Repensar la frontera
MŽxico-Guatemala ante el TLCAN
Cesar E. Ordo–ez M.
Ante la renegociaci—n del TLCAN, la frontera Chiapas-Guatemala
representa una oportunidad de integraci—n fronteriza para el desarrollo
regional, considerando que actualmente es una frontera l’mite, aunque
permeable, pero tambiŽn es frontera externa del bloque comercial, sin
demarcaci—n precisa y con funciones de contenci—n migratoria y control del
narcotr‡fico, entre otras.
Muchas personas en MŽxico recordamos la emblem‡tica fecha
del 1 de enero de 1994, cuando confluyeron el inicio del levantamiento del
EjŽrcito Zapatista de Liberaci—n Nacional y la entrada en vigor del Tratado de
Libre Comercio de AmŽrica del Norte (TLCAN). Este tratado, aœn con sus cr’ticas
y detractores, es uno de los bloques de integraci—n econ—micamente m‡s
poderosos en el mundo, con fuerte capacidad productiva, tecnol—gica, comercial
y financiera. Aun as’, Donald Trump, presidente de Estados Unidos –como
parte de su discurso sobre la construcci—n del muro fronterizo– insiste
en que ha acarreado efectos negativos para su pa’s.
En este contexto, se espera un periodo
de renegociaci—n, con lo que se abren ciertas perspectivas de cooperaci—n
fronteriza, pero no solo con Estados Unidos o
Canad‡, sino tambiŽn con Guatemala. Esto es importante, pues la frontera sur de
MŽxico, en especial entre Chiapas y Guatemala, presenta un doble car‡cter: por
una parte es una frontera l’mite, bien demarcada y con gran permeabilidad, pero
a la vez es una frontera externa del bloque TLCAN, que se expresa difusa, sin
demarcaci—n precisa. De este modo, repensar la frontera se torna necesario.
Frontera interna y externa
MŽxico y Guatemala presentan grandes diferencias, pero en la frontera
existen muchas similitudes en cuanto a caracter’sticas econ—micas, sociales y
culturales, as’ como en factores hist—ricos ligados al desarrollo. La
demarcaci—n tiene formalmente el car‡cter de frontera l’mite, ya que se–ala el
alcance territorial de la soberan’a y el ejercicio de la autoridad de los
Estados nacionales. TambiŽn delimita otros niveles de la realidad, como los
sistemas sociales, jur’dico-pol’ticos y culturales, las identidades nacionales,
usos de los ecosistemas y recursos naturales.
Pero en la vida cotidiana de la frontera, constantemente la atraviesan
muchas personas (permeabilidad), lo cual es base de procesos econ—micos
importantes, como el intercambio comercial notoriamente favorable para la zona
chiapaneca del lado mexicano. Esto se aprecia en el gran nœmero de comerciantes
informales que realizan transacciones a orillas del r’o Suchiate, en los
municipios Tecœn Um‡n y Ciudad Hidalgo, o bien, en los municipios de Frontera
Comalapa y la Democracia, en La Mesilla. Igualmente destaca el turismo
centroamericano que concurre a las principales ciudades: Tapachula, Comit‡n y
San Crist—bal. Y tambiŽn el importante mercado de trabajo transfronterizo, como
el de trabajadores agr’colas que apoyan a la agroexportaci—n chiapaneca, y
otros mercados laborales de menor magnitud en las ciudades.
Esta ha sido una caracter’stica sustantiva desde antes del TLCAN, pero
hoy en d’a ha emergido otra cualidad: ser frontera externa del conjunto de
naciones del tratado. ÀQuŽ significa esto? Los bloques comerciales presentan
dos tipos de fronteras: las fronteras internas, entre pa’ses integrantes del
mismo, y las fronteras externas, con otros pa’ses o bloques. En el caso de la
Uni—n Europea por ejemplo, para propiciar mayor intercambio y desarrollo
regional entre vecinos, a partir de 1985 se firm— el Acuerdo
de Schengen, que empez— a funcionar en 1995, con el
que 26 pa’ses abolieron controles en las fronteras
internas. El cambio obedeci— a que el proceso de integraci—n en Europa es el
m‡s antiguo y avanzado del mundo.
En el norte de MŽxico hay una frontera interna del bloque que
continœa cerrada, a pesar de las profundas interrelaciones industriales entre
ambos pa’ses. Es as’ porque Estados Unidos busca garantizar su
seguridad ante el incremento de migraci—n indocumentada de AmŽrica Central y
otros pa’ses, por lo que la frontera sur de MŽxico contiene el flujo hacia el
norte. Asimismo han influido los ataques del 11 de
septiembre de 2011 y la violencia del narcotr‡fico agudizada en MŽxico a partir
de 2005.
Recientemente, en 2015, para frenar la migraci—n de menores de
edad centroamericanos, el narcotr‡fico y otros objetivos no evidentes, Estados
Unidos puso en marcha el plan ÒAlianza para la prosperidadÓ, en tres pa’ses de
CentroamŽrica: Guatemala, El Salvador y Honduras, el cual a su vez es apoyado
por el plan ÒFrontera surÓ, que en el sur de MŽxico da continuidad a la
contenci—n m‡s rigurosa de migrantes con rumbo a Estados Unidos, a tal grado
que las deportaciones son mucho mayores que las realizadas desde aquel pa’s.
Entonces, nuestra frontera sur se reafirma como frontera externa del bloque, a
la que Estados Unidos, mediante acuerdos, traslada funciones de su propia
frontera para el control de la migraci—n internacional y el narcotr‡fico,
prevenci—n del terrorismo o trata de personas.
En s’ntesis, la frontera de MŽxico con Guatemala, tiene un doble
car‡cter. Por una parte es una frontera l’mite, bien demarcada y a la vez con
gran permeabilidad, especialmente hasta Tapachula y Comit‡n, en Chiapas. Al
mismo tiempo es una frontera externa del bloque TLCAN, sin demarcaci—n precisa
y que se localiza en las v’as de comunicaci—n hacia el centro y norte de
MŽxico, en puestos de control en las carreteras, m‡s all‡ de las ciudades
mencionadas.
Limitantes y potencialidades
Cuando la frontera externa de un bloque se encuentra en situaci—n como
la ya mencionada, adquiere un papel defensivo, con mucho m‡s peso respecto a
las relaciones de cooperaci—n para el desarrollo
econ—mico transfronterizo, a las que afecta negativamente. A mayor peso de la
funci—n defensiva de los intereses de Estados Unidos, y de los intereses
propios de MŽxico, menos posibilidades tiene la cooperaci—n, que tender’a a
beneficiar a la econom’a y sociedad de las regiones vecinas de Guatemala y
MŽxico.
Estas regiones necesitan desarrollar el potencial en campos como la
conservaci—n de los ecosistemas comunes; el potencial de gesti—n de las
microcuencas de monta–a que son parte de r’os internacionales; la prevenci—n de
desastres; la resiliencia ante el cambio clim‡tico; la creaci—n de cadenas
productivas e infraestructura entre territorios fronterizos de cada lado. Ser’a
de particular importancia consolidar las relaciones socioecon—micas y
culturales entre pueblos vecinos mayas y mestizos, el desarrollo humano
(ingreso, salud, educaci—n), la innovaci—n tecnol—gica; desde luego, sustituir
la producci—n de amapola, reducir la influencia del narcotr‡fico y promover
estabilidad social, temas que tambiŽn interesan al TLCAN
Existen procesos surgidos de manera espont‡nea, alentados por relaciones
de mercado, que se–alan una v’a para comenzar: estimular el turismo fronterizo
mexicano y abrir m‡s el consumo chiapaneco a productos agr’colas guatemaltecos
(hortalizas, flores, plantas medicinales, frutas, ganader’a menor (borregos, cerdos, aves). De igual modo se deben
tomar en cuenta el potencial del agua de los r’os fronterizos, las reservas de
la bi—sfera y otros recursos naturales.
Eso
requiere desarrollar un concepto de frontera diferente, que estimule la creaci—n
de institucionalidad, las acciones y procesos de los
pobladores y otros actores regionales, para actuar en ese ‡mbito fronterizo. Todo ello para crear una base productiva y
social en el marco de la integraci—n econ—mica de Guatemala (y CentroamŽrica)
con MŽxico: cooperativas, modalidades de econom’a social,
complejos productivos y organizaciones de productores en el ‡mbito comunitario).
A su vez, emergen otro tipo de proyectos de mayor escala,
considerados ex—genos porque no surgen ni benefician a las regiones
fronterizas. Por ejemplo, el gasoducto que trasportar‡ gas de Ciudad Pemex,
Tabasco, a territorio guatemalteco, para alimentar all’ plantas de energ’a
elŽctrica de mediana capacidad, as’ como abastecer el mercado de gas
domiciliario en varias ciudades centroamericanas. La consolidaci—n de este
proyecto est‡ por verse, pues ya antes hubo intentos y al final no se
concretaron, como muchos de los contenidos en el Plan Puebla-Panam‡.
Abrir perspectivas de cooperaci—n fronteriza no atendidas
durante el primer periodo del TLCAN es un gran reto, por lo que en la
renegociaci—n del tratado, el gobierno mexicano deber‡ proponer procesos de
cooperaci—n e integraci—n fronteriza con Guatemala (ya Estados Unidos se
adelant— con el plan ÒAlianza para la prosperidadÓ). Que esto ocurra depende de
varios factores, entre ellos:
a) La intenci—n de Estados Unidos de parar y revertir el
flujo de migraciones de mexicanos y centroamericanos, adem‡s de otros intereses
que generalmente no se explicitan.
b) El interŽs de MŽxico por atender conjuntamente con
Guatemala la problem‡tica en las ‡reas binacionales de regiones fronterizas.
Los actores regionales en ambos pa’ses: organizaciones
sociales, no gubernamentales y de acadŽmicos, gobiernos municipales y otros
m‡s, tambiŽn deber’an interesarse, discutir esta tem‡tica para generar
propuestas en torno a demandar pol’ticas pœblicas y decisiones de asignaci—n de
recursos.
Cesar E. Ordo–ez M. es profesor de
la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, Sede Guatemala, unidad Quetzaltenango, e investigador visitante de ECOSUR
Tapachula (cordonez@ecosur.mx).
Ecofronteras, 2018,
vol. 22, nœm. 62, pp. 28-30, ISSN 2007-4549. Licencia CC (no comercial, no
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