Editorial

Desde su aparición sobre la Tierra, la especie humana ha necesitado conocer el ambiente donde vive. Primero, para saber qué comer y dónde encontrarlo, y después en qué momento o temporada para lograr los mejores resultados. A pesar de la sensación de superioridad que la vida moderna nos genera, esta necesidad ha sido siempre la misma, con la diferencia de que ahora nuestras actividades tienden a transformar negativamente el ambiente, haciéndonos olvidar que la humanidad hará solo lo que la naturaleza le permita.

En esto radica la importancia de que el ser humano conozca, entienda y respete el ambiente natural que lo sustenta. El presente número de Ecofronteras nos ofrece valiosos ejemplos de este afán, mostrando al mismo tiempo que el conocimiento y su estrategia de creación predominante, la ciencia, no son productos exclusivos de mentes privilegiadas, sino que son un logro colectivo de innumerables generaciones de todo el mundo, de todas las culturas y de todos los tiempos: el conocimiento científico no es propiedad de nadie, sino un bien colectivo que debe ser compartido porque es parte de nuestra vida cotidiana.

El café es uno de los cultivos de mayor importancia económica, foco de atención mundial y objetivo de múltiples investigaciones científicas. El “Milagro de Timor Oriental” nos relata la historia de una variedad de café resistente a la roya; surgió espontáneamente en parcelas de productores que seleccionaron la planta y la usaron antes de que los científicos supieran de su existencia, y hoy día se estudia y difunde con el fin de evitar la catástrofe económica y social de multitud de cafeticultores en el planeta.

“Acciones colaborativas para el monitoreo del sargazo” nos muestra otra vertiente de la comprensión científica de la naturaleza, así como de un insumo fundamental: datos confiables. En este caso, los datos son aportados por ciudadanos comunes, conscientes y entusiastas, que con sus teléfonos celulares ayudan a monitorear las arribazones de sargazos en las costas mexicanas, lo cual contextualiza las imágenes de satélites y completa la información para predecir el comportamiento del fenómeno y desarrollar estrategias para enfrentarlo.

La tecnología y sus modernos dispositivos son una herramienta de investigación científica que extiende los sentidos humanos más allá de sus capacidades naturales. “Escuchando la biodiversidad” nos aporta una maravillosa perspectiva de un mundo que no vemos, y que en ocasiones tampoco escuchamos; o si lo escuchamos, no lo comprendemos; es el escenario donde se desarrolla el esplendoroso concierto de las ranas y los sapos de charcos y estanques.

Pero de poco sirve el conocimiento científico si se queda solo en la mente de sus creadores o en libros de texto o, menos aún, en revistas especializadas. Este conocimiento debe contribuir a la vida humana armónica con su ambiente natural y tiene que difundirse ampliamente, llegando en primer lugar a aquellas comunidades donde se detectaron los problemas de investigación, que aceptaron la intervención de personal científico y en las que, con frecuencia, hubo gente colaboradora o informante. “Comunicar la ciencia...” nos da un inspirador ejemplo relacionado con los mosquitos transmisores de enfermedades; es un retorno del conocimiento a la población, no como textos, sino como propuestas de acción y cambios de actitud que resuelvan de origen el problema.

En esta Ecofronteras abordamos también otros temas, como las adaptaciones de algunas arañas para vivir en ambientes acuáticos y la importancia de los microorganismos del suelo para mejorar la calidad de los alimentos vegetales. Para redondear, presentamos una entrevista colectiva en el contexto del día internacional de los bosques, una invitación a leer “Hacer comunidad”, de Abbdel Camargo, y finalizamos con un par de poemas presentados en tsotsil y español. ¡Esperamos que disfruten el número!

 

Trinidad Alemán Santillán, El Colegio de la Frontera Sur