Utopía
alimentaria
Paolo Arturo Xiu Canche
“¿Entonces para
qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”. Esta frase de Eduardo Galeano
fue uno de los puntos de partida para que estudiantes del curso de Sistemas
Alimentarios, del posgrado de ECOSUR, se atrevieran a imaginar mundos mejores
desde la alimentación. Este texto es resultado de aquel esfuerzo creativo.
El buen vivir
Quiero
compartir una utopía alimentaria que seguimos construyendo en el pueblo de
Mama, Yucatán. Toda esta aventura fue iniciada por dos personas que amo: Bernardo
Xiu Uc y Elsy Canche Poot; se
trata de mi padre, campesino por vocación y por elección, y de mi madre, mujer aguerrida
y pilar de la familia.
Bernardo
Xiu es testigo de la riqueza que encierra la memoria de
nuestro pueblo maya, aprendió el trabajo del campo gracias a su abuelo materno
Guillermo Uc.
Su
cabeza y corazón están llenos de recuerdos de cuando lo acompañaba a la milpa,
y desde niño aprendió a tumbar el monte, a deshierbar y sembrar el maíz.
Nos cuenta
que la comida era suficiente y la milpa aportaba casi todo. En ella se producía
maíz, frijol, calabazas y hortalizas para todo el año. Existía en ese tiempo el
buen vivir, que poco a poco les fue siendo
arrebatado por el capitalismo voraz, los gobiernos corruptos y los intermediarios.
En 1984
llegó a mi pueblo un grupo de campesinos de Guatemala, que habían sido desplazados
por la guerra; aquí compartieron sus conocimientos agroecológicos en la
producción de hortalizas a través del método de “campesino a campesino”. Mi
papá participó en ese proceso y aprendió mucho. Contar con la experiencia de mi
padre y sus 20 años como maestro en la Escuela de Agricultura Ecológica de Maní
(U Yits Ka’an) ha sido fundamental para mí. Todos sus
conocimientos se pusieron en marcha para diseñar nuestro sistema alimentario, y
sin pensarlo, ampliábamos el camino del buen vivir. Siempre consideramos que la
vía para derrotar los intereses neoliberales es la construcción de un sistema alimentario
libre y justo, que incluya un huerto, una milpa, la crianza de animales y la comercialización
de los excedentes.
Los
huertos producen varias especies de cultivos: de hojas, frutos, plantas
aromáticas y frutales. Al mismo tiempo, son un santuario de agrobiodiversidad y
resistencia de los pueblos originarios, ya que son cientos de especies
domesticadas y en proceso de domesticación que coexisten y varían de acuerdo
con las condiciones ecológicas imperantes. El nuestro provee alimentos sanos y
nutritivos para nuestro consumo y para la alimentación de aves de traspatio.
No puedes comer solo chile…
No
todo fue fácil en el camino, tuvimos fracasos, obstáculos y aciertos. Iniciamos
en 1990 con una pequeña milpa demostrativa, muy productiva, que está ubicada a
200 metros de la casa, donde se practicaban los cultivos de abono verde[1] y otras leguminosas para
mejorar la fertilidad de los suelos. El principal objetivo siempre fue producir
alimentos importantes para el consumo familiar, como el maíz, frijol, x’pelón (un tipo
de frijol), calabaza, pepino, sandía, jícama y chiles.
En 2007
iniciamos con un huerto para sembrar hortalizas. Recuerdo que el dinero no siempre
bastaba para comprar materiales y equipos necesarios, y entonces mis padres
decidieron dedicarse más a la crianza de animales, como cerdos, bovinos y aves.
Alrededor del 60% del sueldo de mi papá servía para alimentarlos y el 40% para
el gasto de la casa, pero con el tiempo logramos obtener dinero de la venta de
animales.
Finalmente,
con los saberes de mi padre y los conocimientos agronómicos que obtuve del Instituto
Tecnológico de Conkal, iniciamos el diseño del huerto. Primero ubicamos el
mejor suelo en el predio donde vivíamos; compramos una malla de plástico que parecía
muy fuerte y dividimos el terreno en dos partes. Pero no funcionó, los perros
lograban atravesarla. Luego, el gobierno estatal implementó un proyecto de huertos
de traspatio, que incluía equipos de riego, herramientas pequeñas que parecían
juguetes y tinacos de unos 100 litros de agua. De todo el paquete solo valió la
pena una malla gallinera muy resistente que sirvió para cerrar nuevamente el
huerto.
Al
final de 2008 conseguimos un préstamo con la U Yits Ka’an y compramos insumos para nuestros cultivos. Decidí
aprovechar el riego por goteo y sembré chile habanero en toda el área, pero no
se logró porque lo arruiné al aplicarle directamente sulfato de cobre. Mi papá,
muerto de risa, me comentó que era mejor trabajar de manera ecológica y que no había
que sembrar monocultivos: “No puedes comer solo chile habanero, un huerto debe
ser diversificado para aprovechar y consumir varias especies”.
En los
años siguientes comprendí que es importante diversificar el huerto, implementar
técnicas agroecológicas y abonos orgánicos. La incidencia de plagas y
enfermedades bajaron, la presencia de parasitoides (enemigos naturales de
plagas) y polinizadores se incrementaron. Otro gran logro es nuestro propio
banco de semillas criollas y no criollas, que nos quitan la preocupación de
tener que adquirirlas.
Hemos identificado
que uno de los grandes problemas es el cambio generacional en el campo; a la
mayoría de la gente joven no le interesa mucho el trabajo agrícola y prefiere
irse a Mérida para ganar un poco más de dinero. Muy pocos estudian una carrera
universitaria. La juventud de mi pueblo no se imagina lo que nos traerá el
futuro, las grandes empresas están controlando lo que consumimos y si le sumamos
el cambio climático, no es nada alentador. Por lo tanto, necesitamos trabajar
con niñas y niños, y enseñarlos a producir sus propios alimentos. Yo haré con
mi hijo lo que hizo mi papá: enseñarle a valorar el campo, la cultura, y a resguardar
los saberes. No ha sido fácil, todavía falta mucho por hacer y cada día se
avanza en la construcción de un sistema alimentario digno.
Experiencias para un mejor futuro
La U Yits Ka’an inició hace 17 años un
proyecto solidario junto con productores agroecológicos, para comercializar
diferentes cultivos naturales eliminando la gran barrera de intermediarios que
ha dañado por años al campesinado. También ha brindado diferentes herramientas
de organización social y capacitación en temas de agroecología y
comercialización de excedentes en un esquema de mercado solidario. Nosotros
optamos por participar en una de sus redes en Mérida: “Comerciando como
hermanos”, la cual tiene varios proyectos en distintos puntos de Yucatán para
distribuir hortalizas, frutas, artículos elaborados con miel y plantas
medicinales, así como productos derivados de cerdos criollos y abejas meliponas.
Actualmente
somos un grupo de campesinos que trabajamos en tres granjas ecológicas en los
poblados de Mama y Tzucacab, donde se cultivan hortalizas sin productos
químicos. Todo se distribuye con los principios del comercio justo, que busca
compartir la responsabilidad de la producción entre productores y consumidores,
de modo que las dos partes, y no solamente una, se vean beneficiadas por una
relación de intercambio positivo que no es solo una transacción comercial.
Con
las experiencias vividas, si hago una proyección a 10 años, sueño para entonces
con una transformación del régimen alimentario. También espero que cada
productor cuente con suficientes semillas y saberes culturales en el manejo
agrícola, y que se fortalezcan iniciativas
agroecológicas en espacios urbanos, periurbanos y en comunidades rurales, por
medio del intercambio de experiencias y el aprendizaje mutuo. Quiero que las
tierras sean para las familias campesinas, con una mayor participación de las
mujeres en el campo y en la toma de decisiones.
Para
lograrlo se deben crear redes alternativas que reduzcan la distancia entre
productores y consumidores, garantizando alimentos sanos y promoviendo la independencia
respecto a las cadenas capitalistas de mercado. También es necesario que el gobierno impulse políticas públicas en beneficio de
los pequeños productores y para masificar la agroecología. Este cambio debe
acompañarse de una economía solidaria en los mercados locales y de alianzas
entre movimientos sociales de la niñez, juventud y adultez en lo urbano y rural.
Realmente
importa poner atención a estas formas de producción, pues según Miguel Altieri,
la agricultura urbana con enfoque agroecológico puede producir suficientes
alimentos para las grandes ciudades, previendo que para el año 2030, más del
80% de la población vivirá en ciudades, las cuales podrían tener que importar seis
mil toneladas diarias de comida. Los huertos urbanos y periurbanos serán el mejor
camino frente a ese reto.
Sin
duda alguna, lo vivido en 2020 con la pandemia de covid
19 expone dramáticamente la vulnerabilidad
de los sistemas socioeconómicos alimentarios, con afectación a pequeños
productores, organizaciones y cooperativas locales.
Aunque también hay aspectos positivos en el
patrón de consumo de la humanidad y hay más preocupación por la salud
alimenticia, dado que ha sido notorio el riesgo de la comida industrializada.
Mi
compromiso es seguir sembrando comunidad con mi familia y amigos para la utopía
de producir alimentos sanos con un enfoque agroecológico, considerando el rescate
de saberes, los mercados solidarios y las enseñanzas que se deben dar en este
sentido a niñas y niños. Me esforzaré porque mi hijo y mis sobrinos valoren la
cultura maya y el amor en producir sus alimentos de manera libre.
Paolo Arturo Xiu Canche
es estudiante de Doctorado en Ecología y Desarrollo Sustentable, en ECOSUR (paolo.xiu@estudianteposgrado.ecosur.mx).
Ecofronteras, 2021, vol. 25,
núm. 71, pp. 37-39, ISSN 2007-4549 (revista impresa), E-ISSN 2448-8577 (revista
digital). Licencia CC (no comercial, no obras derivadas); notificar
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[1] Plantas que se cultivan para beneficiar los suelos; luego se siegan y se dejan ahí para ser reincorporadas a la tierra de manera natural.