El amaranto en la región maya
Ariadna
Ibarra-Morales, Karen Zezynette Solís-Fernández e Ivonne
Sánchez-del Pino
El milenario cultivo del amaranto en
América está ligado a los sitios donde tuvieron su apogeo las civilizaciones
prehispánicas más importantes: incas, aztecas y mayas, y desde entonces ha sido
utilizado de distintas maneras. Su gran valor nutrimental es una de sus
cualidades más relevantes, y podría aprovecharse para impulsar mejores
prácticas alimenticias en México.
Interacción humana con el amaranto
Muchas
de las hierbas que crecen entre las hendiduras de las banquetas o a la orilla
de los caminos, que invaden nuestro jardín, los terrenos abandonados y los
campos de cultivo, son parientes cercanas de las plantas que producen las
semillas de amaranto, el grano que comemos reventado en alegrías, con avena o
yogur, o de muchas otras formas.
De
hecho, lo que conocemos popularmente como amaranto corresponde a tres de sus especies
que se cultivan en el mundo para aprovechar sus semillas, pero el género Amaranthus
comprende unas 70, de las que la mayoría son silvestres y ruderales (las que
crecen en sitios alterados por el ser humano, como zonas urbanas o bordes de
caminos), que han sido toleradas, promovidas, conocidas y aprovechadas por los
pueblos nativos.
Una de
las principales diferencias entre las especies cultivadas y las silvestres es
que las primeras producen semillas blancas y las segundas, negras. Si observamos
con cuidado las alegrías o palanquetas, tal vez encontremos algunas semillas
oscuras, lo que se debe a que muchas especies pueden hibridar, es decir, que se
cruzan unas con otras. Por otra parte, las plantas cultivadas suelen ser de
mayor dimensión y producen inflorescencias más grandes (lo que consideramos
flores son en realidad una gran cantidad de diminutas flores milimétricas en
las espigas).
En la
interacción de los seres humanos con esta vegetación desde hace miles de años,
es posible que los campesinos prehispánicos fueran seleccionando, intencional o
inconscientemente, las plantas que producían mayor cantidad de semillas, o de
mejor sabor y mayor tamaño, y así se contribuyó a generar las características
del amaranto que hoy comemos. En 1967, el experto Jonathan D. Sauer postuló que
las tres especies de mayor importancia económica fueron domesticadas en
distintas regiones: Amaranthus caudatus en
Sudamérica; A. hypochondriacus
en el centro de México, y A. cruentus en el sur de México y Guatemala, justo donde florecieron
los incas, los aztecas y los mayas, las tres civilizaciones prehispánicas más
destacadas en el continente americano.
Usos variados del amaranto
Las
civilizaciones mesoamericanas estuvieron íntimamente ligadas al cultivo del
amaranto (gran parte de México y de Centroamérica); consumían sus hojas como
quelites (hierbas tiernas comestibles) y utilizaban sus semillas para preparar
harinas, dulces, sopas y bebidas. Las propiedades nutricionales de estas semillas,
vale decir, superan las de varios cereales muy socorridos en nuestros días,
como el trigo, centeno, avena, arroz y cebada.[1]
El
legado y tradición asociados con el amaranto en el centro de México se han
documentado bastante; sin embargo, el conocimiento acerca de su uso en el sur
del país es escaso y se encuentra disperso en libros, revistas, informes y
ejemplares de herbario. Reseñas históricas señalan que el saber popular apenas
sobrevivió a la campaña de los conquistadores que lo relacionaban con rituales
paganos, como el consumo de figuras representativas de deidades, preparadas con
una masa de amaranto y miel.
A
través de la revisión de herbarios, literatura y entrevistas en poblaciones
rurales de la península de Yucatán, Chiapas y Guatemala, hemos hallado que su
función principal en la región maya es alimenticia, seguida por aspectos
medicinales, ornamentales y de forrajeo. En la mayoría de las comunidades se aprovecha
como verdura, tanto las hierbas que crecen en los cultivos tradicionales como las
plantas que se siembran en los huertos familiares; también se encuentran en
tianguis y mercados locales. Se consumen unas seis especies, pero la silvestre Amaranthus hybridus es la más requerida y sus hojas se preparan cocidas
en sopa, guisadas con jitomate, cebolla y chile, o “baldadas” (rebozadas con
huevo).
Las
semillas no suelen ser tan aprovechadas como las hojas, pero tostadas sirven
para elaborar panqueques, galletas, panquecitos y
alegrías, que en Guatemala se conocen como palomitas o poporopos de amaranto. Además,
se muelen a fin de obtener harinas para tortillas, pinole, repostería y para
preparar bebidas (atole y horchatas).
En
cuanto al uso medicinal, encontramos dos especies en la frontera sur. Una es Amaranthus hybridus, cuyos nombres comunes son bledo
(México y Guatemala), chook’ quiix simin (Ocosingo, Chiapas), ts’ul (Amatenango del Valle, Chiapas), ses (Guatemala), xtes, xtesmukuy y quelite blanco (Yucatán); se
hierve y se bebe para tratar malestares estomacales, o se aplica en compresas
para reducir hinchazones y aliviar enfermedades y heridas en la piel. La otra
es Amaranthus spinosus, conocida como ^cis sc’ul (Chiapas),
bledo (México y Guatemala) y xtes (Yucatán); hervido
y en compresas sirve para mejorar dolores artríticos, gota, quemaduras e
infecciones de la piel; o bien, se ingiere como infusión para combatir la
inflamación de la vejiga, restablecer o aumentar el flujo menstrual y tratar la
diarrea.
Las
inflorescencias del amaranto son ornamentales y sus colores van de los rojos a
los púrpuras. Solo encontramos una especie cultivada para dicho fin: Amaranthus cruentus, llamada
cahal sc´ul (Chiapas),
bledo (México y Guatemala) y bledo colorado (Guatemala). Finalmente, varias
especies, sobre todo silvestres, se destinan para forraje. Esto se ha reportado
predominantemente para la península de Yucatán, donde A. hybridus, A. spinosus y A. cruentus se utilizan para la
alimentación de aves y cerdos.
Potencial alimenticio
Resultó
notable descubrir que las funciones principales del amaranto varían geográficamente,
incluso dentro de la región maya. En la península de Yucatán predominan la medicinal
y de forrajeo, aunque se desconoce la intensidad de su práctica. En Chiapas
sobresale el uso alimenticio, que también es importante en Guatemala, junto con
el ornamental y el medicinal.
A
pesar de los escasos registros, el conocimiento del valor nutricional de sus hojas
ha pasado de generación en generación y ha quedado impregnado con mucha más
fuerza que el valor de la semilla, cuyo consumo parece estar restringido a unas
pocas localidades. Aun así, un grupo de mujeres en Guatemala se ha asociado
exitosamente para producir y comercializar semillas de amaranto y productos
derivados, como galletas, poporopos, harina, dulces, atole, panqueques y
horchata, con el objetivo de mejorar la calidad de la alimentación de sus familias
y de las comunidades. La asociación, llamada Oxlajuj E, funciona en el departamento de Sololá, en donde existe un alto
índice de desnutrición, lo cual muestra que la difusión y revaloración de la
planta en comunidades rurales podría contribuir sustancialmente a mejorar la
nutrición de las personas.
Las
semillas contienen una gran cantidad de proteínas y grasas (cuadro 1), y la
mayoría de estas últimas son poliinsaturadas, como el omega 3 y 6, esenciales
para el ser humano. Su aceite también incluye escualeno, compuesto conocido por
sus propiedades antioxidantes, y las hojas son ricas en proteína, vitaminas,
hierro y otros minerales, en cantidades similares o superiores a las de las
espinacas (cuadro 2). Los amarantos silvestres, que comúnmente crecen en las
milpas o cerca de ellas, pueden ser consumidos tiernos como quelites, o se cosechan
las semillas cuando las inflorescencias maduran.
La
alimentación tradicional en México, que integra frijol, quelites y semillas de
amaranto, entre otros elementos, ha sido avasallada por los productos que
priorizan la rentabilidad sobre la nutrición y que contienen elevadas
cantidades de grasa y azúcar, lo que ha incidido en los altos índices de obesidad
y diabetes en el país. Dadas las notables cualidades de las hojas y semillas de
amaranto, reintroducirlas en la dieta actual —junto con muchas otras plantas herbáceas de
gran valor nutricional— contribuiría
a mejorar la calidad de nuestra alimentación.
Cuadro
1. Contenido nutricional de 100 gramos (en peso seco) de semillas de amaranto.
Proteína (g) |
17.9 |
Carbohidratos (g) |
57 |
Lípidos (g) |
7.7 |
Fibra (g) |
2.2 |
Fuente:
Huerta Ocampo, J. A. y Barba de la Rosa, A. P. (2012). Caracterización
bioquímica y estructural de las proteínas de reserva de amaranto. En E.
Espitia-Rangel (Ed.), Amaranto: ciencia y
tecnología. Libro Científico no. 2. México: INIFAB/SINAREFI, pág. 294.
Cuadro
2. Contenido nutricional de 100 gramos de hojas de amaranto y de espinaca.
|
Amaranto |
Espinaca |
Proteína (g) |
3.5 |
3.2 |
Grasa (g) |
0.5 |
0.3 |
Carbohidratos totales (g) |
6.5 |
4.3 |
Fibra (g) |
1.3 |
0.6 |
Calcio (mg) |
267 |
93 |
Fósforo (mg) |
67 |
51 |
Hierro (mg) |
3.9 |
3.1 |
Potasio (mg) |
411 |
470 |
Vitamina A (IU) |
6100 |
8100 |
Tiamina (mg) |
0.08 |
0.1 |
Riboflavina (mg) |
0.16 |
0.2 |
Niacina (mg) |
1.4 |
0.6 |
Vitamina C (mg) |
80 |
51 |
Fuente: Saunders, R. M. y Becker, R. (1984). Amaranthus:
A potential food and feed resource. Adv. Sci. Tech., VI,
AACC. Pomeranz.
Ariadna
Ibarra-Morales (ariadna.ibarra@cicy.mx) e
Ivonne Sánchez-del Pino (isanchez@cicy.mx) son
técnica académica e investigadora, respectivamente, de la Unidad de Recursos
Naturales del Centro de Investigación Científica de Yucatán, A. C. Karen Zezynette Solís-Fernández fue tesista en la misma
institución (karensolife@hotmail.com).
Ecofronteras,
2021, vol. 25, núm. 71, pp. 8-10, ISSN 2007-4549 (revista impresa), E-ISSN
2448-8577 (revista digital). Licencia CC (no comercial, no obras derivadas);
notificar reproducciones a llopez@ecosur.mx
[1] El amaranto se considera un pseudocereal, pues no es una planta gramínea, pero sus semillas tienen usos y propiedades similares a los granos de los cereales.