Editorial

Comer o no comer es la cuesti—n. Comer sano para vivir o comer para morirse. Dime quŽ comes y te dirŽ quiŽn eres. A lo largo de la historia, las grandes hambrunas han provocado rebeliones y revoluciones, masacres y migraciones.

 

El est—mago exige comer, y los individuos y las sociedades deben responder a esa exigencia. Aun las grandes reflexiones filos—ficas o las virtuosas creaciones abstractas dependen del est—mago. En su genial obra El vientre de los fil—sofos, Michel Onfray mostr— la relaci—n ineludible entre el pensamiento filos—fico y la comida: Rousseau y los l‡cteos, Nietzsche y las salchichas, Sartre y los crust‡ceos, Marinetti y la carne de puerco.

 

Hoy seguimos viviendo una batalla culinaria. El choque de civilizaciones es tambiŽn un choque de gastronom’as. Las cocinas tradicionales, producto de un proceso de miles de a–os de experimentaci—n agr’cola y de manejo y preparaci—n de los alimentos y sus combinaciones, deben enfrentar a la comida moderna que las gigantescas corporaciones y sus cadenas de producci—n, distribuci—n y mercadeo buscan imponer, desde un modelo donde domina la prote’na animal (carnes de res y l‡cteos, pollo y cerdo).

 

Hoy, la modernidad no solo manda a la tumba a un mill—n de ciudadanos cada a–o (los accidentes automovil’sticos), sino que enferma y env’a al cementerio a decenas de millones mediante la comida convertida en alimentos industrializados, procesados, transportados a largas distancias y preservados mediante artificios qu’micos o genŽticos, cuyos efectos apenas se conocen.

 

Ser moderno es comprar en los supermercados mercanc’as alimentarias o vegetales y carnes provenientes de enormes factor’as, donde la vida de plantas y animales es manipulada mediante agroqu’micos, hormonas y trucos gen—micos (las f‡bricas masivas de alimentos reproducen los campos de concentraci—n); tambiŽn es saciar la sed tomando bebidas azucaradas, refrescos, jugos artificiales, l’quidos estimulantes, incluyendo las bebidas alcoh—licas.

 

Y sin embargo, cada vez m‡s y m‡s ciudadanos y colectivos en muchas partes del mundo toman conciencia e impulsan iniciativas de todo tipo para lograr una alimentaci—n diferente a travŽs de mercados alternativos o tianguis tradicionales, en los que circulan alimentos de peque–os productores, confeccionados artesanalmente y tra’dos de los alrededores o de distancias cercanas, y producidos bajo los principios de la agroecolog’a. Estas opciones se basan en sistemas de producci—n ecol—gicamente sanos para generar a su vez alimentos sanos, que no enfermen al planeta ni al ser humano, y que privilegian las autosuficiencias locales y regionales, el comercio justo y el consumo Žtico y responsable. El presente nśmero de la revista Ecofronteras se ha integrado llevando como contexto las situaciones, premisas y lecciones arriba se–aladas. Estamos seguros que el lector sabr‡ apreciarlo y agradecerlo.

 

V’ctor Toledo, Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad de la Universidad Nacional Aut—noma de MŽxico. Su ‡rea de investigaci—n es la etnoecolog’a y se ha dedicado a difundir la defensa de la naturaleza y las culturas.