Conservaci—n de
tiburones y rayas en el Caribe mexicano
Mar’a del Pilar Blanco
Parra
La investigaci—n cient’fica ha contribuido a regular la actividad
tur’stica alrededor del tibur—n ballena en el Caribe mexicano y sigue siendo
necesaria para proteger a m‡s integrantes de la fauna marina. La generaci—n de
conocimiento que considere el h‡bitat, las caracter’sticas particulares de las
especies y diversos factores en torno a tiburones y rayas, es fundamental para
encontrar mecanismos de protecci—n en equilibrio con la actividad pesquera.
Hasta hace poco m‡s de 15 a–os, en las costas del
Caribe mexicano los tiburones y rayas eran solo un producto pesquero m‡s y un ingrediente
cotizado para platos t’picos, como el pan de caz—n o las empanadas de caz—n y
de manta. TambiŽn eran personajes de sorprendentes historias donde los pescadores
se enfrentaban a peces de tama–o descomunal. Pero desde que estos animales se
convirtieron en un importante recurso para el turismo, err—neamente se
considera que los pescadores son Òlos malos del cuentoÓ y ahora ellos deben
esconder sus capturas por miedo a ser atacados por turistas o conservacionistas
apasionados. A pesar de todo, el consumo de tales peces sigue siendo parte de
la cultura, y quienes un d’a atacan a los pescadores, al otro son comensales de
empanadas de caz—n.
Evidentemente la conservaci—n de tiburones y rayas
es central, pero debe fundamentarse en investigaci—n cient’fica m‡s que en
simples suposiciones. En realidad, muchos de ellos no est‡n bajo amenaza y
tienen caracter’sticas biol—gicas que les permiten responder a cierto nivel de
presi—n pesquera, como ocurre con diversos tiburones de peque–o tama–o. Aun as’
se tiende a generalizar y a todas las especies se les endosa la etiqueta de Òen
peligro de extinci—nÓ, aunque la evidencia demuestra que esto no necesariamente
es as’. TambiŽn siguen siendo una fuente de recursos para las comunidades
pesqueras, de modo que es preciso equilibrar todos los aspectos con bases s—lidas
que faciliten la implementaci—n de adecuados planes de manejo.
Biodiversidad, biolog’a
y ecolog’a
Los tiburones y las rayas son peces cartilaginosos,
es decir que su esqueleto es de cart’lago y no de hueso. Integran el grupo de
los elasmobranquios, que significa Òbranquias en l‡minaÓ, y tienen hendiduras branquiales,
mientras que el resto de los peces presenta una placa que protege ese —rgano.
MŽxico es el segundo pa’s en cuanto a su diversidad; particularmente en el
Caribe mexicano se calcula que hay unas 85 especies. Algunas viven a
profundidades mayores a los 200 metros y otras prefieren las aguas someras de
los ecosistemas costeros, como arrecifes de coral y lagunas.
Aunque los tiburones y las rayas son peces, sus caracter’sticas
biol—gicas se parecen m‡s a las de los mam’feros marinos, como delfines,
ballenas, manat’s y focas, entre otros: la mayor’a tienen pocas cr’as, maduran
a edades muy tard’as y crecen con lentitud. Por tal raz—n son m‡s susceptibles al
impacto de la actividad humana, dado que sus poblaciones no siempre presentan
una r‡pida recuperaci—n; por ejemplo, si se sobreexplota una especie,
desaparecen muchos m‡s animales de los que pueden ser reemplazados por cr’as. Entonces,
es muy importante producir conocimiento cient’fico acerca de sus rasgos biol—gicos
espec’ficos, ya que se podr’an crear estrategias de manejo que permitan
mantener saludables a sus poblaciones a pesar de la presi—n pesquera.
Como se encuentran en lo alto de la pir‡mide
tr—fica, regulan las poblaciones de otras especies y as’ mantienen la salud y el
equilibrio de los ecosistemas marinos; por eso, cuando su cantidad se reduce,
proliferan aquellos que normalmente les sirven de alimento, lo que resulta en
un desequilibrio con diversos efectos. Y dado que tiburones y rayas eligen zonas
de manglares y lagunas costeras como ‡reas de crianza, porque encuentran mayor protecci—n
contra depredadores y hay alimento abundante para las cr’as, al buscar
estrategias de conservaci—n para ellos es clave trabajar tambiŽn en la
protecci—n de tales ecosistemas.
Tiburones y rayas como recurso
Los tiburones y rayas son explotados especialmente
de dos diferentes maneras. La primera, como producto pesquero aprovechando su
carne, piel, h’gado y aletas; estas œltimas son tal vez lo m‡s cotizado por su
valor en el comercio internacional, ya que son un producto muy apetecido en el
mercado asi‡tico. La segunda, como factor impulsor del turismo, una alternativa
que deja buena ganancia econ—mica con mucho menor impacto en sus poblaciones.
La pesca de elasmobranquios en el Caribe mexicano se
realiza casi siempre en peque–a escala con embarcaciones tipo panga de 22 pies (6.70
metros), predominantemente en zonas cercanas a las costas (se encuentran
vigentes cuatro permisos de pesca de tibur—n que incluyen 64 embarcaciones). Las
principales especies que se capturan son el cazón
de ley (Rhizoprionodon terraenovae),
los tiburones de puntas negras (Carcharhinus
limbatus), martillo (Sphyrna
lewini) y piloto (Carcharhinus
falciformis), as’ como las raya pinta (Aetobatus narinari),
bal‡ (Hypanus americanus) y levisa (Styracura
shmardae). En 2018 los tiburones y cazones
aportaron un 7.68% de las capturas totales de Quintana Roo en peso desembarcado
(se conoce como caz—n a cualquier tibur—n de menos de 1.5 metros de longitud,
incluyendo juveniles de algunas especies y adultos de otras).
Muchas veces no se les busca de manera dirigida,
sino que incidentalmente caen en las capturas de otros peces, por lo que las
estimaciones no son exactas; adem‡s, los datos se basan en los reportes de los
pescadores a la Comisi—n Nacional de Acuacultura y Pesca (CONAPESCA), pero no
se desglosan las capturas por especies, lo que impide conocer el impacto de la
pesquer’a sobre las poblaciones.
Por otra parte, recientemente se han convertido en
un valioso recurso para el turismo. Las grandes ganancias que se observan en
Quintana Roo han hecho que muchos pescadores cambien su modo de vida para
dedicarse a esta actividad, aunque aœn se desconoce el efecto que puede tener
en el ecosistema. El tibur—n ballena (Rhincodon
typus) y el tibur—n toro (Carcharhinus
leucas) son los m‡s demandados, pero existen
otros, como la manta gigante (Mobula birostris), que han cobrado importancia para el buceo
de avistamiento de fauna. El tibur—n ballena ha sido el m‡s estudiado y es el
œnico cuya actividad tur’stica est‡ regulada; del mismo modo habr’a que revisar
los mecanismos de protecci—n para otras especies.
Santuario de tiburones y rayas
En diciembre de 2016 se cre— la Reserva de la Bi—sfera
Caribe Mexicano,(1) la cual se extiende de norte a sur de la costa de Quintana
Roo y alberga la mitad del Sistema Arrecifal
Mesoamericano. Abarca una superficie de 5,754,055 hect‡reas, casi todas en
ambientes marinos con una peque–a porci—n terrestre (0.50%). La Secretar’a de
Medio Ambiente y Recursos Naturales menciona que en la reserva se registran
alrededor de 1,900 especies de flora y fauna terrestre y marina; unas 86 especies
de coral y m‡s de 500 de peces. Desde su creaci—n, la conservaci—n de tiburones
y rayas se ha planteado como un eje importante de esta ‡rea natural protegida, dada
su trascendencia para los ecosistemas y tambiŽn para resguardarlos en las
actividades tur’sticas de las que forman parte.
Es bien conocido por estudios en varias partes del
mundo que una raya o un tibur—n vivos valen m‡s que uno muerto y que el
ecoturismo es una alternativa para los pescadores ribere–os. Pero un cambio de
actividad no es f‡cil para quienes no cuentan con destreza suficiente en el
‡mbito de los negocios o en la atenci—n a clientes, incluso el hecho de no
hablar inglŽs se convierte en una limitante. Al menos en Quintana Roo, el
negocio del ecoturismo se ha desarrollado sobre todo por empresarios con
experiencia en el ramo, as’ como por cooperativas de pescadores que han sido
capacitadas por organizaciones no gubernamentales o instancias de gobierno. A
veces sucede que quienes no logran acceder a estas capacitaciones recurren a la
pesca de tiburones y rayas para obtener ingresos, lo que acarrea la pesca
incidental de otras especies, problema que no se ha atendido suficientemente.
Soluciones
integrales m‡s all‡ de prohibir la pesca
La percepci—n de pescadores y de quienes practican turismo
de buceo es que las poblaciones de tiburones y rayas han disminuido en el
Caribe mexicano, lo cual concuerda con lo reportado en varios estudios para otras
regiones; no obstante, las causas no est‡n del todo claras debido a los
mœltiples factores que afectan a tales animales: cambios ambientales y de
temperatura del agua, corrientes, disminuci—n de las presas con las que se
alimentan, huracanes y pesca, junto con el deterioro del arrecife y de las ‡reas
costeras de crianza, debido al crecimiento desmedido de la infraestructura
tur’stica y el tr‡fico marino.
Hablar de una verdadera conservaci—n exige mucho
m‡s que prohibir la pesca. Es necesario buscar regulaciones adecuadas segœn las
especies y se requiere poner m‡s atenci—n a la conservaci—n ambiental, al igual
que a los efectos negativos del cambio clim‡tico. En ese sentido, la reciŽn
creada reserva de la bi—sfera puede ser un efectivo santuario de tiburones y
rayas, siempre que se regule el turismo relacionado y se realicen acciones
efectivas para detener la destrucci—n de sus h‡bitats.
El mayor reto es la generaci—n de conocimiento acerca
de la ecolog’a y biolog’a de las especies que se distribuyen en la regi—n, de
modo que las personas ligadas a la toma de decisiones tengan m‡s informaci—n
sobre el estado de las poblaciones y el impacto de las actividades humanas,
para implementar un manejo integral que permita la conservaci—n y aprovechamiento
sustentable de los elasmobranquios en el Caribe mexicano.
Mar’a del Pilar Blanco Parra es C‡tedra CONACYT en
la Divisi—n de Ciencias e Ingenier’a de la Universidad de Quintana Roo (mdpblancopa@conacyt.mx).
(1) N de la R. Los decretos en torno a reservas de la
bi—sfera incluyen esta palabra sin tilde (biosfera); no obstante, dado que en Ecofronteras la
acentuamos normalmente por convenir en tŽrminos de divulgaci—n, tambiŽn lo
hacemos en el nombre oficial para unificar el tŽrmino.
Ecofronteras, 2020, vol. 24, nœm.
70, pp. 22-25, ISSN 2007-4549 (revista impresa), E-ISSN 2448-8577 (revista
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