Editorial

 El crecimiento poblacional, la contaminación del aire y agua, la destrucción de ecosistemas y otros males amenazan la supervivencia humana. Las reacciones son variadas y una misma necesidad, por ejemplo alimentarse, se atiende de diversas maneras, según los países y culturas. En este contexto, en muchos lugares han surgido consignas contra la ganadería, considerándola perjudicial para el planeta y la salud. Y esto ha derivado en condenar el consumo de sus productos (carne, principalmente), olvidando el papel crucial que la interacción homo-fauna ha tenido en la evolución biológica y cultural de nuestra especie, así como las necesidades nutricionales que ese tipo de proteína satisface en niños, mujeres gestantes y adultos mayores. Se olvida también que la producción animal es una base en las estrategias de vida de las familias rurales.

En una visión extrema, suele atribuirse el cambio climático a la producción ganadera, acusándola de emitir gases de efecto invernadero, pero desviando la atención de su causa más indiscutible: la quema de combustibles fósiles. Todo esto ha conformado un debate académico que permea en la sociedad con matices maniqueos: la ganadería es mala y debe ser prohibida versus las proteínas de la carne y la leche son fundamentales para el buen desarrollo físico y mental de las personas. Las discusiones son intensas y durarán algún tiempo.

En este número de Ecofronteras, el Grupo Académico GANSUS (Ganadería Sustentable y Cambio Climático) de El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR) propone contextualizar ese debate a partir de tres premisas: la crisis alimentaria, la ganadería campesina y la problemática planetaria; la intención es argumentar sobre la posibilidad de una producción ganadera sustentable. Iniciamos con la pregunta “Ganadería sustentable, ¿de qué estamos hablando?”, en un artículo que nos aporta respuestas contra las mayores objeciones a la producción pecuaria, y nos acerca a una estrategia que, tomando en cuenta contextos ecológicos, culturales y económicos de la ganadería, permita obtener productos sanos, suficientes y ambientalmente respetuosos.

“Ganadería, seguridad alimentaria y ambiente” encuadra el tema de la seguridad alimentaria en una panorámica evolutiva del Homo sapiens y el origen de la domesticación de animales. Los autores nos proporcionan datos interesantes y sólidos para reconocer la importancia nutricional del consumo de productos de origen animal. Por otra parte, en “Ganado bovino criollo y sustentabilidad socioambiental” tenemos un ejemplo de que la sustentabilidad es posible y de que mucho tenemos que aprender de los sistemas de ganadería campesinos.

Con estos textos esperamos motivar el interés general por la importancia de los procesos productivos ganaderos y sus actores. Al “fuego amigo” de los colegas académicos ofrecemos nuestros argumentos convocándolos a la reflexión y al debate. Comer es necesidad de todos, producir los alimentos es tarea de unos pocos y la ganadería ha sido una alternativa de primer orden.

 Además, en este número de Ecofronteras presentamos dos artículos que resaltan la importancia cultural y económica de dos árboles de gran tradición: el pataxte —pariente del cacao— y el palo de tinte; también publicamos un texto que aborda las razones del miedo a las serpientes, justificando la necesidad de conocer más sobre ellas. En la sección Leyendo el Sur incluimos una inforreseña de la historieta Dzit Bacalito y las variedades de maíz frente a Transgénico, cuyo elocuente título alude a la preocupante situación de los maíces criollos. La entrevista del número es una conversación con Laura Carrillo Bribiezca, quien nos habla de los océanos como componente elemental de la vida planetaria. Finalmente, el apartado de literatura corresponde a un material de divulgación que, a manera de relato, nos alerta respecto a una nueva plaga del café. Todo el número nos invita a la reflexión en torno a la interacción entre sociedad y ambiente, con el deseo de que también pueda conducirnos a acciones concretas desde nuestra cotidianidad.

 

Trinidad Alemán Santillán y Guillermo Jiménez Ferrer, El Colegio de la Frontera Sur, Unidad San Cristóbal