Magueyes silvestres de Yucat‡n
Jorge L. Leirana
Alcocer, J. Carlos Cervera Herrera y Jorge Navarro Alberto
El chelem (Agave angustifolia), ancestro del henequŽn y el agave azul, es un maguey silvestre de
Yucat‡n. Adem‡s de ser potencialmente importante para la econom’a y la cultura
de la pen’nsula por sus diversos usos agroindustriales y tradicionales, su
valor como recurso para la restauraci—n de ecosistemas crece frente a un futuro
de incertidumbre ambiental.
Importancia
de los magueyes
HenequŽn (A. fourcroydes), sisal (A.
sisalana) y agave azul (A. tequilana),
son variedades de maguey ampliamente conocidas por su importancia econ—mica. Los
dos primeros se hallaban en la base de la econom’a de Yucat‡n durante el siglo
XIX y parte del XX, por los variados usos de sus fibras; con ellas se elaboraban
cuerdas y cordones de exportaci—n. El agave azul proporciona la materia prima
para el tequila, bebida destilada de intensa demanda en mercados nacionales y
extranjeros, y cuya industria es importante fuente de empleos y divisas en
Jalisco y otros estados. El ancestro m‡s plausible de estas plantas es el
chelem (Agave angustifolia), llamado
bacanora en Sonora, y maguey espad’n en Oaxaca.
De todos los agaves encontrados en MŽxico,
el chelem destaca por su amplia
distribuci—n geogr‡fica. Se le encuentra tanto en los matorrales ‡ridos de
Sonora como en los valles de Oaxaca, Puebla, Hidalgo y Yucat‡n. En Yucat‡n habita
en forma silvestre en selvas secas del estado, as’ como en el matorral costero
de la parte central de la costa, donde prevalece un clima semi‡rido y un
paisaje muy diferente al de selvas cercanas; se asemeja a otras regiones ‡ridas
del pa’s, con arbustos espinosos, palmas enanas, cact‡ceas, magueyes y
orqu’deas.
Los promedios mensuales de temperatura en
el matorral van de 22 a 28 grados, pero la variaci—n diaria es mayor; en un d’a
t’pico, es comœn que la temperatura superficial del suelo desnudo fluctœe entre
los 24 ¡C y 50 ¡C, aunque se reduce mucho en ‡reas con vegetaci—n densa. Las
temperaturas muy altas (>60¡C) o bajas (<5¡C) pueden ser letales para las
semillas del chelem, las cuales œnicamente germinan y se convierten en pl‡ntula
a la sombra de arbustos u otros objetos que las protegen. No obstante el calor
y la falta de lluvia, el chelem ha desarrollado caracter’sticas compartidas con
otras variedades de maguey, que permiten su permanencia en nuestros
ecosistemas.
Florecer
y morir
Normalmente el exceso de radiaci—n degrada
la clorofila –pigmento verde de las plantas que usa la energ’a solar para
elaborar azœcares y otros compuestos–, as’ que como mecanismo de defensa,
el chelem produce pigmentos rojos o anaranjados (carotenoides) que disipan el
exceso de energ’a lum’nica en forma de calor.
Sus ra’ces forman redes poco profundas para
captar agua de lluvia antes de que se evapore o se filtre. Son colonizadas por
hongos y forman una asociaci—n llamada micorriza, la cual hace m‡s eficiente la
absorci—n del agua, f—sforo y otros escasos nutrimentos. Las hojas son
suculentas, es decir carnosas y pesadas, pues almacenan agua y est‡n cubiertas
de una epidermis muy gruesa (tejido de protecci—n), con una capa de cera, lo
que ayuda a reducir su transpiraci—n en los momentos m‡s c‡lidos del d’a. Los
poros de las hojas (estomas) solo se abren en horas frescas, es decir, desde el
crepœsculo hasta el amanecer.
La generaci—n de nuevos individuos se da b‡sicamente
con la producci—n de clones a partir de tallos enterrados (rizomas). Los clones
sobreviven y crecen porque se mantienen unidos a la planta madre que les
proporciona recursos y agua. En menor medida, tambiŽn se da la reproducci—n con
semillas, lo que significa que unas plantas son fecundadas con el polen de
otras. Aunque esta reproducci—n es poco frecuente, resulta fundamental para mantener
la diversidad genŽtica de las poblaciones, aspecto vital en la conservaci—n; adem‡s,
cuando solo se da la homogeneidad genŽtica, se pueden presentar ciertos
problemas en la vegetaci—n, por ejemplo, es menos resistente a epidemias. Por
eso los animales polinizadores son cruciales, en especial murciŽlagos y
polillas que est‡n muy activos por las noches, cuando hay m‡s nŽctar en las
flores; a tempranas horas del d’a aparecen colibr’s, mariposas y abejas, entre
otros.
El chelem, como casi todos los agaves,
produce flores y frutos una vez en la vida y despuŽs muere. En magueyes
silvestres se ha reportado que la inflorescencia o quiote (tallo largo donde
crecen las flores) comienza a formarse hasta que la planta alcanza una talla de
0.8 a 2 metros o m‡s y ha logrado almacenar suficientes recursos, lo que ocurre
de los 5 a los 10 a–os de vida. ÀPor quŽ muere la planta? La raz—n es que las
hojas se secan por invertir la mayor’a de su agua y energ’a en la formaci—n del
quiote.
Solo
superados por el ma’z
El chelem tiene potencial en actividades
agroindustriales, como la preparaci—n de mezcales y edulcorantes, extracci—n de
fibra, elaboraci—n de biocombustibles, y se puede cultivar en tierras muy
perturbadas con poco valor agr’cola. TambiŽn proporciona valiosos servicios
ambientales: murciŽlagos, polillas, colibr’s, abejas y mariposas se alimentan
del nŽctar y polen; las flores son ingeridas por cenzontles, matracas y otras
aves; sus ra’ces fibrosas impiden que el viento erosione los suelos y se
pierdan importantes nutrientes de las zonas ‡ridas.
Cabe destacar que los modelos de cambio
clim‡tico sugieren que las sequ’as en Yucat‡n ser‡n m‡s intensas y frecuentes;
por eso la agricultura y la restauraci—n de la vegetaci—n se deben centrar en
especies que viven en la zona semi‡rida del noroeste del estado, en donde el
chelem comparte h‡bitat con organismos protegidos, como el cacto Mammillaria gaumeri, las palmas Coccothrinax readii, Thrinax radiata y Pseudophoenix sargentii, la orqu’dea Myrmecophyla christinae y el colibr’ de cola hendida Doricha eliza, el cual utiliza las
flores de chelem durante los meses m‡s secos del a–o.
Este maguey es parte de nuestro patrimonio
biol—gico al ser el ancestro silvestre de diversas especies y variedades
cultivadas; por tanto, puede ser usado para mejorar y rescatar aquellas que
estŽn perdiendo su diversidad genŽtica. Estudios arqueol—gicos sugieren que los
magueyes ya eran usados por civilizaciones precolombinas en la elaboraci—n de
utensilios domŽsticos, como hilos y agujas; las semillas, hojas, flores e
inflorescencias sirvieron de alimento, sobre todo en Žpocas de escasez.
Cuando las sociedades se establecieron en
torno a la agricultura, los agaves fueron domesticados y manejados, as’ que se
generaron nuevas variedades y especies para obtener bebidas fermentadas,
medicina, fibra y materiales para construcci—n de casas. Su cultivo era tan
importante para numerosos pueblos, especialmente del centro y norte del pa’s,
que tal vez solo el ma’z los superaba en relevancia econ—mica, social e incluso
espiritual, lo que muestra su indiscutible valor.
Jorge L. Leirana
Alcocer (jleirana@correo.uady.mx), J. Carlos Cervera Herrera (carlos.cervera@correo.uady.mx) y Jorge Navarro Alberto (jorge.navarro@correo.uady.mx)
son profesores en la Universidad Aut—noma de Yucat‡n, campus de Ciencias
Biol—gicas y Agropecuarias.
Ecofronteras, 2018, vol. 22, nœm. 63, pp. 28-30,
ISSN 2007-4549. Licencia CC (no comercial, no obras derivadas); notificar
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