Editorial
Basta
una sencilla reflexión para reconocer la trascendencia de la interacción entre
el recurso del suelo, los seres humanos y las plantas, una relación
determinante para nuestra supervivencia. Una muestra evidente de ello es que
las semillas, frutas, hojas, raíces y prácticamente la planta entera, son básicas
para el hombre y representan una franja importante de su economía.
Las
plantas son organismos autótrofos, capaces de producir su propio “alimento” a
partir de la luz, el agua, el aire y los nutrientes minerales, en complejos procesos
en los que intervienen factores externos para que tales elementos estén
disponibles en tiempo, forma y cantidad exactos. Sin embargo, hablamos de un
equilibrio vulnerable. La vegetación y el suelo que le sirve de sustrato están
sujetos a cambios ambientales, a enfermedades y a la intervención humana, misma
que puede derivar en manejos inadecuados o en prácticas responsables impulsoras
de la sustentabilidad.
Este
número de Ecofronteras está dedicado
a la interacción entre plantas, suelo y seres humanos desde
ejemplos específicos. El suelo y el dinamismo que alberga son el tema del
primer artículo; los autores se enfocan en la simbiosis entre las plantas y
las rizobacterias promotoras del crecimiento vegetal,
para mostrarnos cómo se podría potenciar la utilidad de estos microorganismos
en beneficio de los cultivos y el ambiente. En el segundo texto, descubrimos
que al igual que a nosotros nos sería difícil comer la carne cruda o los granos
y cereales sin moler, la vegetación tampoco puede disponer directamente de los
nutrientes que requiere y solo accede a ellos gracias a la intervención de
múltiples organismos, entre los que destacan las lombrices, capaces no solo de
producir un suelo rico en nutrientes, sino de cumplir un papel descontaminante.
Ganaríamos mucho si el vermicompostaje fuera una práctica
generalizada.
Tenemos
también un texto que describe el valor nutrimental, medicinal y ornamental del amaranto;
las autoras nos explican cómo la convivencia milenaria de los seres humanos con
esta planta ha resultado en la selección de sus mejores características para
llegar a las especies que hoy consumimos, y cómo estas podrían convertirse en
una inmejorable alternativa de nutrición.
Un
aspecto distinto lo desarrolla el siguiente trabajo, el cual plantea el desafío
de las enfermedades de las plantas; parafraseando a Orson Welles, expone cómo
unos “nimios microorganismos” han puesto en jaque a varias especies de palmas debido
a la presencia de fitoplasmas y agentes vectores que,
en contextos agravados por el cambio climático, están provocando una crisis
económica en una rama de la producción agrícola.
El
artículo de la selva baja y la ganadería señala cómo esta última representa un
uso secundario de las plantas, pues con el impulso de la revolución verde, se sustituyó la vegetación nativa por pastos foráneos
de mayor rendimiento, pero con graves consecuencias ecológicas; ante ello, los
autores nos muestran que los sistemas silvopastoriles son una alternativa
contra los dañinos procesos de la ganaderización. Finalmente,
la audiencia de Ecofronteras hallará un
interesante estudio de caso sobre un esquema de capacitación que, basado en el
conocimiento local y propio, puede mejorar los cultivos y hacer de las parcelas
un espacio óptimo para la organización comunitaria y la toma de decisiones: las
Escuelas de Campo de Agricultores.
Este
número es un pequeño recorrido por algunas tecnologías y prácticas diversas con
las que la humanidad interviene cada día, para bien y para mal, en la dinámica
que se establece entre el suelo y los seres que sobre él habitamos. De nosotros
depende generar interacciones positivas para mantenerlo vivo.
Pedro
Antonio Macario Mendoza, Departamento de Agricultura, Sociedad y Ambiente.