Reserva de la biósfera transfronteriza
Benigno
Gómez, Francisco Javier Jiménez, Patricia Hernández y Edgar Selvin Pérez
La Reserva de la Biósfera Transfronteriza
Volcán Tacaná podría ser la número 21 en el mundo. El desarrollo de estrategias
conjuntas entre México y Guatemala sobre casi 93 mil hectáreas, en temas de
corredores biológicos, cuencas compartidas y dinámicas migratorias, entre
otros, detonarían impactos positivos en la conservación del patrimonio
biocultural de la zona.
Reservas transfronterizas
El
complejo volcánico del Tacaná se ubica en los límites territoriales entre
México y Guatemala, dos naciones integrantes del “grupo de países megadiversos
afines”, por poseer una gran variedad de especies y ecosistemas. Para
formalizar la gestión de la zona con un mecanismo adecuado, en 2008, la
Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) y el Consejo Nacional
de Áreas Protegidas (CONAP) –instancias de México y Guatemala respectivamente–
iniciaron reuniones bilaterales de trabajo.
Un
avance fue la implementación del Proyecto “Manejo integrado de la biodiversidad
y recursos naturales del volcán Tacana”, que articula a gobiernos locales,
organizaciones de la sociedad civil, cooperativas y entidades rectoras de
bosques, biodiversidad y áreas protegidas de ambos países. Aquí se vislumbra la
viabilidad de implementar una reserva de
la biósfera transfronteriza (RBT), para lo cual ha habido nuevos
acercamientos. Estas figuras han sido recomendadas por lo que se conoce como la
Estrategia de Sevilla (proclamada en la Conferencia General de la UNESCO,
España, 1995), documento clave para las reservas de la biósfera del mundo.
Resulta
complejo establecer este tipo de áreas protegidas, pues deben funcionar como un
marco común, pero con suficiente flexibilidad para dar cabida a la diversidad
natural, cultural y administrativa/legislativa de cada nación. Son 20 las RBT reconocidas
en el mundo y solo dos se ubican en América: Trifinio-Fraternidad (Guatemala,
El Salvador y Honduras) y Bosques de Paz (Ecuador y Perú).
Manejo compartido del territorio
El
territorio que cubre el volcán Tacaná abarca una superficie de casi 93 mil
hectáreas en México y Guatemala, donde se encuentran asentadas más de 40
comunidades. La región se maneja de manera diferencial, lo que limita las
acciones binacionales que garanticen la conservación del patrimonio biocultural
del sitio.(1) En Guatemala se considera una zona
de veda definitiva, que no permite el manejo de recursos forestales,
mientras que en México es una reserva de
la biósfera, que sí lo permite. Citemos el caso de una plaga de insectos
descortezadores (Dendroctonus adjuntus),
que afectan pinos y han atacado rodales (comunidades de árboles) en el Tacaná.
En México se realizan acciones de control de la plaga, pero como en Guatemala
no, entonces los insectos regresan a nuestro país.
Por otra parte, la
división del pueblo Mam forzada por la línea fronteriza, provoca que a pesar de
las prácticas comunes de los pobladores de uno u otro país, las distintas
políticas ambientales y de desarrollo socioeconómico generen diferencias. Dado
que existen fuertes vínculos sociales, desde familias compartidas, costumbres,
comercio, hasta formas de organización social, la RBT considera la
identificación y valoración de los conocimientos y usos tradicionales de los
bienes y servicios naturales, que con acompañamiento técnico-científico permitirían
el impulso del desarrollo económico local sostenible.
Impactos ambientales positivos
Ambientalmente
hay mucho por ganar con una RBT en el Tacaná. La formación de corredores
biológicos entre México y Guatemala fortalecería la restauración de espacios
necesarios para la conectividad, en beneficio de poblaciones de especies
animales y vegetales. Los corredores permiten el libre desplazamiento de fauna
y la dispersión de plantas, más allá de las fronteras nacionales; sin ellos,
los remanentes de bosques –con sus habitantes– quedan aislados. Aves como el
pavón (Oreophasis derbianus), la
tangara de cabanis (Tangara cabanisi)
y el quetzal (Pharomachrus mocinno)
no necesitan pasaporte para moverse en el territorio que comprende cerca del
75% de su distribución mundial; lo que requieren son condiciones ambientales
para garantizar su distribución y permanencia.
Un tema de vital
importancia es el de las cuencas hídricas compartidas (territorios alrededor de
un sistema fluvial). El manejo común e integral de las cuencas de los ríos
Coatán y Suchiate es estratégico porque suministran agua de uso doméstico a un
gran número de poblados, son la principal fuente de riego para cultivos y
contribuyen a la pesca en las zonas bajas y el litoral costero. Podría haber
coordinación en el manejo de desechos sólidos, reducción de sustancias químicas
en la agricultura, saneamiento de aguas negras y otras acciones en beneficio
del agua de los ríos. Como efecto secundario, se coadyuva a evitar desastres
por fenómenos naturales al disminuir la vulnerabilidad socioambiental ante los
efectos del cambio climático.
Zona de influencia extendida
Una
gestión integral del volcán Tacaná mediante la creación de una RBT, no solo
detonaría impactos ambientales positivos, sino también en el ámbito social,
económico, político, cultural y ambiental, en una gran zona de influencia que
se extendería a la región del Soconusco en Chiapas y a la del Departamento de
San Marcos en Guatemala.
Por
ejemplo, se facilitaría la migración consensuada y legal a través de la
frontera; se fomentaría la visión de los mames como un solo pueblo sobre el
territorio del Tacaná; se impulsarían iniciativas productivas ligadas a un
desarrollo económico y humano sostenible, además de enriquecer los mercados
laborales ya existentes, como la cafeticultura y la producción de rosas. Este
modelo de desarrollo basado en el manejo del territorio en forma armónica con
la naturaleza, con un referente internacional, cada día es más necesario.
Benigno Gómez es académico del Departamento
de Conservación de la Biodiversidad, ECOSUR San Cristóbal (bgomez@ecosur.mx).
Francisco Javier Jiménez es director de la Reserva de la Biósfera Volcán
Tacaná, Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (fjimenez@conanp.mx).
Patricia Hernández es integrante de Medio Ambiente, Productividad y Sociedad,
A.C. (p.hernandez@mapsmexico.org). Edgar Selvin Pérez es integrante de la
Fundación para el Desarrollo Rural Junej T’inam, Guatemala
(funjunej.info@gmail.com).
(1) El
patrimonio biocultural implica conocimientos y saberes tradicionales-locales
respecto a recursos biológicos, desde lo micro (a nivel genético) hasta lo
macro (el paisaje), así como el conocimiento sobre la adaptación de ecosistemas
complejos y el uso sostenible de la biodiversidad en una cultura con patrones
de comportamiento establecidos en sociedades tradicionales.
Ecofronteras,
2018, vol. 22, núm. 63, pp. 18-19, ISSN 2007-4549. Licencia CC (no comercial,
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