Vacas, toros y bueyes criollos en peligro
Rosa Inés Parra-Cortés y Miguel Ángel Magaña-Magaña
Quizá no imaginamos
que las vacas, toros y bueyes también se enfrentan a complicaciones
ambientales, productivas y de otra índole que ponen a este tipo de ganado en
grave riesgo, al menos a las razas criollas. En México, las cruzas
indiscriminadas han llevado a la escasez de núcleos genéticos propios y esto
tiene consecuencias importantes en la industria ganadera.
Bovinos criollos de América Latina
Al revisar
documentos sobre historia de la ganadería bovina o vacuna en América Latina
(vacas, bueyes y toros), nos encontramos con los relatos del doctor Jorge de
Alba Martínez (1920-2008), quien como un Quijote al
lomo de caballo, transitó por senderos estrechos desde el norte de México hasta
el sur de Argentina, recogiendo en su travesía información sobre el origen y
evolución de los bovinos en el continente americano. En escritos que nos ubican
en 1947, este ilustre investigador mexicano narra que
al observar un grupo de bovinos en Turrialba, Costa Rica, se percató de la
existencia de ejemplares muy adaptados al clima tropical y con producción
sobresaliente de carne y leche.
En su relato,
De Alba se refería a los bovinos criollos, que son descendientes de los
primeros ganados que llegaron al Nuevo Mundo, procedentes de Europa junto con
los conquistadores. El término criollo surgió en la época colonial en alusión a
las hijas e hijos de padres europeos que nacían en el continente americano, y
con el paso del tiempo su uso se amplió para denominar también a plantas y
animales.
Héctor Zúñiga
Rovira (1913-1995), ingeniero agrónomo y cantautor costarricense, se refiere a
los bovinos criollos en uno de sus versos:
El ganado que
aquí ha visto tantos soles,
ese criollo
que ahora llena las sabanas,
lo trajeron
de España los españoles,
y hoy alegra
el despertar de la mañana.
Estudios
posteriores constataron que estos animales, que se caracterizan por su tamaño
pequeño, pelajes y cuernos diversos, así como por su rusticidad, alta
fertilidad, longevidad, tolerancia a enfermedades y capacidad de adaptación a
condiciones climáticas extremas, fueron capaces de evolucionar y reproducirse
en diferentes regiones de América.
La evidencia
disponible en los registros históricos confirma que el primer desembarque de
bovinos en el Nuevo Mundo ocurrió en 1493, durante el segundo viaje de
Cristóbal Colón a la isla La Española, actualmente conformada por República
Dominicana y Haití. El gobernador de la citada isla, don Diego Colón, logró que
los reyes católicos de España prohibieran la salida de ganado hacia otras islas
vecinas durante un periodo de 30 años, circunstancia que ocasionó el
cruzamiento de ejemplares de diferentes razas europeas provenientes de la
península Ibérica en ese territorio; sus descendientes se distribuyeron más
tarde por todo el continente americano, por lo que varios escritores coinciden
en señalar que los bovinos criollos de América tienen el mismo origen. Hacia
1511 se autorizó el traslado de ganado de La Española y costas de España hacia
Cuba, Puerto Rico y Jamaica.
Durante la
Colonia, el inventario bovino de las estancias ganaderas creció de manera
desmedida y esto favoreció la fuga de algunos ejemplares. Los que escaparon del
control español evolucionaron en tierras lejanas y se convirtieron en animales
bravíos, conocidos como asilvestrados o cimarrones; posteriormente fueron
capturados, domesticados e integrados a la cultura de las comunidades
indígenas. A finales del siglo XIX se inició la sustitución de las razas
criollas bovinas por varias foráneas, sin prever los resultados productivos y
económicos futuros de esta acción. Una grave consecuencia es que la mayoría de
las razas criollas se encuentran actualmente en peligro de extinción, debido a
que su población cuenta con menos de 2 mil hembras en edad reproductiva.
Para
finalizar este recuento de acontecimientos históricos, recordamos las
apreciaciones hechas por el especialista español Manuel Beteta Ortiz
(1932-2014), en las cuales resalta que la importancia que tienen los bovinos
criollos para el continente americano radica en su capacidad de evolución y
adaptación a los trópicos, cualidad que les permitió durante 500 años
convertirse en animales rústicos y contribuir al desarrollo histórico de las
comunidades por su oferta de leche, carne y medio de trabajo.
Su historia
en México
Se ha
documentado que el ingreso de los primeros bovinos a México ocurrió en 1521,
cuando el capitán español Gregorio de Villalobos ancló en el Puerto de Veracruz
trayendo consigo ejemplares de Cuba. Se reconoce que
por solicitud de Nuño Beltrán de Guzmán, gobernador de Santisteban del Puerto
(actual territorio de Tampico), a partir de 1527 continuaron los embarques de
ganado desde España y las Antillas hacia la Nueva España. Asimismo, y según el
historiador del estado de Yucatán, don Eligio Ancona (1917), en 1543 llegó un
navío con bovinos y otros ganados a las costas del estado de Campeche.
Esos
ejemplares descendían de los animales introducidos en La Española, que se
cruzaron y recruzaron entre sí; otros habían sido embarcados en los puertos de
Cádiz y las Islas Canarias, procedentes de las provincias españolas de
Andalucía, Extremadura y Galicia. Al llegar a la Nueva España, encontraron
condiciones de clima y alimento propicias para su reproducción, por lo que se
propagaron fácilmente por todo el territorio. Mientras tanto, aquellos
asilvestrados o cimarrones fueron domesticados por los pobladores de las
comunidades indígenas de la Sierra Madre de Chiapas y los Valles del Desierto
de Chihuahua.
La academia
menciona que en México existen bovinos criollos de las razas de Baja California
y Sonora, del Golfo, coreño o de la Sierra Madre y de
rodeo. También se conoce que por iniciativa del doctor Jorge de Alba Martínez,
a partir de 1965 se introdujeron a las regiones tropicales ejemplares de
lechero tropical y romosinuano, los cuales venían de
Costa Rica y Estados Unidos, pero eran de origen nicaragüense y colombiano,
respectivamente. En los tiempos modernos, todas las razas criollas del país se
han cruzado de manera indiscriminada con las europeas lecheras y con las
cárnicas cebuinas, y como resultado, los núcleos
genéticos de los criollos mexicanos son escasos, aunque sus criadores hacen
esfuerzos para multiplicar sus animales y evitar que desaparezcan. ¡Su gran
capacidad de adaptación no ha sido suficiente!
Cabe destacar que la mayoría de ganaderos
mexicanos se han enfrentado a resultados técnicos no deseables con las razas
foráneas, como son elevados costos de producción y una menor capacidad de
adaptación a cambios en el entorno. Existen también otras complicaciones
relacionadas con las enfermedades, el estrés por calor, la escasez o exceso de
agua, la baja cantidad y calidad de forrajes para alimento y la preocupante
reducción de la biodiversidad. En este contexto, las vacas, toros y bueyes
criollos de zonas tropicales se posicionan como una fuente de diversidad
genética; con adecuados planes de cruzamientos con razas foráneas, pueden
ayudar a conformar hatos con mayor capacidad de adaptación al medio. Estos
animales en zonas tropicales cuentan con pelo corto que le proporciona mayor
tolerancia al calor, su color es entre bayo hasta rojizo cereza,
en la piel presentan algunas arrugas y poseen mucosas pigmentadas, además, su
tamaño es pequeño.
Perspectivas de un proyecto
Al conocer
más sobre la historia y el estado actual de los bovinos criollos en el trópico
de México, decidimos, a finales de 2017, elaborar el proyecto “Características
técnico-económicas de los sistemas de producción bovina con biotipos criollos:
directriz para el análisis de sostenibilidad”. Buscamos apoyo financiero para
su realización y elegimos como área de estudio la
región tropical, que comprende las llanuras y lomeríos de las costas del Golfo
de México, los Valles de las Sierras de Chiapas y las llanuras de la península
de Yucatán; el proyecto se desarrolló de mayo a diciembre de 2018.
Obtuvimos
información de fuentes documentales y de una encuesta a productores de las
razas lechero tropical y romosinuano, quienes
manifestaron que los bovinos criollos les garantizan empresas ganaderas más
rentables, debido a que requieren un menor gasto en insumos, los animales
presentan mejores ganancias de peso y menos enfermedades, y hay más
nacimientos. Si bien es cierto que todas estas condiciones son favorables,
observamos que los productores no muestran una gestión empresarial suficiente,
por lo que les sugerimos iniciativas para superar esta debilidad.
Estamos tan
acostumbrados a que las vacas, toros y bueyes sean parte de diversos paisajes, y sobre todo, estamos habituados al consumo de los productos
derivados, que difícilmente reflexionamos en cuestiones ligadas al propio
ganado. Esperamos que con este artículo los lectores se interesen más en los
bovinos criollos de México y de otros países latinoamericanos, y que más
personas intervengan en su estudio, conservación y difusión.
Rosa Inés Parra-Cortés es estudiante
del doctorado en ciencias en Agricultura Tropical Sustentable (rosa.parra@itconkal.edu.mx).
Miguel Ángel Magaña-Magaña
es profesor-investigador del Tecnológico Nacional de México/I.T-Conkal (drmmagana@gmail.com).
Ecofronteras, 2020, vol.
24, núm. 68, pp. 26-29, ISSN 2007-4549 (revista impresa), E-ISSN 2448-8577
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