Lucha y resistencia en comunalidad

Anna Lee Mraz Bartra

 

Todo empez— con la movilizaci—n de un poblado de Oaxaca para detener la acci—n minera que hab’a devastado el ambiente. Luego se desarroll— una historia de resistencia y acci—n social que han fortalecido a la comunidad, de modo que Capul‡lpam de MŽndez se ha convertido en un referente de la gesti—n colectiva de zonas naturales en contextos de inseguridad.

 

Avances socioambientales a largo plazo

 

Las problem‡ticas sociales relacionadas con la explotaci—n de recursos naturales en MŽxico ya no pueden entenderse como un fen—meno aislado; deben estudiarse en el marco de la violencia imperante que ha propiciado la ruptura del tejido social en gran parte del territorio nacional. Es imposible ignorar que la creciente inseguridad ha intensificado el desplazamiento forzado y el sentimiento de desarraigo en algunas comunidades.

 

En este contexto, Àc—mo se sostienen a largo plazo los avances de una lucha socioambiental exitosa? Como muestra tenemos el caso del poblado Capul‡lpam de MŽndez, Oaxaca, que hace unos 13 a–os se levant— contra las concesiones mineras que imperaban desde hac’a m‡s de dos siglos en la regi—n. Lo que alguna vez fue la principal fuente de trabajo para la mayor parte de la comunidad, hab’a terminado por destruir el bosque y las fuentes de abastecimiento de agua limpia.

 

Para conocer lo que ha ocurrido en estos a–os, realizamos una revisi—n bibliogr‡fica que fue la gu’a del trabajo de campo para constatar los avances y retrocesos de la resistencia social, especialmente en cuanto a la gesti—n de zonas naturales en condiciones de inseguridad. TambiŽn desarrollamos los conceptos de capital social y comunalidad resumiŽndolos a partir de la teor’a de Elinor Ostrom publicada en 2013, para comprender las normas y redes que facilitan la acci—n colectiva.

 

Inseguridad y despojo

 

Vivir en MŽxico se asemeja a vivir en una carnicer’a. A pante—n no llega porque ni rastro se encuentra de la mayor’a de los muertos. La educaci—n es apaleada a telenovelazos y los estudiantes son perseguidos como delincuentes. La juventud es ejecutada y desaparecida en Ayotzinapa, en TlatlayaÉ La tierra esconde fosas con cuerpos de migrantes, mujeres, periodistas y estudiantes. Otras v’ctimas son los activistas de derechos humanos o los ambientalistas que perseveran por cuestiones b‡sicas, como el agua. La sociedad est‡ desgarrada y en acelerado proceso de descomposici—n, mientras que el Estado se muestra impune y rebasado por los desaf’os de nuestro tiempo. El pa’s est‡ siendo saqueado hasta las entra–as y sus recursos naturales son sacrificados en beneficio de grandes empresas.

 

Ante la nueva ola de despojo de nuestros bienes comunes,(1) la expresi—n pol’tica de insatisfacci—n ciudadana se presenta en diversas regiones de manera dispersa. Tal es el caso de Capul‡lpam de MŽndez, un territorio de antiguos or’genes zapotecas con poco m‡s de 1,500 habitantes. (2) Rodeado por las monta–as de la Sierra Ju‡rez, se gan— a pulso el nombramiento de Pueblo M‡gico en 2008. Andar entre sus casas coloridas y adornadas con flores, sus empinadas calles empedradas y con peque–os puentes por los que pasan riachuelos de agua limpia, da la sensaci—n de estar en un sue–o.

 

El lugar se rige por el sistema de usos y costumbres. Fue por esa v’a que se decidi— el bloqueo de la carretera y el cabildeo con el que, en octubre de 2007, se detuvo la actividad de la mina Natividad, la cual hab’a sido comprada por la empresa canadiense Sundance. Fue clausurada, aunque en la pr‡ctica sigui— operando. Luego, en febrero de 2015, el poblado interpuso una demanda de amparo contra las concesiones mineras y un juez notific— a la empresa que deb’a frenar por completo toda actividad en tanto se realizaba el juicio. Pero la extracci—n clandestina continu—.

 

Muchas personas est‡n convencidas de que la corrupci—n en las dependencias gubernamentales es determinante para que la mina se mantenga activa, as’ que la comunidad sabe lo que es Òponerse con Sans—n a las patadasÓ. En contraste, la corrupci—n no se ha logrado infiltrar en el tejido social para desmantelar el movimiento de resistencia, como s’ ocurri— en San JosŽ del Progreso, donde incluso ErŽndira Cruzvillegas, comisionada de Derechos Humanos del Poder Ejecutivo de Oaxaca, reconoci— ante la revista Contral’nea (julio de 2013) que Òel origen de la divisi—n social en varias de las comunidades es por el dinero que vienen a ofrecer las empresas trasnacionales a travŽs de los megaproyectosÓ.

 

La comunalidad como respuesta

 

Los ciudadanos de Capul‡lpam de MŽndez son gente de mucho arraigo. Debe se–alarse que en amplias zonas de Oaxaca, la construcci—n del tejido social se basa en normas y creencias que estructuran el capital social, lo que se entiende como los recursos que facilitan la acci—n colectiva, b‡sicamente la cohesi—n y las redes para cooperar y superar problemas.

 

El capital social se funda en modelos de reciprocidad, saberes comunes, comunicaci—n e interacci—n, junto con experiencias de confianza mutua y la capacidad de crear reglas propias. En este sentido, los individuos resuelven diversos conflictos a partir de la acci—n colectiva y la comunalidad, que viene a ser la interdependencia de personas, construida a partir de las fiestas locales que fortalecen los v’nculos y del trabajo cotidiano desde una cosmovisi—n particular.(3)

 

El siguiente ejemplo permite entender mejor lo que significa la comunalidad. Hace tiempo hubo una disputa territorial con la poblaci—n vecina de Yotao; tras a–os de negociaciones y seguimiento legal, finalmente el terreno en discordia se dividi— con equidad. Los pobladores ahora pueden acceder a las ‡reas de bosque antes impenetrables, y fundaron una empresa forestal que abastece al aserradero con un esquema sustentable, adem‡s de que provee le–a para las familias. Un logro destacado es que desde 2013, gracias al conocimiento del lugar y el tequio, se ha podido controlar la plaga del gusano descortezador, insecto que ha devastado 46 millones de hect‡reas en Estados Unidos, otros tantos millones en Canad‡ y 400 mil en MŽxico.

 

M‡s all‡ del Žxito en el manejo del bosque, durante el periodo de resistencia iniciado con la clausura de la mina se ha avanzado en varios aspectos. Se cre— la radio independiente Phadushi y cinco empresas comunitarias: la planta purificadora de agua, la trituradora de pŽtreos, un comercio ecotur’stico, una compa–’a de juguetes y la empresa forestal que actualmente es base de la organizaci—n social. La agrupaci—n m‡s joven se llama Juguete Arte y es dirigida principalmente por mujeres, quienes aprovechan la madera del aserradero para la fabricaci—n de los productos.

 

Estas organizaciones aportan a la econom’a local y emplean a m‡s de 200 personas. Son una fuente de trabajo que previene la migraci—n: ÒLa gente no se va, aqu’ est‡ la genteÓ, aseguraba en 2015 el comunero Salvador Aquino.

 

No claudicar

 

Si bien vivimos en un contexto de despojo y violencia a gran escala, en el cual diversos movimientos se han desarticulado mediante la represi—n gubernamental y encarcelamientos, resulta aleccionador el ejemplo de Capul‡lpam en su esfuerzo por conservar y proteger su patrimonio natural.

 

Han pasado cerca de 13 a–os desde que se logr— clausurar la mina Natividad, y aunque esta continu— operando furtivamente, la gente no se rindi—. De manera coordinada, a sabiendas de que arriesgaban su seguridad, montaban guardias e incluso interceptaron algunos camiones que de madrugada trasladaban los materiales extra’dos en la clandestinidad. En octubre de 2020, la Procuradur’a Federal de Protecci—n al Ambiente ces— las actividades de la mina de manera definitiva.

 

Con la fuerza colectiva han conseguido mantener a raya al crimen organizado, y los pocos casos de corrupci—n por parte de autoridades locales han sido expuestos y rechazados por gran parte de los habitantes, contribuyendo a que la situaci—n no se repita. Un hecho importante es que los estudiantes que se gradœan del Centro de Bachillerato Tecnol—gico Agropecuario (CBTA) migran temporalmente para proseguir sus estudios en la capital del estado de Oaxaca o en la Ciudad de MŽxico, pero la mayor’a de ellos regresan como profesionistas.

 

La experiencia en Capul‡lpam de MŽndez es un modelo de lucha y resistencia con avances notables, pero como en toda experiencia que deriva del ensayo-error, las personas se saben en permanente cambio. Aun cuando basan sus decisiones en usos y costumbres, conocen las fallas de su sistema y buscan modificarlas; una acci—n permanente es la bœsqueda de alternativas econ—micas sustentables, lejos de la avasalladora miner’a y deforestaci—n. El esfuerzo colectivo se mantiene y se reinventa. No claudica.  

 

(1) Entendemos despojo como lo que se ha destruido y la pŽrdida de lo que se posee.

(2) Segœn los datos de la cl’nica del IMSS del lugar, consultada en noviembre de 2010.

(3) En este lugar, la cosmovisi—n se manifiesta en un rŽgimen asambleario, en el que la autoridad se ejerce a travŽs del sistema de cargos gratuitos y el tequio en servicio de la comunidad.

 

 

Anna Lee Mraz Bartra es profesora de la Facultad de Ciencias Pol’ticas y Sociales de la UNAM (mrazbartra@gmail.com).

 

Ecofronteras, 2020, vol. 24, nœm. 70, pp. 30-32, ISSN 2007-4549 (revista impresa), E-ISSN 2448-8577 (revista digital). Licencia CC (no comercial, no obras derivadas); notificar reproducciones a llopez@ecosur.mx