Remembranzas de una visita inesperada

Mikhail Sokolov y Francisco Infante

Ver escrito el nombre de la ciudad del sur de México donde había vivido durante varios años, fue el inicio de un recorrido literario para Misha, quien en compañía de Francisco siguen a dos europeos que 75 años atrás realizaron un largo trayecto para revisar las capacidades técnicas del automóvil checo Tatra. Ese viaje unió imaginariamente a Rusia con México y describe el modo de vida en Tapachula después de la Segunda Guerra Mundial.
Palabras clave: Tapachula, Miroslav Zikmund, Jirí Hanzelka, Tatra T87, viajes.

Maayat’aan (maya): K’a’ajsajil jump’éel xíimbal ma’atáan u pa’ata’al ka’achil
Ka tu yilaj ts’íibta’an u k’aaba’ le noj kaaj yaan tu nojolil u noj lu’umil México tu’ux kaajlaj ya’ab ja’abo’obe’, leti’ ka chuun beey jump’éel xíimbalil ichil tsikbal ts’íibo’ob uti’al Misha, máax láak’inta’an tumen Francisco ku bino’ob tu paach ka’atúul tsuulo’ob europailo’ob, máako’ob máanal 75 p’éelel ja’abo’obak tu xíimbalto’ob jump’éel chowak beej uti’al u yiliko’ob wa ma’alob u meyaj le coche República Checail Tatra. Le xíimbalilo’ tu beetaj beey wa nuupa’an Rusia yéetel México, yéetel ku tsolik bix u kuxtal máak ka’achil tu noj kaajil Tapachula ka ts’o’ok u ba’ate’il segunda guerra mundial. 

Bats’i k’op (tsotsil): Xtal ta jolil k’alaluk ay ta vu’lal mu’yuk bu snopoj ta spas
K’alaluk laj yil tsakal sbi jteklum oy ta yolon yosilal México, te yo bu ech’ ta naklej ep jabile, Li Misha ja’ te slikes yabtel ta sk’elel sts’ibael vunetik, xchibalik xchi’uk xchi’il Francisco la xchi’inik batel cha’vo’ jch’iel jk’opojeletik talemik ta namal banamil europa, taje yech’el xa ox vo’lajuneb xchanvinik sjabilal, ti nom ixanavik batel sventa sk’elik stsatsal sju’elal skaroik checo Tatra. Li jxanviletike te nitik tsakal kom ta sna’benal sjol yo’ontonik Rusia xchi’uk México xchi’uk ta xal xtok k’u yelan stalel xkuxlejal yu’unik ta Tapachula sjelavel xcha’kojal muk’ta leto ech’ ta banumile.

 

Después de trabajar durante 15 años en El Colegio de la Frontera Sur en Tapachula, Chiapas, Mikhail (Misha) regresa a Moscú, ciudad que lo vio nacer y donde ha pasado la mayor parte de su vida. En una de esas frías noches de invierno, releyendo algunos libros de la biblioteca que le había heredado su padre, llega a un libro bellamente ilustrado de siete gruesos volúmenes. Se trata de una obra que narra los viajes por diversas partes del mundo de dos europeos, entre 1947 y 1950. Misha ya conocía ese libro desde su infancia, pero ahora tenía otro significado, pues uno de los volúmenes contenía información sobre ciudades de América Central y México, una región que ahora Misha conocía bastante bien. Su asombro llegó al límite cuando leyó la palabra Tapachula. Leyó el texto con entusiasmo y nostalgia y pensó que sería interesante hacérselo saber a sus amigos mexicanos.

Al día siguiente llamó a Francisco y estuvieron conversando sobre el tema por mucho tiempo. Así surgió la idea de elaborar esta narrativa que sintetiza el paso de esos viajeros por el sur de México. Pensaron que dar a conocer este viaje, que es totalmente desconocido para los habitantes de la región, despertaría mucho interés. Aunque el presente texto está basado en el libro de los viajeros, la narrativa, interpretaciones y puntos de vista, son propios de los autores de este manuscrito.

El propósito de los viajes

El volumen que hace referencia a México lleva como título Entre dos océanos. Los autores son Jiri Hanzelka y Miroslav Zikmund, dos ingenieros checos. Su viaje por África, América del Sur, América Central y México había sido financiado por la compañía de autos checa Tatra, para que probaran el modelo Tatra T87. El propósito era estudiar las capacidades técnicas del automóvil en diferentes condiciones climáticas, a distintas altitudes y en diversos tipos de carreteras y en terracería. De manera secundaria se exploraba el estudio de mercados para vender productos checos, en particular automóviles y motocicletas. Se consideraba importante establecer una red de representaciones en países con los que Checoslovaquia tenía poco o nulo comercio, pero que podían ser mercados potenciales para la exportación. Los resultados de la expedición superaron significativamente los objetivos técnicos y comerciales, y se convirtieron en un estudio a gran escala de geografía, naturaleza, economía, historia, sociología y etnografía de diferentes pueblos.

Hanzelka y Zikmund visitaron lugares tan remotos que a veces eran los primeros extranjeros que los lugareños miraban en su vida. Después de sus viajes escribieron cientos de reportajes, varios libros, y publicaron miles de fotografías y varios documentales. Sus libros se traducirían a numerosos idiomas. Llegaron al continente americano por Buenos Aires, Argentina, a mediados de 1948. De ahí pasaron a Brasil y demás países. Ingresaron a Centroamérica a través de Panamá, a donde arribaron por mar. Desde allí, el camino continuó por tierra. Condujeron por Costa Rica, Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala. Su primera ciudad en México fue Tapachula, Chiapas.

En las puertas del Suchiate

Antes de llegar a la frontera, los viajeros sabían que México y Guatemala no estaban unidos por carretera. Así lo indicaban claramente los mapas. Una raya blanca se extendía hasta el azul del océano Pacífico con una advertencia en inglés: “Automobile travel not recommended south of Comitan(No se recomienda viajar en auto al sur de Comitán). Un vistazo rápido al mapa indicaba la interrupción de la carretera, y recordaron a un gringo que conocieron en Costa Rica, quien les había advertido: “Lo peor está en México antes de la frontera con Guatemala. Los mexicanos construyeron su carretera hacia allá en el norte y Guatemala se unió con México en el sur”. Apenas unas semanas antes, en El Ocotal, había tenido lugar un hecho histórico en presencia del presidente de México. Este país había terminado la carretera panamericana desde su frontera con Estados Unidos hasta la que compartía con Guatemala. Sin embargo, los mexicanos no pudieron estrechar la mano de sus vecinos del sur porque no había una calzada similar por la que los guatemaltecos hubieran podido llegar a la celebración.

La entrada a México por Tapachula parecía la única opción. Para hacer más dramática la situación, poco antes de los límites con México, el auto se averió y ya no avanzó más. Un amable señor llamado Julio Cajas, chofer de una camioneta Chevrolet, se detuvo para ayudarlos. Por supuesto que se convirtió en su amigo, a quien a menudo recordaban con mucho cariño y respeto.

Llegando a la “Perla del Soconusco”

Los viajeros acaban de ingresar a territorio mexicano. Se encuentran en el rincón más al sur de este país, en la remota ciudad fronteriza de Tapachula. No hace mucho se despidieron de Julio y todavía están impresionados por su amabilidad y el fantástico paisaje de Guatemala.

El problema de entrar por Tapachula era la falta de comunicación por carretera con el resto del país; ese vacío se sorteaba por barco o tren. Los funcionarios de la aduana en Talismán fueron muy corteses, pero sus rostros estaban confundidos con el carnet internacional. Era la primera vez que tenían un documento así en sus manos. Si hubieran tenido pasaportes ordinarios hubiera bastado con pagar unos pesos, para inmediatamente recibir un permiso de importación de automóvil libre de impuestos válido por seis meses. Pero tenían pasaportes de servicio con visas mexicanas y no estaban protegidos por los beneficios turísticos. Después de horas de discusión, acordaron que pagarían un permiso de entrada especial. Ya cansados por la cantidad de trámites que había que cumplir, pudieron finalmente ingresar al país y enfilar hacia la ciudad.

Son las cinco de la tarde en Tapachula. El sol es ardiente. El calor ya ha aminorado un poco y la gente empieza a desperezarse después de una corta siesta. Por las calles del centro aparecen los lustrabotas, los comerciantes de elotes, entre muchos otros vendedores callejeros. A lo lejos se ve el impresionante volcán Tacaná, que parece observar todo de manera silenciosa. En las tiendas se ofrecen camisas, pantalones de lino, sombreros y muchas cosas más, pero comprar en establecimientos no es tan divertido como hacerlo en la calle. Al momento de comprar y durante el regateo de precios, el acento con el que hablan delata a los clientes extranjeros. El español de los checos suena más apacible, suave y melodioso, según dicen. El aroma de café tostado inunda las calles y se mezcla con el olor del sudor humano. Llama la atención la gran cantidad de personas con ropa raída y descolorida. Gente que deambula sin ir a ningún lado.

Desde las puertas abiertas de un restaurante suena una guitarra melancólica entonando una melodía típica, como reafirmando la pertenencia al país azteca.

Los trámites para trasladar el carro continuaron en los días subsiguientes. Muchos de esos trámites tenían que iniciar en la estación del ferrocarril, en cuyas inmediaciones la vida lleva un ritmo más rápido, aunque también hay más holgazanería y tambaleo sin rumbo. Las personas se sientan en sacos, cajas y bolsas. La gente ociosa pareciera envidiar a todos los que están ocupados en algo. Hay quienes invirtieron su modesto capital en botellones para preparar aguas frescas en un balde con un trozo de hielo, y corren por la plataforma de la estación del tren ofreciendo limonada para tratar de recuperar lo invertido.

Al detenerse frente a la estación del tren, una multitud se reunió alrededor de los viajeros y su auto. Decenas de pares de manos fuertes se acercaron al equipaje ofreciéndose a cargarlo. De veinte bocas salieron las palabras: “Te llevaré al mejor hotel, puedo lavar y planchar tu ropa”. “¿Necesitas embarcar el coche en el tren? ¿Ir a la aduana? ¿O quieres saber en qué parte de Tapachula están las chicas más guapas?”. Era difícil entender tantas voces y ojos, distinguir a los honestos de los estafadores, ¿cómo dar la oportunidad de ganar a uno y decepcionar a veinte?

Una corazonada les hizo elegir a un muchacho que por alguna razón sobresalía. Llevaba sombrero, como los demás, pantalones de lino, como los demás, era joven como los demás, pero sus ojos brillaban y despertaban confianza. “Alfonso Ramírez, a sus órdenes”, dijo, mientras saludaba con la cabeza y mostraba dos filas de dientes prominentemente blancos. Cinco minutos después, Alfonso ya sabía para qué se le había contratado. “Por hoy no hay nada que hacer”, dijo; porque ya todo está cerrado. Debemos empezar mañana por la mañana”. ¿Y qué pasará mañana? “Primero, a la oficina de mecanografía. Allí deben completar todos los cuestionarios, unos quince. Luego a la municipalidad, la administración de la ciudad. Allí se les debe dar permiso para cargar el coche. Luego a la policía. Un permiso de nuevo. Luego a la aduana”. ¿Cuánto tiempo se tarda en llegar a Veracruz? “Considérenlo en diez o quince días señores”.

Después de varios días, al finalizar todos esos trámites, había una palabra que retumbaba constantemente en el cerebro de los viajeros: ¡Mañana, mañana! Nuevamente, esta palabra fatal sobrevolando toda la América Latina. La palabra más común en todo el continente, decían. Alfonso, ya cansado de tanta quejumbre les contestó: “¡No se preocupen, europeos! ¿Por qué están ustedes apurados? ¿Por qué siempre tienen prisa? Después de todo, mañana es el día, mañana es la esperanza. Y mañana también es una mañana. ¿No suena bonito?”.

El viaje por el sur de México

Después de Tapachula, Hanzelka y Zikmund enfilaron hacia Veracruz con el auto montado en el tren. Durante su estancia en el país visitaron ciudades y poblados de Chiapas, Estado de México, Guerrero, Oaxaca, Quintana Roo, Veracruz, Tabasco y Yucatán. Pasados varios meses, los dos amigos se separaron en la Ciudad de México. Hanzelka voló a Praga y Zikmund fue a Veracruz con el auto. Tras superar muchas dificultades burocráticas en varios puertos y cambiando tres veces de barco, llegó al puerto de Gdynia, Polonia, tres meses después. Finalmente, en noviembre de 1950, llegó también a Praga. ¡Hogar, dulce hogar!

Epílogo

Miroslav Zikmund y Jirí Hanzelka se conocieron como estudiantes. Se graduaron en 1938 y desarrollaron un plan para viajar por los cinco continentes. Pero comenzó la Segunda Guerra Mundial y aplazaron su plan hasta 1947. Hanselka tenía entonces 27 años y Zikmund 28. Después de viajar juntos por cerca de 100 países de Europa, África y América, se establecieron nuevamente en Checoslovaquia y escribieron las vivencias de sus viajes en varias obras, con un lenguaje imaginativo y humor ligero. Debido a que ambos apoyaban el movimiento que dio origen a la Primavera de Praga, fueron perseguidos y expulsados de la unión de escritores checoslovacos. Ambos permanecieron desempleados por mucho tiempo y sus libros no se publicaron sino hasta después de 1969.

Atravesaron por una época difícil en la cual Hanzelka trabajó como jardinero y fogonero por algún tiempo. Zikmund tuvo mejor suerte y logró hacer varios viajes a Japón, Australia, Sri Lanka y las islas Maldivas. Con la caída del socialismo en Checoslovaquia, sus libros comenzaron a publicarse y se volvieron autores muy populares. Sus obras se tradujeron a 11 idiomas convirtiéndose en best sellers.

Como Europa quedó en ruinas después de la Segunda Guerra Mundial, la mayoría de la gente de los cinco continentes perdió la oportunidad de viajar durante muchos años; en esta situación los libros de Hanselka y Zikmund pasaron a ser una ventana abierta al mundo.

Hanzelka falleció el 15 de febrero de 2003 en Praga, pero Zikmund continuó narrando las vivencias de sus viajes por mucho tiempo más; por su trabajo de explorador y escritor, recibió un doctorado honoris causa y la medalla al mérito de la República Checa. Murió el 1 de diciembre de 2021 a la edad de 102 años.

 

Mikhail Sokolov es consultor científico independiente de la Agencia Analítica de Moscú (Rusia).

Francisco Infante es investigador de El Colegio de la Frontera Sur, Unidad Tapachula (México) | finfante@ecosur.mx | https://orcid.org/0000-0002-7419-7606

 

Ecofronteras, 2022, vol. 26, núm. 75, pp. 28-39, ISSN 2007-4549 (revista impresa), E-ISSN 2448-8577 (revista digital). Licencia CC (no comercial, no obras derivadas); notificar reproducciones a llopez@ecosur.mx