¿Y si los plátanos no son de Oriente?
Mireya
Burgos-Hernández y Carmen Pozo
Los plátanos son una de las frutas privilegiadas en la
dieta humana y varias de sus especies también son ornamentales por la belleza
de sus inflorescencias, aunque este aspecto no es tan conocido. Su procedencia
del Asia tropical era vox populi, pero la historia evolutiva ha rastreado el
linaje de los bananos silvestres en otra dirección.
Se
incluyen en la dieta humana de casi todos los países del mundo y son de gran
importancia socioeconómica. Existen cerca de 70 especies —la mayoría en Asia tropical—
y un caso silvestre en México. Nos referimos a los plátanos o bananos, como son
conocidos comúnmente los frutos de las plantas de la familia Musaceae.
Los
plátanos comestibles, variedades del género Musa,
constituyen el cuarto cultivo básico en el mundo, después del arroz, el maíz y
el trigo, así como el primero en frutales, lo que representa una significativa fuente
de ingresos para los países productores. Además de su alcance alimentario, algunas
especies cuentan con un gran valor ornamental, incluyendo las de los géneros Ensete y Musella; sus
flores lucen colores llamativos y brillantes, que van desde distintas tonalidades
del amarillo hasta los rosados más intensos.
Tradicionalmente
se ha considerado que los bananos son de origen asiático, pero las evidencias
recientes nos conducen a reconsiderar esta idea.
¿Asia o
América?
Los
plátanos cultivados (plantas manejadas por los seres humanos para su propio
provecho) son variedades mejoradas a partir de progenitores silvestres (que crecen
de forma libre en la naturaleza sin la intervención humana), cuyo origen se
sitúa en Oriente, es decir, en el sureste asiático, y a partir de allí fueron
introducidos al resto de las regiones tropicales del mundo. La idea fue
sugerida por Gonzalo Fernández de Oviedo en su libro Historia general y natural de la Indias, islas y tierra-firme del mar
océano de 1535. En aquella época, dicho autor era considerado una
autoridad, por lo que la mayoría de los expertos de entonces aceptaron sus
declaraciones sin objeción, dando por hecho que los plátanos no habían existido
en América sino hasta la llegada de Cristóbal Colón.
Más
tarde también se afirmaría que arribaron al Nuevo Mundo con los portugueses, vía
las islas de Cabo Verde. Los subsecuentes eruditos en el tema perpetuaron la
idea de Fernández de Oviedo, aun cuando otros exploradores tempranos la contradecían.
Por ejemplo, Girolamo Benzoni,
en su libro La historia del mondo nuovo de 1565, menciona que los bananos eran abundantes
desde antes de la llegada de los conquistadores; Alexander von
Humboldt, en su Ensayo político sobre el
reino de la Nueva España de 1811, sostiene que se conocían en América desde
épocas precolombinas (“el plátano de América”). Mucho más de un siglo después, Langdon
(1993) encontró evidencia de que eran “fruto de la tierra”, lo cual significa
que ya estaban en el continente cuando los españoles llegaron.
Por
otra parte, Alfonso de Candolle, al preparar su libro El origen de las plantas cultivadas de 1883, repasó las
afirmaciones de todos los exploradores contemporáneos suyos y tomó en cuenta las
opiniones de varios botánicos que habían visitado América hasta concluir que,
indudablemente, los bananos eran de origen asiático y no habían estado
prehistóricamente en el Nuevo Mundo.
Cabe
resaltar que los plátanos
han pasado por una compleja historia de domesticación que solo se ha
desentrañado parcialmente y sigue sin aclararse por completo. Su antigüedad en el
continente americano se ha debatido de forma intermitente durante más de 400
años, sin resolverse de manera inequívoca. Las
opiniones de Fernández de Oviedo y de Candolle han prevalecido, y se da por
hecho que el origen asiático de la fruta comestible domesticada aplica también
a los plátanos silvestres; no obstante, el escenario parece más complejo.
La evidencia fósil
La
mayoría de los plátanos comestibles derivan de la combinación de solo dos
especies silvestres (Musa acuminata Colla y Musa
balbisiana Colla) de entre las más de 70 con las
que cuenta el género, todas ellas distribuidas en las regiones tropicales y
subtropicales del sureste asiático y África, con excepción de un representante
silvestre que habita en el sur-sureste de México (Musa ornata Roxb.), en los estados de Veracruz, Tabasco, Oaxaca y
Chiapas. En consecuencia, hasta hace poco tiempo había sido razonable situar su
origen en el Viejo Mundo. Sin embargo, el amplio registro fósil del grupo apunta
en otra dirección.
Los
hallazgos fósiles de la familia Musaceae se extienden
desde el Cretácico tardío hasta el Plioceno, cubriendo el continente europeo y parte
del norte de América (ver referencias acerca de las eras geológicas en el mapa).
El fósil más antiguo, Spirematospermum chanderae, fue
encontrado en Carolina del Norte y data de hace 83.5 millones de años, lo que
lo ubica en el periodo Cretácico. Otro fósil con afinidades al grupo, Striatornata sanantonensis, se descubrió en Coahuila, México, y
fue datado en el mismo periodo geológico. El último registro hasta el momento
en América del Norte, Ensete orogonense, ha
sido fechado con 43 millones de años y se le ha ubicado en el Eoceno temprano
en Oregón, Estados Unidos.
Otros
fósiles afines a los plátanos se han hallado en sedimentos del Cenozoico en
distintas regiones de Europa, pero ninguno ha sido encontrado en el continente asiático
o en el africano. Pocos trabajos han puesto a prueba el origen de esos frutos
silvestres, y cuando lo han hecho, se han olvidado de incluir dentro de los
modelos evolutivos el registro fósil, es decir, las especies extintas, y solo
se han concentrado en las especies vivientes. Lo anterior genera un sesgo al
obtener una historia evolutiva incompleta, pues se sabe que las distribuciones
actuales son consecuencia directa de los eventos pasados de dispersión
(movimiento de individuos de un lugar a otro), vicarianza
(separación de las masas de tierra que los contienen) y extinciones. Los
fósiles proporcionan una ventana al pasado que nos revela señales de la
distribución histórica y evolutiva de los organismos; son una evidencia fundamental
para entender y explicar los patrones de diversidad.
Movimiento de especies en el mundo
Cuando
incorporamos la evidencia fósil en los modelos evolutivos de los plátanos, es
posible desentrañar una historia diferente que nos acerca un poco más al origen
de los ancestros de esta deliciosa fruta. De acuerdo con nuevas estimaciones,
probablemente se originaron en el hemisferio norte, abarcando Norteamérica (parte
de México y el centro-sur de Estados Unidos), Europa y parte de Asia. Por
aquella época (Cretácico-Eoceno) existieron amplias selvas tropicales en el norte
del planeta y hubo mucha vegetación compartida entre esos continentes.
El
registro fósil y los análisis moleculares han dado cuenta de que el movimiento
de las especies tal vez se dio de Norteamérica a Europa en un intercambio florístico
y faunístico, el cual fue posible gracias a un antiguo puente de tierra que conectó
ambos territorios a través de Groenlandia durante el Paleoceno-Eoceno. Hacia el
Eoceno-Oligoceno hubo un enfriamiento climático en la región, con la caída de
temperatura más dramática en Norteamérica, lo que extinguió a la mayoría de las
plantas tropicales, incluyendo los plátanos. Aquel cambio fue gradual en Europa
y eso permitió la sobrevivencia de las especies hasta el Plioceno. No obstante,
los linajes euroamericanos finalmente se extinguieron.
A
escala global, la vegetación tropical quedó limitada a las áreas ecuatoriales,
con algunos sobrevivientes en el sureste de Asia. De hecho, las
reconstrucciones paleoclimáticas dan testimonio de
que el este de Asia, el sureste de China y la región indo-birmana mantuvieron
un clima cálido-húmedo durante el Oligoceno-Mioceno, lo que dio oportunidades
de sobrevivencia y convirtió a la zona en refugio para los plátanos y otras
plantas tropicales.
Ya con
la restricción de los bananos a la región indo-birmana y el sureste de China, y
con un incremento en la temperatura durante el Oligoceno tardío, hacia mediados
del Mioceno acontecieron varios sucesos geológicos. El choque de India
peninsular con Eurasia resultó determinante en la actual configuración de la
familia Musaceae. Con su unión a Eurasia, el sureste
de la India fue dominado por vegetación tropical y subtropical. La tremenda diversidad
topográfica que resultó de dicha colisión afectó las variables ambientales,
provocando la especiación de plantas y animales. Pero no fue sino hasta el
Neógeno que la diversificación de los plátanos fue más evidente y probablemente
las especies se expandieron de oeste a este en el sureste asiático.
Por su
parte, la colonización del continente africano por las especies de Musaceae, en particular del género Ensete (hermano de Musa dentro
de la familia), sucedió durante el Mioceno; quizá por la conexión que se formó entre
África y el suroeste asiático como consecuencia del
choque de las placas tectónicas Afro-Arábiga, Iraní y
la Anatolia, lo cual promovió un intercambio biótico entre dichos continentes.
Todos
estos acontecimientos han sido los responsables de la moderna distribución de
la familia de los plátanos. Frente a las evidencias es posible asegurar que su origen,
al menos en cuanto a las especies silvestres, es el hemisferio norte,
concretamente Norteamérica y Europa, lo cual pudo ser descubierto gracias a
recientes estudios moleculares que integran nuevos modelos evolutivos para la
reconstrucción de áreas ancestrales. Aún faltan regiones por explorar y
seguramente nueva evidencia podría complementar la historia aquí contada, pero
por lo que ahora sabemos, los plátanos no son de Oriente.
En las regiones tropicales del sur-sureste de México habita Musa ornata, mejor conocida como
platanillo, plátano silvestre, plátano de semilla o plátano de cien besos,
dependiendo de la región geográfica donde se encuentre. Es el único plátano
silvestre en nuestro país. Sus frutos cuentan con muchas semillas que lo hacen
incomible; sin embargo, el color rosado de sus inflorescencias los hace
atractivos para uso ornamental. Lamentablemente la especie está desapareciendo
debido a la deforestación de las selvas tropicales húmedas. (Burgos-Hernández,
2018, “El plátano, la historia detrás de la fruta… y otros secretos”, Desde el
herbario CICY).
Mireya
Burgos-Hernández es académica del Programa de Botánica del Colegio de
Postgraduados (burgos.mireya@colpos.mx).
Carmen Pozo es investigadora del Departamento de Conservación de la
Biodiversidad, ECOSUR Chetumal (cpozo@ecosur.mx).
Ecofronteras,
2020, vol. 24, núm. 70, pp. 26-29, ISSN 2007-4549 (revista impresa), E-ISSN
2448-8577 (revista digital). Licencia CC (no comercial, no obras derivadas);
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