Tierra de sue–os encontrados entre la ganader’a y la conservaci—n

Sophie CalmŽ, Birgit Schmook, Rehema M. White y Lou Lecuyer

 

Con una particular historia de migraci—n y colonizaci—n y con desarrollos agropecuarios impulsados desde las pol’ticas pœblicas, Calakmul es un territorio de potenciales conflictos entre sectores con diferentes intereses hacia la biodiversidad, por ejemplo: los ganaderos y quienes buscan preservar una especie emblem‡tica: el jaguar. Como propuesta, se presenta un mecanismo inclusivo de toma de decisiones que apoye la conservaci—n y la gesti—n ambiental.

 

La historia reciente nos muestra que Calakmul es un territorio en el que existen muchos intereses que se contraponen. Pareciera que por un lado est‡n las personas dedicadas a la agricultura y la ganader’a que reciben apoyos productivos y, por otro, las que privilegian la conservaci—n de la biodiversidad, en un contexto que suele adoptar enfoques estrictos, como el de las ‡reas naturales protegidas donde no se permite la extracci—n de recursos ni la producci—n agropecuaria. Las medidas de conservaci—n a menudo se ponen en marcha sin un di‡logo previo en el que los actores involucrados puedan exponer sus aspiraciones e intereses.

 

En este art’culo exponemos brevemente esta situaci—n de potenciales conflictos, ilustrando el asunto con el caso del manejo del jaguar y presentando la propuesta de un mecanismo inclusivo de toma de decisiones, el cual apoye la conservaci—n en un marco que permita mantener formas de vida sostenibles.

 

Breve historia de la ganader’a en Calakmul

 

En diversos estudios se documenta el proceso de desarrollo agropecuario de Calakmul, que data de la ocupaci—n significativa del lugar a finales de la dŽcada de 1960, cuando se termin— de construir la Carretera 186 y el gobierno empez— la dotaci—n de tierras ejidales para hacer frente a la creciente demanda. Durante el auge petrolero de los a–os setenta, MŽxico invirti— en grandes proyectos de desarrollo en la selva, como la producci—n de arroz y ganado, para lo que se talaron unas 10 mil hect‡reas (aunque al final fracasaron los proyectos arroceros). En tan solo cuatro ejidos, entre 1972 y 1980 desaparecieron m‡s de 8 mil hect‡reas de ‡rboles. Con la ca’da del petr—leo y la devaluaci—n del peso en 1982, al gobierno le quedaron pocos recursos financieros y para los agricultores locales hab’a opciones limitadas: sobre todo la agricultura de roza-tumba-quema para la producci—n de ma’z y chile. As’, el periodo de grandes inversiones gubernamentales concluy— con un restringido desarrollo ganadero, muchos agricultores de subsistencia y una gran deforestaci—n.

 

DespuŽs, a los peque–os agricultores se les dio m‡s control sobre el uso de la tierra y se incrementaron los pastizales a peque–a escala. En 1994 lleg— el Tratado de Libre Comercio entre MŽxico, Estados y Canad‡, con una gama de reformas neoliberales impulsadas desde el Programa de Apoyos Directos al Campo (Procampo). A principios del siglo XXI, la combinaci—n de la migraci—n a Estados Unidos y la inversi—n en ganado de una parte de las remesas, adem‡s de nuevos subsidios, favorecieron el aumento de pastizales para el ganado. 

 

No solo las pol’ticas gubernamentales han propiciado la ganader’a, sino que se percibe como actividad provechosa porque la comercializaci—n de fauna es una alternativa para mejorar los ingresos econ—micos y resolver necesidades por emergencias mŽdicas o de otra ’ndole. Adem‡s, la cr’a de animales no es tan vulnerable como los cultivos ante fen—menos naturales, ya que se les puede trasladar a lugares seguros si hay huracanes o venderlos si hay sequ’a.

 

De frontera agr’cola a punto de conflicto de conservaci—n 

 

A finales de la dŽcada de 1980, cuando la dotaci—n de tierras ejidales estaba alcanzando su punto ‡lgido, el gobierno federal estableci— la Reserva de la Bi—sfera Calakmul (1) en tierras federales y ‡reas selv‡ticas conocidas como "extensiones ejidales", las cuales pose’an bosques tropicales secos y hœmedos con una gran biodiversidad, que hab’an permanecido casi intactos hasta la dŽcada de los treinta. Sin embargo, el decreto, al mismo tiempo que proteg’a oficialmente la mayor ‡rea de selva de MŽxico, tambiŽn sembr— las semillas de futuros desencuentros entre peque–os productores y quienes apostaban a la conservaci—n.

 

Estos conflictos se muestran con mucha claridad mediante las distintas posturas y acciones en torno a los jaguares. MŽxico se sum— a la conservaci—n de tan emblem‡ticos animales al firmar acuerdos internacionales: la Convenci—n sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) en 1991 y el Convenio sobre la Diversidad Biol—gica (CDB) en 1993. En la reserva de Calakmul se asegura su protecci—n, pero el ataque de jaguares al ganado la dificulta.

 

Son la principal causa de mortalidad de ovejas y cabras, a tal grado que en 2014 y 2015 se asociaron con 42% de las pŽrdidas. En cuanto al ganado bovino o vacuno, la depredaci—n del jaguar signific— solo el 7% de las mermas, muy por debajo de las enfermedades; sin embargo, la muerte de una vaca implica una cantidad de dinero m‡s significativa que la de una oveja. Como respuesta, hay ganaderos que atentan contra la vida de los jaguares, a pesar de que existe un programa de compensaci—n desde 2009.

 

Sin duda, es enorme el desaf’o para lograr actividades productivas en un esquema de desarrollo sostenible que incluya la conservaci—n de esta especie. Al exponer la situaci—n, queremos dar cuenta de las dimensiones humanas del conflicto y de las tensiones en el manejo del felino en toda la regi—n, al mismo tiempo que se–alamos que las represalias contra dichos animales son indeseables.

 

Dimensiones de la justicia ambiental

 

Nuestro trabajo en Calakmul da cuenta de que muchos actores tienen una profunda identidad ecol—gica y perciben una sensaci—n de injusticia, en especial los ganaderos, quienes sienten que llevan toda la carga de la conservaci—n del jaguar.

 

Tanto ganaderos como milperos construyen su concepci—n de la equidad con base en cuatro dimensiones de la justicia ambiental: a) reconocimiento de los derechos individuales, valores, cultura y sistemas de conocimiento; b) ecol—gica, relacionada con el tratamiento del mundo natural; c) distributiva, que incorpora la justicia en la distribuci—n de la carga percibida; d) procesal, ligada a la toma de decisiones.

 

Las pŽrdidas de ganado y la consiguiente distribuci—n de apoyo o compensaci—n son algunas preocupaciones abordadas en la dimensi—n de la justicia distributiva. Sin embargo, las necesidades sociales no materiales y las psicol—gicas —como la confianza o el reconocimiento de la forma de vida campesina— tambiŽn est‡n en la ra’z de los conflictos. Contrariamente a lo que podr’a creerse, haber experimentado pŽrdidas de ganado por depredaci—n no es tan determinante en la percepci—n de justicia; en cambio son muy importantes las relaciones entre actores locales, como son la interacci—n y el nivel de acuerdo sobre un tema. Esto evidencia que se deben incorporar procesos inclusivos para reconciliar las perspectivas conflictivas de la justicia y lograr una gesti—n ambiental m‡s exitosa.

 

Buscar soluciones conjuntas

 

Es fundamental poder entablar di‡logos constructivos, a fin de reconocer diferencias y lograr comprensi—n y confianza mutuas. La gesti—n ambiental requiere colaboraci—n, evitando centrarse en posiciones antag—nicas y explorando mœltiples temas para encontrar un terreno comœn. Por ejemplo, si se inicia una colaboraci—n en torno al agua, tema de interŽs central para todos, es m‡s f‡cil abordar posteriormente cuestiones de mayor controversia, como la conservaci—n del jaguar.

Si en primer plano destaca la participaci—n de los actores locales y los aspectos sociales que rodean el conflicto, podr’an implementarse programas de mayor arraigo.

 

Los ganaderos podr’an obtener asistencia tŽcnica y ser reconocidos como pieza clave en el Žxito de la conservaci—n del jaguar, al tiempo que podr’an obtener beneficios, como instalaci—n de tanques de agua en los pastizales, acceso a la atenci—n veterinaria o c‡maras-trampa en ‡reas donde la depredaci—n es comœn. Tales programas se deben desarrollar como contratos entre las comunidades y las organizaciones que proveen el apoyo, en un contexto de protecci—n a la vida silvestre; esto asegurar’a que las responsabilidades individuales y de grupo no sean ignoradas y aumentar’a la vigilancia de la comunidad.

 

La percepci—n de la responsabilidad es fundamental, as’ que las campa–as informativas no solo deben centrarse en la difusi—n de temas como la ecolog’a y conservaci—n, sino proporcionar una imagen clara de las instancias involucradas, sus funciones y responsabilidades. Ayudar’a crear una red de informantes locales que incluya a ganaderos conocedores de los esquemas de compensaci—n, y tambiŽn conviene organizar intercambios entre quienes han implementado buenas pr‡cticas para evitar la depredaci—n del jaguar (como cercas eficientes) y los que no lo no han hecho.

 

Para impulsar la comunicaci—n que permita contribuir con ideas para la gesti—n, trabajamos en la creaci—n de un comitŽ ganadero. No se busca fomentar la ganader’a, sino dar voz a personajes que tienden a ser estigmatizados como los villanos de la regi—n. Este comitŽ deber’a ser invitado a participar en los principales esfuerzos colaborativos en temas de desarrollo sostenible y conservaci—n, como el ComitŽ Municipal de Desarrollo Rural y Sustentable y la Reserva de Bi—sfera de Calakmul. 

 

En conclusi—n, un conflicto como se enmarca en Calakmul cuestiona no solo nuestra capacidad de coexistir con la vida silvestre, sino la de comunicarnos entre personas y acordar soluciones para apoyar la conservaci—n. Esta es una acci—n urgente si queremos tener Žxito para preservar la biodiversidad en la Tierra y a la vez asegurar un futuro sostenible para los pobladores de este lugar y el resto del mundo.

 

Sophie CalmŽ es investigadora en la UniversitŽ de Sherbrooke, Canad‡, y en el Departamento de Conservaci—n de la Biodiversidad en ECOSUR Chetumal (Sophie.Calme@USherbrooke.ca). Birgit Schmook es investigadora del mismo departamento y unidad en ECOSUR (bschmook@ecosur.mx). Rehema M. White es profesora en la Universidad de St. Andrews, Escocia (rmw11@st-andrews.ac.uk). Lou Lecuyer es oficial del programa Agricultura, Alimentacion y Agroambiente para la Comunidad de Municipios del Val de Dr™me, Francia (lecuyer.lou@gmail.com).

 

(1) Los decretos en torno a reservas de la bi—sfera incluyen esta palabra sin tilde (biosfera); no obstante, dado que en Ecofronteras la acentuamos normalmente por convenir en tŽrminos de divulgaci—n, tambiŽn lo hacemos en el nombre oficial para unificar el tŽrmino.

 

 

Ecofronteras, 2019, vol. 23, nœm. 66, pp. 15-17, ISSN 2007-4549 (revista impresa), E-ISSN 2448-8577 (revista digital). Licencia CC (no comercial, no obras derivadas); notificar reproducciones a llopez@ecosur.mx