Sargazo y
sociedad: haciendo ciencia en Quintana Roo
Laura López
Argoytia
El sargazo es
un alga flotante que en los últimos años ha proliferado en la península de
Yucatán, sobre todo en las costas de Quintana Roo, causando importantes
problemas ambientales con consecuencias económicas en la región. A fin de
contribuir en las estrategias para controlarlo, Javier Arellano Verdejo y Hugo
Enrique Lazcano Hernández, académicos del Departamento Observación y Estudio de la
Tierra, la Atmósfera y el Océano en la Unidad Chetumal de El Colegio de la
Frontera Sur (ECOSUR), desarrollaron una plataforma de trabajo colaborativo
para incluir a la ciudadanía en un proyecto de monitoreo del sargazo. De esto y
otros temas nos hablan en la presente entrevista.
¿Cómo ha
sido su vida profesional, en términos generales?
HUGO: Estudié Ingeniería en Electrónica y un
posgrado en energía eléctrica. No me considero académico al cien por ciento,
sino alguien a quien le gustan las cuestiones de ingeniería; así que por la
curiosidad que me ha caracterizado y por el devenir de la vida, he tenido diferentes
actividades en mi vida profesional. Debo decir que terminé la licenciatura con
mal promedio y sentía que eso era un obstáculo infranqueable. Empecé a trabajar
como ingeniero en Satélites Mexicanos, pero con la crisis provocada por los avionazos
del 11 de septiembre, me liquidaron de la empresa en enero de 2002. Con el
recurso procedente de la liquidación pude estudiar la maestría, pues por mi
promedio no tenía acceso a becas. Cursé maestría y doctorado en la Universidad
Nacional Autónoma de México (UNAM), y laboré un tiempo en Panasonic y luego en Ericsson,
una empresa de telecomunicaciones. Finalmente me acerqué al ámbito académico
con una estancia posdoctoral en el Centro de Investigación y Estudios Avanzados
en Mérida, y como técnico académico en el Centro de Investigaciones en Óptica,
en León, Guanajuato. A ECOSUR llegué cubriendo una vacante de las Cátedras
CONACYT (Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología) para la estación ERIS en
Quintana Roo, en la Unidad Chetumal; mi terquedad me ayudó a llegar aquí.
JAVIER: Mi historia no es muy distinta de la de Hugo. Me
interesaba la computación, pero me rechazaron en la UNAM, así que empecé a
estudiar Ingeniería Electrónica en el Tecnológico de Estudios Superiores de
Ecatepec, en el Estado de México, sin ser realmente lo que yo quería; ya iba en
quinto semestre, cuando se abrió la carrera de Ingeniería en Sistemas
Computacionales en la misma escuela y decidí resetearme, empezar de nuevo. Me
vi forzado a dejar la carrera pues tuve que empezar a trabajar, y regresé años
después porque mi ahora esposa aceptó casarse conmigo solo si acababa la
carrera, ¡en total me tardé 10 años en terminar! En ese entonces se abrió un
posgrado en Ingeniería Mecatrónica y me inscribí; estuve a punto de claudicar,
pues era muy diferente de lo que había estudiado antes; no obstante, acabé con
mención. Finalmente estudié mi doctorado en el Centro de Investigación en
Computación del IPN.
Luego, por circunstancias un poco azarosas, me fui a España a
cursar el posdoctorado; por recortes en la beca del CONACYT continué mi
estancia por un par de años más con contratos laborales en la Universidad de
Málaga. Al volver a México y unirme a ECOSUR, me enamoré de Chetumal y de la
estación ERIS. El trabajo ha sido frenético y hemos sido parte de la creación
de un nuevo departamento académico en ECOSUR, el de Observación y Estudio de la
Tierra, la Atmósfera y el Océano. Siempre digo que no debemos dejar que nuestro
origen marque nuestro destino.
¿Qué es
la ERIS?
HUGO: La Estación para la Recepción de Información
Satelital (ERIS) Chetumal es una estructura única en el país e implica un gran
desafío. Es como tener un auto fórmula uno que exige conocimiento
e infraestructura particulares, como llantas especiales y otro nivel de calidad
en insumos y dispositivos para operar. Su objetivo es la observación de la Tierra
mediante la descarga de imágenes procedentes de satélites que orbitan al
planeta. Empecemos por decir que hay distintos tipos de satélites: naturales,
privados, de geolocalización como las constelaciones GPS o Galileo, y los de
observación de la Tierra provistos por la NASA y agencias de varios países. Lo
más visible de la ERIS Chetumal es su antena, la cual es como un “gran girasol”
que rota para seguir a los satélites en su área de captación; con los datos
adecuados es posible observar distintos satélites a lo largo del día para
obtener una especie de grandes fotografías que se deben interpretar.
JAVIER: La antena es una donación de la Agencia Espacial
Alemana. Ha viajado por varias partes del planeta y finalmente terminó en
Chetumal pues es un terreno plano, sin montañas que obstruyan la observación de
los satélites; puede captar el 90% del espacio sobre territorio mexicano,
además del Caribe, Centro y Sudamérica. La estación ha operado en un esquema de
consorcio, conformado por la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la
Biodiversidad (que ya se retiró), el Instituto Nacional de Estadística
Geografía e Informática, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y ECOSUR.
Ha sido un proyecto intermitente por varios factores atribuibles a situaciones
particulares de las instancias involucradas. Desde ECOSUR seguimos haciendo
desarrollos paralelos; cuando no hay flujo de datos, buscamos cómo beneficiar a
la región con nuestros trabajos.
¿Qué
tipo de proyectos se pueden desarrollar en la estación?
JAVIER: Se puede desarrollar una amplia gama de proyectos de
gran alcance ligados al cambio climático, cambio de uso de suelo, calidad y
contaminación del agua, detección de incendios forestales y alerta temprana
sobre zonas susceptibles de incendios, coberturas de bosques o selvas y mucho
más. Se obtienen imágenes con distintas características, como ángulo,
inclinación y colores, mediante las cuales es posible acercarnos a áreas poco
accesibles y estudiar un gran abanico de elementos: ríos, lagos, bosques,
lugares remotos, derretimiento del hielo en la Antártida… La potencial
aplicación de estas “fotos” captadas desde el espacio es inmensa, el límite es
la imaginación.
Cuéntenos
acerca del proyecto ligado al sargazo
HUGO: Retomando la parte final
del comentario de Javier respecto a la intermitencia del trabajo en la estación,
dado que en ella participan distintas instituciones con un consorcio dinámico
en el tiempo, no siempre hay condiciones humanas y técnicas para operar al cien
por ciento. Entonces, para darle valor agregado a los datos que se obtienen,
hace unos dos años, Javier imaginó un esquema de crowdsourcing,[1] en el que los ciudadanos
proveyeran los datos de validación necesarios en la interpretación de imágenes.
En Quintana Roo ya estábamos trabajando con el monitoreo del sargazo, lo que
destaca es que no hay antecedentes de estudios con el uso de sistemas de
cómputo. Las personas envían información desde una aplicación que
se descarga en los teléfonos celulares, y todo llega a un servidor que
concentra los datos para analizarlos.[2]
Al inicio imaginábamos una intensa participación
ciudadana, pero no fue así; por eso es que no lo
llamamos propiamente ciencia ciudadana, sino crowdsourcing, ya que la colaboración ha provenido de grupos
organizados con intereses comunes en el tema.
JAVIER: Normalmente los datos de la antena no se usan para
tareas tan “pequeñas” como esta, sino para estudios más globales, de modo que
no era fácil registrar la presencia de sargazo con los datos que obteníamos, y
era necesario contar con más información validada para indagar fechas y lugares
donde había habido sargazo y comparar. Reunimos evidencias de notas
periodísticas y comunicados oficiales, por ejemplo, para contrastarlas con las
imágenes satelitales. Yo había trabajado en Europa en un esquema de crowdsourcing y adaptamos aquel esquema
a las condiciones mexicanas. Con nuestra plataforma, las personas pueden
simplemente oprimir un botón en la pantalla de su celular para mandar una
imagen de sargazo en las costas, la cual va acompañada de la ubicación
geográfica y otros datos que se concentran y podemos procesar. La sociedad ya
se involucraba en acciones como jornadas de limpieza, pero no en labores
científicas, que es de lo que esto se trata, con lo que además habría
importantes beneficios: es factible actuar con mayor direccionalidad al conocer
las coordenadas afectadas y sus proyecciones.
¿Qué
instituciones u organizaciones se han involucrado?
HUGO: En primera instancia
participaron colegas del Instituto Superior de Progreso, ya que su campus se
ubica a pocos metros del mar en Yucatán y fueron los primeros aliados; ahí no
ha habido arribos masivos de algas como en Quintana Roo, pero la información
era importante para ayudar a entrenar algoritmos de clasificación de imágenes.
Un apoyo fundamental ha sido el grupo tortuguero de Quintana
Roo, quienes nos envían información constantemente; ellos se dedican a la
conservación de tortugas y su presencia en las playas está autorizada aun durante
el actual confinamiento por la pandemia de covid-19. Para la clasificación de
imágenes involucramos a estudiantes y personal del Instituto Tecnológico de
Chetumal y la Universidad Politécnica de Bacalar; hubo jornadas llamadas etiquetatones
para determinar la presencia de sargazo, basura u otros elementos en las
fotografías. Al día de hoy han participado unas 150
personas tomando fotos y clasificando imágenes.
JAVIER:
La UNAM también apoyó a través de su campus en Puerto Progreso. En total han
colaborado 5 instituciones, una fundación y ciudadanos particulares. Sabemos
que la aplicación funciona y tiene un beneficio. Ahora debemos generar
productos académicos que contribuyan de manera más directa en impactos
sociales, y tenemos contactos con algunas instancias al respecto.
¿Ya
se puede hablar de impactos en políticas públicas?
JAVIER: Aún nos faltan estrategias para involucrar con más contundencia
a la sociedad. Al inicio pensábamos ingenuamente que habría gran participación
de la ciudadanía al ser un problema importante, pero no fue así. Algunos
locatarios de Mahahual, por ejemplo, suponían que el turismo se reduciría al
mostrar el sargazo mediante la aplicación. Entonces, debemos buscar
alternativas para empoderar a la sociedad, antes de pensar en el impacto en
políticas públicas. Para este proyecto se necesita un flujo continuo de
información, así que hemos aprovechado las redes sociales como promoción y
hemos organizado talleres, pero no se ha logrado un involucramiento sustantivo.
HUGO: La mayoría de las
personas tiene un celular y la aplicación es de uso muy sencillo; así que el
desafío no es técnico, sino social: sensibilizar respecto a que estos
ejercicios de ciencia ciudadana son útiles; en palabras más amplias, devuelven al ciudadano el
protagonismo y abonan al concepto de comunidad. Somos seres sociales aun cuando
nos comportamos con demasiado individualismo; uno de nuestros mayores retos
como especie es, justamente, actuar en comunidad.
Un
artículo de ustedes sobre este tema acaba de recibir un reconocimiento
internacional…
JAVIER: El año pasado presentamos una charla respecto al
proyecto de monitoreo de sargazo en la Conferencia GIS-LATAM, en la que se
reunieron especialistas en sistemas de información geográfica; en ese contexto,
la empresa ESRI nos financió una licencia para mantener en línea la plataforma
que habíamos creado. En 2020 participamos con un manuscrito en extenso, el cual
fue evaluado por tres expertos internacionales y cada uno otorgó la
calificación máxima a nuestro material. El artículo se titula “Crowdsoursing for Sargassum Monitoring Along the Beaches
in Quintana Roo” (“Crowdsourcing para el monitoreo de sargazo en las
playas de Quintana Roo”).
HUGO:
Aunque
cuidamos la elaboración del manuscrito en todos los sentidos, su aceptación se
debió especialmente al contexto del proyecto, pues aterrizamos un problema de
evidente incidencia social con un enfoque alterno. Los primeros sorprendidos con
el reconocimiento fuimos nosotros, y eso nos sigue demostrando la importancia
de hacer ciencia para contribuir con la comunidad.
¿En
conclusión?
JAVIER: Ha sido muy importante el hecho de que este trabajo
es desinteresado, no hay ventaja política ni económica y se desarrolló desde
cero. Al buscar un beneficio social e intervenir con pasión, se logran
resultados muy poderosos, lo que es una buena fórmula para conseguir impactos
en equipo.
HUGO: Son fundamentales todos
los canales de comunicación para permitir que el proyecto se transmita a otras
audiencias. Nuestro compromiso para continuar no se detiene.
Laura López Argoytia es
coordinadora de Fomento Editorial de ECOSUR (llopez@ecosur.mx).
Ecofronteras,
2021, vol. 25, núm. 71, pp. 32-35, ISSN 2007-4549 (revista impresa), E-ISSN
2448-8577 (revista digital). Licencia CC (no comercial, no obras derivadas);
notificar reproducciones a llopez@ecosur.mx
[1] La palabra incluye el término crowd, multitud, y se refiere a delegar tareas a un numeroso grupo de personas externas.
[2] Véase el promocional de la aplicación “Collective View”: https://bit.ly/3nOFoL2