A cuatro a–os de la Ònoche oscuraÓ

Gerardo Gonz‡lez Figueroa

 

Ayotzinapa o Òel lugar de las TortugasÓ es la localidad de Tixtla de Guerrero, en el estado del mismo nombre, en donde se encuentra la Normal Rural ÒRaœl Isidro BurgosÓ. Las normales rurales han sido agentes de lucha sociopol’tica, pues la mayor’a de sus estudiantes son hijos de ind’genas y campesinos de escasos recursos, que ante las pol’ticas neoliberales que est‡n procurando el cierre de dichas instituciones, han impulsado diversas formas de resistir. Por eso realizan intensas jornadas para producir sus propios alimentos, hacen boteo y han debido tomar autobuses para su movilidad; razones tambiŽn por las que han sido estigmatizados como agitadores, flojos y violentos. De hecho, de la Normal de Ayotzinapa egres— el l’der guerrillero profesor Lucio Caba–as Barrientos, que se hizo de fama por la represi—n que lo orill— a irse a la monta–a y despuŽs secuestrar al candidato al gobierno de Guerrero, RubŽn Figueroa, entre otras acciones.

 

En la historia reciente, las respuestas del Estado a las movilizaciones de esta normal, a travŽs de fuerzas de seguridad estatales y federales, han dejado saldos de varios muertos y detenidos. El 26 de septiembre de 2014 fue cuando un grupo de normalistas buscaron autobuses para acudir, como cada a–o, a la manifestaci—n que tradicionalmente conmemora el 2 de octubre de 1968, fecha de la matanza de estudiantes en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, Ciudad de MŽxico. Es de sobra conocida la noche oscura que se vivi— y se han presentado testimonios, fotograf’as y grabaciones que difieren de la Òverdad hist—ricaÓ. Como sea, es clara la violencia desproporcionada hacia los j—venes normalistas, y se ha percibido un desdŽn hacia ellos por eso, por ser normalistas.

 

Ayotzinapa se convierte en un espacio de solidaridad, y el pa’s se conmueve porque las v’ctimas se suman a los miles de muertos y desaparecidos de este pa’s donde Òla muerte tiene permisoÓ.

 

La noche de Iguala permanece en el coraz—n de las personas que nos vemos reflejadas en los familiares, en la memoria de la sociedad que no da crŽdito de lo que est‡ ocurriendo. Han transcurrido ya cuatro a–os. Los padres no est‡n solos, les acompa–a la solidaridad. Es el ruido que choca a la indiferencia gubernamental, es la lucha por la verdad, pero la verdad como antesala de la justicia, en un contexto en el que las instituciones del Estado han perdido credibilidad.

 

Ayotzinapa o Òel lugar de las TortugasÓ va creando un significado permanente de interpelar a la verdad, a la justicia, a la solidaridad, pues sus j—venes son los j—venes ausentes de salones de clase, de casa donde les espera mam‡, pap‡, hijos, amigos. Donde est‡ la calle o el autobœs que les lleva a la escuela, la ruta donde se camina cada d’a o el lugar de un nuevo maestro que se dirige a su grupo.

 

El dolor de la desaparici—n apunta al coraz—n de millones de personas de un pa’s lastimado por las fosas, por la muerte sin sentido pero muerte al fin, de la injusticia, de la exclusi—n de j—venes como los normalistas o los que han muerto en lo que va del siglo; un siglo marcado por la violencia y el olvido. A cuatro a–os de esa noche negra y triste de Iguala se comparte m‡s que una consigna: ÁVivos se los llevaron! ÁVivos los queremos!

 

Gerardo Gonz‡lez Figueroa es tŽcnico acadŽmico del Departamento de Salud, ECOSUR San Crist—bal (ggonzalez@ecosur.mx).

 

 

Ecofronteras, 2018, vol. 22, nœm. 64, pp. 39-39, ISSN 2007-4549 (revista impresa), E-ISSN 2448-8577 (revista digital). Licencia CC (no comercial, no obras derivadas); notificar reproducciones a llopez@ecosur.mx