Cambio climático y distribución de aves: el
caso del colibrí yucateco
Antonio Acini Vásquez-Aguilar, Cristina Mac Swiney González y Juan Francisco Ornelas
La distribución geográfica de las especies es uno de
los aspectos alterados por el cambio climático, y aunque hemos tenido más de
uno en la historia de la Tierra, el acelerado cambio actual nos impulsa a elaborar
modelos de distribución para prevenir consecuencias; por ejemplo, ¿cuáles son
las implicaciones de que para 2070 el colibrí yucateco ya no habite en la
península de Yucatán?
Un cambio
climático más
Los cambios climáticos son eventos naturales en la historia
de la Tierra; en su mayoría son de naturaleza gradual y se relacionan con los
parámetros orbitales del planeta,[1] las variaciones de la radiación solar, el desplazamiento de las masas
continentales o la actividad volcánica intensa. Sin
embargo, también se han dado de manera abrupta, como los relacionados con la
caída de meteoritos;
basta recordar el que impactó cerca de Chicxulub, en la península
de Yucatán, y que derivó en la desaparición de los dinosaurios.
Durante
estos procesos, el planeta ha experimentado periodos de calentamiento y de
enfriamiento. Hace 20 mil años sufrió el Último Glacial Máximo, en el que gran
parte del hemisferio norte se cubrió con capas de hielo que, por increíble que
parezca, funcionaron como puente para la dispersión de especies (incluido el
hombre) hacia nuevas áreas geográficas; una muestra son los animales que
cruzaron entre Asia y América, como los bisontes, además de las numerosas plantas,
como los pinos, que se diversificaron al ocupar nichos deshabitados.
Por
otra parte, hace cerca de 56 millones de años, en el Máximo Termal Paleoceno
Eoceno, hubo un calentamiento global de consecuencias positivas, ya que un
clima más cálido favoreció la diversificación masiva de varios linajes de plantas
con flores, como las orquídeas epífitas. Por su magnitud, ese evento es el
mejor análogo al calentamiento actual del planeta, aunque no estuvo asociado a
condiciones de sequía como se predice ahora.
Hay
que resaltar que las altas concentraciones de gases de efecto invernadero
derivadas de la actividad humana son las que están provocando las veloces
elevaciones de temperatura. Se estima que desde 1800 esta ha aumentado
entre 0.85 y 1.1 °C, lo cual se vincula al incremento del nivel de los océanos.
Algunas consecuencias son los fenómenos meteorológicos extremos: alteración
del ciclo del agua, acidificación de los océanos y modificaciones en la función
y composición de los ecosistemas.
El
impacto del clima en las aves
El
clima es un factor fundamental en la dinámica poblacional de las aves por los
efectos directos e indirectos sobre su fisiología y comportamiento. Su tasa
metabólica se ve afectada, ya que en un clima frío gastan más energía para el mantenimiento
corporal; asimismo, se trastorna su alimentación, por ejemplo, puede
disminuir la cantidad de peces con que se mantienen diversas aves marinas, o se
atrasa la floración de plantas polinizadas por colibrís migratorios, de modo
que al llegar a sus sitios de reproducción encontrarán menos alimento.
En
respuesta, numerosos animales y plantas expanden sus áreas de distribución (su
espacio de vida) y se convierten en potenciales especies invasoras, compitiendo
por recursos con las especies del nuevo lugar. En casos extremos, sus
poblaciones decrecen por la falta de nutrientes en un mal año.
El
clima también influye en el cortejo, en el éxito reproductivo y en el tiempo de
migración de las aves. Se ha observado que el aumento de la temperatura global perjudica
a algunas en su capacidad para aparearse, pues los machos tienen que elegir
entre realizar exhibiciones de apareamiento o cortejo —que son necesarias para
atraer a las hembras, pero requieren un gran gasto de energía—, o buscar
refugio y ahorrarse esa energía para protegerse del calor. En el caso del urogallo negro (Tetrao tetrix), su
época de apareamiento se ha adelantado por las modificaciones del clima, y esto
implica que los polluelos eclosionan o “nacen” tempranamente, antes de que
estén disponibles los recursos que necesitan.
Otro
factor alterado es el ciclo de la migración, una adaptación natural de
distintas especies para optimizar los recursos en cada una de las estaciones, y
que está determinada por las condiciones ambientales. Al modificarse el clima,
los recursos varían y se puede retrasar o adelantar la migración, provocando que
a veces se vuelva errática y derive en un desastre por no estar sincronizada con
los ciclos biológicos de plantas y animales.
Modelos
predictivos
Para
conocer los cambios en la distribución de especies es posible realizar modelos
de distribución y proyectarlos al futuro desde distintos escenarios de cambio
climático. Tal tipo de modelos se basa en la relación estadística entre los registros
de distribución y su clima asociado, a partir del supuesto de que los seres
vivos responden a variables ambientales específicas, según su especie. Para
ello se usan programas con algoritmos destinados al análisis predictivo,
incorporando datos de las variables ambientales (precipitación, temperatura) y
los puntos de presencia de especies (coordenadas geográficas).
Cuando
las condiciones climáticas permanecen, aunque no sea en su espacio habitual
sino en nuevas zonas geográficas, las especies se mueven hacia ellas. A pesar
de que varios modelos sugieren que las aves del sur se desplazarán hacia el
norte, a zonas con mejores condiciones climáticas, aún se desconocen todos los
factores que influirían en los distintos escenarios. Por ejemplo, las que ahora
habitan en los trópicos podrían desplazarse a zonas montañosas y se reducirían sus
áreas de distribución a medida que el clima se calienta; o también podrían agrandar
su espacio hacia el norte.
El
colibrí yucateco
Para
explicar cómo se modifica la distribución de la fauna debido al cambio climático,
tomaremos como ejemplo al colibrí yucateco (Amazilia
yucatanensis), también conocido como colibrí
vientre canelo. Por su amplia distribución es un buen modelo para mostrar su
dinámica a través del tiempo y el espacio geográfico.
Este colibrí habita desde la península de
Yucatán, a lo largo de la vertiente del golfo de México, hasta Luisiana en
Estados Unidos. Pertenece al grupo de los colibrís esmeraldas,
y actualmente se reconocen tres subespecies que varían sutilmente en el tamaño
y la coloración de su plumaje: A. y. yucatanensis,
que habita en la península de Yucatán, norte de Guatemala y de Belice; A.
y. cerviniventris,
cuya zona va del norte de Chiapas y Veracruz además de Puebla y Oaxaca, y A. y. chalconota, al que se le observa desde el
noreste de Veracruz hasta el río Grande, en Texas.
El colibrí
yucateco mide entre 10 y 11 cm de longitud y pesa entre 4 y 5 gr, aproximadamente.
Su tipo de hábitat abarca desde la selva seca y la húmeda hasta los matorrales
en zonas semidesérticas, y su rango de altitud es de 0 a 1,200 metros sobre el
nivel del mar. Se alimenta básicamente de néctar de flores y sus preferidas son
las de matices rojos: chocho o tulipán (Malvaviscus), ave del paraíso (Heliconia), mirtos (Salvia), nopales y xoconostle (Opuntia),
cepillo o limpiatubos (Callistemon) y
conchil o coralillo (Pithecellobium); pero no descarta las flores blancas (anacua, Ehretia) y las amarillas (mezquites, Prosopis, y otras).
Para
satisfacer sus necesidades proteicas, suele consumir insectos que “roba” de las
telarañas o que atrapa al vuelo.
Aún se
desconocen los efectos que el cambio climático pudiera ocasionarles a estas
aves, y por eso hemos emprendido el modelado de diversos
escenarios. Los
resultados preliminares proyectados para el año 2070, en un panorama desalentador
de aumento de 3 °C, predicen un ligero crecimiento de su área de distribución y
su expansión hacia el norte del continente, con una reducción en su distribución
actual en el sur, es decir, en la península de Yucatán y norte de Chiapas.
La proyección es paradójica, ya que de cumplirse, en 50 años el colibrí
yucateco podría ya no habitar en Yucatán (figura 1).
Dicha alteración tendría consecuencias
negativas en su papel de polinizador. Si bien no se prevé que su ausencia
implique la extinción de plantas, sí habría menos abundancia, lo que a su vez
tendría otros efectos, como una menor disponibilidad de refugio o alimento para
diversas criaturas o el establecimiento de especies invasoras.
Conclusiones
No hay
duda de las fuertes repercusiones del cambio climático en la biodiversidad del
planeta, pero estamos lejos de conocer todo el alcance para las plantas,
animales y otras formas de vida. Se trata de un fenómeno que ha ocurrido a lo
largo de la historia geológica de la Tierra y las especies se han logrado
adecuar mediante asombrosas adaptaciones evolutivas; aun así, la forma en que
las actividades humanas han acelerado el proceso conlleva
serias implicaciones.
Para
algunos seres vivos los impactos irán de negativos a catastróficos, mientras
que para otros habrá condiciones más favorables, de tal manera que en unos casos
su distribución geográfica crecerá a otras áreas, mientras que otros hábitats
serán abandonados u ocupados por nuevas especies. En resumen, como efecto del
cambio climático se esperan extinciones, pero también habrá seres vivos que
expandan sus rangos de distribución, aunque lo ideal sería que estos procesos
se dieran de forma gradual, y no a los ritmos acelerados que nuestra actividad
está provocando.
Antonio Acini
Vásquez-Aguilar es estudiante del Doctorado en Ecología Tropical del Centro de
Investigaciones Tropicales (CITRO) y técnico académico de la Red de Biología
Evolutiva del Instituto de Ecología, A. C. (INECOL) (acini.vasquez@inecol.mx). Cristina Mac Swiney
González es investigadora del CITRO (cmacswiney@uv.mx). Juan Francisco Ornelas es investigador
de la Red de Biología Evolutiva del INECOL (francisco.ornelas@inecol.mx).
Ecofronteras, 2021, vol. 25, núm. 72, pp. 25-27,
ISSN 2007-4549 (revista impresa), E-ISSN 2448-8577 (revista digital). Licencia
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