La Encrucijada: fortalezas y debilidades de una reserva costera

Cristian Tovilla Hernández y Rita Lorena Salas Roblero

 

Las áreas naturales protegidas que se encuentran en zonas costeras, como La Encrucijada en Chiapas, tienen un gran potencial como reservas naturales y espacios turísticos; son también zonas sujetas a impactos ambientales y actividades humanas. Para un adecuado manejo del espacio natural protegido, se requiere participación de varias instancias y niveles de competencia, desde la local hasta la federal.

 

Las áreas naturales protegidas (ANP) son espacios creados para la conservación de los ambientes naturales y destacan por su biodiversidad, recursos y servicios ambientales. La Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) es la institución de gobierno encargada de su administración y la que promueve los diversos instrumentos para el uso sustentable de los recursos naturales, lo cual se concreta como reglas institucionalizadas de protección. En años recientes impulsó el programa Marco Estratégico de Turismo Sustentable en Áreas Naturales Protegidas de México (METS), para aplicarse en sitios con elevado potencial turístico dentro de las ANP. Entre estas, destacan las zonas costero-marinas, y la Reserva de la Biósfera La Encrucijada (REBIEN)[1] es la más extensa y notable en el Pacífico sur mexicano; es también la que mayor impulso recibe desde el METS.

 

Importancia ecológica y socioeconómica

 

La REBIEN fue establecida por decreto en 1995, y comprende 144,868 hectáreas de Mazatán, Huixtla, Villa Comaltitlán, Acapetahua, Mapastepec y Pijijiapan, municipios del estado de Chiapas. Por su gran riqueza de humedales costeros, fue catalogada como sitio Ramsar 815;[2] es asimismo un área de importancia para la conservación de las aves (AICAS) y una región terrestre e hidrológica reconocida por la UNESCO como sitio MAB (Man and the Biosphere). Allí encontramos manglares, tulares, vegetación acuática, palmares, selva mediana y vegetación propia de dunas costeras, además de la diversidad más completa de mangles en México: Rhizophora mangle L. o mangle rojo, Laguncularia racemosa (L.) Gaertn. o mangle blanco, Avicennia germinans (L.) L o madresal, Conocarpus erectus L. o botoncillo, Rhizhopora X harrisonii, Leechman. y Avicennia bicolor Standl. En conjunto, estas seis especies forman los bosques de mangle más altos (36 metros) del país. También existe una amplia red de humedales costeros conformada por ríos, pantanos, lagunas costeras y esteros. Algunas lagunas, como Panzacola, Chantuto y Carretas-Pereyra, son muy importantes para la pesquería de camarón y escama (esta última se refiere a diversos peces).

 

La fauna está constituida por 61 especies de anfibios y reptiles, 20 de invertebrados, algunos crustáceos y moluscos de gran valor comercial y culinario, como sucede con el camarón blanco (Litopenaeus vannamei) y la almeja pata de mula (Anadara tuberculosa); además, allí viven 58 especies de peces de importancia económica, 300 de aves residentes y migratorias, aproximadamente, y 73 de mamíferos. De tan abundante lista sobresalen el cocodrilo (Crocodylus acutus), el caimán (Caiman crocodilus) y el jaguar (Panthera onca).

 

Desarrollo de la actividad turística

 

Según datos de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, así como del Instituto Nacional de Estadística, Geográfica e Informática, en la REBIEN existen 277 localidades rurales con 14,912 habitantes, quienes ejercen presión sobre los recursos naturales, en especial mediante la pesca, aunque también por la agricultura, ganadería, prestación de servicios turísticos y otras actividades primarias; debido a ello es fundamental buscar que el aprovechamiento de los recursos sea sustentable.

 

A raíz de la caída pronunciada de la pesquería que se dio después del año 2000, se formaron varios grupos de prestadores de servicios turísticos —constituidos principalmente por integrantes de las comunidades— que ofrecen el transporte a la playa, es decir, un turismo de oportunidad para ir a comer, beber y bañarse.

 

Ocasionalmente realizan recorridos guiados por los esteros y manglares para la observación de aves y cocodrilos en su hábitat natural, las arribazones de tortugas marinas entre julio y noviembre y su liberación posterior al mar. Estos prestadores de servicios han contado con algunos apoyos del gobierno federal y estatal, por ejemplo, con obras de infraestructura y talleres de capacitación. Sin embargo, es común encontrar deficiencias en el manejo, mantenimiento, logística y administración de los centros turísticos.

 

Es importante impulsar una promoción adecuada para atraer al turismo local, estatal y regional, lo que resulta muy necesario en los periodos abril-junio y septiembre-noviembre, cuando el turismo disminuye de manera drástica, y se podrían reducir los precios en alimentos, transporte y alojamiento para grupos, por ejemplo: estudiantes, maestros, personal de salud, adultos mayores o personas con capacidades diferentes. Resulta indispensable lograr una mejor sinergia de trabajo colaborativo entre las comunidades locales e instituciones de gobierno, como la CONANP, para que el turismo se convierta en una actividad que propicie una mejoría en la economía de los hogares, y a su vez disminuya la presión sobre otros recursos, como la pesca.

 

Entre 2000 y 2012 se formaron tres grupos en turismo de naturaleza o ecoturismo; concretamente en 2012 nació la Red de Ecoturismo La Encrucijada en los municipios de Acapetahua y Mapastepec (https://cutt.ly/4zyxQIP), integrada por las agrupaciones “Las Conchitas” en barra de Zacapulco, “San Carlos” en La Palma y “Costa Verde” en El Castaño. Los esfuerzos realizados no han logrado consolidar al turismo como una actividad para el desarrollo regional; avanzar implicaría fortalecer los programas y estrategias de ecoturismo comunitario existentes, con la participación de las comunidades locales y la REBIEN en su construcción, junto con el acompañamiento de instituciones académicas regionales, entre ellas la Universidad Autónoma de Chiapas, la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas y El Colegio de la Frontera Sur. Estos programas deben considerar acciones que mejoren las capacidades y habilidades organizacionales y administrativas de los prestadores de servicios ecoturísticos; al mismo tiempo deben fortalecer el tejido social partiendo de un cambio generacional, en el que las personas jóvenes, previa formación y capacitación, se incorporen a actividades articuladas, como el pago por servicios ambientales, la conservación y restauración de los humedales.

 

Impactos antrópicos y naturales

 

Los impactos que afectan a la REBIEN son externos e internos. Ambos pueden ser de origen antrópico (por actividad humana) o natural (huracanes, tormentas, cambio climático). Los de origen antrópico externos incluyen principalmente la contaminación por agroquímicos y aguas negras, deforestación, arrastre de sedimentos y rectificación de los cauces de los ríos; los producidos al interior se ligan a los dragados, incendios, deforestación o sobreexplotación pesquera.

 

El crecimiento de la actividad antrópica se refleja en diversos cambios en el paisaje, comenzando por el cambio en el uso del suelo para dar lugar a grandes extensiones de potreros y plantaciones de banano (1960-1990), caña de azúcar (1975-2000) y palma africana (2000-2021), lo que ha propiciado un uso intensivo del área de influencia de la reserva. Después del paso de los huracanes Mitch (1998) y Stan (2005) se incrementó el flujo de sedimentos de los ríos hacia las lagunas costeras, lo que se agudizó cuando entre 2005 y 2010 la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA) y el gobierno chiapaneco realizaron obras para trazar y construir líneas rectas en los ríos. En consecuencia, todas las lagunas se encuentran gravemente azolvadas; como muestra, el sistema lagunar de Cerritos y Teculapa presenta más del 65% de azolvamiento, lo que ha reducido drásticamente la pesquería, afectando la economía de las comunidades locales.

 

Las partes norte y este de la reserva no se han librado; las grandes avenidas de los ríos Cintalapa, Vado Ancho y Huixtla han provocado la desaparición de aproximadamente 2,500 hectáreas de manglares, selva baja, tulares y pantanos de agua dulce. En esta área, después de los huracanes hubo un cambio en el uso del suelo, y actualmente allí se siembra palma africana, caña de azúcar y se practica la ganadería. Antiguos espacios prístinos de la zona núcleo de la reserva están perdidos, y en los municipios de la periferia sigue aumentando el cultivo de palma africana.

 

Durante el periodo 2014-2018 se llevó a cabo la revisión del Plan de Manejo de la reserva, buscando alternativas para ampliar las áreas de explotación pesquera de las lagunas de la zona núcleo de La Encrucijada. Se ha previsto que en esta parte se cultiven peces y camarones, pero no será suficiente, porque el número de pescadores se ha incrementado y los conflictos entre las cooperativas son frecuentes.

 

Como se avizoran más problemas, por lo menos habría que atender dos asuntos. Primero, ya no realizar la canalización de los ríos, y segundo, proveer de alternativas económicas a los pescadores, sobre todo a una población clave, como son los más jóvenes que migran a otros lugares en busca de mejorar sus condiciones de vida. En las cooperativas de Chantuto y Panzacola pescan más de 300 personas y cerca del 38% son menores de 30 años, así que diversificar es la clave. Los pescadores jóvenes deberían de integrarse a otro tipo de actividades productivas, como la producción orgánica agropecuaria, melífera y artesanal, o el turismo comunitario. Un papel parecido jugaría la creación de Unidades de Manejo para la Conservación de la Vida Silvestre (UMA). Para preservar La Encrucijada hace falta desplazar a la pesquería tradicional como forma inmediata de vida; después de todo, lleva 30 años en caída libre.

 

Conclusión

 

La REBIEN se encuentra en peligro y para salvarla se deben tomar decisiones a corto, mediano y largo plazo a nivel federal, estatal y municipal. En el universo micro de los municipios y comunidades urge diseñar un programa para restaurar, proteger y conservar las microcuencas que drenan dentro de La Encrucijada, lo que llevaría a su manejo adecuado. Lo ideal es que fuera un programa diseñado por la CONANP y la Comisión Nacional Forestal y la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (CONAPESCA), con una amplia participación de las comunidades de la REBIEN y la asesoría de las instituciones académicas.

 

Se requiere de un esquema de coordinación y cooperación de esfuerzos y recursos humanos y económicos, por parte de las comunidades e instituciones locales. Convendría un aporte económico y el respaldo en la toma de mejores decisiones por parte de instancias que han provocado inadecuados manejos de las cuencas y la zona costera dentro de la REBIEN, como la CONAGUA, la CONAPESCA y la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural. Y es deseable que la participación de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente sea más activa en las tareas de vigilancia.

 

Cristian Tovilla Hernández es investigador del Departamento de Ciencias de la Sustentabilidad en ECOSUR Tapachula (ctovilla@ecosur.mx). Rita Lorena Salas Roblero es estudiante de la Maestría en Ciencias en Recursos Naturales y Desarrollo Rural de ECOSUR (rita.salas@estudianteposgrado.ecosur.mx).

 

 

Ecofronteras, 2021, vol. 25, núm. 72, pp. 10-13, ISSN 2007-4549 (revista impresa), E-ISSN 2448-8577 (revista digital). Licencia CC (no comercial, no obras derivadas); notificar reproducciones a llopez@ecosur.mx

 



[1] Los decretos en torno a reservas de la biósfera incluyen esta palabra sin tilde (biosfera); no obstante, dado que en Ecofronteras la acentuamos normalmente por convenir en términos de divulgación, también lo hacemos en el nombre oficial para unificar el término.

[2] Los sitios Ramsar son áreas reconocidas por la Convención Relativa a los Humedales de Importancia Internacional como Hábitat de Aves Acuáticas, tratado internacional del que México es signatario. Se conoce como Convención Ramsar y fue celebrada en la ciudad de Ramsar, Irán, en 1971.