Editorial
La
conservación de las áreas naturales es fundamental para alcanzar un desarrollo sustentable,
y a pesar de que se puede considerar un objetivo utópico, si no trabajamos para
ese fin jamás tendremos un desarrollo económico y social perdurable. En este
marco vale recordar que en la misión de El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR) se
declara el compromiso institucional para contribuir al desarrollo sustentable
de la frontera sur de México; así, para quienes conformamos esta comunidad no
solo es importante generar conocimiento acerca de los espacios sujetos a
conservación, sino también apoyar en su gestión. El presente número de Ecofronteras es un sencillo balance de
algunas acciones emprendidas al respecto, y nos lleva desde el río Hondo en
Quintana Roo hasta la costa chiapaneca, revisando aspectos de lo que hemos
hecho en pro de la biodiversidad.
El
primer artículo presenta un inventario de acciones relevantes que ECOSUR ha
emprendido en los últimos 20 años, las cuales han abonado a las estrategias de
conservación impulsadas por la política de creación de áreas naturales protegidas
(ANP); este recuento evidencia que nuestra institución ha participado en todas
las fases: desde la elaboración de los diagnósticos para sustentar los decretos,
hasta la conformación de los planes de manejo.
El
segundo texto refiere cómo en la conservación de la biodiversidad intervienen
las prácticas de mujeres y hombres, y mediante un estudio en los Pantanos de
Centla muestra que los roles de género se transforman en desigualdad, aun
cuando las mujeres practican y resguardan conocimientos ecológicos esenciales
para el ordenamiento de los frágiles ecosistemas, lo cual debe ser visibilizado.
El
tercer artículo aborda la problemática ecológica de La Encrucijada a causa de
actividades humanas y fenómenos naturales; describe el incremento de servicios
ecoturísticos con propuestas insuficientes, la reducción de la producción
pesquera y la pérdida de hábitats; en tal contexto, para salvar la reserva será
necesaria la intervención conjunta de varios actores.
El cuarto artículo plantea cómo la efectividad
en la conservación de la Reserva de la Biósfera Selva El Ocote ha sido alta.
Sin embargo, su punto débil —que se debe atender— es la vulnerabilidad social
debido a que las comunidades humanas aledañas son de bajos recursos y disponen
de poca infraestructura, lo que induce a su escasa inserción en la gestión de
la ANP. En la siguiente colaboración, el autor nos acerca nuevamente a casos
positivos mediante estudios en zonas acuáticas de ANP, como el Parque Nacional Arrecifes de Xcalak o la Reserva
de la Biósfera de Sian Ka’an, donde
cobran importancia los novedosos modelos antes/después-control/impacto y el
establecimiento de corredores biológicos.
Finalmente, en la sección dedicada a entrevistas en Ecofronteras, presentamos una
conversación con César Uriel Romero Herrera, director de la Reserva de la
Biósfera Los Petenes, quien cuenta con gran experiencia en manejo y políticas
públicas en áreas protegidas.
Sin duda, la lectura de este número nos hará reflexionar
sobre la importancia de la labor científica, pero también acerca del papel que
otros sectores sociales tienen en las políticas de conservación ambiental. El cumplimiento de esta
responsabilidad dependerá de que tanto gobiernos como individuos y diversas
instancias nos interesemos y comprometamos con la biodiversidad; y claro, de
que se destinen recursos financieros, tiempo y personal para desarrollar las
actividades necesarias.
Griselda Escalona-Segura (Departamento de Conservación de la Biodiversidad) y
Dolores Molina-Rosales (Departamento de Ciencias de la
Sustentabilidad).