La cultura cient’fica: una poderosa arma

Magdalena Hern‡ndez Ch‡vez

 

La frase ÒSi buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismoÓ, evocada por Albert Einstein, invita a la acci—n, a romper inercias, a hacer algo diferenteÉ En resumen, a transformar realidades. En cientos de miles de a–os de historia, el ser humano y sus formas de vida han sufrido modificaciones detonadas por diversos factores, desde ambientales hasta intelectuales. No siempre podemos intervenir en los cambios por factores ambientales, pero s’ podemos detener, impulsar o reencauzar los que se derivan de movimientos culturales e intelectuales. En este sentido, es factible considerar un cambio en la sociedad mexicana para mejorar su calidad de vida, echando mano de una poderosa arma: la cultura cient’fica.

 

El êndice para una Vida Mejor 2017 de la Organizaci—n de Cooperaci—n y Desarrollo Econ—mico (OCDE), compara anualmente el bienestar entre 38 pa’ses, en temas como vivienda, ingresos, empleo, comunidad, educaci—n, medio ambiente, compromiso c’vico, salud, satisfacci—n, seguridad y balance vida-trabajo. MŽxico se ubica en el penœltimo lugar, con un promedio de 3.4 entre los pa’ses evaluados, mientras Noruega encabeza la lista con un promedio superior a 8. Respecto a educaci—n, MŽxico obtuvo la calificaci—n m‡s baja del grupo (0.7), mientras que la m‡s alta fue para Finlandia (9.3). Esto es preocupante, ya que la educaci—n se vincula con la cultura cient’fica, y ambas, a su vez, est‡n relacionadas con una mejor calidad de vida.

 

ÀCu‡ndo podemos decir que alguien posee cultura cient’fica? Cuando conoce los fundamentos de la ciencia y la tecnolog’a, cuando puede ejercer un razonamiento cr’tico y probabil’stico ante una pregunta, cuando puede discernir entre lo que es un mŽtodo cient’fico y lo que no lo es, y cuando sabe en quŽ consiste el quehacer cient’fico.

 

ÀC—mo podr’a la Òcultura cient’ficaÓ transformar la calidad de vida de los mexicanos? El divulgador de la ciencia Javier Cruz Mena lo expone de manera muy clara: ÒEn la era de la informaci—n se sobrevive con entendimientoÓ. Entonces, debemos estar preparados para recibir, minuto a minuto, una gran cantidad de informaci—n a travŽs de diversos medios: televisi—n, celulares, redes sociales y correo electr—nico, por mencionar los principales. Si no discernimos entre ese mundo de informaci—n, aplicando nuestros conocimientos cient’ficos y pensamiento cr’tico, podr’amos creer cualquier noticia, por m‡s absurda que resulte. Los ciudadanos podemos alcanzar la libertad y autogobierno si logramos evaluar y decidir si la informaci—n que recibimos es err—nea, tergiversada, o con intereses econ—micos o pol’ticos escondidos.

 

El rumbo de nuestras vidas depende cada vez m‡s de la ciencia y la tecnolog’a, como lo expone Ana Mar’a S‡nchez Mora en ÒIntroducci—n a la comunicaci—n escrita de la cienciaÓ, quien tambiŽn hace una importante reflexi—n respecto a nuestro papel como ciudadanos de sociedades democr‡ticas, en el sentido de que entender y juzgar la relaci—n entre ciencia y calidad de vida ya no es opci—n, sino responsabilidad. ÀC—mo convencernos de que es importante formarnos una cultura cient’fica? ÀC—mo acercar la ciencia a la vida cotidiana de las personas?

 

Los a–os de experiencia en la divulgaci—n de la ciencia han dejado ense–anzas a prueba y error. Por ejemplo, el esquema de comunicaci—n llamado Òmodelo de dŽficitÓ –en el que los cient’ficos (arriba) transmiten conocimiento al pœblico que no sabe nada o poco (abajo)– ya no es tan socorrido, pues se ha entendido el giro necesario de lo que debemos saber hacia lo que nos gustar’a saber. No por nada en 2016 trascendieron las noticias en torno al virus del zika y su v’nculo con malformaciones en el cerebro de bebŽs cuyas madres fueron infectadas durante el embarazo.

 

Afortunadamente, ese movimiento cultural que puede transformar nuestra realidad est‡ presente en MŽxico desde hace casi 50 a–os. Fue el f’sico Luis Estrada quien lo deton— en 1968 en la UNAM, y ha crecido gracias a que se le han ido sumando personas que aunque han sido formadas en diversas escuelas, comparten un mismo interŽs: acercar la ciencia a la poblaci—n.

 

La figura del divulgador o divulgadora de la ciencia se ha definido a travŽs del tiempo, perfilando a alguien con conocimientos de ciencia, habilidades comunicativas, dominio de gŽneros literarios, capacidad de contextualizar a su pœblico meta y recrear la ciencia usando medios comunicaci—n, productos editoriales, materiales y recursos audiovisuales, programas y eventos, as’ como visitas a recintos (Ma. de Lourdes Pati–o y Jorge Padilla, Finalidades y estrategias de la divulgaci—n de la ciencia y la tecnolog’a). La divulgaci—n puede impulsar cambios para que la sociedad mexicana aumente su capacidad de autogobernarse con apoyo de una verdadera cultura cient’fica, como bien dice

Juan Tonda Maz—n, con la posibilidad de contar con una educaci—n informal en el tiempo libre de la ciudadan’a.

 

Aœn existen retos por superar, como continuar con la profesionalizaci—n de la

actividad y contar con m‡s divulgadores-vinculadores o gestores, como intermediarios entre la comunidad cient’fica, medios de comunicaci—n, tomadores de decisiones, agencias de financiamiento de proyectos cient’ficos y tecnol—gicos, as’ como con distintos pœblicos. Esperemos que la divulgaci—n de la ciencia tenga mayor reconocimiento y apoyo, para as’ contribuir a fomentar la cultura cient’fica de MŽxico y de esta forma, mejorar nuestra calidad de vida. No solo se trata de mejorar los resultados del êndice para una Vida Mejor 2018 de la OCDE, sino de que el cambio se refleje efectivamente en nuestra vida diaria.

 

Magdalena Hern‡ndez Ch‡vez es tŽcnica acadŽmica del Departamento de Ciencias de la Sustentabilidad en ECOSUR Villahermosa (mhernand@ecosur.mx).

 

 

Ecofronteras, 2018, vol. 22, nœm. 63, pp. 38-39, ISSN 2007-4549. Licencia CC (no comercial, no obras derivadas); notificar reproducciones a llopez@ecosur.mx

 

El latido de la monta–a

Tereso D’az Ruiz

 

Con el murmullo del arroyo,

con el trino de las aves,

con el suave soplo del viento,

con el enervante perfume de las flores.

Con amor escribo esta poes’a

al hombre, a la mujer que vive en el campo,

a esas familias que d’a tras d’a

a tiempo o a destiempo,

trabajan por un ma–ana mejor.

Hombre sencillo, honesto y trabajador,

que hace suyas las palabras del creador:

ÒCon el sudor de tu frente comer‡s el pan,

hasta que vuelvas al polvo donde fuiste tomadoÓ.

No hay mayor alegr’a para el hombre del campo

que trabajar con amor su parcela,

ver fructificar la obra de sus manos,

Ápues bien sabe que es el sustento de su familia!

 

Mas Žl no prescindir‡

de la ayuda id—nea de su esposa;

ella es la mujer sabia

que con sus manos edifica su casa.

 

Aunque muchos digan

que eres de clase baja,

Ásiempre ser‡s la base de la sociedad!

Sin tu trabajoÉ ÀquiŽn podr’a vivir?

 

Poema preparado y presentado por Tereso D’az, campesino tsotsil, para el taller ÒEl futuro de la gente del campo. Di‡logo entre mujeres, j—venes y hombresÓ. La Sepultura, Sierra Madre de Chiapas, 2017. Proyecto MT (2015-18): Familia rural y agricultura familiar: sus complejas respuestas ante la globalizaci—n neoliberal.

 

 

Ecofronteras, 2018, vol. 22, nœm. 63, pp. 340, ISSN 2007-4549. Licencia CC (no comercial, no obras derivadas); notificar reproducciones a llopez@ecosur.mx