Botiquín
verde: te traigo hierba santa pa´ la garganta
Xariss Miryam Sánchez Chino
Tanto la experiencia popular —y
antiquísima— como la ciencia moderna han demostrado que las plantas cuentan con
propiedades farmacológicas vitales para la atención a la salud. Esto implica
que no solo podemos confiar en diversos remedios naturales, sino que el origen,
manejo y dosis de las plantas utilizadas son tan importantes como en el caso de
medicamentos sintéticos; de ahí la importancia de recurrir a la información e
instrucción de quienes saben del tema.
Continuidad en el tiempo
Cuando aún
no existían los medicamentos tal y como los conocemos ahora, para atender
diversos padecimientos la gente utilizaba los elementos que tenía a su alcance,
como plantas, hongos, miel, venenos y tinturas de algunos animales e insectos.
Como señala el académico Regino Gómez Álvarez, “estas prácticas son el resultado de la experiencia e íntimo
contacto con la naturaleza que el hombre ha acumulado y heredado por
generaciones”.
Se tiene
conocimiento de que en antiguas culturas y civilizaciones se utilizaba la
herbolaria para preservar la salud y para otros fines, como cosméticos y
religiosos; ejemplo de ello es la preservación de cadáveres en la cultura
egipcia y su arte en los
embalsamamientos. Se han encontrado papiros en los que se describen recetas
para el tratamiento de los cuerpos con plantas medicinales preparadas con
mirra, miel y aceites, entre otros ingredientes.
En cuanto al uso de plantas medicinales, desde luego que
México no es la excepción. Fray Bernardino de Sahagún, en la Historia General
de las Cosas en la Nueva España, menciona que los toltecas “sabían y
conocían las calidades y virtudes de las hierbas, sabían las que eran de
provecho y las que eran dañosas o mortíferas… porque también eran grandes
médicos”. En la
actualidad se siguen utilizando una gran variedad de plantas y de otros
recursos naturales, sobre todo en lugares con fuertes restricciones económicas,
de acceso hospitalario y a medicamentos.
Para el
aprovechamiento de remedios naturales, de igual modo influyen las convicciones.
En general, se considera que por su origen pueden ofrecer ventajas sin peligro
alguno, y el interés por su consumo cobra cada más auge; de hecho, en la
medicina ayurvédica, que tuvo sus orígenes en la India hace miles de años, uno
de los preceptos es que no existe ninguna planta que no se pueda usar como
medicina (se consideran tratamientos complementarios y alternativos que
combinan regímenes de alimentación, hierbas medicinales, ejercicios, meditación
y fisioterapia).
¿Realmente
funcionan?
Si
bien se han logrado grandes avances de la medicina científica, la cobertura de
los programas de salud en México aún es insuficiente. En el estado de Tabasco,
uno de los más pequeños del país en extensión territorial, según el Instituto
Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en 2010 existían 1,585 comunidades
rurales dispersas con menos de 500 habitantes.
Este
tipo de comunidades en las zonas rurales suelen
carecer de servicios médicos, y tradicionalmente han sido las parteras, los
yerberos y los curanderos quienes asumen la responsabilidad de la salud de los
pobladores. Incluso en lugares que sí cuentan con aquellos servicios, muchas
personas enfermas optan por los recursos de la medicina tradicional, lo que se
vincula con el hecho de que en las áreas marginadas habitan grupos indígenas
con grandes conocimientos de la herbolaria medicinal y del ambiente donde se
desarrollan las plantas.
Ahora bien,
está demostrado tanto por investigaciones científicas como por la experiencia
popular, que las plantas disponen de propiedades farmacológicas. Además de
destacar su uso en las comunidades rurales, existe información en libros,
revistas o blogs en internet donde se exponen recetas; en los mercados públicos
solemos encontrar merolicos que pregonan las bondades de las plantas (personas
que venden remedios principalmente de origen vegetal, pero también pueden ser
insectos o minerales), y hay muchas tiendas que muestran productos naturistas
con propaganda irresistible. “La pomada de
árnica para ese dolor de espalda, para las torceduras, golpes, desgarres,
acérquese y pregunte”, escuchamos de un vendedor callejero con un despliegue de
hierbas y frascos de pomadas, cápsulas y tinturas. ¿Confiamos o no confiamos?
Es muy
cierto que buena parte de dicha oferta puede no tener fundamento científico
sólido, o tal vez no alerta sobre los posibles factores de riesgo. Pero eso no
significa que todo sea desechable. Al existir poca difusión de cómo las plantas
o sus compuestos ejercen sus funciones o al pensar que su uso va en contra de
la medicina que nos garantizan los hospitales o las farmacias, algunas personas
creen que no curan realmente o que solo se trata de un acto de fe, así que
surgen los cuestionamientos sobre si en verdad son efectivas y cómo es que nos ayudan.
¿Como curan
las plantas medicinales?
De manera
semejante a los medicamentos, las plantas poseen principios activos, los cuales
son las moléculas encargadas de eliminar o disminuir la causa o el malestar
generado por la enfermedad. Los seres vivos fabricamos compuestos útiles para
la vida, no solo para crecer y desarrollarnos, sino para mantenernos vivos. En
ese sentido, los vegetales fabrican su alimento mediante la fotosíntesis,
aunque además de nutrientes necesitan otros compuestos. Así, para defenderse de
las agresiones externas generan ciertas moléculas, por ejemplo, como protección
hacia la radiación solar producen elementos con actividad antioxidante, que
nosotros podemos aprovechar para tratamientos contra el cáncer, la inflamación
y otras enfermedades crónicas no trasmisibles;(1) para liberarse de insectos
depredadores desarrollan compuestos amargos o tóxicos que alejan a los
invasores y de los cuales podemos igualmente beneficiarnos.
En cuanto a
esto último, se ha identificado que la lavanda y la citronela contienen
ingredientes que mantienen a raya a los insectos, por lo que se recomienda
mantener en casa una de estas plantas o elaborar extractos y rociarlos en la
piel para alejar a los mosquitos transmisores de enfermedades. Existen muchos
más ejemplos parecidos, pues la presencia de tales compuestos en la naturaleza
es tan vasta como las mismas especies de plantas.
¿Si son buenas, también pueden ser malas?
Cabe
mencionar que al ser moléculas provenientes de fuentes
naturales, prevalecen ciertos inconvenientes a considerar. En general, las
dosis en que dichas moléculas se encuentran son muy bajas y comúnmente hay que
esperar un lapso mayor en comparación con los fármacos para obtener el efecto
deseado; además, en muchas ocasiones el consumo debe ser prolongado. Por otro
lado, las plantas se parecen entre sí, por lo que debemos asegurarnos de que
aquella que utilicemos sea la indicada, ya que quizá no se logre ningún efecto,
o en el peor de los casos, su consumo podría resultar dañino.
Resulta
fundamental considerar que tal como ocurre con los fármacos industrializados,
el uso de remedios de origen vegetal también presenta contraindicaciones. Por
eso es importante conocer la parte a utilizar (hojas, tallos, raíces, flores, o
bien, sus combinaciones o la planta completa), los métodos de preparación
(maceración, infusión, emplasto y otros), la forma de consumir (té, agua de
tiempo, vaporizaciones, baños de tina, enjuagues), la cantidad y frecuencia de
consumo, y de preferencia conviene buscar la guía de alguna persona que sea
experta en herbolaria, en la identificación de las plantas, en las
preparaciones y en las dosis.
Por
mencionar un ejemplo claro, el ajo, un condimento extensamente utilizado para
dar sabor a los alimentos, contiene alicina. Se sabe que en este compuesto hay
propiedades antimicrobianas, así como para regular la concentración de azúcar
en sangre, sin embargo, para beneficiarnos con ello se requiere que el ajo
sufra un daño mecánico (cortar o machacar), debe consumirse rápidamente o
mezclado con miel y no debe calentarse, ya que la alicina se degrada después de
los 60 °C.
En el mismo
sentido, una muestra del cuidado que nos deben merecer las plantas deriva de un
caso clínico ocurrido en 2007, reportado en el Hospital Materno Infantil de la
Paz, Bolivia, donde un lactante se intoxicó por el consumo de una infusión de
anís estrella (Illicium verum,
variedad china o francesa), un remedio normalmente inocuo con el que se
atienden problemas gastrointestinales. En sus conclusiones, los médicos
propusieron dos escenarios. El primero habría sido una confusión en la variedad
de la planta, ya que existe otro tipo de anís que se parece mucho: el japonés,
que es altamente toxico (Illicium anisatum). El segundo escenario corresponde a una clara
intoxicación, ya que si bien el anís estrella posee
propiedades farmacológicas, su ingesta incontrolada es dañina para el hígado;
aquel bebé consumió al menos dos litros.
Buscar
orientación
México
es uno de los países de América con mayor tradición ancestral y riqueza en la
herbolaria medicinal. Se registran poco más de 3 mil especies que se aprovechan
en la medicina tradicional,
así como en la industria farmacéutica donde se utilizan sus compuestos
concentrados, aislados o purificados.
En
el sureste de México existe una gran variedad de especies nativas que se usan
con fines curativos. En tan solo una aldea perteneciente al municipio Centro de
Tabasco, se encontraron 112 plantas medicinales que
crecen en los huertos familiares de la comunidad. Destaca el uso de las
hojas de la planta Cleoserrata serrata, que algunos curanderos chontales de la zona cacaotera
de Tabasco destinan al tratamiento de las lesiones causadas por la mosca
chiclera. Esta mosca es vector de organismos parásitos del género Leishmania, los cuales provocan una
enfermedad puede dejar cicatrices permanentes, lesiones graves o incluso la
muerte.
En
conclusión, si has decidido utilizar este tipo de tratamientos para el cuidado
de tu salud o de tus familiares, te recomendamos buscar a personas con
conocimientos suficientes en el tema. En México existen médicos tradicionales,
curanderos, yerberos y expertos en jardines botánicos, entre otros, que pueden
brindar orientación. Otra tarea por demás importante es la propagación de
saberes acerca del cultivo y conservación de las especies, ya que al
sobreexplotarlas se pondrían el riesgo los ecosistemas.
·
Para quienes visiten San Cristóbal
de Las Casas, Chiapas, es una buena recomendación acudir al Museo de la
Medicina Maya, que forma parte del Centro de Desarrollo de la Medicina Maya.
Tiene como objetivo principal la difusión de las prácticas curativas tsotsil-tseltal en el estado de Chiapas. http://sic.gob.mx/ficha.php?table=museo&table_id=67
·
Ni siquiera por ser el máximo jerarca de la Iglesia, el
vicario de Cristo en la Tierra, pudo salvarse de
padecer de los riñones. Comenzaba el siglo XV y muy lejos se encontraban los
remedios para curar los males renales. Sin embargo, el papa Benedicto XIII pudo
hacerse de una receta medieval sagrada de la antigua cultura mediterránea, que
incorporaba el conocimiento de entonces en el uso de plantas medicinales y
otros elementos, entre los cuales se encontraban semillas de coriandro, de
anís, de hinojo, de alcaravea y de comino, raíces de regaliz, de díctamo y de
canela. El remedio fue utilizado entre los siglos XV, XVI y XVII, pues demostró
su eficacia. […] Benedicto XIII, personaje histórico excepcionalmente culto y
de carácter polifacético, convirtió el castillo en palacio y biblioteca, donde
compuso el Libro de las Consolaciones de la Vida Humana, considerado como uno
de los más antiguos ensayos filosóficos-religiosos de la vida castellana.
Alejandro
Rosas, Remedios para cuerpo y alma, Ámbar Diseño, pág. 115.
Xariss Miryam Sánchez
Chino es investigadora Cátedra CONACYT del Departamento de Salud, ECOSUR
Villahermosa (xsanchez@ecosur.mx).
(1) Las enfermedades
crónicas no transmisibles no se contagian, suelen ser de larga duración y se
deben a una combinación de factores genéticos, fisiológicos, ambientales y
conductuales.
Ecofronteras, 2020, vol. 24, núm. 68, pp. 10-13,
ISSN 2007-4549 (revista impresa), E-ISSN 2448-8577 (revista digital). Licencia
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