Biomarcadores para salvaguardar la fauna acuática
Teresa
Álvarez Legorreta
Diariamente utilizamos
cremas, detergentes y muchos productos más, y aunque lo hacemos por protección,
higiene y otras razones, los desechos de nuestro consumo llegan a los cuerpos
de agua y son un gran peligro para los ecosistemas. En ese desastre hay
oportunidad de detectar tempranamente los indicadores de contaminación en
organismos —cocodrilos, medusas y tortugas marinas, como ejemplo— y buscar
soluciones.
Invisibles amenazas tóxicas
Es
común que experimentemos algún sentimiento perturbador cuando en los medios de
comunicación o redes sociales circulan imágenes de focas y aves acuáticas
cubiertas de petróleo a causa de derrames en plataformas marinas o por accidentes de algún buque-tanque cerca de las costas. Sucede
lo mismo con las noticias sobre desbordamientos de lagunas con desechos mineros
y la consecuente contaminación de ríos enteros con metales pesados.
Estos
eventos pueden ser tan impresionantes, que llegamos a pensar que son la
principal fuente de afectación para los organismos marinos o dulceacuícolas.
Aunque
son situaciones bastante graves, el verdadero desastre proviene de contaminantes
que no se ven a simple vista y los generamos en nuestras actividades cotidianas
al usar gasolina, insecticidas, artículos de limpieza (detergentes,
desinfectantes y otros) y de cuidado personal (perfumes, cremas o bloqueadores
solares), además de una gran diversidad de medicamentos que eliminamos de
nuestro cuerpo en la orina. Todas las aguas residuales, con y sin tratamiento,
son descargadas en los cuerpos de agua; entonces, aunque los desechos vayan a
dar a plantas de tratamiento, hay impactos negativos, pues sus procesos están
diseñados para erradicar materia suspendida, materia orgánica, microorganismos
patógenos y nutrientes, pero no las sustancias químicas antes mencionadas.
Cuando
los contaminantes llegan al agua, entran en contacto con peces, tortugas,
cocodrilos, algas, pastos marinos y otros organismos. Sus concentraciones son
tan bajas que no podemos medirlos fácilmente ni con sofisticados equipos
científicos; aun así causan efectos tóxicos en todos los seres vivos, incluidos
los humanos, ya que generan cambios en estructuras tan pequeñas como las
células, así como en la actividad de proteínas y de enzimas, gracias a las
cuales los individuos se reproducen, crecen, se alimentan y respiran, entre
otras funciones vitales. Un caso ilustrativo es que cuando una persona consume
peces contaminados con mercurio, este metal puede atravesar la pared de las células
del sistema nervioso y dañar la actividad enzimática; exposiciones elevadas llegan
a causar ceguera, parálisis o incluso la muerte.
Indicadores de contaminación
Algunos
daños derivados de los contaminantes pueden revertirse si se elimina la fuente.
Por esta razón, la biotecnología desempeña un
papel importante, pues gracias a ella se han desarrollado metodologías y
equipos para la detección y medición de “indicadores de alerta temprana o biomarcadores” de contaminantes en los seres vivos.
Los
biomarcadores son variaciones bioquímicas, celulares,
fisiológicas o conductuales, que se miden en tejidos, fluidos o en organismos completos,
y proporcionan evidencia de las afectaciones o modificaciones fisiológicas
asociadas con la exposición a uno o más contaminantes químicos. Podemos
apreciar estas afectaciones con algunos plaguicidas que alteran funciones en
las hormonas y provocan infertilidad o cambio de sexo en peces y moluscos.
En
el uso de tan valiosa herramienta no es necesario sacrificar a la fauna para
medir los contaminantes y los biomarcadores que hay
en su organismo. Se utilizan muestras de sangre, uñas, escamas o grasa
subcutánea, y en ocasiones especiales se tiene acceso a órganos internos, como
hígado, riñones y otros tejidos. Antes se sacrificaban animales o se usaban los
ya muertos para averiguar cómo los contaminantes entraban y se transportaban en
los organismos y con qué impactos, o bien, se medían en componentes ambientales,
como agua y sedimentos.
Con
el avance de la ciencia, se observó que en individuos expuestos a bajas
concentraciones de contaminantes, se estimula la actividad de genes, enzimas,
proteínas y otras partículas, para evitar el efecto tóxico. Por eso a los biomarcadores también se les denomina indicadores de aviso temprano, ya que si los medimos en tejidos
como sangre, piel y orina, podemos determinar si hay exposición y entonces realizar
acciones para eliminar las fuentes de contaminación, antes de que causen daños
irreversibles.
Los cocodrilos del Río Hondo
En
el Laboratorio de Contaminación Acuática del grupo de Biotecnología Ambiental
de El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR), Unidad Chetumal, hemos realizado
diversas investigaciones para entender los mecanismos que utilizan los
organismos acuáticos para defenderse de la exposición a los contaminantes
generados por las actividades humanas.
En
Quintana Roo, la caña de azúcar es uno de los principales productos agrícolas,
con una superficie cultivada de cerca de 35 mil hectáreas. Para mantener tan
importante producción, se requiere el uso de grandes cantidades de
agroquímicos, lo cual constituye una fuente potencial de contaminación para los
suelos, las aguas superficiales y el manto freático de la cuenca, debido a su
transporte a través de canales agrícolas secundarios.
Sabemos
que los cocodrilos del Río Hondo están expuestos a mercurio y cadmio, metales
tóxicos contenidos en varios agroquímicos que penetran en los reptiles
principalmente al ingerir presas contaminadas, animales
que a su vez los habían bioacumulado en sus tejidos al
tomarlos del agua y sedimentos (los asimilan y no los expulsan en sus procesos
metabólicos). Para evitar el efecto negativo de las sustancias tóxicas,
el cuerpo de los cocodrilos reacciona depositándolas en sus escamas y uñas, o bien,
su hígado produce una proteína llamada metalotioneína,
que enlaza al metal y lo transporta por el torrente sanguíneo hacia los riñones
para ser eliminado en la orina. La metalotioneína funciona
como biomarcador para saber si el cocodrilo tiene
acceso a metales capaces de ocasionarle daños tan severos que podrían provocar
su muerte.
Las
colectas de muestras no resultan fáciles, pero son necesarias para impulsar
acciones en beneficio de los ecosistemas con todos sus habitantes. Con los
cocodrilos, nos trasladamos al Río Hondo en una lancha pantanera
durante la noche, apoyados con lámparas, y los capturamos por el cuello,
utilizando una pértiga con un lazo en el extremo. Inmovilizamos al espécimen
sobre la lancha para obtener una muestra de sangre y una cresta de la cola,
además de tomar medidas de longitud, peso y sexo; después lo regresamos al río.
Las medusas del Caribe
La
belleza del mar Caribe ha estimulado grandes desarrollos urbanos y una intensa
actividad turística, lo que ha ocasionado la descarga de diversos contaminantes
al ambiente acuático, como los hidrocarburos del petróleo. Los animales los bioacumulan en sus tejidos y se provocan cambios a nivel
celular, mismos que pueden llegar a ser carcinogénicos y mutagénicos.
Las
medusas son un importante grupo de organismos marinos integrantes de las
cadenas tróficas que mantienen la gran biodiversidad del Caribe. En nuestros
estudios hemos encontrado que dichos animales se encuentran cerca de las costas
y pueden acumular los hidrocarburos en los tentáculos o brazos por donde se
alimentan, así como en el tejido que funciona como estómago; ahí utilizan
diversas enzimas para degradar los contaminantes y desecharlos, evitando sus
efectos tóxicos. Entonces, las enzimas funcionan como biomarcadores
de exposición a hidrocarburos.
Tortugas marinas
Las
tortugas marinas de Quintana Roo se encuentran clasificadas como especies
amenazadas o en peligro de extinción, según la Convención para el Comercio
Internacional de Especies de Fauna y Flora Silvestre. Se considera que la
contaminación es una de las causas del declive de sus poblaciones, debido a que
su longevidad puede favorecer la acumulación de contaminantes persistentes,
como los plaguicidas. En Cozumel están expuestas a los productos que se
utilizan en campos de golf y para control de plagas en casas y áreas de recreo;
circulan por su sangre hacia los diferentes órganos y dañan las membranas
celulares. Para evaluar los efectos negativos, en la sangre y piel de sus aletas
medimos el malondialdehído, un compuesto químico que
se produce durante la degradación de los lípidos de las membranas celulares,
por lo que se utiliza como un biomarcador de daño.
Con
estos ejemplos podemos comprender el valor de la biotecnología ambiental para
hacer visibles los efectos invisibles de la contaminación y en consecuencia,
proponer acciones para la protección de los seres vivos. (1) El potencial en
áreas naturales protegidas es enorme, y como muestra tenemos un buen caso en el
Sistema Arrecifal Mesoamericano, en donde se utilizó
un pez de arrecife como bioindicador de exposición a
hidrocarburos y plaguicidas, a partir de la evaluación de algunos biomarcadores en músculo y bilis.
La
protección puede incluir a la especie humana, ya que también nosotros usamos metalotioneínas y enzimas para evitar el efecto tóxico de
los contaminantes a los que nos encontramos expuestos por los alimentos que
consumimos o el aire que respiramos.
Teresa Álvarez Legorreta
es investigadora del Departamento de Ciencias de la Sustentabilidad en ECOSUR Chetumal
(teral@ecosur.mx).
(1) La biotecnología se refiere al conjunto de técnicas que involucran la manipulación de organismos vivos o sus componentes celulares, para producir sustancias, desarrollar procesos o proporcionar servicios.
Ecofronteras, 2019, vol. 23, núm. 67, pp. 18-20, ISSN 2007-4549
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