Lombrices
de tierra, ¿asquerosas o milagrosas?
Daniela
Prado García
Las lombrices de tierra suelen causar desagrado, pero son fundamentales para
mantener el suelo vivo. Además, tienen la increíble capacidad de remover
contaminantes, incluso metales pesados —particularmente
la roja californiana—, lo que las
convierte en aliadas para atenuar problemas ambientales e indirectamente
mejorar nuestra calidad de vida.
Las lombrices podrían revolucionar al mundo.
Carta de M. C. Stanley a C. Darwin el 16 de
octubre de 1881.
Al escribir
este artículo, lo más difícil fue elegir un título adecuado, pues normalmente
recibo comentarios de desagrado al hablar de las lombrices de tierra o al
mostrarlas. Mucha gente las percibe como criaturas antihigiénicas y
desagradables, sin darse la oportunidad de conocerlas. Yo me acerqué a ellas
por casualidad, gracias a un proyecto escolar de mi hermana; me parecieron tan
fascinantes que me he dedicado a investigarlas y a criarlas. Quienes lean este
texto contarán con más información para valorarlas y tal vez se animen a generar
una vermicompostera.
Estos
pequeños seres que quizá servían de adorno para los pasteles de lodo de la infancia, son la respuesta a algunos problemas ambientales,
y ya Darwin había destacado su trascendente papel. Si bien prácticamente
cualquier organismo vivo desempeña un rol en nuestro equilibrio ecológico (si
es que todavía existe uno), las estelares del presente artículo son las Eisenia fetida o
lombrices rojas californianas, pues son útiles en el vermicompostaje,
han mostrado importantes cualidades adaptativas en producción de humus y
reproducción y, sobre todo, parecen ser la únicas capaces de tolerar altas concentraciones
de contaminantes.
Esto último
podríamos calificarlo como un súper poder: su potencial para remover
contaminantes del suelo es increíble.
Transformadoras de materia orgánica
El compostaje es la técnica de
transformar los restos de plantas, animales y otras sustancias que integran la materia
orgánica, en un suelo enriquecido con nutrientes (abono) por medio de
microorganismos y bacterias; el proceso dura aproximadamente tres meses. El lombricompostaje o vermicompostaje
es similar, pero con lombrices de tierra, las cuales realizan la transformación
dos veces más rápido y ayudan a la reestructuración de los suelos degradados; el
humus[1]
que producen contiene mayores cantidades de nitrógeno, fósforo y potasio,
los nutrientes esenciales de un suelo fértil y propicio para el crecimiento de las
plantas.
Las
lombrices pertenecen al grupo de los anélidos; su cuerpo está dividido en segmentos
que son casi todos iguales; por fuera, cada parte está marcada por uno o varios
anillos (anellum
en latín). Pueden desarrollarse en casi todos los ambientes con temperaturas de
entre 7 y 40 °C, si bien la ideal se encuentra entre los 15 y los 28 °C. Contrario
a lo que muchas personas creen, no contagian enfermedades. Sin embargo, sí
pueden ser seriamente afectadas cuando hay exceso de proteínas (gozzo ácido), de ahí la importancia de llevar
un control de los desechos que les damos.
Son
animales hermafroditas, lo que significa que cuentan con órganos reproductores femeninos
y masculinos, aunque necesitan una pareja para su reproducción cruzada. Cuando
alcanzan su etapa madura se les forma una especie de collar llamado clitelo, lo que indica que ya pueden unirse; dependiendo del medio y
las condiciones, cada una puede producir más de 500 ejemplares al año. Son tan
eficaces que se encuentran en gran parte de los invernaderos del mundo y su facultad
para la degradación se sigue estudiando por su alta tolerancia a diversos
componentes, especialmente la E. foetida.
¿Y el milagro?
En su
tolerancia a diversas sustancias es donde empieza su acción “milagrosa”. La
utilidad de las lombrices va más allá de la producción de humus: su uso en la
restauración de suelos contaminados es cada vez más frecuente. Cuando se les han
aplicado estudios ecoxitológicos —una
evaluación del impacto de químicos sobre la flora y la fauna—, se ha
mostrado su capacidad para eliminar contaminantes (vermirremediación).
Pueden
remover metales pesados, con 65% de eficiencia para mercurio, principalmente en
la minería, de acuerdo con el Centro de Investigaciones en Medio Ambiente y
Desarrollo de la Universidad de Manizales de Colombia; 91% de eficiencia en
petróleo crudo, 60% para aceites de motor usado y 100% en fenoles, según el
Programa de gestión de calidad ambiental de la Universidad Marítima de Nigeria,
y 90% en lodos residuales de la industria cervecera, tal como se documenta en
un estudio de la Unidad Profesional Interdisciplinaria de Biotecnología del Instituto
Politécnico Nacional.
Los
lixiviados
Una familia promedio de cinco personas genera de 2 a 5
kilogramos de residuos orgánicos por día. Supongamos que se valen de una
lombricomposta para reducir esos 5 kilogramos a solo 1; la familia tendrá
entonces, una vez al mes, más de 3 kilos de abono y entre 2 y 3 litros de
fertilizante líquido, que viene a ser un lixiviado o líquido resultante de
la descomposición de la materia orgánica. Cabe resaltar que los lixiviados se
producen de manera natural en todos los desechos por su propio proceso de descomposición,
sin embargo, constituyen un problema grave cuando se originan en los residuos
sólidos urbanos.
Estos
residuos son nuestra basura común: plásticos, botellas, latas, papeles,
escombros y mucho más. En múltiples ocasiones van a dar a los tiraderos a cielo
abierto, que por lo general son un agujero en el suelo o incluso simples
montículos de basura sin ningún tipo de control, tratamiento o regulación. En
contraposición, los rellenos sanitarios son infraestructuras con métodos y obras
de ingeniería; cumplen con la NOM-083-SEMARNAT-2003, lo cual implica que cuentan
con un diseño específico para la captación, recolección y disposición final de
los lixiviados. Por último están los rellenos
controlados: sitios con esquemas de infraestructura y operación de los rellenos
sanitarios, pero no cumplen con las especificaciones de impermeabilización ni
con diversos requerimientos técnicos.
En todos
los depósitos de basura se generan grandes concentraciones de lixiviados y
gases de efecto invernadero, principalmente metano, y ni siquiera los rellenos
sanitarios logran evitar su impacto. Cuando estas sustancias entran al manto freático,
contaminan tanto al suelo como a los cuerpos de agua (pozos, lagunas, manglares
y ríos, entre otros), afectando a flora y fauna, y por supuesto, incidiendo en la
calidad de vida de los seres humanos. Entonces, ¿si los lixiviados son dañinos,
por qué utilizarlos como fertilizantes? Hay que aclarar que aquellos provenientes
de la materia orgánica trabajada por las lombrices solo contienen nutrientes,
como nitrógeno, fósforo y potasio (los mismos que en el abono); mientras que
los originados en los rellenos o tiraderos incluyen metales pesados, sulfatos,
nitratos y patógenos.
Un cambio
de micro a macro
En México
hay más de 20 millones de familias, y se estima que cada día se recolectan 86
mil toneladas de basura, de las cuales 34 mil son desechos orgánicos. ¿Qué
pasaría si cada familia, edificio, restaurante, hospital y escuela tuviera una vermicompostera? Fácilmente se podrían reducir esas 34 mil
toneladas diarias a menos de la mitad con algo tan sencillo como mantener
lombrices en un espacio de un metro cuadrado.
Proyecciones
de la Organización de las Naciones Unidas estiman que para el año 2050 la
población mundial será de 9,700 millones de habitantes, lo que sin duda acrecentará
la necesidad del acceso a la tierra y el agua, recursos que han ido
disminuyendo de forma alarmante mientras que la problemática del cambio
climático crece. Es un panorama de gran riesgo, por lo que resulta fundamental
preservar, restaurar y consumir responsablemente los recursos naturales.
No hay duda
de que el suelo es uno de los recursos que deben ser preservados a toda costa.
De acuerdo con la FAO, el 95% de nuestros alimentos provienen de él directa o
indirectamente. Se trata de un recurso natural no renovable; un centímetro del mismo tarda miles de años en formarse desde la roca
madre, pero puede desaparecer en un año por la erosión, acidificación, pérdida
de nutrientes o salinización, lo que ha provocado que más del 30% de los suelos
en el mundo se consideren altamente degradados.
Introducir lombrices
en los procesos de remediación de suelos por parte de la mayoría de las
industrias del mundo abonaría al desarrollo sustentable, con mejoras indirectas
en el nivel de vida para todos los seres vivos. Desde luego, no podemos esperar
que la generalidad de los problemas ambientales se resuelvan
con esto, no obstante, es indiscutible que debemos reducir lo más posible nuestra
huella ecológica. Los esfuerzos personales no bastan si no hay acciones a gran
escala, con la implementación de tecnologías y procesos adecuados. Habría que
entender que igual que las lombrices, somos parte de la tierra y debemos
esforzarnos por mantenerla.
Daniela
Prado García es estudiante de Ingeniería Ambiental en la Unidad Profesional
Interdisciplinaria de Biotecnología del Instituto Politécnico Nacional (danprgarcia@gmail.com).
El libro Lombrices. Las ingenieras de la tierra, de
Esperanza Huerta Lwanga y Laura López Argoytia,
editado por El Colegio de la Frontera Sur en versiones impresa, digital (epub)
y audiolibro, contiene información útil acerca de las lombrices, su importancia
ecológica y el vermicompostaje. Informes: www.ecosur.mx/libros y libros@ecosur.mx
Ecofronteras, 2021, vol. 25,
núm. 71, pp. 5-7, ISSN 2007-4549 (revista impresa), E-ISSN 2448-8577 (revista
digital). Licencia CC (no comercial, no obras derivadas); notificar
reproducciones a llopez@ecosur.mx
[1] El humus es un abono orgánico, producto del excremento de las lombrices, las cuales se alimentan de los desechos orgánicos en donde actúan.