En las aguas de las áreas naturales
protegidas: valores intrínsecos e instrumentales
Juan Jacobo Schmitter-Soto
Las áreas
naturales protegidas necesitan la participación de
sectores sociales, locales y regionales, así que requieren de la investigación
para documentar lo que protegen y contar con insumos para adecuados programas
de manejo. En este sentido, términos como corredores biológicos o diseños comparativos
adquieren relevancia en la búsqueda de sintonía entre la conservación y el uso
sustentable de recursos.
¿Reservar?
Las reservas
de la biósfera, ¿para qué y para quién se reservan?
Con esta reflexión en mente, Gonzalo Halffter, uno de nuestros
más notables biólogos, planteó el modelo mexicano de reservas de la biósfera,
que se distingue por enfatizar que dichas áreas naturales protegidas (ANP) no tienen
por qué ser parques o cotos cerrados, sino que deben incluir y apoyarse en la
participación social, local y regional. Según tal planteamiento, como parte de
su estructura cada reserva necesita de dos instancias:
a) Una organización no gubernamental
encargada de gestionar, organizar y vincular.
b) Un centro de investigaciones, cuya
zona de estudio científico principal sería el área protegida en cuestión.
Así, la Reserva de la Biósfera de Sian Ka’an[1] desde
antes de nacer tuvo el apoyo del Centro de Investigaciones de Quintana Roo
(CIQRO), hoy Unidad Chetumal de El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR), y de la
asociación civil Amigos de Sian Ka’an.
Como justificación básica para su decreto, la creación
de Sian Ka’an en 1986 contó con los resultados de los
proyectos del CIQRO en materia biológica —ecología y taxonomía—, así como en economía
y sociedad. Para cuando en 1992 me incorporé a esa institución, tuve plena
libertad para trabajar en cuestiones de ecología de peces en dicha reserva, y en
cualquier cuerpo de agua de Quintana Roo y de la península de Yucatán. Cuestión
aparte, dado que mi primer proyecto fue una prospección regional de la
ictiofauna, me pareció secundario si la laguna a explorar estaba o no en un
área protegida. Me parecía más relevante saber si se ubicaba al norte o al sur
de la Sierrita de Ticul, o bien, si el cenote era de aguas cristalinas o
estancadas, costero o de tierra adentro.
A pesar de este inicio “neutral”, pasados unos años, el
trabajo del grupo en el que participaba se fue canalizando hacia las áreas
protegidas, no en forma exclusiva pero sí con esa preferencia. Aparte del
fundacional Sian Ka’an, estudiamos la bahía de
Chetumal, las lagunas de Chichankanab y Bacalar, las reservas
de Calakmul y Banco Chinchorro, el Parque Nacional Arrecifes de Xcalak y más. ¿Por
qué? Porque las propias áreas protegidas están interesadas en documentar la
biodiversidad que prometen defender, así que ofrecen un apoyo logístico nada
desdeñable para la investigación. También ha habido una razón más interna: al
crecer como ecólogo o como taxónomo, se da uno cuenta de que su objeto de
estudio, trátese de ecosistemas o de especies, está desapareciendo. Incorporar en
nuestros proyectos de trabajo la conservación, o hacer de esta el tema central,
es cada vez más un asunto imperativo.
El antes y el después
El trabajo en las áreas protegidas adquiere mayor
sentido cuando el análisis incluye la comparación con las no protegidas, con la situación de la misma área antes de ser protegida, o ambas opciones.
Es la lógica de los diseños before/after–control/impact (BACI, por sus siglas en inglés).[2] Con
esa referencia o línea de base, a la manera de un tratamiento testigo en un
diseño experimental, puede medirse el deterioro de la zona no protegida o la
recuperación de la protegida.
Con los datos recabados a lo largo de 25 años,
aplicamos este tipo de análisis al Parque Nacional Arrecifes de Xcalak. Así,
con base en atributos de los peces, indagamos el posible efecto del desarrollo
costero fuera del parque y la efectividad de la protección dentro de él. Encontramos
que el nivel trófico medio de la comunidad, es decir, la proporción de
carnívoros, lo mismo que la densidad o individuos por unidad de área de la
mayoría de las especies y gremios (grupos de especies con los mismos hábitos de
alimentación) han disminuido significativamente en toda la región, pero de
manera más radical fuera del ANP.
Esto refleja resultados positivos de la protección, o bien,
un mayor impacto del turismo y la urbanización costera en la zona no protegida.
En 1999
y 2018 llevamos
a cabo un estudio similar en la bahía de Chetumal, área protegida estatal que
alberga el Santuario del Manatí. En este caso, si bien teníamos la referencia temporal,
esto es, la situación de la fauna de peces en la misma bahía hace décadas, nos faltó
un “control” en otra localidad no protegida, así que el diseño fue incompleto; aun
así, algo se pudo inferir respecto de los efectos de la ampliación del canal de
Zaragoza, la comunicación de la bahía y el estuario del río Hondo hacia el mar
Caribe. Como en Xcalak, se confirmó el descenso en el número de organismos y de
especies; sin embargo, en la zona de la bahía más cercana al canal aumentó su abundancia.
Quizá los cambios se expliquen porque los peces marinos tienen mejor acceso debido
a la mayor profundidad y anchura del canal, aunque la pesca ilegal fuera de la
bahía es un factor adicional en el caso de las especies que la usan como
refugio en las etapas tempranas de su desarrollo, por ejemplo, los meros.
Además, la erosión de la costa podría estar destruyendo hábitats importantes
para muchas especies en la parte más interna de la bahía.
Con el esquema BACI también es posible evaluar el
subsidio de servicios ambientales que una ANP le da a su zona de influencia.
Uno de ellos sería la migración de organismos juveniles desde el área protegida,
a veces mucho más allá de su periferia inmediata; es lo que sucede con las
larvas de peces y corales que las corrientes transportan a muchos kilómetros
del sitio de desove. Este beneficio funciona cuando las ANP tienen en su
polígono lo que se conoce como “fuente”, esto es, un fragmento de hábitat que
produce más organismos de los que puede sostener, de modo que gran parte de
cada nueva generación se ve obligada a migrar, y termina (re)poblando otros
fragmentos. Es probable que algunos de los peces y corales de Florida hayan
nacido en arrecifes centroamericanos, desde donde la corriente del Golfo pudo
haberlos transportado hacia el norte.
Corredores biológicos
Además de la aplicación de un diseño BACI, el
establecimiento de corredores biológicos es otro motivo para estudiar
simultáneamente una ANP y la zona cercana no protegida. Entre las grandes reservas
de la biósfera de Calakmul y de Sian Ka’an se ha
propuesto crear una serie de pequeñas reservas, que en su mayoría estarían bajo
la autoridad de los ejidos; la intención sería lograr una vía con vegetación
bien conservada, más o menos continua, que permita el movimiento de fauna
mayor, con el ejemplo de los jaguares como caso paradigmático.
En lo referente a las zonas acuáticas, un ejemplo de corredor
entre las reservas de Calakmul y Sian Ka’an sería el
río Hondo. Aunque la cabecera de esta cuenca se encuentra en el Petén
guatemalteco —donde se conoce como río Azul—, todos los arroyos importantes que
afluyen del lado mexicano vienen desde Calakmul. En teoría, un pez podría bajar
por el río Hondo desde Calakmul hasta la bahía de Chetumal, y de allí, por los
humedales del río Krik, a través del Área de
Protección de Flora y Fauna de Uaymil, hasta las
bahías de Sian Ka’an. El río Hondo, sin ser un ANP,
sería un corredor acuático estratégico entre varias de ellas.
Si bien un pez dulceacuícola tan “viajero” sería raro,
existen no pocos peces marinos que se trasladan decenas de kilómetros río
arriba, y hay también especies dulceacuícolas presentes en Calakmul, en el río,
en la bahía, en Uaymil y en Sian Ka’an.
La mojarra del sureste, Mayaheros urophthalmus, solo muestra alguna diferencia
genética relevante cuando la comparación se da entre el norte (más al norte de
Sian Ka’an) y el sur de la península, tal como lo
encontró Javier Barrientos-Villalobos, investigador visitante en nuestro
grupo. Esto prueba que los peces pueden moverse entre localidades para
reproducirse y así aportar sus genes a cada población.
Entonces, menos hipotéticos son los peces “viajeros”
marinos. Nuestros estudios sobre el macabí (Albula vulpes) han documentado sus migraciones
estacionales entre Belice y México, y entre el mar Caribe y la bahía de
Chetumal o bahía de Corozal, en Belice. El macabí ilustra el doble valor de
conservación que tienen muchas especies: son un objeto de conservación en sí
mismo, desde una perspectiva de valor intrínseco —la Unión Internacional para la
Conservación de la Naturaleza ha clasificado a dicho pez en cuanto a su riesgo
de extinción, como “casi amenazado”—, pero también son un recurso natural
importante; en este sentido, el macabí soporta una pesquería sustentable que
deja un ingreso sustancial a las comunidades locales de Belice y México, así
como en Bahamas, Cuba y Florida. Gracias a la tesis doctoral que en 2019
elaboró en ECOSUR el estudiante beliceño Addiel Perez,
se ha identificado un posible sitio de agregación prerreproductiva
en la costa de San Pedro, el cual afortunadamente está en un área reconocida
como patrimonio de la humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para
la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
Reservar… para todos
Las especies tienen un valor de conservación intrínseco, pero al mismo tiempo, en
tanto que son recursos naturales, tienen un valor instrumental crucial para las comunidades humanas, las cuales
suelen estar, sobre todo en el sureste, en condiciones de marginación. El uso
sustentable de los recursos bióticos, lejos de estar en conflicto con la
conservación de la biodiversidad, debe estar en plena sintonía con ella, y por
lo tanto, con la justicia social.
Juan Jacobo Schmitter-Soto es investigador del Departamento de Sistemática y Ecología Acuática, ECOSUR Chetumal (jschmitt@ecosur.mx).
Ecofronteras, 2021, vol. 25, núm. 72, pp. 18-20, ISSN
2007-4549 (revista impresa), E-ISSN 2448-8577 (revista digital). Licencia CC
(no comercial, no obras derivadas); notificar reproducciones a llopez@ecosur.mx
[1] Los decretos en torno a reservas de la biósfera incluyen
esta palabra sin tilde (biosfera); no obstante, dado que en Ecofronteras la acentuamos normalmente
por convenir en términos de divulgación, también lo hacemos en el nombre
oficial para unificar el término.
[2] Es decir, “antes/después-control/impacto”. Habría que
promover el uso de ADCI, las siglas en español.