Hombres y hambres de ma’z

El Topo Constantinoplo

 

Hermelindo de la Cruz,

agricultor ingenioso,

lo mismo sigue a Jesœs

que al Diablo (cuando es negocio).

Hablaba de hambres actuales

y del pasado hizo memoria;

compartiendo unos tamales

le escuchamos esta historia:

Mi pap‡ era huixteco;

de ni–o vino a Teopisca.

Trabajaba de mocito

del ranchero, gente arisca.

Ocurri— una gran hambruna

y muchos mozos mor’an:

com’an hierbas del monte;

Ásu veneno desconoc’an!

Se estaban volviendo locos

con esa hambre de ra’z;

solo vivieron los pocos

apegados al ma’z:

De las milpas bien marchitas

espigas secas cog’an

pa« podŽrselas tragar

en un cazo las herv’an.

 

 

 

Los patrones no sufr’an

pues ten’an las trojes llenas:

en las tardes sus sirvientas

grano herv’an para molienda.

Por las noches nuestros perros,

m‡s audaces que sus due–os,

se robaban nixtamal

y cenaban que ni en sue–os.

Cuando el clar’n en el cerro

cantaba en la madrugada

a buscar cacas de perro

se sal’a la mozada.

Las lavaban en el r’o

y juntaban los residuos

que en las tripas de los ÒchuchosÓ

no se hab’an digerido.

Los mol’an de inmediato

y unas tortillas se hac’an.

Espantaba el hambre un rato:

ÁAyyy, que ricas les sab’an!

 

Historia oral recopilada por Juana Cruz Morales y Luis Garc’a Barrios, agosto de 2017, Chiapas, MŽxico.

 

 

Ecofronteras, 2018, vol. 22, nœm. 62, pp. 39, ISSN 2007-4549. Licencia CC (no comercial, no obras derivadas); notificar reproducciones a llopez@ecosur.mx