Parasitoides vs. broca de cafŽ:
30 a–os de historia en MŽxico
Juan F. Barrera
Se dice que toda crisis es una oportunidad, lo que
tambiŽn aplica a la amenaza de las plagas agr’colas. La broca del cafŽ (Hypothenemus hampei), insecto que ha causado estragos en la
cafeticultura del mundo, lleg— a MŽxico en 1978 por el Soconusco, Chiapas. Para
hacerle frente se han desarrollado programas ambiciosos de control biol—gico
con parasitoides –sus enemigos naturales–, tema en el que ECOSUR
tiene una cr’tica pero favorable historia que contar.
Cuando se trata de los misterios de la vida, no hay nada
grande ni peque–o. Todo est‡ a la misma altura; el astr—nomo trabaja al mismo
nivel y en el mismo asunto que el entom—logo.
Maurice Maeterlink
Un mexicano en çfrica
Julio de 1987. El avi—n descendi— y se perfil—
hacia el sur en l’nea recta, un minuto m‡s tarde gir— al oriente, por donde
despuntaba el nuevo d’a. Las ruedas rozaron con ruido sordo la pista de
aterrizaje, y mientras la aeronave se deslizaba y perd’a velocidad, los rostros
de los pasajeros se relajaron. El sol del amanecer ba–aba el horizonte con un
brillo anaranjado que lo ceg— moment‡neamente; sin embargo, el mexicano baj—
sin titubear la escalera de pasajeros. No siempre los sue–os se hacen realidad,
pero aquel d’a supo que uno de los suyos se hab’a cumplido al pisar el
aeropuerto internacional de Nairobi. All’ estaba por fin la legendaria e ind—mita
çfrica, la cuna de la humanidadÉ y hogar de la broca del cafŽ y sus
parasitoides.
La aventura hab’a comenzado meses atr‡s, cuando fue invitado a coordinar el
proyecto de investigaci—n sobre control biol—gico de la broca del cafŽ (Hypothenemus hampei) con parasitoides en MŽxico. Sus
conocidos cuentan que recibi— con euforia la noticia una tarde lluviosa en
Tapachula, Chiapas, y que asumi— el reto con entusiasmo.
Jaque a la cafeticultura
Mayo de 1979. Desde Guatemala, la broca del cafŽ lleg—
a MŽxico en agosto de 1978, tras haber causado graves afectaciones en decenas
de naciones cafetaleras durante casi 80 a–os, comenzando en çfrica. En nuestro
pa’s, la plaga fue reportada en Mixcum, un ejido del
municipio de
Cacahoat‡n, Chiapas, de modo que con esta invasi—n biol—gica, la porosa
frontera sur de MŽxico con Guatemala –en la regi—n del Soconusco–
una vez m‡s llen— los titulares de la prensa, ahora con amargas noticias para
los cafeticultores. Meses despuŽs, tras desplegar sin Žxito importantes esfuerzos
para erradicar al insecto intruso, se aseguraba que Òla broca hab’a llegado para quedarseÓ, un terrible augurio.
Junio de 1983. Un reporte de la Žpoca cuantificaba
en 10% las pŽrdidas de cafŽ por broca en la cosecha del ciclo 1981-1982 en
Chiapas. Ante tal panorama, y como sucede en situaciones similares, el control
mediante insecticidas qu’micos se convirti— en la primera l’nea de defensa
contra la plaga. La broca, un diminuto escarabajo, ten’a en jaque a la
cafeticultura mexicana.
La opci—n del control biol—gico
Febrero de 1985. La Direcci—n General
de Sanidad Vegetal –a travŽs del Programa Mosca del Mediterr‡neo–,
la Uni—n Regional de Productores de CafŽ ÒTacan‡Ó y El Centro de Investigaciones
Ecol—gicas del Sureste (CIES, hoy El Colegio de la Frontera Sur, ECOSUR),
firmaron un convenio tripartita para hacer frente comœn a la amenaza de la
broca.
La confluencia de objetivos fue plataforma para aspirar a empresas m‡s ambiciosas,
como un proyecto sobre control biol—gico con parasitoides africanos. Se logr—
involucrar al hoy Instituto Internacional de Control Biol—gico (IIBC, por sus siglas en inglŽs) del
Reino Unido, cuyos investigadores elaboraron una propuesta para buscar a
los parasitoides de la broca en çfrica, desarrollar procedimientos para su cr’a
en laboratorio, realizar la cuarentena de los insectos en Reino Unido y finalmente
–si todo sal’a bien– introducirlos a MŽxico. Poco despuŽs, gracias al generoso
financiamiento del Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo
de Canad‡, el proyecto se hizo realidad.
La introducci—n controlada de
enemigos naturales –como los parasitoides de la broca, en este caso–
se basa en que la mayor’a de las plagas agr’colas han sido accidentalmente
introducidas dentro de las ‡reas afectadas, mientras que sus enemigos nativos se
han quedado en el lugar de origen.
Los parasitoides africanos
Agosto de 1987. En Muguga, una comunidad cercana a Nairobi, sede
del IIBC, ocurr’a un hecho trascendental, motivo principal de la visita del mexicano:
la cr’a en laboratorio de Prorops nasuta, la llamada avispita de Uganda, que es uno de
los parasitoides africanos de la
broca del cafŽ. Este insecto hab’a sido descubierto por el inglŽs James Waterston en 1923, y poco despuŽs, entre 1923 y 1938, fue
importado por Java (Indonesia), Brasil y Ceil‡n (hoy Sri Lanka). Desde
entonces, debido al dominio de los insecticidas como herramienta principal en
el control de plagas, nadie m‡s –con excepci—n del caso fallido de Perœ
en 1962– hab’a reintentado seriamente sacar provecho de Prorops nasuta como agente de control biol—gico de
la broca.
En 1960 (casi 40 a–os despuŽs del
descubrimiento de la avispita de Uganda), el holandŽs J.H.G. Ticheler descubri— otro parasitoide en Costa de Marfil
(çfrica occidental): Cephalonomia stephanoderis. Tanto Prorops como Cephalonomia
son gŽneros de insectos pertenecientes a la familia Bethylidae,
por lo que ambos presentan similitudes biol—gicas y de costumbres.
Todo resultaba motivador para el
mexicano, a quien le hab’an asignado un dormitorio en la casa de investigadores visitantes, tan
solo a unos pasos del laboratorio del IIBC. Ese d’a, Žl hab’a colectado las
fr‡giles avispitas del criadero y con asombro observ— el proceso: las avispitas
examinaban los frutos de cafŽ infestados, buscando las perforaciones por donde
las brocas hab’an entrado ya; al encontrar los peque–os orificios,
inmediatamente se introduc’an tambiŽn. Una vez adentro, los parasitoides se
alimentan de huevos y larvas peque–as del insecto plaga, mientras que parasitan
a las larvas grandes y las pupas (œltimo estado antes de transformarse en
adultos). ÒPara tener Žxito en la cr’a de Prorops
es indispensable disponer de frutos con broca y un laboratorio con temperatura
y humedad relativa controladaÓ, hab’a enfatizado un investigador del IIBC.
Finalmente, la fresca noche y el mon—tono cri-cri
de los grillos terminaron por dormir al mexicano, quien en ese remoto lugar de
çfrica so–aba con parasitoides, brocas y el pronto regreso a su pa’s.
Larga espera en la SŽptima Norte
Junio de 1988. El desencanto era
evidente en la calle SŽptima Norte nœmero 6 en Tapachula, sede del laboratorio de ÒBroca del CafŽÓ del CIES.
A pesar de todos los cuidados, los intentos para criar a los parasitoides de la
broca hab’an fracasado, desanimando al equipo de trabajo. Unos meses antes se hab’an recibido varios env’os de estos
insectos procedentes del laboratorio del IIBC de Silwood
Park, Reino Unido, lugar donde sus progenitores africanos hab’an sido sometidos
a estrictos procesos de cuarentena para evitar la introducci—n de
organismos indeseables. En total, llegaron a Tapachula 175 ejemplares vivos de Prorops nasuta
y 687 de Cephalonomia stephanoderis,
todos nacidos en el Reino Unido.
En vana espera del milagro de ver a las avispitas reproducirse, los investigadores
del CIES pasaron tiempos dif’ciles ese verano. Y no era para menos: sobre sus
espaldas cargaban la responsabilidad por los esfuerzos nacionales e
internacionales y una inversi—n de miles de d—lares.
Septiembre de 1988. ÒÁLo hemos logrado!Ó,
se festejaba en el CIES cuando al fin nacieron los nuevos insectos el oto–o de
1988. Era un gran espect‡culo ver a las diminutas avispas caminar, saltar y
volar en las c‡maras de emergencia. Aquellos primeros parasitoides mexicanos hasta tuvieron nombre, Áfueron
tratados como reyes! Hab’a pasado la larga guardia, los desvelos y momentos amargos.
Por fin se podr’a contar con una alternativa al control qu’mico de la broca.
Entre tanto, el equipo de transici—n del candidato ganador de la
Presidencia de la Repœblica, Carlos Salinas de Gortari, se aprestaba a tomar
las riendas del pa’s; el hurac‡n Gilberto devastaba islas del Caribe y Golfo de
MŽxico, y ciudades como Monterrey y Saltillo fueron inundadasÉ
30 a–os despuŽs
Abril de 2018. Viajamos de Tapachula a
Guatemala en un d’a caluroso, t’pico de la Žpoca seca del a–o en la regi—n. Nos
acompa–an un productor de cafŽ, due–o de La Chiripa –una finca del municipio de Tapachula– y dos j—venes que est‡n a cargo de la
cr’a de Cephalonomia stephanoderis, establecida ah’ con nuestra asesor’a en
noviembre de 2017. Nuestro
anfitri—n es un investigador guatemalteco que labora en la Asociaci—n Nacional
del CafŽ (ANACAFƒ).
Hace una hora llegamos a la finca cafetalera Nueva Granada, en San Marcos,
Guatemala, en las cercan’as de la frontera con MŽxico. El administrador nos
conduce a unas habitaciones donde nos espera el personal del lugar y se dirige
al grupo con orgullo: ÒEste es nuestro laboratorio de cr’a de parasitoidesÓ. Nueva
Granada y otras tantas fincas del pa’s centroamericano han estado cri‡ndolos
desde hace varios a–os, a veces por m‡s de una dŽcada. En mayo de 1990, ANACAFƒ
recibi— 416 avispitas vivas desde el laboratorio del CIES y a partir de
entonces las incorpor— a su programa de manejo integrado de broca. ÒEl control
biol—gico de esta plaga con Cephalonomia stephanoderis ha sido tan exitoso en Guatemala, que
varias fincas dejaron de usar insecticidas y se convirtieron en productoras de
cafŽ org‡nicoÓ, nos dice el investigador de ANACAFƒ.
La cr’a rural de parasitoides –en fincas o comunidades de los
cafeticultores– promovida por el CIES y despuŽs por ECOSUR, fue muy bien
recibida por organizaciones campesinas dedicadas a la producci—n de cafŽ
org‡nico en Motozintla y el Soconusco, Chiapas. En
alguna ocasi—n se coment— que el control biol—gico de la broca con parasitoides
hab’a sido un detonador de la cafeticultura org‡nica en Chiapas, lo mejor que
les hab’a sucedido a los productores.
Junio de 2018. Frente a uno de los recipientes de
cr’a, el tŽcnico se detiene y con cuidado lo retira de la mesa donde ha estado
expuesto a luz de ne—n. Con el mismo cuidado, extrae del recipiente los negros
y secos frutos de cafŽ infestados por broca (han servido para criar a los
parasitoides) y los coloca sobre una hoja de papel blanco. Inmediatamente se
observan diminutos insectos, semejantes a hormiguitas, que se desplazan sobre
el papel; son los parasitoides que despuŽs de completar su desarrollo a
expensas de la broca, han emergido y andan en busca de m‡s frutos con plaga. Con
un movimiento r‡pido y preciso, el tŽcnico coloca sobre uno de los parasitoides
un tubito de vidrio para evitar que escape, y procede a examinarlo con una lupa
para estar seguro de que es Cephalonomia stephanoderis y no Prorops
nasuta. En la mesa de al lado est‡n los
recipientes con la cr’a de Prorops y
tiene que evitar que se mezclen.
Antes de concluir la jornada
laboral, alimentar‡ los parasitoides colectados con unas gotas de miel de abeja
y apagar‡ las luces del laboratorio. Al d’a siguiente regresar‡ muy temprano, usar‡
algunos de estos insectos para hacer nuevos cultivos, liberar‡ a otros en los
cafetales y destinar‡ unos m‡s para investigaciones en curso. Desde hace 30
a–os, el personal del laboratorio ÒBroca de CafŽÓ de ECOSUR contribuye as’ al control
biol—gico de la plaga m‡s temible de la cafeticultura, y continœa envi‡ndolos a
otras regiones de MŽxico y del extranjero.
Juan F. Barrera es investigador
del Departamento de Agricultura, Sociedad y Ambiente, ECOSUR Tapachula (jbarrera@ecosur.mx).
Ecofronteras, 2018, vol. 22,
nœm. 64, pp. 26-29, ISSN 2007-4549 (revista impresa), E-ISSN 2448-8577 (revista
digital). Licencia CC (no comercial, no obras derivadas); notificar
reproducciones a llopez@ecosur.mx