Tuberculosis y derecho a la salud. Conversaci—n con HŽctor Javier S‡nchez

 

Laura L—pez Argoytia

 

 

Es comœn que asociemos la palabra tuberculosis con la imagen de alguien notoriamente enfermo y tosiendo incontrolablemente (al estilo rom‡ntico de La dama de las camelias). En realidad, la tuberculosis pulmonar implica mucho m‡s que esoÉ Es una enfermedad prevenible y curable, y a pesar de ello, en muchas ocasiones continua siendo letal. Es un v’nculo lamentable entre carencia y salud, y una evidencia de la falta de atenci—n a derechos humanos fundamentales.

 

La Organizaci—n Mundial de la Salud (OMS) estableci— el 24 de marzo como el d’a mundial de la lucha contra la tuberculosis por considerarla una emergencia sanitaria, con datos indicativos de que la mayor’a de los casos ocurren en Òpa’ses pobresÓ, o bien, en poblaci—n migrante de estas naciones en los Òpa’ses ricosÓ. Es claro que la enfermedad no afecta por igual a toda la poblaci—n, y de esto nos habla HŽctor Javier S‡nchez, doctor en medicina con especialidad en salud pœblica, investigador de El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR). 

 

ÀQuŽ es la tuberculosis y c—mo se manifiesta?

 

Es una enfermedad infecciosa causada por la bacteria Mycobacterium tuberculosis, descubierta en 1882 por Roberto Koch. Se divide en dos grandes grupos: la tuberculosis pulmonar, que es la m‡s conocida y constituye la principal v’a de contagio, y la extrapulmonar, que ataca cualquier parte del cuerpo, ya sean ojos, ri–ones, h’gado, rodillas, piel o incluso meninges. A esta œltima se le llama Òla gran mentirosaÓ, pues puede confundirse con otras enfermedades.

 

Al parecer, entre una tercera y una quinta parte de la poblaci—n mundial tiene el bacilo latente en su cuerpo; sin embargo, no todos enfermamos. Podemos considerar tres clasificaciones segœn lo que ocurre a la gente, empezando por quienes se infectan y quienes no lo hacen. Luego, entre los infectados, hay quienes se enferman y quienes no, y en esto influyen la salud general de la persona, su estado nutricional y las condiciones de vida desfavorables –como pobreza y hacinamiento– que pueden afectar las defensas del organismo. La tercera clasificaci—n se refiere a las personas que desarrollaron la enfermedad: aquellas que se curan espont‡neamente, las que reciben tratamiento adecuado y curan, las que reciben un tratamiento inadecuado y permanecen enfermas, y las que mueren.

La problem‡tica es complicada, ya que se requieren seis meses de rŽgimen estricto con seguimiento muy puntual. Aun cuando se eliminara el 95% de las bacterias en el primer mes, en el 5% restante podr’a haber bacilos resistentes y si el tratamiento no se completa, el problema se agrava muy seriamente. Es comœn que al comenzar a sentirnos mejor de un padecimiento cualquiera, abandonemos los medicamentos a los pocos d’as o nos saltemos dosis, ÁquŽ puede esperarse de un proceso de seis meses! Desde luego, muchas veces resulta dif’cil para los enfermos movilizarse hasta los centros de salud, o puede que estos no dispongan de medicamentos suficientes. Hemos presenciado que si la medicina provoca alguna reacci—n adversa, hay hombres que proh’ben a sus esposas continuar trat‡ndose. No obstante, relajar o abandonar el procedimiento ocasiona que las bacterias se hagan Òmultif‡rmacorresistentesÓ, con lo que el tratamiento necesita extenderse a un a–o y medio o m‡s, y los aproximados 5-10 mil pesos iniciales por paciente aumentan a 70-100 mil pesos.

 

ÀC—mo se transmite?

 

La tuberculosis pulmonar es de relativa f‡cil transmisi—n, pues al hablar, cantar o toser una persona enferma, se disemina el bacilo y se queda en el ambiente por varias horas. Una persona podr’a infectar a otras 10 o 15 al a–o, de las cuales, de 5 a 10 de cada 100 desarrollar‡n la enfermedad en los dos a–os posteriores; en el resto queda latente, a menos que haya condiciones de vulnerabilidad: pobreza, desnutrici—n, infecci—n por VIH y actualmente tambiŽn diabetes (un problema grave en MŽxico), en cuyo caso, la posibilidad de enfermar sube a un 50%. En este sentido, alrededor de una de cada 10 personas con tuberculosis presentan VIH, y una de cada cinco padecen diabetes.

 

ÀCu‡l es la situaci—n en MŽxico?

 

En MŽxico, el ÒPrograma de atenci—n para la prevenci—n y control de la tuberculosisÓ de la Secretar’a de Salud est‡ muy abandonado. En 1993, en Chiapas el presupuesto era de 4 millones, mientras que este a–o es de tan solo 2.3 millones. Habr’a que realizar m‡s actividades de prevenci—n y m‡s bœsquedas de casos. Adem‡s, se necesitan formas m‡s eficientes de diagn—stico, para lo cual las ciencias —micas ofrecen mejores alternativas (disciplinas ligadas a estudios de funcionalidad celular y aplicaciones biotecnol—gicas); sin embargo, sus costos son muy altos y requieren de tecnolog’a sofisticada, lo que las hace poco accesibles en estados con altos niveles de pobreza.

 

ÀEn quŽ estados hay m‡s incidencia?

Chiapas y Oaxaca presentan un gran nœmero de registros, aunque el subdiagn—stico es igualmente alto por tratarse de sitios con comunidades dispersas y pocos recursos para la salud. Por la propia distribuci—n geogr‡fica, el diagn—stico se torna complicado, aun con la voluntad de hacerlo. Otras entidades son Baja California Norte y Veracruz. En Baja California se tienen evidencias de que muchos casos de tuberculosis corresponden a gente del sur que migra buscando el ÒnorteÓ.

 

ÀEs una enfermedad prevenible?

 

Con adecuados programas de control podr’an detectarse m‡s casos, controlarlos y cortar la cadena de transmisi—n, pero si los diagn—sticos no son oportunos (tempranos), si no hay apego al tratamiento y si la calidad de vida es deficiente, no hay mucho por hacer. Se presentan unas 2 mil muertes al a–o por tuberculosis en el pa’s, lo que de hecho es una cifra m’nima por los casos no diagnosticados, mas tambiŽn por los que se ocultan debido a cuestiones pol’ticas. La enfermedad es un indicador de desarrollo socioecon—mico, es decir, altos niveles de tuberculosis son un signo de pobreza y de que los servicios de salud no est‡n funcionando del todo bien. Por eso tiende a minimizarse, no solo en MŽxico. En los Objetivos de Desarrollo del Milenio de la Organizaci—n de las Naciones Unidas, se estableci— que entre 2015 y 2030 se deben reducir 90% de muertes por tuberculosis y 80% de casos nuevos; no solo no se llegar‡ a dicha meta, sino que, adem‡s, la situaci—n real tiende a encubrirse por compromisos pol’ticos, y esto es sumamente tr‡gico.

 

ÀCu‡l es el fin de las investigaciones en tuberculosis? 

 

A las bacterias causantes de la tuberculosis se les debe mucho en la medicina. Existen desde hace 20 mil a–os y tienen una enorme capacidad de sobrevivencia. En todas las momias humanas (egipcias, peruanas y otras) hay evidencia de tuberculosis... Si no realizamos acciones m‡s contundentes, seguir‡ manteniŽndose y peor aœn, seguir‡ vigente como enfermedad ligada a la pobreza –sin descartar su v’nculo con VIH y diabetes–. De igual modo, se relaciona con la migraci—n no solo entre pa’ses, sino por el abandono del campo hacia las grandes ciudades.

 

Hoy por hoy la tuberculosis deber’a considerarse un problema de derechos humanos, dada su asociaci—n con la pobreza y al estigma social que sufren las personas que la padecen, quienes habr’an de tener acceso a los mejores procedimientos, siendo tratadas dignamente, lo que no siempre ocurre; tambiŽn hay que propiciar –como un derecho– que la familia no se infecte (en ocasiones mueren dos o m‡s miembros del nœcleo familiar). Parece un tema que no se quiere dimensionar y la pregunta es, Àesto ocurre por ser un padecimiento eminentemente de pobres y de grupos de poblaci—n que no tienen capacidad de presi—n y negociaci—n pol’tica?

 

ÀPor quŽ te interes— el tema?

 

Me interes— por la pobreza que vi en Chiapas cuando lleguŽ en 1993. Por mi trabajo en el Centro de Investigaciones Ecol—gicas del Sureste (antecedente de ECOSUR), visitŽ el hospital de Comit‡n y me impact— ver a la gente afuera, acostada en el suelo. Entonces aceptŽ trabajar en un proyecto sobre tuberculosis, con poco presupuesto, y presenciŽ situaciones dram‡ticas, como que 20% de tosedores cr—nicos internados ten’an tuberculosis; la cifra es alarmante, pero no pasaba nada a nivel gubernamental. Muchos pacientes llegaban desde muy lejos; caminaban unas 11 horas o m‡s, dejando trabajo, familia y pertenencias en sus lugares de origen, a pesar del conflicto armado. Al analizar su perfil demogr‡fico y socioecon—mico, descubrimos que los varones eran quienes m‡s se aventuraban al hospital en busca de ayuda; en cambio, supimos de algunas mujeres que murieron por tuberculosis en sus comunidades sin siquiera ser certificadas.  

 

ÀCu‡l es la perspectiva en el pa’s?

 

ÁMuy mala! Aproximadamente un 70% de la poblaci—n vive en situaci—n de pobreza, as’ que la salud es un aspecto que suele sacrificarse. Por ejemplo, si un conductor de microbœs solo gana dinero los d’as que trabaja, no puede darse el lujo de ausentarse por una tos, as’ que sigue trabajando y es probable que infecte a otras personas durante sus jornadas. Entonces, el conjunto de factores no ayuda: no hay programas que den soporte econ—mico a los enfermos, faltan diagn—sticos oportunos, hay desabasto de medicamentos, es dif’cil para los pacientes apegarse al largo tratamiento y es complejo el seguimiento por parte de los servicios de salud con poco personal. Adem‡s existe corrupci—n, y en no pocos estados el sector salud opera como caja chica de gobiernos; recientemente se public— una noticia de que el anterior secretario de Salud de Jalisco us— el recurso del programa de tuberculosis para pagar la n—mina de los empleados.

 

En este complicado panorama, destaca la falta de voluntad pol’tica. Hay enfermedades que tienen un impacto menor en tŽrminos de incidencia y mortalidad, pero han recibido bastante atenci—n, recursos y opciones de investigaci—n, como el zika o la chikungu–a. (1) Insisto, es indispensable contemplar la tuberculosis desde una perspectiva social y de derechos humanos. As’ como es inaceptable que ocurra una muerte materna, tambiŽn deber’a ser inaceptable cualquier muerte por tuberculosis, y en el pa’s –hay que repetirlo las veces que sea necesario– ocurren m‡s de 2 mil muertes al a–o.

 

Laura L—pez Argoytia es coordinadora de Fomento Editorial en ECOSUR (llopez@ecosur.mx).

 

(1) Respecto al tema y la forma de escribir Òchikungu–aÓ consultar ÒChikungu–a, una epidemia sin fronterasÓ en Ecofronteras 55, 2015, http://revistas.ecosur.mx/ecofronteras.

 

 

Ecofronteras, 2018, vol. 22, nœm. 62, pp. 36-38, ISSN 2007-4549. Licencia CC (no comercial, no obras derivadas); notificar reproducciones a llopez@ecosur.mx