Regeneración celular: una segunda oportunidad de vida
Citlali Mariana García-Aguirre, Christian Alejandro Delfín-Alfonso y
Laura López Argoytia
Las cabezas de la hidra que resurgen al ser cortadas o las extremidades
perdidas en batalla que vuelven a aparecer en algunos seres, no son solo
ficciones. Prácticamente todos los seres vivos tienen la capacidad de
regenerarse, en especial las plantas. Aunque en grado menor, la regeneración
celular también es una característica humana y sus aplicaciones en medicina
podrían implicar una nueva oportunidad de vida.
Ficción o realidad
Hércules debió estar nervioso al darse cuenta de que sería difícil
vencer a la hidra de Lerna, aquella terrible criatura mitológica con aspecto de
serpiente y varias cabezas. Cada vez que el héroe cortaba una de ellas, de
inmediato surgían dos. ¡Y qué decir de quienes se hayan enfrentado a los
troles! Esas entidades de la mitología escandinava capaces de regenerar
miembros cercenados en batalla, incluso órganos vitales. Existen relatos más
dramáticos en torno a la regeneración, por ejemplo, el de Prometeo encadenado
en una montaña como castigo de Zeus por llevar a la humanidad el fuego de los
dioses, condenado a permanecer eternamente ahí, a fin de que un águila se
comiera su hígado día a día; para que tal cosa fuera posible, el hígado de
Prometeo se restauraba cada noche.
Personajes místicos como estos, a quienes las partes
perdidas de su cuerpo les crecen de nuevo, habitan en un gran número de
narraciones mitológicas, leyendas e historias modernas de ciencia ficción.
Aunque pueda sonar descabellado, no es algo tan lejano a la realidad y se
presenta en numerosos seres vivos, desde plantas y animales del jardín hasta en
nuestro propio cuerpo.
El fenómeno dispara la imaginación y representa desafíos interesantes
para la ciencia actual. Se trata de la regeneración celular y
se refiere al mecanismo por el que un organismo puede volver a formar, de modo
parcial o total, un órgano o sección de su cuerpo, incluso constituir un
individuo independiente a partir de una fracción. Aunque no ocurre precisamente
como en las historias de mitología o ficción, es similar.
Lo que ajolotes, lagartijas y personas tienen en común
Casi todos los seres vivos de la Tierra cuentan con la capacidad de
regeneración en algún grado, ya que esta se relaciona estrechamente con la
respuesta para enfrentar y reparar un daño o lesión. Hay ejemplos muy conocidos
sobre regeneración celular de secciones de ciertos animales, como sucede con
las planarias (gusanos planos de vida libre), con diversos peces, o con las
salamandras y otros anfibios. Tal vez tengamos presente a la salamandra
mexicana, o sea, el ajolote; un animal endémico del Valle de México y famoso
por su capacidad de regenerar extremidades y tejidos.
El caso más común es el de reptiles como las lagartijas y otras especies
del grupo de los saurios: su cola se regenera con facilidad cuando es
desprendida del cuerpo. En realidad es una autoamputación
conocida como autotomía caudal, que en situaciones de estrés
se activa como un mecanismo pasivo de defensa y escape ante un depredador. Tal
vez nos haya tocado detener a una lagartija por la cola y quedarnos con esta
estructura moviéndose entre nuestros dedos, mientras el animal escapa
corriendo. La nueva cola que se les desarrolla es distinta de la original en
longitud, color, grosor y a veces en textura, aunque sigue siendo bastante
funcional para los procesos vitales en los que se involucra: almacenamiento de
energía (lípidos), locomoción y equilibrio, además de que en varias especies es
un órgano prensil (gekkos y camaleones).
La regeneración parcial o total de un miembro es un mecanismo biológico
complejo; implica la formación de nuevas capas celulares que dan origen a
diferentes tejidos, órganos e incluso a un animal completo (aunque esto último
nunca ocurre en los vertebrados). El fenómeno se conoce como apoptosis y
en esencia es la reparación de los tejidos por un proceso natural, en el que
las células dañadas se destruyen o mueren de manera controlada para que otras
las reemplacen. Lo vemos en las estrellas de mar, que regeneran partes del
cuerpo al sufrir una herida o amputación; las hidras de agua dulce –cuyo nombre
deriva de la criatura de la mitología griega– y las planarias o gusanos planos,
que aun al ser cortadas en pedazos, cada porción puede dar origen a clones
totalmente reconstituidos. El modo y nivel de regeneración varía en los grupos
de seres vivos, así que mujeres y hombres también nos regeneramos.
Nuestra regeneración celular
El cuerpo humano reacciona a tal velocidad que una herida en la piel, el
órgano más grande, comienza a sanar, ¡a regenerarse!, en unos segundos. El
cerebro envía señales electroquímicas a la parte dañada y provoca la
aglomeración de células (plaquetas) y moléculas de hierro; se produce una
especie de tapón que evita la pérdida de sangre y funge como barrera contra
agentes externos (virus y bacterias). Al irse endureciendo y secando, se crea
lo que conocemos como costra. Momentos más tarde, las células epiteliales
proliferan con rapidez para reconstituir un tejido igual al que había antes.
Cuando la nueva capa de células termina de integrarse, la costra se cae y queda
una cicatriz.
Nuestra capacidad regenerativa se limita solo a formar algunos tejidos.
Como si fuera una huella de Prometeo en la raza humana, el hígado es el único
órgano capaz recuperarse incluso con menos de la mitad de su tamaño original;
por eso es posible donar una parte de hígado a alguien compatible que lo
requiera en una urgencia médica. Más allá de esto, las personas no podemos
hacer que surja otro individuo a partir de una pequeña porción de nosotros,
como las planarias, ni podemos regenerar una parte completa del cuerpo, como un
dedo o una pierna, al estilo de los ajolotes y otras salamandras.
Campeonas en regeneración
Diversos datos científicos en temas de biología vegetal han demostrado
que a diferencia de los animales, las plantas poseen una capacidad bastante
desarrollada para presentar cambios morfológicos y fisiológicos en respuesta a
variaciones ambientales importantes, como en temperatura, pH o humedad. El
mecanismo es conocido como plasticidad y provoca que luzcan
colores distintos o que hasta modifiquen su aspecto. Es como si se moldearan a
sí mismas para adaptarse; por ejemplo, después de una laceración, las raíces
crecen un poco, con lo que logran penetrar más en el suelo y obtener mejores
nutrientes y agua, o bien, las hojas modifican su tamaño para extender su
superficie foliar y con ello absorber más sol para la fotosíntesis.
La plasticidad es determinante en procesos comunes de regeneración. Una
raíz faltante llega a reconstituirse a partir de un tallo, y lo mismo ocurre
con hojas y otras estructuras. También se integran nuevos órganos a partir
del fragmento de un tejido, como en el caso del tabaco, papa, petunia, girasol
y mostaza, entre otras tantas. Las fitohormonas desempeñan un papel
activo en todo esto; son hormonas vegetales que la misma planta produce en
las hojas, y potencian el proceso de regeneración celular vegetal.
En las especies de la familia Crassulaceae,
o plantas suculentas, vemos una capacidad de regeneración sin
precedentes (una especie común por ser adorno en las casas son las rosas
del desierto). A partir de hojas se constituyen nuevos ejemplares, lo que
es útil para su propagación en la naturaleza y muy bien aprovechado por
productores de plantas de ornato en viveros. Cada hoja puede convertirse en una
planta genéticamente igual a la que le dio origen y así se crean numerosos
clones.
Intervención humana
Las características biológicas de la flora, su capacidad de
regeneración, propagación y cualidades reproductivas, han despertado interés
desde tiempos remotos. Con el surgimiento de la agricultura, se comenzó a tener
una idea más o menos clara de lo que pasaba, por ejemplo, cuando se talaban
árboles y después de un tiempo se volvían a formar estructuras que se
convertían en nuevos organismos.
En el transcurso de la historia, gente especializada ha ido incorporando
métodos, y es el caso del cultivo de tejidos para mejorar características
vegetales –sobre todo con fines comerciales– para obtener plantas con mayor
vigor, verdor, fortaleza de tallos y tamaño de hojas; también es útil para
mejorar los medios de propagación vegetal a través de semillas, bulbos,
tubérculos, rizomas, esquejes o estacas, plantas-hijas, cultivos de tejidos,
entre otras técnicas.
La regeneración vegetal a partir de cultivos in vitro es
un tipo de reproducción manipulada y asistida, cuyo avance se debe al
conocimiento de las fitohormonas que regulan el desarrollo vegetal. Se sabe que
fitohormonas como auxina y citoquinina son determinantes en la regeneración de
algún tejido en particular, ya que la auxina regula el crecimiento de la planta
y es usada para acelerar la producción de raíces tanto en vegetación de ornato
como de consumo humano; por su parte la citoquinina ayuda a retrasar el
envejecimiento de las hojas y se aplica en viveros.
Promesas para la medicina
La capacidad regenerativa de los seres vivos ha estado presente
desde el Paleozoico medio, hace unos 480 millones de años, con la aparición de
las primeras plantas que colonizaron el ambiente terrestre: las embriofitas,
grupo que alberga a hepáticas y musgos (los que usamos en festividades
navideñas) y que dispara naturalmente el mecanismo de regeneración celular.
Para múltiples especies de flora y fauna, la regeneración está ligada a
la sobrevivencia, y en ocasiones se trata de una segunda oportunidad de vida.
Pensemos en un pez cebra que logra reparar su corazón, una lagartija que
desprende su cola para escapar de un gavilán o un arbusto que restaura su
raíz. Se podría sugerir que durante la historia evolutiva, el mecanismo ha
resultado importante para la supervivencia de las plantas y muchas especies
animales en la Tierra.
Su aplicación controlada en seres humanos ha sido ampliamente
explorada en la ciencia ficción. Recordemos al “Lagarto”, temible enemigo del
Hombre Araña, quien antes de transformarse en bestia era un científico
desesperado por lograr la regeneración de su brazo amputado y experimentó con
reptiles, recombinando su ADN de manera ficticia.
Abordar el tema en historias imaginarias, de cierto modo es un reflejo
de las expectativas generadas para la ciencia. La llamada medicina
regenerativa, ligada al estudio de las células madre, estudia la posibilidad de
regeneración de células en tejidos e incluso en órganos dañados, mediante
ingeniería de tejidos, genética y terapia celular. Requiere la relación
interdisciplinar de especialistas de diferentes campos: medicina, biología,
física, química, e incluso de la ingeniería o ciencias de la información. Se
vislumbran aplicaciones en padecimientos cardiovasculares, enfermedades
neurológicas y degenerativas, lesiones óseas, diabetes mellitus y otras tantas,
en lo que podría también considerarse una segunda oportunidad de vida.
Figura 1:
Formas más comunes de regeneración en plantas. Los
meristemos son tejidos responsables del crecimiento, como raíces o brotes. Al
dañarse, hay procesos que los restauran; de no poderse reparar, por ejemplo, si
son arrancados, se desarrollan nuevos órganos: brotes axilares y raíces
laterales. A veces los tallos reparan tejidos si hay una herida. Algunas
plantas desarrollan nuevos órganos a partir de una fracción de donde fueron
extirpadas, como las plantas suculentas.
Adaptación de Ikeuchi et al.
2016, por Oscar Batista Jaime.
Citlali Mariana García Aguirre es colaboradora del Laboratorio de
Epigenética y Biología del Desarrollo y estudiante de la Universidad
Veracruzana (c.marianaguirre@gmail.com). Christian A.
Delfín-Alfonso es coordinador
del Área de Zoología del Instituto de Investigaciones Biológicas de la
Universidad Veracruzana (cdelfin@uv.mx, cada7305@gmail.com). Laura López Argoytia es coordinadora de Fomento Editorial de ECOSUR (llopez@ecosur.mx).
Ecofronteras, 2018, vol. 22, núm. 64, pp. 30-33, ISSN 2007-4549 (revista impresa),
E-ISSN 2448-8577 (revista digital). Licencia CC (no comercial, no obras
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