Manglares entre el mar y la tierra
prometida
JosŽ Mar’a Cunill
Flores, Alejandro Nettel Hernanz y Cristian Tovilla Hern‡ndez
Los manglares son ecosistemas
costeros de Ònaturaleza protectoraÓ: constituyen una barrera ante oleaje y
vientos, lo que es vital en tormentas tropicales o huracanes, son refugio de una
gran biodiversidad, regulan inundaciones y ofrecen muchos otros servicios
ambientales. Pero los bosques de mangle se est‡n perdiendo a causa de
actividades humanas, ÀquŽ hacer?
M‡s que ‡rboles con ra’ces rarasÉ
Los ‡rboles
o arbustos retorcidos que vemos en algunas costas, con ra’ces extra–as que
emergen del agua –en ocasiones como si se tratara de patas o zancos que
sostienen tronco y copas fuera del mar–, son los llamados mangles.
Constituyen la base de un importante ecosistema: el manglar, al cual confluyen
din‡micamente factores como oleaje, vientos, salinidad, caudales y sedimentos
de r’os o arroyos que desembocan en el mar.
Los mangles
presentan adaptaciones œnicas: ra’ces aŽreas que permiten la respiraci—n
(neumat—foros), peculiares estrategias reproductivas y de dispersi—n
(viviparidad completa o parcial), diferentes mecanismos para liberarse del
exceso de sal a travŽs de ra’ces y hojas, adem‡s de que se sostienen y se fijan
a suelos arenosos e inundados. La viviparidad se refiere a que las semillas
germinan en la propia planta (pl‡ntulas); se desprenden y flotan a la deriva
durante el tiempo necesario hasta que logran anclarse en nuevos sitios.
En el mundo
se registran 65 especies de mangle, agrupadas en 22 gŽneros y 16 familias
bot‡nicas. Se distribuyen en los tr—picos en AmŽrica, Asia, çfrica y Ocean’a.
En nuestro continente se encuentran desde Baja California (MŽxico) hasta Perœ
en el OcŽano Pac’fico, y desde Florida (Estados Unidos) hasta Brasil en el
Atl‡ntico.
De acuerdo
con la Comisi—n Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, MŽxico posee poco m‡s
de 770 hect‡reas de manglares, de las cuales el 53.7% se encuentra dentro de ‡reas
naturales protegidas a nivel federal o estatal (datos de 2013). La costa del
Pac’fico mexicano cuenta con la mayor diversidad de mangles en el continente. Predominan
cuatro especies: Rhizophora mangle (mangle
rojo), Avicennia germinans (mangle
negro o madresal), Conocarpus erectus (botoncillo)
y Laguncularia racemosa (mangle
blanco). En Chiapas hay dos especies m‡s que coexisten con las cuatro
anteriores y se distribuyen hasta SudamŽrica: Avicennia bicolor (mangle amarillo) y Rhizophora harrisonii (mangle caballero).
H‡bitat de mœltiples especies
Los
manglares son un sistema biol—gico compuesto por diversos organismos asociados
a sus ‡rboles y arbustos. Entre las plantas que los habitan en la costa del
Pac’fico mexicano encontramos orqu’deas, lianas y bromelias; en suelos
adyacentes m‡s elevados hay gran variedad de ‡rboles y arbustos (zapotes, anonas,
jonotes, corchos, mezquites, caucho, capulincillos, caobillas), que tambiŽn
alojan pastos y plantas, incluso algunas cact‡ceas (pitayas u —rganos). Destaca
la presencia de los llamados hongos mangl’colas marinos y terrestres, que de
acuerdo con literatura cient’fica comprenden unas 700 especies. Muchos hongos
habitan sobre los troncos y ra’ces de mangles muertos, otros colonizan el suelo
y varios viven bajo el agua.
Evidentemente
esta vegetaci—n es casa de animales terrestres, marinos y voladores. Una amplia
gama se arropa bajo el manto protector de los ‡rboles durante todo su ciclo
vital o en alguna etapa. Entre los animales marinos encontramos esponjas,
cangrejos, camarones, almejas, ar‡cnidos y muchos peces. Los vertebrados
caracter’sticos son cocodrilos, jaguares, tortugas y un sinf’n de aves que
vienen y van de copa en copa y de isla en isla, de las cuales hay al menos 24
especies espec’ficas para este ecosistema y mœltiples aves migratorias que
aprovechan las bondades del lugar para alimento y refugio.
TambiŽn
destaca la presencia de tlacuaches, cacomixtles, mapaches, serpientes, sapos y
ranas. La artropofauna abunda, con un aproximado de 15 —rdenes y 45 familias:
termitas, hormigas, libŽlulas, avispas, mosquitos y una singular variedad de
abejas que producen una miel muy caracter’stica; de acuerdo al nŽctar de la
especie de mangle negro que utilizan, producen desde una miel perfumada y dulce
hasta una con toque salado.
ÀPor quŽ son importantes?
Los
manglares forman una barrera protectora para la franja costera, ya que
amortiguan el impacto del viento y las olas; de ah’ su importancia ante
tormentas tropicales o huracanes; en otras palabras, evitan que el mar se
trague la tierra. Son h‡bitat, cobijo y sombrilla para plantas y animales que
habitan en las copas de los ‡rboles, troncos, ra’ces, lodo, suelo, agua... Su
explotaci—n forestal tambiŽn es importante, ya que los mangles se usan para
le–a, construcci—n de viviendas y elaboraci—n de herramientas rœsticas. Aunque
los estudios al respecto son escasos, se les reconocen propiedades medicinales
ligadas a la reducci—n de fiebre, enfermedades estomacales, regeneraci—n de
piel, combate de infecciones y m‡s.
De manera
indirecta brindan otros servicios ambientales, al ser un ecosistema capaz de
mantener un medio adecuado para los seres vivos (incluidas personas, desde
luego), pues ayudan a la formaci—n del suelo, regulaci—n del clima y los
niveles de agua en lagunas y esteros, control de la salinidad hacia tierra
adentro, producci—n de ox’geno y captura de carbono, mantenimiento de
pesquer’as, purificaci—n de aguas contaminadas y residuales que llegan en los r’os
y arroyos.
Fungen como
base de la econom’a de peque–os asentamientos humanos, muchas veces inmersos en
algœn estado de pobreza, lo que hace del manglar su principal fuente de
ingresos mediante pesca artesanal, producci—n de madera, ecoturismo y
extracci—n de otros productos.
ÀQuiŽn los cuida?
Los
manglares podr’an considerarse un patrimonio natural de la humanidad, aunque no
lo sean de manera oficial. Son esenciales para la vida humana, como lo
establece la Convenci—n RAMSAR, instancia que promueve la conservaci—n y uso racional de los
humedales (entre los que se encuentran los manglares). Este patrimonio se ve
amenazado por su principal beneficiario: el ser humano. El deterioro proviene
del creciente apoyo a salineras, estanques camaroneros, acuicultura,
agricultura y ganader’a, complejos tur’sticos de gran escala, construcci—n de
carreteras que desv’an o interrumpen el curso de sistemas de agua dulce,
sobrexplotaci—n de recursos forestales o pesqueros, entre otros factores.
Existe un
extenso marco legal –aunque laxo en su ejecuci—n–, que busca el
bienestar de este ecosistema en temas de conservaci—n y restauraci—n,
protecci—n de organismos, pesca responsable y varios rubros m‡s.
Internacionalmente destacan varios protocolos, leyes y convenciones en materia
ambiental, entre ellos la Convenci—n sobre el Comercio Internacional de
Especies Amenazadas (CITES) o la Convenci—n Sobre la Protecci—n del Patrimonio
Mundial, Cultural y Natural de la Humanidad (UNESCO). Algunas leyes y programas
en MŽxico son la Ley General del Equilibrio Ecol—gico y Protecci—n al Ambiente
(art’culo 28), la NOM 059 SEMARNAT-2010 y el Operativo Nacional "MŽxico
protege sus ManglaresÒ.
ÀDe quiŽn son?
Aunque la
relaci—n entre cultura, identidad y recursos naturales se ha convertido en
objeto de creciente interŽs en la pol’tica y los c’rculos acadŽmicos, en MŽxico
no hay suficientes investigaciones en gesti—n, diversidad, uso y gobernanza de
los manglares, a pesar del gran nœmero de asentamientos humanos adyacentes a
ellos. Los programas de asistencia y desarrollo social no los contemplan como
el eje de un complejo clave para el desarrollo en bienestar, tecnolog’a y
soberan’a, sino m‡s bien se centran a vender una idea productiva estanc‡ndose
en el negocio del carbono y la pesquer’a.
Realmente
la protecci—n de los manglares es imprescindible, pues las poblaciones humanas
dependen directa o indirectamente de los bienes y servicios que estos brindan.
ÁNo solo las que se asientan en sus cercan’as, sino la humanidad en general!
Los grandes
cambios se gestan paulatinamente con el apoyo de cada persona como un pelda–o
en un largo camino; no es necesario saber todo respecto a los manglares, sino
actuar cotidianamente con decisiones a favor de nuestro entorno.
Protegerlos
significa promover calidad de vida no solo en zonas costeras, sino tambiŽn
continentales; perderlos implica perder para’sos,
con afectaciones serias para el mundo en general. Confiamos que es posible
formular estrategias que cobijen a quienes viven bajo la sombra del mangle, se
alimentan de su estero y se calientan con el fuego de su le–a, sabiendo que
este cobijo nos puede alcanzar aunque vivamos a miles de kil—metros de distancia,
pues todos somos parte de la bienaventuranza del manglar.
JosŽ Mar’a Cunill Flores es egresado
de Maestr’a en Ciencias en Biodiversidad y Conservaci—n de Ecosistemas
Tropicales, Instituto de Ciencias Biol—gicas de la Universidad de Ciencias y Artes
de Chiapas (jomacunill@gmail.com). Alejandro Nettel Hernanz es
profesor-investigador del mismo instituto (alejandro.nettel@unicach.mx).
Cristian Tovilla Hern‡ndez es investigador del Departamento de Ciencias de la
Sustentabilidad de ECOSUR Tapachula (ctovilla@ecosur.mx).
Ecofronteras, 2018, vol. 22,
nœm. 63, pp. 22-25, ISSN 2007-4549. Licencia CC (no comercial, no obras
derivadas); notificar reproducciones a llopez@ecosur.mx