Por la soberan’a alimentaria y la defensa de nuestras culturas

Amalia Gracia, Roc’o Garc’a y Nicol‡s Rold‡n

 

Distintas propuestas en torno a la alimentaci—n o la milpa se han convertido en s’mbolos de defensa del patrimonio biocultural e identidad. Es el caso del Encuentro peninsular de iniciativas de alimentaci—n y cuidado de semillas nativas y criollas en la pen’nsula Yucat‡n, que articula experiencias para transitar hacia la soberan’a alimentaria y resistir la devastaci—n pautada por el neoliberalismo.   

 

 

El sistema capitalista, en su versi—n neoliberal, ha profundizado las desigualdades sociales, pol’ticas, culturales y ambientales, provocando una serie de tensiones, deterioros e incertidumbres respecto a la posibilidad de reproducci—n de la vida. El acaparamiento de producci—n, distribuci—n y comercializaci—n de alimentos por parte de unas pocas empresas muestra una de las caras de estas crisis de desigualdad. Se genera una fuerte vulnerabilidad alimentaria padecida por vastos sectores de la poblaci—n, que afecta sobre todo a campesinos ind’genas, peque–os productores familiares, comercializadores y distribuidores que hist—ricamente tuvieron una importante participaci—n en las econom’as locales.

 

Como en otras partes del pa’s, en distintos espacios urbanos y rurales de la pen’nsula de Yucat‡n han surgido, en las œltimas dŽcadas, distintas iniciativas en torno a la alimentaci—n y el cuidado de semillas para resistir la devastaci—n; son propuestas que se han convertido en s’mbolos de lucha por la defensa de la identidad, el patrimonio biocultural y la soberan’a alimentaria. Se busca promover alternativas frente a la producci—n, comercializaci—n y consumo convencionales, a partir de la recuperaci—n de conocimientos, saberes, pr‡cticas alimentarias y v’nculos sociales olvidados o amenazados.

 

Estas iniciativas se encuentran aœn poco articuladas entre s’, lo cual dificulta que se transformen en opciones m‡s duraderas y que florezcan en las comunidades y sus econom’as. Por este motivo y considerando la importancia de compartir estrategias para fortalecer redes alimentarias locales, miembros del Departamento de Sociedad y Cultura de la Unidad Chetumal de El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR), junto con profesores de la Universidad del Caribe y una funcionaria de la Comisi—n Nacional de çreas Naturales Protegidas (CONANP) impulsamos el Primer encuentro peninsular de iniciativas de alimentaci—n y cuidado de semillas nativas y criollas por la soberan’a alimentaria y el desarrollo local, que se realiz— en Cancœn en septiembre de 2017. En estas p‡ginas queremos compartir algunas ideas sobre las principales motivaciones, experiencias, problem‡ticas y retos expresados por m‡s de 60 participantes.

 

Reconocernos para caminar juntos

 

Al principio del encuentro describimos quiŽnes somos, de d—nde venimos, quŽ y d—nde hacemos lo que hacemos, ubic‡ndonos en una regi—n comœn: la pen’nsula de Yucat‡n: mujeres, hombres, j—venes y ancianos, campesinos y campesinas mayas, personas descendientes de ese pueblo que hablamos la lengua maya o ya solo la entendemos, profesionistas urbanos, acadŽmicos de universidades y centros pœblicos de investigaci—n, miembros y promotores de organizaciones dedicadas a la producci—n y comercializaci—n de alimentos agroecol—gicos, as’ como de semillas nativas y criollas que se conservan en lugares vivos: milpas y huertos rurales y urbanos, y que circulan en distintos espacios, como los mercados locales alternativos/ agroecol—gicos/ cercanos.  

 

Reconocernos nos permiti— visibilizar los procesos productivos y organizativos en los que participamos, adem‡s de repasar el sentido que otorgamos a la recuperaci—n de pr‡cticas y conocimientos tradicionales, a las semillas como fuente de vida, a la agroecolog’a como espacio de construcci—n colectiva e intercambios de saberes y sabores, y al di‡logo como veh’culo para avanzar en medio de tanta incertidumbre.

 

Con esta actividad, el mapa de la pen’nsula fue transform‡ndose en una cartograf’a que mostraba nuestros recorridos, conexiones y desconexiones, lo que somos en potencia como colectivos y lo que podemos lograr si comenzamos a escucharnos. La mayor’a no nos identificamos en un solo rol-identidad socioproductiva: a veces somos productores, pero tambiŽn vendemos nuestros art’culos en los mercados y participamos en la organizaci—n de estos, o bien, somos profesionistas milperos. Varias personas tambiŽn intentamos reconstruir saberes tradicionales en la regi—n y tratamos de resistir a distintas situaciones que amenazan nuestros territorios y formas de vida, como la concentraci—n de la tierra, el uso de semillas transgŽnicas y agroqu’micos, el cambio y la homogeneizaci—n de la dieta que pueden afectar la salud, el control de la producci—n y comercializaci—n, la criminalizaci—n de los procesos organizativos, la migraci—n y los cambios en el clima.

 

Notamos que aunque estemos presentes en toda la pen’nsula, necesitamos vincularnos mucho m‡s como productores, pues queremos intercambiar experiencias y generar espacios comunes –f’sicos y virtuales– para fortalecer canales de comercializaci—n, acceder a informaci—n y a recursos. Por otro lado, somos pocas las organizaciones que estimulamos el intercambio de experiencias a nivel regional, lo cual hace que en ocasiones se dupliquen los esfuerzos y repitamos errores; por ejemplo, muchas veces se brindan talleres y pl‡ticas sobre temas recurrentes o fuera de contexto, o se formulan estrategias que no alcanzan a resolver problem‡ticas comunes, especialmente frente a la producci—n y la comercializaci—n.

 

Procesos de resistencia

 

El intercambio de vivencias permiti— la reflexi—n sobre la diversidad de pr‡cticas, estrategias y desaf’os comunes. Entre las problem‡ticas compartidas destaca la dificultad para que nuestros productos circulen: el transporte hacia los mercados locales es una de las trabas que afrontamos, as’ como poder comercializar con precios justos. En lo productivo, sequ’as, incendios forestales y otros factores clim‡ticos tambiŽn afectan significativamente.

 

Un peligro serio se relaciona con el uso de agroqu’micos en los cultivos (con evidencias de afectaciones a la salud) y la insistencia de grandes corporaciones, apoyadas por instituciones de gobierno, en obtener permisos legales para la siembra de soya y ma’z transgŽnicos en distintas partes de la pen’nsula. Es claro que los transgŽnicos amenazan las variedades nativas de ma’z, la milpa tradicional y el patrimonio biocultural ligado a ella; por eso hemos participado en procesos de resistencia tanto en regiones y comunidades campesinas como en huertas y espacios urbanos en Bacalar, Felipe Carrillo Puerto, JosŽ Mar’a Morelos, Solidaridad, Benito Ju‡rez, Leona Vicario, Nuevo Durango, Tulum, Puerto Morelos (Quintana Roo), Peto, Valladolid, MŽrida (Yucat‡n), Petenes, Tres Garant’as, Calakmul, Balan Kaax, HopelchŽn, Xpuil (Campeche).

 

Un reto importante es fortalecer la integraci—n de quienes nos relacionamos con la producci—n agroecol—gica, para potenciar sistemas alternativos que impulsen la soberan’a alimentaria y la defensa cultural. Estos esquemas resaltan el valor de uso de los alimentos e integran valores ambientales y culturales a la producci—n (org‡nica, agroecol—gica, tradicional), apart‡ndose de la visi—n utilitarista de los sistemas agroindustriales. Un ejemplo son los distintos mercados agroecol—gicos en la pen’nsula de Yucat‡n, como el tianguis org‡nico del Mayab, en Cancœn, el tianguis agroecol—gico del municipio de JosŽ Mar’a Morelos o el tianguis alternativo de Valladolid.

 

De igual modo necesitamos superar dificultades dentro y fuera de las comunidades campesinas, a fin de socializar los discursos sobre la soberan’a alimentaria. La escasez de espacios y procesos que estimulen el intercambio de saberes, conocimientos y experiencias se cierne como uno de los grandes impedimentos para la articulaci—n de procesos de construcci—n colectiva en ‡mbitos locales y regionales. 

 

En el trasfondo de estas situaciones, lo que el encuentro nos dej— de manifiesto fue una preocupaci—n generalizada respecto al tema de la identidad, ligada a la defensa de la cultura intangible de los pueblos, elemento sin el cual nuestras resistencias perder’an gran parte de su fuerza y sentido. Junto a la atenci—n brindada a los asuntos materiales vinculados con la producci—n, comercializaci—n, comercio e intercambio, la batalla que se libra en algunas comunidades ind’genas de la pen’nsula de Yucat‡n y en distintos ‡mbitos urbanos, es por el reconocimiento y la revalorizaci—n de nuestras culturas. Gran parte de ellas se construyen alrededor de la milpa tradicional, misma que est‡ en peligro de ser borrada. Recordemos que la milpa es un sistema milenario de asociaci—n de cultivos –ma’z, fr’jol, calabaza, jitomate, plantas medicinales y quelites, entre otras variedades– que involucra aspectos culturales, identitarios y de memoria, todos fundamentales para la vida comunitaria y la preservaci—n del patrimonio biocultural.

 

Para seguir caminando hacia la articulaci—n e integraci—n, las personas y colectivos participantes acordamos suscribir un documento-compromiso para la formaci—n de la ÒRed peninsular de iniciativas de alimentaci—n y cuidado de las semillas nativas y criollasÓ, que buscar‡ promover el intercambio de saberes y herramientas vinculadas con la creaci—n y funcionamiento de mercados locales comunitarios, producci—n agroecol—gica, sistemas justos de comercializaci—n y sistemas participativos de garant’a,(1) entre otras cuestiones nodales. La intenci—n es fortalecer circuitos alimentarios que resistan a la homogeneizaci—n y el empobrecimiento alimenticio, y a la vez permitan transitar hacia la soberan’a alimentaria, es decir, hacia el derecho para decidir formas de producci—n y alimentaci—n de acuerdo a nuestras pr‡cticas culturales, identidades y territorios.

 

Amalia Gracia es investigadora del Departamento de Sociedad y Cultura en ECOSUR Chetumal (magracia@ecosur.mx). Roc’o Garc’a realiz— un posdoctorado en ECOSUR Chetumal y Nicol‡s Rold‡n es estudiante de Doctorado en Ciencias en Ecolog’a y Desarrollo Sustentable en ECOSUR.

 

(1) Proceso entre productores, consumidores y otros actores, que garantiza la calidad de productos locales generados a peque–a escala, con base en relaciones de confianza; se promueven compromisos de salud, ecolog’a, equidad y certidumbre ambiental. Se dirigen a productores o procesadores de peque–a escala: personas, familias y peque–os grupos que destinan su producci—n al autoconsumo y al mercado local y regional (Informaci—n de la Red Mexicana de Mercados y Tianguis Org‡nicos Locales, 2016).

 

 

Ecofronteras, 2018, vol. 22, nœm. 64, pp. 9-11, ISSN 2007-4549 (revista impresa), E-ISSN 2448-8577 (revista digital). Licencia CC (no comercial, no obras derivadas); notificar reproducciones a llopez@ecosur.mx