el mismo río para seguir con el intercambio laboral de los paisanos que hace más de medio siglo se asentaron en esas tierras: campechanos, chiapanecos, tabasqueños, poblanos, veracruzanos. Allá impusieron el corte de caña y su alce a hombro, una práctica que fue bautizada como “jarocho”. 


Por su parte, los pueblos cañeros de Campeche, Chiapas, Quintana Roo y Tabasco viven un auge comercial, cultural, social y migratorio, y se sigue contratando a trabajadores provenientes de Veracruz y Oaxaca, pero también de Guatemala y Belice. La demanda laboral asciende a un aproximado de 10 mil contrataciones, en su mayoría cubierta por hombres, aunque crece cada vez más la presencia de mujeres. También hay familias acompañantes de los trabajadores foráneos. En esta movilidad intrarregional resalta la chiapaneca.


La impronta de Guatemala es indeleble. Su arribo transgeneracional en la zona del ingenio de Huixtla, Chiapas, se ha considerado fundamental para la producción de azúcar en México. Con más de 800 trabajadores y trabajadoras, sobresalen las personas de origen mam. En la zafra 2023-2024, la presencia de niños ha sido notable debido a las estrictas medidas de los ingenios guatemaltecos en su aplicación de un programa de cero tolerancia al trabajo infantil en la cadena de valor de la agroindustria de la caña de azúcar.


Geografía nacional azucarera


En el mapa nacional azucarero, en las 15 entidades han evolucionado las migraciones laborales; todavía a finales del siglo XX eran muy intensas en el sur mexicano. La historia de los pueblos cañeros ha sellado la circularidad de los grupos de Oaxaca, Guerrero, Chiapas y Veracruz. La zafra ha dinamizado un torbellino laboral en el que los chiapanecos son los más experimentados, y en el que cientos son atraídos a Tamaulipas, Morelos, Campeche, Colima, Nayarit, Veracruz, Michoacán y Quintana Roo, con cuadrillas de cosecha provenientes de Guatemala y Belice. 


Actualmente ya no produce azúcar, pero el ingenio de Tenosique, Tabasco, fue un importante empleador en la zafra. Varias generaciones pasaron su machete por sus cultivos. La necesidad de alimentar las calderas de la fábrica obligó a productores y empresa a traer guatemaltecos evadiendo las restricciones migratorias al inicio del siglo XXI. De esa región, las cocineras locales recuerdan cómo “se llenaban las galeras de puros cortadores”. Ahora esas instalaciones permanecen vacías, y en algún momento fueron el techo para migrantes en tránsito que cruzaban por El Ceibo (frontera con Guatemala), empleándose eventualmente en el corte en el ejido Rancho Grande en la ruta hacia el tren que los llevaría al Norte.


Sobre estos variados relatos, hay que precisar que la historia se reescribe en cada zafra. Así sucede con la inserción femenina que se visibiliza con cortadoras, sembradoras, maquinistas y productoras en el campo cañero; así como con las cocineras, las mujeres comerciantes y trabajadoras sexuales, mostrando que sin mujeres no hay zafra.


Todo lo plasmado aquí sobre la compleja movilidad poblacional en la agroindustria azucarera es un breve acercamiento al tema para entender las implicaciones de que las mesas mexicanas dispongan de una bebida azucarada o de que podamos disfrutar de un postre entre las horas de trabajo o escuela.

 

Martha García Ortega es investigadora de El Colegio de la Frontera Sur, Unidad Chetumal (Chetumal, Quintana Roo, México) | mgarciao@ecosur.mx https://orcid.org/0000-0002-0116-0482 



Ecofronteras, 2024, vol. 28, núm. 82, pp. 11-14, ISSN 2007-4549 (revista impresa), E-ISSN 2448-8577 (revista digital). Licencia CC (no comercial, no obras derivadas); notificar reproducciones a llopez@ecosur.mx

 


 


[1] Una cuenca es un territorio cuyas aguas o sistemas de corrientes fluyen todas hacia un mismo río, lago o mar.