Cavilaciones en torno al d’a de la felicidad

Laura L—pez Argoytia

 

Tal vez la felicidad sea una quimera, pero en la dŽcada de 1970, un gobernante de But‡n la consider— tan importante y posible como para que fuera el eje de la pol’tica estatal, siendo la Felicidad Nacional Bruta m‡s importante que el Producto Interno Bruto. La Organizaci—n de las Naciones Unidas destaca que desde esa perspectiva, la felicidad Òreconoce las necesidades espirituales, materiales, f’sicas o sociales; insiste en un progreso equilibrado y es un fen—meno colectivo; es sostenible desde el punto de vista ecol—gico, ya que trata de conseguir el bienestar para las generaciones presentes y futuras, y es equitativa, pues logra una distribuci—n justa y razonable de bienestar entre las personasÓ. Con esta premisa decret— el 20 de marzo como el d’a internacional de la felicidad, para reconocerla como aspiraci—n universal a incluirse en las pol’ticas pœblicas.

 

Para aportar m‡s reflexiones en torno al tema, cinco integrantes del personal acadŽmico de El Colegio de la Frontera Sur comparten sencillas opiniones con base en las siguientes preguntas: ÀCu‡l es tu ideal de felicidad y c—mo percibes la realidad desde tu ‡mbito de acci—n? ÀQuŽ sectores de nuestra sociedad podr’an estar m‡s cerca o m‡s lejos de este ideal? ÀQuŽ se puede resaltar al respecto en el sur-sureste mexicano?

 

Ventanas de la felicidad

 

Para m’, la felicidad tiene mœltiples significados, mœltiples ventanas para sentirla. Lo primero que viene a mi mente es no estar enferma; en otras palabras, soy feliz o alguna amiga o hermana lo es, si tenemos buena salud. Otra interpretaci—n de este sentimiento es organizar o asistir a una comida con amigos o con mi familia; compartir los alimentos con personas que aprecio y me aprecian es un indicador de felicidad y de bienestar. Y una tercera forma es alcanzar una meta; entonces, cuando mis estudiantes logran caminar de un objetivo a otro me causa gozo. Lo mismo sucede con mis tareas de investigaci—n.

 

Me parece que, en general, los ni–os y las ni–as pueden estar m‡s cerca del ideal de ser felices, pues suelen tener menos preocupaciones por su vida. En contraste, un sector que me preocupa son los j—venes de los 12 a los 25 a–os aproximadamente, quienes tienen un futuro incierto y est‡n rodeados por la venta de drogas en sus escuelas o espacios: pueden estar en riesgo de perder su felicidad, como ha ocurrido con algunos j—venes de mi familia debido a las adicciones. El tercer grupo que est‡ lejos de ese ideal son los adultos mayores; muchos de ellos viven en el abandono ya sea en una casa de ancianos o en la calle y no son felices.

 

Para el sur-sureste mexicano debemos pedir que se invierta en buenos servicios mŽdicos que prevengan y atiendan la salud de nuestra poblaci—n. En mi trabajo de campo en zonas rurales, muchas veces la hacemos de ambulancia. Dado que all’ no hay servicio mŽdico, es frecuente que algunas personas nos pidan trasladar a un enfermo a las zonas urbanas donde puede recibir atenci—n. TambiŽn es necesario que construyamos comedores comunitarios que den alimento a los adultos mayores, o donemos despensa o tiempo para ello. Debemos buscar c—mo abrir ventanasÉ

Ana Minerva Arce Ibarra, Departamento de Sistem‡tica y Ecolog’a Acu‡tica, ECOSUR Chetumal (con licencia desde el 1/12/2018)

 

Como lombrices en la tierra

 

ÒFeliz como una lombrizÓ. Esta popular frase describe mucho. Las lombrices viven en la tierra, son inofensivas y muy œtiles. Gracias a ellas, los suelos pueden contar con mayor aireaci—n e infiltraci—n; adem‡s participan en la descomposici—n de la materia org‡nica y facilitan su disponibilidad para otros organismos. Creo que los seres humanos han acu–ado la frase de las lombrices felices al verlas tan c—modas en su h‡bitat, claro, cuando no tiene contaminantes, como pesticidas o micropl‡sticos. (1) De igual forma, las personas est‡n felices cuando se encuentran contentas en el sitio en el que viven, cuando el ambiente es c—modo y relajante, como en el caso de una productora que conoc’ en Teapa, Tabasco, due–a de un ‡rea de cultivo de pl‡tano con diferentes especies de ‡rboles frutales: guan‡bana, papaya y variedades de guineos que no son las m‡s comerciales; al ras del suelo hab’a chiles, frijol y otras plantas. Eligi— tener un policultivo porque Òde aqu’ tambiŽn come mi familia y necesitan variedad de frutas y verduras, Áno los voy a alimentar solo con pl‡tano! Y todos venimos a trabajar la tierra, nos ayudamos y estamos aqu’, por eso no usamos qu’micosÓ.

 

Sin duda existe un v’nculo entre el bienestar y el contacto con el suelo, con la tierra. Se ha demostrado que existen bacterias que habitan ah’ y estimulan neurotransmisores responsables del estado del ‡nimo, Àpero quŽ ocurre cuando se usan pesticidas?

Obviamente queda muy poco de los micoorganismosÉ De igual modo he visto campesinos y campesinas m‡s entusiastas en sistemas agroecol—gicos y org‡nicos, que en aquellos donde se usan altas cantidades de pesticidas. Y se nota m‡s satisfacci—n en quienes est‡n innovando, tienen una chispa de alegr’a y curiosidad, mientras que los que usan los paquetes tecnol—gicos convencionales de producci—n, muchas veces muestran apat’a y desconfianza.

 

Necesitamos que la conexi—n entre la gente y la tierra regrese, que no tengan miedo de agarrarla y ensuciarse, y se atrevan a descubrir y apreciar a tantos organismos que viven ah’ y son fundamentales para el suelo, las plantas y en general, para la vida.

Esperanza Huerta Lwanga, Departamento de Agricultura, Sociedad y Ambiente, ECOSUR Campeche

 

Calidad de vida o nivel de vida

Mi ideal de felicidad es que las personas vivan con la certeza de que sus derechos humanos est‡n garantizados y de que no ser‡n objeto de agresi—n alguna f’sica, mental, psicol—gica, patrimonial o sexual—, adem‡s de que cuenten con un m’nimo digno de calidad de vida y un estado de ‡nimo de plenitud. Sin embargo, en nuestra sociedad se nos ha hecho confundir calidad con nivel de vida. Este segundo concepto, totalmente mercantil, es el que hace que la gente pierda calidad de vida por tratar de alcanzar un supuesto e impuesto mejor nivel de vida.

 

El 1% de la poblaci—n mundial concentra m‡s del 60% de la riqueza que se genera en el mundo, lo cual origina grandes desigualdades: mientras muy pocos tienen mucho, much’simos tienen muy poco. Lo desafortunado de esto es que grandes nœcleos de poblaci—n no disponen de recursos para satisfacer ni siquiera sus necesidades b‡sicas. La situaci—n es m‡s dif’cil para los grupos socioecon—micamente vulnerados (pueblos ind’genas, comunidades rurales, grupos marginados y excluidos, por ejemplo, migrantes o poblaciones LGBTT). Podr’a proponerse una categor’a adicional a la felicidad (o a su cercan’a, lo que quiz‡ es m‡s exacto): la de los colectivos alejados de la presi—n por consumir, que no est‡n anclados en la falsa ecuaci—n de que mayor consumo equivale a mayor felicidad.

 

En el sur-sureste mexicano —sin ser privativo de la zona— la mayor’a de la poblaci—n est‡ muy lejos de ser feliz. Lo peor es que la penetraci—n de las comunicaciones, como celulares e internet, resuelve cierto tipo de necesidades (principalmente de comunicaci—n), pero descobija a muchas personas de otros satisfactores que le podr’an brindar mayor bienestar. El sistema no les da las oportunidades para alcanzar ciertos niveles de vida, lo que los hace m‡s conscientes de su pobreza y, por ende, se rinden ante la desesperanza. O bien, tratan de alcanzar dichos niveles de una manera u otra, ya sea por medios comunes (trabajo, educaci—n), il’citos (delincuencia organizada, robo) o migrando. Es necesario, entonces, crear las condiciones que aseguren que la felicidad no sea una sensaci—n al alcance de solo una minor’a de la gente. 

HŽctor Javier S‡nchez PŽrez, Departamento de Salud, ECOSUR San Crist—bal

 

Respeto hacia lo otro y los otros

 

En un ideal de felicidad, todos deber’amos ser capaces de mantener una relaci—n horizontal con lo otro y con los otros. No es aceptable un v’nculo de dominio o de subordinaci—n. Los lazos de solidaridad y reciprocidad, con la colaboraci—n como base, facilitan relaciones arm—nicas en la sociedad, apreciando nuestras particularidades y diferencias. Existen muchos valores, pero la honestidad y el respeto son fundamentales; si estos faltan, las consecuencias son lo que estamos viviendo: desigualdad social y corrupci—n desmedida, con el ego’smo y la competencia como efectos del neoliberalismo. La mayor parte de la gente se encuentra bastante alejada de ese ideal, y un sector muy afectado es la poblaci—n campesina ind’gena, que lleva siglos de maltrato y discriminaci—n a cuestas. En cambio, las personas, quiz‡ m‡s cercanas al bienestar son las que tienen mayor acceso a recursos como educaci—n, vivienda, trabajo, salud y derecho a la justicia.

 

El respeto no solo debe existir hacia otros, sino hacia lo otro. Por ejemplo, si los recursos naturales fueran extra’dos con planeaci—n, tendr’amos una organizaci—n socioecon—mica y pol’tica m‡s justa, junto con un mayor cuidado del medio ambiente. El extractivismo y neoextractivismo de los recursos por parte de empresas nacionales y principalmente extranjeras, as’ como las pol’ticas econ—micas de abandono al campo, han acelerado los cambios en la vida campesina y han fortalecido la modificaci—n de la hidrolog’a del agua, la extracci—n petrolera y m‡s recientemente, el desmantelamiento de Pemex y la aceptaci—n de las bases a la reforma energŽtica.

 

Las vidas humanas se han transformado de manera sustancial en pocas dŽcadas, y no podr’amos decir que para bien. Diabetes (sobre todo por los h‡bitos alimenticios de la modernidad), desempleo, terribles pŽrdidas y cat‡strofes a causa de eventos naturalesÉ Respecto a esto œltimo, no es el cambio clim‡tico lo que aumenta e intensifica los fen—menos naturales; el problema radica en las formas de organizaci—n socioecon—mica y pol’tica, donde el Estado, primero con sus pol’ticas capitalistas y posteriormente desde la fase neoliberal, ha dado su aval para el desastre.

Gabriela Vera CortŽs, Departamento de Sociedad y Cultura, Unidad Villahermosa

 

La felicidad es contagiosa

 

La felicidad tiene muchos matices, desde los fr’os y numŽricos sistemas de evaluaci—n del bienestar de nuestras poblaciones, hasta la felicidad indebida, enfermiza o perversa. Para quienes tienen acceso a los privilegios del ÒdesarrolloÓ, suele ligarse a un estatus o posici—n; tambiŽn se da cuando se toman en cuenta tus esfuerzos, logros y aportaciones. Tristemente, para una cada vez mayor proporci—n de nuestra sociedad, la felicidad es inalcanzable y descontextualizada. Hay gente que no logra acumular suficientes poderes, bienes y riquezas, y no sabe encontrar alegr’a en las cosas naturales y sencillas. Su bœsqueda desesperada y c’nica de una felicidad falsa impacta en los dem‡s, encamin‡ndonos hacia la derrota de nuestra especie.

 

Tal vez para muchas personas la felicidad es lo que queda cuando ya no sufren hambre, deudas, violencia, discriminaci—n, o cuando se calma el dolor por la pŽrdida de un ser querido. Ir—nicamente, mucha gente parece haber alcanzado mayores niveles de plenitud durante las guerras o cat‡strofes ambientales, al sentirse œtiles como parte de un grupo y luchar por una causa. Adem‡s, hay quienes no buscan m‡s que el dinero suficiente para la cena de hoy, o se satisfacen con respirar la esencia de la familia amorosa o con peque–os detalles de la vida sana. Para la mayor’a, el amor sin complicaciones es suficiente. Y sin duda, la felicidad es contagiosa. El gozo puro y sencillo de otras personas, especialmente los ni–os, provoca una sensaci—n deliciosa, que seguramente tambiŽn es felicidadÉ aunque de segunda mano.

 

En contadas ocasiones, siento la felicidad en momentos llenos de energ’a, cuando las maquinarias de los seres paralelos de mente y cuerpo est‡n en sinton’a y vibran libres de barreras y preocupaciones. Por otra parte, trabajo con seres vivos: plantas y animales que luchan para convivir y persistir en espacios invadidos por nosotros. Es agradable compartir con otro ser humano la contemplaci—n de algœn rinc—n de la naturaleza aut—noma y virgen, y maravillarnos sin que nadie arranque o mate nada, y sin las preguntas ÒÀPara quŽ sirve? ÀCu‡nto vale?Ó

 

La felicidad es dif’cil de definir, es abstracta aunque deja huellas bioqu’micas. Los que pierden el camino hacia ella son los muchos individuos que carecen de lo b‡sico para su crecimiento y desarrollo f’sico y mental, y cuyas vidas presentan interminables obst‡culos, crueles y absurdos. En este sentido, las regiones sur y sureste de MŽxico son severamente afectadas por los graves contrastes sociales y econ—micos, los pŽsimos modelos de liderazgo y la destrucci—n de lo que era una inigualable superdotaci—n de riquezas naturales. Sin embargo, nuestras poblaciones aœn demuestran y comparten dicha, colorido, fiestasÉ 

 

El peligro es que podemos acomodarnos en una condici—n tranquila, laxa, donde la inercia no nos permite ver que los colores son sintŽticos, que las fiestas dejan demasiada basura y que el verde de la naturaleza deriva del brillo de grandes extensiones de agricultura intensiva. Ya no sentimos, y mucho menos enfrentamos, el deterioro y la violaci—n del entorno ambiental y social.  

Anne Damon, Departamento de Conservaci—n de la Biodiversidad, Unidad Tapachula

 

En conclusi—nÉ

 

Como podemos apreciar en estas ricas narrativas, no hay forma de alcanzar una definici—n para la felicidad, pero resulta claro que el bienestar de la poblaci—n no es compatible con los esquemas de la econom’a convencional y los patrones de consumo. Todo desarrollo econ—mico debe incluir los ciclos y los l’mites propios de la naturaleza, y por supuesto, la justicia social y el reconocimiento de la dignidad humana. Compartir alimentos en familia, contagiarnos de una risa ajena y disfrutar peque–os placeres, deben integrarse a la vivencia del derecho a la salud, a la equidad y gozar de un medio ambiente saludable, en concordancia con el verdadero significado de la calidad de vida.

 

Laura L—pez Argoytia es coordinadora de Fomento Editorial de ECOSUR (llopez@ecosur.mx).  

 

(1) Ver ÒMicropl‡sticos, insospechado problema ambientalÓ, Ecofronteras 58, http://revistas.ecosur.mx/ecofronteras/index.php/eco/article/view/1665

 

 

Ecofronteras, 2019, vol. 23, nœm. 65, pp. 34-37, ISSN 2007-4549 (revista impresa), E-ISSN 2448-8577 (revista digital). Licencia CC (no comercial, no obras derivadas); notificar reproducciones a llopez@ecosur.mx