Vocación por conservar. Conversación con César
Romero Herrera
Dolores Molina-Rosales
César
Uriel Romero Herrera, director de la Reserva de la Biósfera Los Petenes,[1] se autodefine como un
biólogo de la conservación… y como un soñador. Es un apasionado del cuidado del
medio ambiente desde hace 25 años, gracias a su primer trabajo en una pequeña
reserva ecológica de 100 hectáreas (Ich Ha Lol Xaan), que los habitantes de Hampolol,
Campeche, destinaron para la conservación. “El biólogo César”, como se le
conoce por estas tierras, nos comparte algunas reflexiones en torno a las
implicaciones del desarrollo, los necesarios vínculos entre academia y sociedad,
y la construcción de políticas públicas relacionadas con las áreas naturales
protegidas (ANP). Aunque fue una entrevista virtual, la atmósfera fue cálida y amena,
debido a que el amor por su trabajo se transmite en cada una de sus frases.
Egresado
de la Universidad Autónoma de Campeche, de donde también ha sido profesor, nos
dice que lo suyo es la política de conservación ambiental, lo que lo ha llevado
por distintos cargos en la Secretaría de Ecología de Campeche, en el Parque
Nacional Tulum y en las reservas de la biósfera Calakmul y Ría Celestún.
Su
trabajo ha trascendido el escritorio, involucra espacios y temas en los que la población
humana es clave para el manejo de una ANP. Ha enfrentado el reto de trabajar en
distintos ecosistemas, desde la selva tropical hasta la zona costera.
Tríada del desarrollo
La
conservación ambiental ha sido permanente a lo largo de su vida profesional: “Conocí Hampolol
cuando estaba haciendo una tarea como estudiante, y desde ahí sentí una gran
atracción por el tema. Eso que
veían mis ojos, eso que podía percibir mi cuerpo, le dio sentido a mi trabajo
en la conservación de la biodiversidad. He sido privilegiado por trabajar en la
Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP), y estoy agradecido de
contribuir en la preservación de los paisajes, de los ecosistemas y de las
especies. Desde siempre me llamó la atención la propuesta de la CONANP de resguardar
las especies en peligro de extinción o con algún estatus de amenaza, y, por
otro lado, promover el desarrollo sustentable de las comunidades que viven
dentro de las ANP o que colindan con ellas. Esta combinación es muy compleja.
Llega un momento en que uno tiene que poner en la balanza todo lo que el marco jurídico
implica, pero con sensibilidad hacia la población que hace uso de los recursos
en un territorio”.
La
reflexión lo remite a los desafíos para conservar el patrimonio natural, el
cual mantiene nexos con el patrimonio cultural dado que “más del 70% de los
pueblos originarios en México tienen relación
directa con las ANP”. Es un binomio que hace ineludible reevaluar las condiciones socioeconómicas que privan en
las áreas protegidas: “La riqueza biológica de estos espacios contrasta con la
condición económica de sus pobladores a nivel mundial; suele haber territorios
conservados porque en ellos no se gestan procesos importantes de desarrollo. La
relación del ser humano con el medio ambiente es un vínculo de toda la vida,
pero hay que reflexionar en cómo se entiende, al igual que corresponde revisar
de qué se habla exactamente con la palabra desarrollo. Conviene tener cuidado con esa tríada de la
que venimos hablando desde la década de 1970 para no dañar los procesos
naturales ni poner en riesgo nuestro patrimonio: desarrollo social, desarrollo económico
y desarrollo ecológico. Desafortunadamente algunas grandes obras están
mostrando sus impactos, difíciles de revertir”.
El
tema de las grandes obras dio paso a la pregunta obligada sobre los
megaproyectos en la región, los que se han implementado y los que vienen, como
el tren maya. Antes de contestar, toma un lápiz, reflexiona, respira y anota… “En algunos casos el desarrollo trae consigo la
degradación del tejido social, como ha sucedido en sitios donde se ha explotado
el petróleo o donde se ha impulsado el turismo, por ejemplo, Cancún. Ahí se
reciben millones de visitantes al año, y ya ha habido necesidad de distribuir
tanta carga; por eso el municipio de Playa del Carmen tuvo uno de los
crecimientos más impresionantes en Latinoamérica, pasó de ser un pueblo pequeño
a una ciudad desarrollada en poco tiempo. Esto nos muestra los efectos del
turismo a gran escala, que también implica fuertes procesos de
transculturización, a veces unidos al aumento de la delincuencia, exceso de
alcohol, drogas y prostitución. Los retos para que ni el medio ambiente ni la
cultura se degraden son inmensos”. A partir de este caso, el tren maya
parecería una buena propuesta de movilidad, que transportaría personas y mercancías, aunque se requiere mucha cautela
con los efectos en las comunidades. “Los mismos ecosistemas dan la pauta de
hasta dónde podríamos incidir, y las políticas de desarrollo no deben
comprometer el rico patrimonio del sureste de México”, puntualiza el maestro Romero.
Una condición
de vida
César
Romero considera que hay una deuda por parte del gobierno y la sociedad con los
pueblos originarios: “En sus
territorios se instalaron haciendas, hubo esclavitud humana y ¡qué paradójico!,
ahora sus habitantes tienen la responsabilidad de cuidar todo el patrimonio
natural del que disponen. Sin embargo, los estamos bombardeando con las ‘bondades’
de nuestros hábitos de consumo… El reto para el futuro es encontrar las
actividades económicas que sean coherentes con los modos de vida y los tiempos
de las propias comunidades, conciliando la producción con la sustentabilidad.
Es un proceso que lleva tiempo, pero es posible; es como sembrar un árbol hoy,
sabiendo que quizá quienes lo cosecharán vienen atrás de nosotros”.
Al respecto, algo que disfruta de su trabajo es
cuando la gente que habita en las ANP se refiere a ellas como zonas especiales, cuando “comprenden los
procesos implicados en los ecosistemas y no solo valoran los recursos naturales
por su uso inmediato. Por ejemplo, es útil que en la selva la gente encuentre
la hierba pertinente para una curación, pero también conviene saber que se
trata de uno de los tantos servicios ambientales que brindan las áreas
protegidas. Se debe buscar el cuidado global del entorno, sin centrarse en las
especies de importancia comercial, como el cedro o la caoba en el caso de los
árboles maderables, y entender que todas las especies son necesarias y no solo
aquellas que en cada zona son más carismáticas: las mariposas que llegan por
temporadas, los murciélagos que tienen una tarea ecológica fundamental en la
polinización de la selva, las hormigas que incluso podrían eventualmente causar
daño a los cultivos.
Si no consideramos todo esto desde una perspectiva
integral, es más fácil generar o facilitar experiencias de explotación de
recursos sin posibilidades de lograr esquemas sustentables”.
En
cuanto a la Reserva de la Biósfera Los Petenes, su director sostiene que los
incendios son el mayor riesgo que actualmente enfrenta, aunque también identifica
“otra amenaza silenciosa que en el
futuro se sentirá con mucha fuerza: el cambio climático, que en esta reserva
puede generar la desaparición de los manglares y con ello se correría la línea
de costa tierra adentro”.
Sumado
a ello le preocupa la situación económica del país, pues si no hay crecimiento
económico se restringe el presupuesto para la política de conservación. Es un
reto para la administración actual, si bien “hay que aceptar que las instituciones de gobierno no somos las únicas
instancias responsables de la conservación de los recursos naturales. Necesitamos
alianzas estratégicas para potencializar las capacidades de cada uno y a la
sociedad en general le corresponde contribuir; la conservación no solo se
impulsa en las selvas, en los mares y los bosques, también se hace desde
nuestros hogares y hábitos de vida, que van desde lo más simple, como no
desperdiciar el agua o generar menos basura. Las notas periodísticas o imágenes
de aves, peces, mamíferos y reptiles con plásticos en su interior o atorados en
su cuerpo, son reales. El cuidado del ambiente no debe ser solo una postura
sino una condición de vida”.
Vendrán
cambios…
Otro tema
en la conversación con César Romo es el papel tanto de la CONANP como de la
academia en la conservación ambiental. Desde su perspectiva, cuando su equipo
llega a trabajar a una ANP, es observado por quienes viven ahí, en especial los
niños. Esa especie de vigilancia o curiosidad es importante, pues se convierte
en un canal para establecer comunicación e incluso generar inspiración: “Debemos enfocar nuestros esfuerzos en las
generaciones que vienen, porque heredarán aquello que podamos dejarles,
que no precisamente es lo que quisiéramos. Cuando a las ANP llegan
personas dedicadas a la academia con vocación genuina, transmiten enseñanzas profundas.
Recuerdo una ocasión en Calakmul cuando llegó un grupo a estudiar a los
murciélagos; contrataron a varios pobladores que luego se volvieron defensores
de esos mamíferos al asimilar qué tan valiosos son por sus funciones
ecológicas. Al ir a las comunidades adquirimos una responsabilidad social y
moral, y debemos transmitir inspiración para la defensa de los recursos
naturales. Claro que a veces es necesario mostrar autoridad porque hay acciones
sancionables, aunque lo mejor es generar conciencia”.
Mientras
observo su camisa con el logotipo de la CONANP que celebra 20 años de
existencia, César continua con su reflexión, enfatizando en la relación entre
la academia y la política pública, pues la considera un área de oportunidad: “No se puede conservar lo que no se conoce. Cuando
la academia mira hacia las ANP y las transforma en un laboratorio vivo de
generación de conocimiento, ocurre una interacción vital, pues el desconocer
aspectos básicos de la biología de las especies nos lleva a cometer excesos u
omisiones. Por ejemplo, cuando un árbol ya dio sus mejores frutos, es sano
aprovechar sus recursos; de otro modo los perdemos. O lo que ocurre con las
pesquerías: si capturamos organismos por debajo de la talla mínima estamos
causando daño. Entonces, la ciencia nos ayuda a tomar mejores decisiones. Y
cuando existe una producción científica de soporte, con artículos, libros y
tesis de grado, se enlaza un puente entre conocimiento formal y no formal”.
Para
finalizar, nuestro entrevistado señala un reto pendiente: “Adecuar las políticas públicas al territorio
y no el territorio a la política pública. México es un mosaico de ecosistemas y
cada vez que se han querido estandarizar programas a nivel nacional nos encontramos
con tremendos fracasos. Otro desafío es alinear la política pública, dado que
todos los actores que tenemos relación con las ANP no siempre estamos
coordinados e incluso se llega a entorpecer el trabajo de otros.
La consigna es colaborar sin egos ni protagonismos,
como servidores públicos de la nación que buscamos contribuir positivamente”. Y
nos confiesa que una de sus grandes satisfacciones es atestiguar
“que los habitantes que dependen de la
reserva hablen con el orgullo de vivir cerca de ella, en un territorio con alta
biodiversidad. En frases como esta ave no se puede encontrar en ningún otro
lugar, se alude al reconocimiento de ecosistemas únicos y vitales; es muy
gratificante”.
El
testimonio de un biólogo comprometido y dueño de una gran pasión por conservar
nuestros recursos naturales, termina con un llamado de
alerta que ojalá recordemos: “Cuando
se deja de escuchar un sonido de la selva, algo está pasando. No es un fenómeno
aislado que una especie se haya ido del ecosistema por cuestiones de presión
antropogénica o por incendios. Cuando dejamos de escuchar y ver a las especies
que habitaban, vendrán cambios…”
Dolores
Molina-Rosales es investigadora del Departamento de Ciencias de la
Sustentabilidad, ECOSUR Campeche (dmolina@ecosur.mx).
Ecofronteras, 2021, vol. 25, núm. 72,
pp. 34-37, ISSN 2007-4549 (revista impresa), E-ISSN 2448-8577 (revista
digital). Licencia CC (no comercial, no obras derivadas); notificar
reproducciones a llopez@ecosur.mx
[1] Los decretos en torno a reservas de la biósfera incluyen esta palabra sin tilde (biosfera); no obstante, dado que en Ecofronteras la acentuamos normalmente por convenir en términos de divulgación, también lo hacemos en el nombre oficial para unificar el término.