Movilidades
forzadas. Cuando moverse es una estrategia de vida
Enrique Coraza de
los Santos
Las movilidades
forzadas derivadas de situaciones de violencia como producto de un abanico
multifactorial, son una constante en la historia de AmŽrica Latina. Comprender
sus causas y caracter’sticas, as’ como las variaciones de su acontecer en el
tiempo, se ligan a la imperiosa necesidad de afrontarlas y buscar soluciones
desde una ciudadan’a consciente y comprometida.
Nadie se va de su casa a menos que la casa
sea una voz sofocante
que en el o’do te murmura Òvete, escapa de
m’ ahora;
no sŽ en quŽ me convert’, solo sŽ que
cualquier otro lugar
es m‡s seguro que aqu’Ó.
Warsan
Shire, ÒCasaÓ
Warsan Shire naci— en Kenya en 1988,
pero es hija de una familia somal’ que migr— al Reino Unido cuando ella ten’a
un a–o. Desde el arte, ella rememora la huida como un dolor lacerante; desde la
vida, esta fue probablemente su salvaci—n. Moverse fue una estrategia de
sobrevivencia.
Las
causas que orillan a la gente a movilizarse de manera obligada pueden ser
consecuencia del deterioro ambiental –como la desertificaci—n o
inundaci—n de un ‡rea– o fen—menos naturales que desembocan en desastres
–huracanes–, adem‡s de otras razones ligadas a relaciones de poder,
como la imposici—n de (mega) proyectos extractivos o de desarrollo,
construcci—n de infraestructuras o reducci—n de las opciones de subsistencia.
De todo
el abanico de situaciones posibles, en este texto nos referimos a las
movilidades forzadas como resultado de situaciones de violencia que generan
altos grados de inseguridad y temor. Es el caso de la delincuencia comœn,
violencia intrafamiliar y de gŽnero, homofobia, exclusi—n, marginaci—n, crimen
organizado, narcotr‡fico y grupos paramilitares o de autodefensa; o tambiŽn de
abusos del propio Estado, mediante el llamado Òterrorismo de EstadoÓ como el
que se practic— por parte de las dictaduras del Cono Sur a fines del siglo
pasado.
Debemos
reconocer que no todas las personas que sufren violencia pueden elegir irse y escapar.
Se mueven quienes tienen posibilidades (materiales, personales, redes de apoyo)
o que recurren a distintas estrategias para lograrlo.
Quienes
no cuentan con estos recursos o a quienes no se les presenta la oportunidad en
el momento necesario, forman el gran nœmero de muertos, presos pol’ticos o de
conciencia, desaparecidos, secuestrados y sujetos de otras formas de afectaci—n
a la integridad f’sica y ps’quica.
La violencia en AmŽrica Latina
La
inseguridad y la violencia no son nuevas en AmŽrica Latina. Una larga historia
de experiencias nefastas recorre el continente: desde los procesos de conquista
y colonizaci—n hasta las revoluciones que dieron lugar a las repœblicas
independientes, plagadas de guerras intestinas entre las facciones pol’ticas
que se disputaban el poder.
La
entrada al siglo XX, despuŽs de un proceso de modernizaci—n marcado por
controvertidas pol’ticas que aumentaron o mantuvieron las inequidades sociales
y Žtnicas, no dio fin a las variadas formas de violencia, cuyo origen puede provenir
de procesos internos, de la intervenci—n de potencias extranjeras o de
conflictos entre pa’ses. Se presentan como delitos del fuero comœn o desde la
esfera de lo pœblico como violaciones de los derechos humanos. TambiŽn se
vinculan con din‡micas sociales contra colectivos que hist—ricamente han sufrido
marginaci—n y exclusi—n: pueblos originarios, gente empobrecida, mujeres,
campesinos, comunidades afrodescendientes, personas LGBTTTI. En ocasiones se
trata de persecuci—n y represi—n contra actores sociales, religiosos,
pol’ticos, sindicales, estudiantiles o activistas.
El
contexto de la violencia es variado; se puede inscribir en sociedades y
reg’menes democr‡ticos, pero con importantes deficiencias en la participaci—n
ciudadana o la seguridad pœblica, o bien, se inserta en gobiernos formalmente
democr‡ticos que ejercen acciones represivas, y est‡n los casos abiertamente
inconstitucionales, como las dictaduras militares y c’vico-militares o las
guerras civiles. La movilidad de personas es una de las consecuencias: desplazamientos,
migraciones forzadas y exilios. Todas y cada una de estas movilidades son
estrategias para protegerse, salvarse o enfrentar las circunstancias,
incluyendo las siguientes caracter’sticas:
a) En las movilidades
forzadas, las personas actœan desde una acci—n involuntaria y no deseada, pero
que de cualquier modo las obliga a salir. Dejar el hogar podr’a ser la œnica opci—n.
b) Existen amenazas a la integridad f’sica o
ps’quica (un binomio pr‡cticamente inseparable) de la persona o su entorno de
afectividad o pertenencia.
c) No hay posibilidad
de retorno en tŽrminos de seguridad, ya que las condiciones que originaron la
partida, persisten.
A partir
del conocimiento emp’rico de casos de estudio, como el exilio republicano espa–ol
en nuestro continente o los exilios de Centro y SudamŽrica, se han elaborado
diversas reflexiones para asumir el fen—meno como una constante de larga
duraci—n en AmŽrica Latina, m‡s all‡ de espacios y tiempos espec’ficos.
Particularidades del siglo XXI
Desde las
repœblicas independientes ya se utilizaba el destierro como medida de exclusi—n
pol’tica en LatinoamŽrica. Las guerras de independencia y las civiles que
siguieron, dieron lugar a importantes movimientos forzados, la mayor’a en forma
de desplazamiento interno para protegerse de las contiendas.
Durante
gran parte del siglo XIX –sobre todo en su œltimo cuarto, en el proceso
denominado de modernizaci—n de los Estados–, la movilidad forzada afectaba
fundamentalmente a hombres (los que dominaban el espacio de lo pœblico), de
sectores de la burgues’a o de orientaciones pol’ticas revolucionarias (que
pod’an estar acompa–ados de huestes o grupos de seguidores) y a personajes
conocidos por su circunstancia social o pol’tica. Posteriormente es cuando los afectados
presentan los m‡s distintos gŽneros, edades, estatus sociales y orientaciones
pol’ticas, sindicales o religiosas.
En el
siglo XX, especialmente en la segunda mitad, en el contexto de la guerra fr’a y
a partir de las denominadas dictaduras de seguridad nacional que proliferaron
en SudamŽrica, se dio otro importante movimiento forzado de personas en forma
de exilios. En el mismo sentido han desempe–ado un papel importante los
conflictos armados, de los que Colombia es un ejemplo y ha sufrido el m‡s largo
en la historia de AmŽrica Latina, con miles de exiliados y desplazados
internos. Por su parte, las guerras civiles en CentroamŽrica revelaron una
combinaci—n de movilidades que mezclaban elementos de desigualdad y
vulnerabilidad estructurales con v’ctimas de acciones armadas; frente a esta
combinaci—n, los fen—menos de migraci—n, desplazamiento forzado interno y
exilio se produc’an simult‡neamente.
Entrado
el siglo XXI, a pesar de que los pa’ses de LatinoamŽrica (salvo excepciones)
han alcanzado una relativa estabilidad, al menos pol’tica, la violencia continœa
y es causa de movimientos forzados. Desde la frontera sur de MŽxico asistimos a
un aumento constante de personas y familias que llegan huyendo de pa’ses como
Honduras, El Salvador y, en menor medida, Guatemala. En muchos casos, se suman
mœltiples vulnerabilidades y discriminaciones (sociales, econ—micas, de gŽnero,
de opci—n sexual, de clase social, de etnia), por lo que denominamos flujos
mixtos a sus experiencias, pues se combinan causas econ—micas y de amenaza o
violencia (lo cual antes ocurr’a poco).
Mientras
en el siglo XX estos fen—menos masivos eran visibles e intencionalmente
visibilizados para recabar recursos y condenar a los reg’menes expulsores, en
la Žpoca actual sucede lo contrario: los mismos fen—menos, igualmente masivos,
presentan la relevante caracter’stica de la invisibilidad.
Asimismo,
si bien es cierto que en el siglo XX se desarrollaron formas de persecuci—n
trasnacional, como el Plan C—ndor en naciones sudamericanas, en el siglo XXI
muchos de los productores de violencias, como el crimen organizado o las
denominadas ÒmarasÓ, son realmente trasnacionales. Las formas delincuenciales
se mantienen en el tr‡nsito y muchas veces hasta en el destino.
Otro elemento
a destacar es que anteriormente hab’a redes de solidaridad o diferentes formas
de agrupamiento y colaboraci—n que se intentaban reconstituir en el lugar
receptor. Ahora, en cambio, quienes huyen suelen provenir de sociedades donde
imperan el individualismo, la desconfianza, la inexistencia de redes de apoyo o
la desestructuraci—n social y familiar. Son actores secundarios, como
asociaciones civiles u organizaciones con o sin fines de lucro, los que
intentan regenerar esos lazos en muchas ocasiones.
El
panorama no es prometedor en cuanto al cese de movilidad para salvar la vida propia
o la de los seres queridos, en parte debido a pol’ticas pœblicas que amparan y
legitiman la exclusi—n, la marginaci—n, la estigmatizaci—n, la criminalizaci—n,
y que no abonan a la solidaridad, sino a la desconfianza y el rechazo. Desde la
actitud beligerante de Donald Trump en Estados Unidos hasta la Òdemonizaci—nÓ
de los extranjeros por parte de Mauricio Macri en Argentina (por considerar los
polos del continente), vivimos una realidad que demanda mucho esfuerzo
ciudadano consciente, solidario y combativo desde la reivindicaci—n y la
denuncia.
Como personas
ciudadanas habitamos en una casa (ll‡mese MŽxico, Europa u otro sitio), a la
que cada vez llaman a la puerta con mayor frecuencia pidiendo ayuda, seguridad,
amparo; sin embargo, desde nuestro confort, no siempre atendemos. Quien huye,
no solo busca salvaci—n, sino encontrar un lugar para recomponer su dignidad,
su derecho a vivir y buscar el bienestar. Entonces, debemos transformarnos en
grandes ojos y o’dos para percatarnos de lo que sucede alrededor, evidenciarlo,
visibilizarlo, denunciarlo. TambiŽn tendr’amos que ser fuertes manos y brazos
para abrirnos y recibir, proteger y recuperar el sentido colectivo de la
solidaridad.
Agradezco la lectura y comentarios de Valentina Valle Baroz, Cristina Pararols y Aurora Peres, responsables
de muchos de los aciertos de este texto; los errores son mi responsabilidad.
Enrique Coraza de
los Santos es investigador del Grupo de Estudios de Migraci—n y Procesos
Transfronterizos del Departamento de Sociedad y Cultura, ECOSUR Tapachula (ecoraza@ecosur.mx).
Ecofronteras,
2018, vol. 22, nœm. 62, pp. 18-20, ISSN 2007-4549. Licencia CC (no comercial,
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