ECOSUR y sus aportaciones a la conservación ambiental
Luvia del C. Padilla Rebolledo, Griselda Escalona Segura
y Dolores Molina-Rosales
La relevancia que han adquirido las áreas naturales
protegidas ha crecido con el tiempo y los resultados, pero no así su presupuesto.
El trabajo de distintas disciplinas de la ciencia es necesario para hacer de la
conservación un tema sostenible; la academia ha puesto mucho de su parte y todavía
sigue planteando soluciones ante nuevos retos, tanto ecológicos como técnicos.
El origen de las ANP
“En Veracruz había una chulada de monte. Era de
puro ébano negro, rojo y jabín, unos chacá enormes,
preciosos, pero vino la ambición del hombre y empezaron a meter algodón. Y la
verdad era oro blanco. Se emocionó la gente. Vino el banco y les dijo: Señores aquí hay créditos. Se derramó dinero, les dieron
máquinas y se empezó a tumbar el monte. Era 1957 El primer año cayeron dos
lloviznitas... Murieron personas de deshidratación, todo se acabó.
Luego vino el ciclón, dejó las puras varitas, se
perdió todo. ¿De dónde iban a comer? Fueron con el banco y le dijeron: Si tú nos hiciste perder, pos ahora tú
sácanos a flote. El banco dijo: Vamos
a meter ganado. Se metió pasto. Faltó el agua, no llovió y aquí no hay
riego. El agua que la gente acarreaba estaba lejos. Se acabó el ganado. Yo les platico
a mis compañeros que no deterioremos el monte, pero somos jóvenes, somos la
prepotencia humana. No pensamos en el mañana, no lo queremos cuidar. Hay que
medirnos y estudiar cómo lo vamos a hacer... planificando” (Julia, campesina,
ejido Cano Cruz Balam Kin).
Este testimonio
confirma la necesidad de elaborar planes de manejo adecuados para áreas
naturales estratégicas, de modo que se puedan aprovechar de manera sustentable,
en equilibrio con la conservación de los recursos. Formal o informalmente, en
la historia moderna se han destinado espacios para la conservación de la
biodiversidad denominados parques, santuarios, áreas de conservación o,
simplemente, áreas naturales.
Entre los
siglos xix
y xx en todo el mundo se crearon
reservas con las que se reconocía el valor de algunos seres vivos, o porque
eran centros de recarga hídrica o por la riqueza mineral de sus suelos. Pero el
actual concepto de parque nacional —que implica la conservación de los
ecosistemas— no surgió sino hasta el 1 de marzo de 1871, con el Parque Nacional
de Yellowstone en Estados Unidos. Tuvo que pasar casi medio siglo para que en
México, con las gestiones de Miguel Ángel de Quevedo, se creara en 1917 nuestra
primera zona de conservación en el Desierto de los Leones, en el centro del
país. Aun así, ha sido recurrente la falta de presupuesto para la instauración
y mantenimiento de estos espacios y se ha enfrentado el dilema de qué hacer con
las poblaciones humanas que residen en las áreas destinadas a la conservación.
Durante la
década de 1980 se fortaleció la visión nacional de la conservación de la
naturaleza, lo que impulsó que la sociedad civil organizada y la academia se involucraran. En esos años se promulgó la Ley General de
Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente, reformada 14 veces entre 1996 y
2018. Además, en 1992 hubo un evento clave a nivel mundial: la Declaración de Río
sobre Medio Ambiente y Desarrollo. Al firmarla, el Estado mexicano se obligaba
a generar estrategias para prevenir, mitigar o disminuir los impactos negativos
en la biodiversidad del país. En ese año se creó el Instituto Nacional de
Ecología, encargado de conducir la política ambiental, y a través de él, en
1995 se fundó el Sistema Nacional de Áreas Naturales Protegidas (ANP), con la
intención de promover territorios para la conservación con sustento en estudios
de diagnóstico y una propuesta de planes de manejo. Desafortunadamente, al día
de hoy varias ANP no cuentan con planes de manejo ni presupuesto suficiente
para concretar su implementación.
En tal contexto,
y dada la gran diversidad biológica y la presencia de 78 espacios naturales
protegidos en la frontera sur de México, en este artículo pretendemos reseñar
la colaboración que El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR) ha establecido con los
tres niveles de gobierno, organizaciones sociales y con quienes viven en las ANP.
Han sido 20 años de sumar esfuerzos para la conservación y el desarrollo de la
región.
Vinculación, el tercer pilar
De acuerdo con
la Comisión
Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP), en 2020 existen en México 182 ANP
y más de 354 áreas destinadas voluntariamente para la conservación (ADVC); en
adelante nos referimos a ambas como zonas de conservación. Dentro del área de
influencia de ECOSUR —Chiapas, Tabasco, Campeche y Quintana Roo— se encuentran
41 ANP y 37 ADVC; además de las ejidales y municipales con la misma vocación, administradas
por los gobiernos estatales.
Una fortaleza de
las áreas naturales protegidas en la frontera sur es el mantenimiento razonable
de su integridad ecológica, debido en parte a la baja productividad
agropecuaria, la topografía accidentada y la carencia de agua de buena calidad
(sobre todo en la península de Yucatán), lo que ha evitado la proliferación
exagerada de asentamientos humanos. No obstante, una gran debilidad es la
deficiente vigilancia, lo cual ha propiciado afectaciones como el cambio de uso
del suelo, la tala intensiva, la extracción ilegal de recursos forestales y la
caza furtiva. Estas actividades inducen el poblamiento temporal, que puede
volverse permanente pues las actuales tecnologías agrícolas permiten incorporar
las tierras al dinamismo económico tradicional. Además, las ANP están rodeadas
por áreas con actividades agropecuarias extensivas y de poblaciones con
desarrollo urbano en general desordenado.
En dicho
paisaje ECOSUR ha realizado investigación de largo alcance, con énfasis en la conservación
de la biodiversidad y el manejo sustentable de los recursos naturales. A
finales de la década de 1990 y como parte de una política de vinculación entre
la academia y la sociedad, se creó un programa que promovió el diálogo y la
interacción permanente entre el gobierno, la población y la sociedad civil
organizada regional para devolver a los actores los resultados de los proyectos
de investigación. Estos esfuerzos hoy se encuentran sistematizados en una base
de datos institucional, la cual hemos revisado para analizar el impacto de ECOSUR
en las ANP. De acuerdo con los registros, hasta la fecha se han realizado 29,174
actividades de vinculación, de las que 1,392 corresponden a acciones y eventos relacionados
con las ANP del sureste. También se ha colaborado con 47 de las 78 zonas de
conservación de la región sur-sureste, lo que ha generado información publicada
en revistas especializadas, asesorías para el diseño de planes y programas de
manejo, además de estrategias de monitoreo y conservación.
Al respecto, la
producción académica de ECOSUR incluye 425 ponencias, 157 artículos científicos,
352 tesis, 8 libros, 32 capítulos de libros y 133 proyectos de investigación. Las
áreas protegidas más documentadas son Calakmul, Los Petenes y el Caribe mexicano,
y los principales aportes se han realizado en investigación y en la formación
de estudiantes de posgrado. Aunque en algunos de estos trabajos se ha realizado
investigación participativa o se ha promovido la interacción con el sector
social, el fin último de nuestro esfuerzo colectivo de fortalecer el tercer
pilar, es decir, la vinculación, sigue sin alcanzarse totalmente.
Conscientes de su
importancia, quienes colaboramos en ECOSUR promovemos el diálogo entre los sectores
interesados en la resolución de problemáticas locales. Esto implica la construcción
de alianzas estratégicas con otras instancias ligadas a la academia, la toma de decisión en políticas públicas,
la sociedad civil y los sectores productivos.
Trabajo transdisciplinario en la frontera sur
A lo largo de
los años se ha impulsado un trabajo transdisciplinario, cuya premisa es que
para atender problemas complejos de sustentabilidad se requiere del aporte de las
diversas comunidades de conocimiento. El objetivo es generar estrategias para
solucionar problemáticas, pero con elementos de legitimidad y
corresponsabilidad consensuadas. Un ejemplo son los planes de manejo elaborados
para las Zonas Sujetas a Conservación Ecológica Balam Kin
y Balam Kú, en Campeche. Desde un inicio, estos
documentos contaron con una permanente interacción con la Secretaría de
Ecología del Estado —ahora Secretaría del Medio Ambiente, Biodiversidad y
Cambio Climático—, con representantes de la sociedad civil organizada, líderes
comunitarios e integrantes de diferentes sectores de la sociedad civil no
organizada: comuneros, avecindados, mujeres productoras, amas de casa y jóvenes.
Mediante una metodología
participativa, se recuperó no solo la voz de las comunidades, sino que se desarrollaron
distintas matrices de manejo y conservación, de tal manera que cada sector
involucrado estuviera de acuerdo con las acciones a realizar.
Es así como ECOSUR
ha tenido un mayor acercamiento con las ANP de Los Petenes, Banco Chinchorro,
Calakmul, La Encrucijada y El Triunfo, con la participación de 46 integrantes de
la institución en consejos o comités consultivos, así como en foros, seminarios
u otro tipo de encuentros entre academia y sociedad, de los que se han
identificado 17 casos. Por otro lado, se ha impulsado la colaboración en 3 redes,
5 intercambios de experiencias, 1 asesoría/consultoría y 4 diagnósticos y
planes de evaluación participativa.
También se ha colaborado
en el fortalecimiento de capacidades locales ejecutando acciones de sensibilización,
capacitación y educación. Los talleres dentro de las ANP han sido la estrategia
de mayor relevancia (37 eventos), seguida de cursos (12) y diplomados (4). Calakmul,
Villaflores, Los Petenes y el Volcán Tacaná son las áreas donde se han
realizado más actividades de educación continua, en temas como ganadería, agroforestería,
corredores biológicos, meliponicultura, orquídeas, economía social, medios de
vida, control de plagas y ataques de jaguar, entre otros.
Las actividades
de difusión y divulgación de la ciencia se han reflejado principalmente en artículos
y libros de divulgación, memorias, notas científicas, pláticas de ciencia, producción
de videos, carteles, folletos y entrevistas en distintas ANP: Reserva de la Biósfera Calakmul (40), Parque
Nacional Tulum (11), Reserva de la Biósfera Los Petenes (9) y Reserva de la Biósfera
Caribe Mexicano (8).[1]
Una actividad
en particular es el rubro “procesos de colaboración”, que recopila eventos de un
sitio en donde los equipos de investigación han mantenido una acción continua
durante al menos dos años. La sistematización cumple el objetivo de generar una
reflexión sobre lo aprendido a partir de tres ejes clave: conservación de la
biodiversidad (6 proyectos identificados), innovación socioambiental (4) y
fortalecimiento de la identidad cultural de un grupo o región (4). Calakmul y Los
Petenes son las zonas en donde se han consolidado tales colaboraciones.
Es probable que
el material consultado para este artículo no represente el total de las
actividades académicas y de vinculación de ECOSUR, pero nos permite vislumbrar
cómo se ha canalizado la motivación del personal para garantizar la protección
de nuestro entorno en el marco de la política pública. Deberíamos apostar en enriquecer
los registros para medir con mayor profundidad los impactos de nuestra comunidad
académica en el manejo y conservación de los recursos naturales de la frontera
sur.
Por último,
cabe destacar que en 1974 se creó el Centro de Investigaciones Ecológicas del
Sureste (base de lo que hoy es ECOSUR) y pocos años después se decretó la Ley
General de Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente. Pero fue en la década
de los noventa cuando se consolidó una política nacional al respecto, y es
también cuando se creó ECOSUR, resaltando no solo la investigación en su
quehacer, sino también la búsqueda de soluciones en interacción con los actores
locales, estatales y nacionales. Hemos avanzado casi a la par que la política
pública en materia ambiental, aunque aún debemos actualizar, sistematizar y
homogeneizar nuestras bases de datos, así como promover una mayor reflexión
sobre los retos que plantea la investigación transdisciplinaria en un marco tan
complejo como el de la frontera sur de México.
Luvia del C.
Padilla Rebolledo es técnica académica de Vinculación, ECOSUR Campeche (lpadilla@ecosur.mx). Griselda
Escalona-Segura (gescalon@ecosur.mx) y Dolores
Ofelia Molina-Rosales (dmolina@ecosur.mx) son investigadoras
del Departamento de Conservación de la Biodiversidad y del Departamento de
Ciencias de la Sustentabilidad, respectivamente, en la misma unidad.
Ecofronteras, 2021, vol. 25, núm. 72, pp. 2-5,
ISSN 2007-4549 (revista impresa), E-ISSN 2448-8577 (revista digital). Licencia
CC (no comercial, no obras derivadas); notificar reproducciones a llopez@ecosur.mx
[1] Los decretos en torno a reservas de la biósfera incluyen esta palabra sin tilde (biosfera); no obstante, dado que en Ecofronteras la acentuamos normalmente por convenir en términos de divulgación, también lo hacemos en el nombre oficial para unificar el término.