Identidad contra el olvido en el pueblo Mam

Miguel çngel Cristhian Toledo Pineda y Enrique Coraza de los Santos

 

El volc‡n Tacan‡, ubicado en la frontera de MŽxico y Guatemala, sintetiza la historia del pueblo Mam, que lo mira desde los dos pa’ses. A pesar de su destino binacional, los mames conservan una identidad cultural como pueblo originario; identidad que en nuestro territorio se liga a la autoorganizaci—n comunitaria para resignificar una cultura viva, contra el olvido que acarre— el duro proceso de mexicanizaci—n.

 

Un pueblo separado por la frontera

 

Pensar en el pueblo Mam, sobre todo en las comunidades de la regi—n del Soconusco, Chiapas, hace que algunas personas nos remitamos a la imagen del volc‡n Tacan‡, que en lengua mam significa nuestra madre y se encuentra justo en la frontera entre MŽxico y Guatemala. Est‡ ubicado junto a su volc‡n gemelo en el pa’s vecino: el Tajumulco, nuestro padre. (1)

 

La significativa presencia mam en las faldas del Tacan‡ permite una referencia polisŽmica del mismo. Se trata de un accidente geogr‡fico si lo vemos como monta–a, pero es igualmente una estructura geol—gica por su car‡cter de tubo en el que puede fluir el magma, y a la vez es un l’mite internacional que divide a MŽxico y Guatemala. Finalmente, es la s’ntesis de una cosmovisi—n asociada a un pueblo que lo mira desde los dos pa’ses, pues cruzando la frontera tambiŽn habitan comunidades mames. En Žl se condensa la historia de un territorio que m‡s all‡ de las divisiones pol’tico administrativas, se constituye hist—rica, cultural y cotidianamente en un espacio transfronterizo; remite a encuentros y desencuentros, conflictos territoriales, aunque tambiŽn a continuidades perpetuadas mediante relaciones familiares, culturales y de intercambios.

 

Diversos factores dan cuenta de los v’nculos de la poblaci—n que vive en las faldas de Ònuestra madreÓ: el constante ir y venir de la gente por cuestiones laborales y comerciales; los lazos de parentesco entre los habitantes de municipios fronterizos de ambos pa’ses; el respeto por las personas mayores; rasgos de identidad, como son las pr‡cticas culinarias o la curaci—n con plantas medicinales. Es importante destacar que el cruce por la frontera se da en un territorio permeable, poroso, pues no hay ni representantes ni infraestructura del Instituto Nacional de Migraci—n; la polic’a municipal de las localidades est‡ presente, junto con patrullajes de fuerzas de seguridad del Estado, pero no interrumpen este flujo permanente, cotidiano e hist—rico.

 

No obstante, no se borra la marca definitiva de que los mames viven como pueblo dividido entre dos pa’ses. Una parte de ellos es mexicana y otra es guatemalteca, como resultado de la historia que los dividi— en dos nacionalidades. Las dos vidas de un mismo grupo recorrieron rutas distintas segœn sus historias nacionales, y se enfrentan a una tensi—n permanente por sentirse uno (mam) aun cuando se les identifica como dos (mexicanos y guatemaltecos). Es una lucha entre la identidad nacional y la identidad particular como pueblo originario.

 

Estas poblaciones pertenecen a la amplia familia de pueblos mayas y comparten con los pueblos originarios de MŽxico una historia de conquista y colonizaci—n como un continuum de dominaci—n y marginaci—n de largo alcance. Su cotidianidad se alimenta de una memoria que se debate entre el recuerdo y el olvido de su cultura, en la lucha de aquellos que se autodefinen como pertenecientes a un pueblo originario y que desde hace m‡s de una dŽcada se organizan para rescatar, difundir y ense–ar el conocimiento de sus antepasados. Son parte de una cultura viva que lucha por ser visible, por profundizar en sus ra’ces y perpetuarse a travŽs de generaciones futuras.

 

Historia de una divisi—n

 

El proceso hist—rico que ha llevado al pueblo Mam a ese destino binacional se desarroll— durante el siglo XIX. Se inici— con la independencia de la Corona espa–ola y el posterior debate respecto a las pertenencias pol’ticas, tanto de Guatemala como de Chiapas y el Soconusco desde 1822 hasta 1882. En esta fecha se concret— la incorporaci—n de Chiapas a MŽxico y comenz— el deslinde de Guatemala, que se prolong— hasta 1902, cuando se fijaron los l’mites actuales.

 

La palabra l’mite se asocia con conceptos como soberan’a y patria, o bien, con s’mbolos (banderas, escudos e himnos); tambiŽn con estrategias de consolidaci—n de las propias demarcaciones, por ejemplo: escuela, ejŽrcito, autoridades e instancias migratorias. En nuestro territorio, tales factores integraron el amplio espectro de instrumentos del proceso de mexicanizaci—n, es decir, la homogenizaci—n cultural con la forma de una œnica identidad: la mexicana. Para entender el proceso debemos remitirnos al cafŽÉ ÀC—mo es esto?

 

La zona con fuerte presencia mam en las faldas del Tacan‡, en MŽxico, se caracteriza por la presencia del cafŽ como producci—n b‡sica. La actividad ocupa principalmente a mexicanos propietarios de las tierras y a guatemaltecos que desde hace m‡s de un siglo llegan a la cosecha, marcando una din‡mica de movilidad permanente que constituye un elemento m‡s para definir como transfronteriza a la regi—n. Esta interrelaci—n hist—rica entre producci—n y trabajo arranc— con el establecimiento de hacendados, alemanes en su mayor’a, hacia fines del siglo XIX. (2)

 

Establecidas las fincas cafetaleras, su desarrollo estuvo ligado a la historia de MŽxico y sus acontecimientos. La Revoluci—n mexicana, en la segunda dŽcada del siglo XX, hizo que muchos hacendados huyeran a Guatemala por miedo al Òterror revolucionarioÓ, con la promesa de regresar pasado el conflicto. Dejaron haciendas, producciones y a sus trabajadores, quienes siguieron ligados a la tierra. Algunos hacendados nunca regresaron y los antiguos campesinos comenzaron a reclamar estas tierras como sus lugares permanentes de residencia y trabajo. Con el gobierno de L‡zaro C‡rdenas vino la reforma agraria y el reconocimiento de muchos reclamos en forma de tierras ejidales, naciendo as’ localidades chiapanecas como Talqui‡n, Chiquihuite, C—rdova de Matasanos y otras, sobre todo en los municipios de Uni—n Ju‡rez y Cacahoat‡n.

 

Junto con la reforma agraria se implement— una pol’tica nacionalista conocida como mexicanizaci—n, que en la regi—n fronteriza del Soconusco tuvo un car‡cter agresivo, con escarnios pœblicos, estigmatizaci—n y encarcelamientos.

La ra’z cultural de los mames se afect— significativamente al prohib’rseles su lengua y vestimenta, por ser considerados elementos guatemaltecos cuyo uso implicaba migraci—n irregular. En Guatemala se vivieron procesos diferentes y los factores culturales pudieron conservarse con mayor fuerza.

 

Identidad y resistencia

 

En la lucha contra el olvido ha sido fundamental la conformaci—n de espacios de autoorganizaci—n, donde los grupos activos se posicionan como actores pol’ticos para reivindicar usos y costumbres en la vida de la regi—n. As’, a inicios de la dŽcada de 1990, en los municipios de Uni—n Ju‡rez y Cacahoat‡n se form— un grupo de trabajo denominado Ra’ces de Nuestra Cultura Mam, que recientemente se sum— a otro de nueva creaci—n: la Asociaci—n Civil Conciencia Cultural Mam. Ambos han dado continuidad a un proceso iniciado en los a–os setenta con el rescate y ense–anza del idioma por parte de los abuelos mam (o tatas, como se nombran entre ellos), con respaldo del entonces Instituto Nacional Indigenista. Actualmente promueven la resignificaci—n cultural mediante la vestimenta, pr‡cticas culinarias, medicina herbolaria, artesan’as, mœsica, danza y por supuesto, la lengua. El surgimiento y consolidaci—n de estos grupos puede explicarse desde dos sentidos:

1)   Replanteamiento de pol’ticas de Estado en la dŽcada de 1970, con el reconocimiento a un MŽxico multicultural y la promoci—n del rescate cultural a travŽs de instituciones gubernamentales.

2)   Resistencia subterr‡nea que los pueblos originarios han sostenido ante los procesos de exclusi—n y marginaci—n, en los que la identidad cultural es clave para la continuidad de los modos de vida en sus comunidades.

 

En Guatemala, distintas asociaciones mames se han constituido con base en sus formas de organizaci—n comunitaria asociada a su ra’z cultural. A partir de acciones realizadas en torno a la defensa del territorio frente a empresas extractivistas, es que durante la œltima dŽcada se han fortalecido procesos pol’ticos y comunitarios. Es el caso del Consejo del Pueblo Mam de Sibinal, cuyo centro se ubica en el municipio del mismo nombre, colindante con el Tacan‡; actualmente emprende una lucha por el reconocimiento de sus formas ancestrales de organizaci—n, procuraci—n de justicia y pervivencia de valores y formas de vida.

 

El v’nculo que sostienen los grupos coordinados en ambos lados de la l’nea fronteriza se entiende a partir de la identidad cultural. Por eso existen iniciativas para encontrarse y compartir el conocimiento atribuido a los abuelos o ancestros, intercambiar experiencias y visiones de lo que se necesita para la conservaci—n de sus espacios y territorios. Un ejemplo lo constituyen el primer y segundo ÒEncuentro de consejos, autoridades comunitarias y ancestrales maya-mamÓ, organizados en 2017 por la Asociaci—n Comisi—n Paz y Ecolog’a, el Consejo del Pueblo Maya y el Consejo Comunitario de Desarrollo de la Aldea Chocabj. Los eventos generaron una retroalimentaci—n acerca de problem‡ticas de las comunidades, sus entornos y formas de organizaci—n. Se realizaron en la zona fronteriza del Tacan‡, considerando el car‡cter simb—lico que representa la l’nea que los divide en distintas nacionalidades.

 

El discurso sostenido por los participantes expuso la necesidad de generar espacios que posibiliten un hermanamiento, con un sentido de autoafirmaci—n de identidad, m‡s all‡ de los l’mites fronterizos de los Estados nacionales. Esto qued— asentado en la Declaraci—n final del segundo Encuentro de consejos y autoridades comunitarias maya-mam, donde se–alan: ÒNecesitamos romper las barreras que existen entre una l’nea imaginaria, que es la frontera que divide al pueblo Mam, ya que nuestro territorio trasciende los l’mites territoriales actuales. Por lo anterior, proponemos unificarnos, organizarnos, dialogar, como un solo pueblo. No es necesario que lo sepamos todo, lo importante es apreciar nuestras ra’ces. Somos due–os de nuestro territorio y vamos a valorar lo nuestroÓ.

 

En suma, pese a los distintos procesos hist—ricos que en MŽxico y Guatemala han influido en la conformaci—n de colectividades en ambos lados de la frontera, quienes se asumen como parte de comunidades mames sostienen v’nculos organizativos y han emprendido actividades con miras al fortalecimiento cultural y pol’tico. Esto demuestra el valor que asignan a su ra’z identitaria y que los motiva a luchar contra el olvido; ese olvido al que ha intentado relegarse su existencia como cultura originaria.

 

Agradecemos la lectura y comentarios de Mariana Norandi Armas, cuya experiencia editorial fue fundamental para la elaboraci—n del presente relato.

 

(1) As’ lo refieren personas de este pueblo originario con quienes hemos trabajado desde 2014 en los municipios de Uni—n Ju‡rez y Cacahoat‡n en Chiapas, MŽxico, y el Sibinal en Guatemala.

(2) En la zona hab’a una poblaci—n originaria mam, pero a causa de diferentes procesos se redujo al m’nimo en cierto momento; se reestableci— con la llegada de poblaci—n guatemalteca a las fincas de cafŽ.

 

 

Miguel çngel Cristhian Toledo Pineda es estudiante de la Maestr’a en Ciencias en Recursos Naturales y Desarrollo Rural de ECOSUR (matoledo@ecosur.edu.mx). Enrique Coraza de los Santos es investigador del Departamento de Sociedad y Cultura de ECOSUR Tapachula (ecoraza@mail.ecosur.mx).

 

 

Ecofronteras, 2018, vol. 22, nœm. 63, pp. 2-5, ISSN 2007-4549. Licencia CC (no comercial, no obras derivadas); notificar reproducciones a llopez@ecosur.mx