Alimentos antioxidantes
de cinco estrellas
Mónica Navarro Meza
Como ocurre con los metales y algunas frutas, nuestro cuerpo también sufre
afectaciones por la acción del oxígeno, en un proceso conocido como estrés
oxidativo, ligado a los radicales libres y al desarrollo de enfermedades
graves. Afortunadamente, por la interacción entre la dieta y los genes,
diversos alimentos funcionales, ricos en antioxidantes, pueden incidir
positivamente en la salud humana.
¡También nos oxidamos!
Una actitud inteligente
para cuidarnos, desde el cerebro hasta los pies, es consumiendo alimentos ricos
en antioxidantes, algo que quizá hemos escuchado por diversos medios. En
ocasiones puede interpretarse como propaganda para que adquiramos ciertos productos,
pero en realidad vale la pena profundizar en su importancia y revisar
si efectivamente son lo que suponemos.
Para entender su funcionamiento, primero debemos
tener claro el concepto de radicales libres —o simplemente radicales,
como se sugiere nombrarlos en tiempos recientes—, en un contexto de
procesos químicos de integración molecular.
Vamos por partes. Como de seguro recordaremos, los
átomos se integran por un núcleo con neutrones (elementos neutros) y protones
(elementos positivos), rodeados por una nube de electrones (elementos
negativos). Los electrones de distintos átomos se enlazan para constituir
moléculas más complejas, y se van ligando en pares para obtener estabilidad. El
problema se presenta al formarse conexiones débiles, o sea, cuando un electrón
se queda sin pareja, lo que suele ocurrir por el contacto con el oxígeno.
Los radicales libres son estos átomos que permanecen
con un número impar de electrones y deben robar
de otra partícula el electrón que les falta. La situación empeora porque el
átomo robado se queda a su vez con un
electrón impar y entonces busca otro para emparejarse. En consecuencia, se van desencadenando
daños en las biomoléculas y en el ADN de las células. Al proceso se le conoce
como oxidación, nombre ligado, como podemos
percibir, a la acción del oxígeno sobre ciertos elementos, provocando la
transferencia de electrones: un agente asimila el electrón del otro.
Es casi seguro que el término oxidación nos
resulte bastante familiar, sobre todo aplicado a la corrosión de los metales. Pensemos
en esa imagen del hierro deteriorado y a punto de desintegrarse. ¡Imaginemos que
algo parecido ocurre dentro de nosotros!
El
riesgo de los radicales
El cuerpo humano produce de forma cotidiana un
número moderado de radicales libres durante el metabolismo, la respiración o el
ejercicio, pero puede controlarlos y usarlos benéficamente.
No obstante, existen factores que agravan su
presencia de manera muy peligrosa, entre ellos la contaminación, el humo del
tabaco, la radiación (incluyendo los rayos solares UV), algunos medicamentos, el
ejercicio exagerado, el consumo excesivo de grasas saturadas o los aditivos
químicos de los alimentos procesados.
Cuando los radicales aumentan significativamente,
comienzan a presentarse problemas de salud, debido a que aceleran el
envejecimiento, deterioran el sistema inmunológico, contribuyen al deterioro de
neuronas o de otras células y en general, provocan desequilibrios en el
organismo. Aunque no es una afirmación concluyente, se han relacionado con el
desarrollo de diversas enfermedades crónicas, algunas muy graves, como el
cáncer o la arterioesclerosis.
Agentes aliados
Los radicales libres se consideran especies reactivas, lo cual
en términos químicos se refiere a que integran moléculas con modificaciones o
deterioro en su estructura celular. El deterioro se denomina estrés oxidativo,
y su control requiere de unos
aliados especiales: los antioxidantes. Como su nombre lo dicen, evitan o
retardan la oxidación.
Estos agentes desempeñan la importante función de
actuar como defensa en contra de los radicales libres, pues tienen la capacidad de estabilizarlos o desactivarlos, previniendo así los daños potenciales. En
otras palabras, protegen diferentes órganos y sistemas e
incluso intervienen antes de que los
elementos oxidantes incidan de manera negativa en el organismo.
Como pueden interactuar con los radicales libres, en ocasiones les ceden un
electrón y logran debilitar la acción oxidativa, o bien, se dan otro tipo de
procesos químicos con efecto semejante.
Si los
antioxidantes son tan valiosos, conviene saber cómo incorporarlos en nuestro
cuerpo… Aunque de hecho ya están en él. Esto no es privativo de las personas; la
flora y la fauna también cuentan con importantes sistemas de agentes
antioxidantes. Por ejemplo, un destacado antioxidante para las plantas es el
ácido ascórbico; lo adquieren en grandes cantidades y si algo falla con él, el
resultado es bastante nocivo. Igual que sucede con la gente, a las plantas no
les bastan sus aliados, requieren crecer en condiciones adecuadas para que las
especies reactivas no se desarrollen desmesuradamente.
Alimentos funcionales
Tal vez resulta un
poco extraño el hecho de que el oxígeno sea un elemento indispensable para la
vida y al mismo tiempo pueda causar afectaciones. Seguramente hemos visto que por
su intervención, las manzanas, plátanos o aguacates cambian de aspecto cuando
los cortamos y no los comemos al momento. Pero los efectos del oxígeno no
siempre son así de inocuos, y ante el riesgo que significan los radicales
libres, los seres vivos cuentan con mecanismos de control.
El
cuerpo humano involucra la actividad de varias enzimas que se generan en las
células, entre ellas la catalasa, superóxido dismutasa, glutatión peroxidasa y
reductasa, así como vitaminas y minerales que se
encuentran en los alimentos con vitamina A, E y C, selenio, zinc y magnesio. En
este sentido, es muy importante la integración de comestibles ricos en
antioxidantes a la dieta para equilibrar el exceso de radicales. Además aportan numerosos beneficios, desde resguardo
ante resfriados y otros problemas virales hasta la prevención de enfermedades
cardiovasculares o cerebrales. Brócoli, arándanos, moras, chocolate negro,
nueces, cacahuates, tomate, aceita de oliva, té verde y ajo son algunos de los más
conocidos, pero la lista es larga.
Es factible
considerarlos alimentos funcionales, como se les llama cuando no solo reúnen cualidades
nutricionales, sino que aportan beneficios a la salud o sus propiedades
previenen padecimientos y hasta podrían revertirlos. Pueden ser naturales o
haber sido modificados expresamente, como la sal con yodo, el pan sin gluten o
los lácteos fermentados con lactobacilos. Un alimento funcional muy conocido es
el pescado, que con el omega 3 que contiene, se considera útil en la prevención
de afecciones coronarias; también lo son los comestibles naturales con
componentes antioxidantes.
Temas de estudio de la nutrigenómica
La alimentación no es el único factor que determina la ruta de la salud y
la enfermedad; también lo son la actividad física, las emociones y otros más.
Sin embargo, sí es muy importante, así que las afectaciones ligadas al estrés
oxidativo son tema de interés de la nutrigenómica. ¿De qué estamos hablando?
La nutrigenómica es la disciplina que revisa cómo la alimentación afecta
la expresión de la información genética en un individuo. Entre sus objetivos se
encuentran conocer el impacto de los nutrientes en el funcionamiento y
metabolismo de los genes, con estudios en torno a lo siguiente:
1) El
modo en que algunos alimentos de la dieta alteran la expresión o la estructura
del genoma humano.
2) Los
mecanismos en que los genes regulados por la dieta participan en la aparición,
incidencia, progresión o severidad de enfermedades crónicas.
3)
El grado en el cual la dieta interviene en el balance entre salud y enfermedad,
y cómo se relaciona con la constitución genética de un individuo.
Se
ha sugerido que la variación de los genes podría afectar la función y eficiencia
del metabolismo y por lo tanto, la respuesta a los nutrientes en el cuerpo. Así
se explicaría, por ejemplo, por qué dos personas tienen grados de afectación
muy distintos al consumir iguales cantidades y tipos de alimentos. La diversificación genética también
puede alterar al funcionamiento y metabolismo de los antioxidantes.
Es preciso resaltar que aún existen
limitaciones para detectar y comprender las interacciones entre los genes y la alimentación,
por lo que es importante impulsar investigaciones que incluyan métodos y
estrategias para entender los mecanismos bioquímicos y moleculares de la
interacción de la dieta, los genes y antioxidantes. Esto nos permitirá proponer
alimentos que intervengan en la nutrición y al mismo tiempo incidan en la salud
y en la disminución del estrés oxidativo en el organismo.
El conocimiento es importante
para facilitar un cambio de hábitos en beneficio propio. Si existe la
posibilidad de equilibrar nuestras comidas con productos que nutren, que nos
ayudan a prevenir enfermedades y equilibrar la salud —alimentos
de cinco estrellas, podría decirse—, ¿por qué no consumirlos?
Mónica Navarro Meza es profesora-investigadora
del Centro Universitario del Sur de la Universidad de Guadalajara (monica.navarro@cusur.udg.mx).
Ecofronteras,
2019, vol. 23, núm. 65, pp. 10-13, ISSN 2007-4549 (revista impresa), E-ISSN
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