Ser apicultor, ser político

Rémy Vandame, Irma Gómez, Amalia Gracia y Shanty Acosta

 

Defender la apicultura campesina de la contaminación por transgénicos, agroquímicos y otros problemas que acarrea la agricultura industrial, llevó a algunos grupos de productores de miel a convertirse en actores políticos imprescindibles para sostener la lucha por el territorio y la preservación de prácticas tradicionales de los mayas en la península de Yucatán.

 

Si algo destaca de los apicultores de la península de Yucatán, es su presencia política.[1] Desde 2012 los encontramos en los medios de comunicación, en los juzgados y hasta en la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Denunciando primero el cultivo de soya transgénica y luego la deforestación y el uso de plaguicidas, protagonizan un papel cada vez más activo que llega hasta la defensa integral del territorio. Esto se relaciona con la larga historia de resistencia del pueblo maya, pero también con la ecología de los insectos con los que trabajan, es decir, las abejas. A continuación abordaremos algunos ejemplos de estas implicaciones, a fin de ir decantando lecciones y aprendizajes para comprender las fortalezas y desafíos de una lucha que aunque ha logrado algunas victorias, aún mantiene un final abierto.

 

Una pizca de ecología

Las abejas vuelan lejos de su colmena para pecorear, es decir, para colectar néctar y polen en las flores; vuelan hasta 2 o 3 km o más, dependiendo de la abundancia de floración (figura 1). Esto quiere decir que las abejas de una colmena o de un apiario pecorean en una superficie de mil a tres mil hectáreas, lo que puede abarcar cientos de parcelas cultivadas por cientos de campesinos; por lo tanto, un apicultor depende de lo que hayan decidido para sus tierras cientos de personas distintas. Esta interacción es muy favorable cuando los vecinos cultivan plantas melíferas —las que proveen recursos para las abejas—, como las que abundan en la milpa tradicional: frijol, calabaza o tomate. Pero es nefasto cuando sus prácticas implican deforestación, monocultivos o uso de insecticidas, pues las abejas se quedan sin recursos e inclusive se intoxican.

Un aspecto tan simple de la ecología de las abejas define una peculiar relación entre agricultores y campesinos-apicultores, que con frecuencia vulnera a los segundos. Comentaremos dos casos en los que tal situación los condujo a adoptar un papel activo en la defensa de sus territorios.

 

Área de pecoreo de abejas, Xmabén, Campeche.

 

De la contaminación de la miel a la acción política

La entrada de la soya transgénica en la península de Yucatán, y en particular en la región de los Chenes en Campeche, es parte de una transformación del modelo regional de agricultura a partir del año 2000. Se asocia a la expansión del monocultivo, a la mecanización de la agricultura, al control de los insumos y mercados agrícolas, y a los paquetes tecnológicos que incluyen agroquímicos y semillas híbridas o transgénicas, todo impulsado por las políticas públicas de los gobiernos estatal y federal.

En el municipio de Hopelchén, la superficie de soya sembrada pasó de 0 a 16 mil ha (20.5% de la tierra cultivada) entre 2004 y 2016, y se calculan más de 50 mil ha para 2020. Así es como coexisten el modelo de producción agrícola industrial y el del campesino a pequeña escala, cuya sobrevivencia está cada vez más amenazada y es el que incluye a la apicultura. La soya transgénica ha detonado la deforestación, y la Comisión Nacional Forestal calcula que entre 2000 y 2016 se han arrasado casi 100 mil ha de bosque para dar paso a nuevas zonas agrícolas; esto ha reducido el área de pecoreo de las abejas y con ello disminuye la productividad de las colmenas.

En 2011 los apicultores de la península de Yucatán recibieron la noticia de que su miel corría el riesgo de contaminarse con polen de soya transgénica, lo cual la depreciaría porque en Europa, donde están sus principales compradores, se da preferencia al consumo de miel libre de transgénicos.[2] Esto impulsó su movilización y surgieron grupos como el Colectivo de Comunidades Mayas de los Chenes o el Consejo Regional Maya de Quintana Roo, que se articularon con organizaciones campesinas y de la sociedad civil, investigadores, medios de comunicación, exportadores de miel, grupos de abogados y muchos otros actores.

Se coordinaron decenas de foros informativos en la península; las autoridades comunitarias y los líderes apícolas de Hopelchén realizaron asambleas, notificaron a las autoridades gubernamentales y difundieron el problema en los medios de comunicación. Algunos modificaron sus reglamentos comunitarios y los contratos de renta de tierras para prohibir la soya transgénica en sus ejidos. Fortalecieron su estrategia legal al interponer dos amparos contra la autorización de 253 mil ha de ese producto y lograron suspender su siembra en 2014; esto se reforzó en 2015, cuando la Suprema Corte de Justicia de la Nación ordenó la suspensión, considerando la violación al derecho a la consulta prevista por la Constitución (artículo 2) y la Organización Internacional del Trabajo (Convenio 169), hasta que se lleve a cabo una consulta indígena sobre su autorización.[3] La sentencia fue una gran victoria, aunque no reconoció el impacto de este cultivo sobre el ambiente y la salud.

El grupo de apicultores inició así, sin proponérselo, un proceso de reflexión y organización. Construyó movilización y resistencia, centrándose en la defensa de la apicultura como uno de los pilares de la economía campesina diversificada. Incorporar y articular argumentos científicos, legales y técnicos en su discurso, ayudó a fortalecer su identidad como colectivo y como pueblo maya que exige el respeto a sus formas de vida.

Actualmente, la principal oposición al modelo agroindustrial en la península de Yucatán tiene como protagonistas a los apicultores. Participan en debates con argumentos sólidos, generan propuestas de políticas públicas, exigen transparencia y rendición de cuentas y no dudan en recurrir a acciones legales cuando lo consideran necesario.

 

Insecticidas y abejas

Desde la década de 1970 se han documentado numerosos casos de intoxicación y muerte de abejas asociados al uso de plaguicidas, lo que ha generado investigaciones y acciones legales. Según Fernando Bejarano, en México se permite el uso de 183 ingredientes activos de plaguicidas altamente peligrosos,[4] y a partir de 2013, en la península de Yucatán se ha incrementado la muerte masiva de abejas relacionada con los plaguicidas neonicotinoides y fipronil que se aplican en los cultivos de sorgo y chile, específicamente en los municipios de Bacalar y José María Morelos en Quintana Roo, Hopelchén en Campeche y Tizimín en Yucatán.

Debido a este y otros conflictos socioambientales, los apicultores mayas han empezado a tejer alianzas para incidir en la toma de decisiones en torno a su territorio, redignificando prácticas ecológicamente correctas, como la meliponicultura, la apicultura y la milpa. Fue así como en 2018 se consolidó la Alianza Maya por las Abejas Kabnaálo’on, con integrantes de más de 120 comunidades de los tres estados de la península, respaldados por organizaciones civiles, instituciones, académicos y abogados; una de sus acciones ha sido formar a un grupo de promotores que sepan identificar y acompañar los casos, además de denunciar legalmente algunas situaciones de intoxicación. Actualmente se explora el diálogo campesino-apicultor/agricultor, cuya intención es que todos los actores identifiquen los beneficios del trabajo de los demás (la polinización por abejas favorece a la agricultura; un entorno libre de agroquímicos es favorable a la apicultura).

 

Defensa del territorio y nuevas fortalezas

Para proteger a las abejas, a la actividad apícola y a todo lo que representan en términos culturales, ambientales y económicos, la mejor alternativa es elegir lo que las sostiene y nos sostiene a todos, es decir, hay que defender el territorio y los modos de vivir la vida.

En la península de Yucatán —en consonancia con otras luchas alrededor del mundo—, el territorio, como lugar donde se tejen las palabras y las cosas a través del tiempo, se convierte en el centro de la disputa. Frente a proyectos que suponen el acaparamiento de la tierra por desposesión y despojo, la opción es defender la tierra de uso común, las semillas nativas, el agua, la apicultura, la milpa y sus sistemas asociados.

Dada su actividad, el apicultor deviene, queriendo y sin querer, en sujeto político que adquiere centralidad en las luchas por los bienes comunes. Al defender su dignidad basada en una actividad ancestral, contribuye a colocar en la agenda pública elementos claves para una ética territorial que priorice el respeto por la vida, la diversidad biocultural, el valor de uso sobre el valor de cambio, y la democratización de la economía y la política.

 

Rémy Vandame es investigador en el Departamento de Agricultura, Sociedad y Ambiente, ECOSUR San Cristóbal (remy@ecosur.mx). Irma Gómez colabora en el Colectivo de Comunidades Mayas de los Chenes y en la Alianza Kabnaálo’on (irmag-g@hotmail.com). Amalia Gracia es investigadora del Departamento de Sociedad y Cultura, ECOSUR Chetumal (magracia@ecosur.mx). Shanty Acosta es miembro de Ciencia para el Pueblo México y colaboradora en la Alianza Kabnaálo’on (shanty.acosta@gmail.com).

 

Rogel Villanueva Gutiérrez: un botánico de abejas

Rogel Villanueva, quien falleció el 2 de diciembre de 2019, fue pionero en los estudios de la ecología de abejas de México a través del polen. Fue de los primeros en alertar sobre la pérdida de la meliponicultura en la península de Yucatán, práctica emblemática de la diversidad biocultural de Mesoamérica. También fue testigo de cómo renacía en los últimos años.

Su encuentro con el polen se dio al escribir su tesis de maestría en el Instituto Nacional de Investigaciones sobre Recursos Bióticos. Después se mudó a Quintana Roo para trabajar en el Centro de Investigaciones de Quintana Roo (una de las dos instituciones que se transformaron en ECOSUR) e inició sus estudios sobre la melisopalinología (polen de la miel) y las abejas, particularmente en la Reserva de la Biósfera Sian Ka’an. Producto de esas actividades se publicó el atlas palinológico de Sian Ka’an, que se convirtió en un libro de referencia. Posteriormente cursó un doctorado en el Reino Unido y continuó con los temas que le apasionaban: abejas y botánica; incluso era reconocido como un bee-botanist, término acuñado por David Roubik, su mentor, colaborador cercano y amigo. Un botánico de abejas.

En 2014, confirmó la presencia de polen de soya transgénica en mieles de la península de Yucatán, reforzando la alerta sobre la problemática de este cultivo y la necesidad de conservar los recursos florales de la región, para asegurar la producción de mieles y garantizar un ambiente sano. Esta visión la transmitió en diferentes talleres que impartió en la zona maya de la península.

Gerald Islebe

 

 

 

 

Ecofronteras, 2021, vol. 25, núm. 73, pp. 18-20, ISSN 2007-4549 (revista impresa), E-ISSN 2448-8577 (revista digital). Licencia CC (no comercial, no obras derivadas); notificar reproducciones a llopez@ecosur.mx

 

 


[1] La apicultura es el manejo de la abeja doméstica Apis mellifera, especie de gran importancia socioeconómica, con el fin de que produzcan miel, polen y propóleo, además de polinizar cultivos.

[2] Véase “Entre la miel y la soya. Conversación con Rogel Villanueva” en Ecofronteras 51, https://bit.ly/3lCVV4S

[3] Esta consulta todavía no concluye. Legalmente está prohibida la siembra de soya transgénica, pero se sigue realizando y los apicultores la denuncian todos los años ante la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, sin resultados.

[4] Bejarano, F. (coord. y ed.). (2017). Los plaguicidas altamente peligrosos en México. RAPAM.