Semillas por la defensa de la vida
Mar’a Amalia Gracia
Ante los factores que
amenazan el modo de vida campesino en el poniente de Bacalar, como la siembra
de soya transgŽnica o la pŽrdida de biodiversidad, las comunidades mayas se han
organizado para la defensa de la milpa y sus territorios. En este proceso, las
ferias de semillas han desempe–ado un papel importante.
Sentimos que es necesario fortalecer el valor de nuestras
semillas nativas como nos ense–aron nuestros abuelos y abuelas, recuperar y defender
nuestra memoria y resistir a la cultura del individualismo y divisi—n que nos
imponen a travŽs de los programas de gobierno.
Mensaje del Consejo Regional Ind’gena de Bacalar, 2016
La milpa ha
sido un elemento clave para la vida comunitaria en diversas partes del pa’s;
sin duda lo es en el sur-sureste, en donde las sociedades ind’genas y
campesinas han estado tradicionalmente ligadas con el ma’z, desde las historias
mitol—gicas m‡s antiguas hasta la cotidianidad actual. Se trata de un sistema
de cultivo que produce decenas de variedades vegetales adem‡s del ma’z; tambiŽn
proporciona especies de hongos, es recept‡culo de ciertos mam’feros e insectos comestibles
y ha sido eje de din‡micas culturales. En muchas ocasiones se asocia con los
huertos familiares o traspatios como base del sustento familiar.
Suele ocurrir
que cuando estos espacios socioproductivos se ven amenazados, es porque la
amenaza ya se despliega sobre el modo de vida campesino en general.
En el poniente
de Bacalar, Quintana Roo, algunas comunidades mayas se han organizado para
defender la milpa y sus territorios ante factores de riesgo. M‡s all‡ de eso,
est‡n defendiendo un modo de vida comunitario, y lo interesante es que la base
de esta resistencia radica en las semillas: esos peque–os elementos que no solo
son esenciales para la agricultura, sino que en tŽrminos materiales y
simb—licos, resguardan y propagan la vida.
Comunidades
mayas al poniente de Bacalar
En la microrregi—n poniente del municipio de Bacalar conviven grupos Žtnicos
que migraron en distintos momentos: mayas peninsulares, mestizos, mayas
refugiados guatemaltecos que arribaron en la dŽcada de 1980, as’ como grupos
menonitas que llegaron de Belice hace m‡s de 15 a–os. Estos grupos practican
diferentes tipos de sistemas de producci—n agr’cola: agricultura para el
autoabasto combinada con apicultura o ganader’a ovina y porcina, o bien,
agricultura tecnificada con uso de agroqu’micos para el mercado. Realizan sus
actividades en ecosistemas lagunares de manglares y selvas, que son distintos de los de sus sitios de origen;
esto impone una serie de desaf’os en cuanto a las pr‡cticas productivas,
conocimientos, formas de relacionarse e interpretar el entorno.
Las comunidades mayas practican la milpa
para sustento familiar en suelos de temporal (sin riego) y manejan variedades
de ma’z criollo, frijol e ibes; tambiŽn tubŽrculos (camote y yuca) y ‡rboles
frutales (pl‡tano, coco, c’tricos). Combinan el cultivo con la apicultura –sobre todo para
exportaci—n v’a comercio justo–, un poco de ganader’a y actividades
relacionadas con el turismo.
Junto a los efectos en la pŽrdida de biodiversidad que provocan las
tormentas y huracanes en toda la pen’nsula, sobresale la irregularidad de la
temporada de lluvias, que genera periodos largos de sequ’as e incendios. La
biodiversidad tambiŽn se ha ido perdiendo por la introducci—n inadecuada de nuevas
actividades agropecuarias, el cambio en el uso y manejo de suelo, los
agroqu’micos, el aprovechamiento forestal basado en una cultura de depredaci—n
por parte de empresas y personas externas a las comunidades (nacionales y
extranjeros), as’ como la falta de pericia de agricultores m‡s j—venes que
retornan luego de haber migrado.
En la œltima dŽcada, los
cultivos de milpa se han visto seriamente amenazados por la autorizaci—n –primero en fase experimental y luego
comercial– de cultivos de soya
transgŽnica. (1) La pŽrdida de la calidad org‡nica de la miel y
el peligro para las semillas, los ecosistemas y la salud humana, se han
convertido en objeto
de protesta, resistencia y acciones propositivas por parte del Colectivo de
Semillas Much Kanan IÕinaj, que junto
con el Consejo Regional Ind’gena Maya de Bacalar se ampararon en contra del
permiso autorizado a la empresa Monsanto. Como ocurri— en Campeche y Yucat‡n,
se les concedi— el amparo a las comunidades mayas de Bacalar en abril de 2017
para que sean consultadas, aunque el reclamo central buscaba la anulaci—n de
los permisos.
Este resultado supone que el
desaf’o a la milpa como modo de vida y a las semillas sea muy grande. Adem‡s se
pueden agudizar los conflictos, por ejemplo, con los agricultores menonitas,
cuyo sistema productivo no los inhibe de utilizar agroqu’micos ni semillas
transgŽnicas, o bien, por procesos poco transparentes en consultas a
poblaciones ind’genas.
Ferias de semillas nativas
Como mencionamos antes, las comunidades
mayas de Bacalar provienen de una cultura enraizada en la milpa e incorporan otros sistemas
productivos, como la apicultura, el cuidado de animales de traspatio y la
agroforester’a. Este sistema
se basa en el conocimiento ancestral y cosmovisi—n, es decir, constituye un
modo de vida arraigado en una cultura milenaria en necesaria transformaci—n.
Ante las graves amenazas a este modo de
vida, las comunidades campesinas e ind’genas desde
hace 15 a–os han venido realizando Òferias de semillas nativasÓ: encuentros de
gran riqueza en los que se reafirman y resignifican las identidades culturales
del pueblo maya. Gente del lugar y de otros sitios
de la pen’nsula de Yucat‡n, intercambian, venden y promueven el uso de distintas variedades de
semillas criollas y nativas que forman parte de la milpa maya, algunas plantas
frutales y ornamentales, dulces y platillos regionales; efectœan bailables y
ceremonias religiosas/culturales; comparten alimentos, conocimientos,
tradiciones y saberes tŽcnicos relacionados con la siembra.
Las ferias iniciaron en 2003, un a–o despuŽs de que el hurac‡n Isidoro impidiera cosechar las
semillas. Previamente, a partir de un proyecto sobre riesgo clim‡tico
financiado por el Programa de Naciones Unidades para el Desarrollo (PNUD), se hab’an identificado y georreferenciado
las plantaciones de semillas, lo cual ayud— para poder recolectarlas de los
campos inundados luego del paso de la tempestad.
La respuesta social ante la
crisis ambiental surgi— de los propios campesinos de la pen’nsula, apoyados por
instancias de la sociedad civil. El Ònodo de BacalarÓ –como lo llaman
algunos de sus promotores– es uno de los tres puntos de confluencia que,
a partir de los comitŽs microrregionales de semillas, aglutinan y organizan las
ferias y otras actividades vinculadas con la defensa de sus territorios, como la
generaci—n de espacios de reflexi—n comunitaria en el tema.
Semillas: legado de mujeres y hombres de ma’z
El Colectivo de Semillas
Nativas del Poniente de Bacalar Much Kanan
lÔinaj (Òjuntos cuidamos el ma’zÓ) resume un proceso organizativo impulsado
por las propias comunidades campesinas, sobre todo apoyado por la Asociaci—n
Civil Educaci—n, Cultura y Ecolog’a (Educe A.C). Est‡ integrado por unos 20
campesinos mayas peninsulares que llegaron a la regi—n hace m‡s de 40 a–os,
desde el suroriente de Yucat‡n y viven en ocho ejidos.
La biodiversidad y su conservaci—n –a
partir del rescate y cuidado de las semillas– resultan fundamentales para
garantizar la subsistencia de la milpa, y por ende, la autonom’a y soberan’a
alimentaria de las comunidades. Las semillas forman parte del proceso hist—rico de las mujeres y hombres del ma’z que nacieron en su centro de origen
y diversificaci—n; son el legado de sus abuelas y abuelos, condensan su memoria
e identidad, son la fuente de su cultura alimentaria. De all’ que el colectivo
ha tomado a su cargo la Òprotecci—n de
las semillas nativas, as’ como la promoci—n de su uso y conservaci—n,
principalmente de los ma’ces criollos, como una forma de resistir ante los
embates de las transnacionales que invaden de agroqu’micos y semillas
transgŽnicas al territorioÓ.
En las primeras ferias se busc—
rescatar y preservar la diversidad genŽtica de las variedades de ma’z nativo. Pronto
se fueron incorporando otras especies y variedades nativas. En las œltimas
cuatro ferias se registr— el intercambio y venta de variedades de ma’z de
distintos ciclos (dos, tres y cuatro meses) y colores (amarillo, blanco,
morado, naranja-rojo), calabaza, frijol, ibes, tsolitos, bule grande, tomate
criollo, entre otros productos.
Surgidas como una manera de
contrarrestar la pŽrdida de variedad de semillas nativas, las ferias anuales
posibilitaron la autoorganizaci—n de las comunidades y ampliaron los
intercambios –que usualmente se dan de manera
m‡s informal entre los grupos domŽsticos y los vecinos– con otras comunidades de la microrregi—n y de la pen’nsula,
posibilitando la conservaci—n a partir de su cultivo y consumo local.
Actualmente,
se observa tambiŽn la venta de semillas en las ferias, a un precio previamente
fijado y accesible para los campesinos. Esto no significa que se haya perdido
la solidaridad, sino que esta se sostiene a partir de la donaci—n, cuando las
comunidades manifiestan carencias por problemas vinculados generalmente con las
sequ’as (donaci—n que se devuelve cuando se ha recuperado la cosecha).
En el contexto de las
vulnerabilidades que experimentan las comunidades campesinas, las ferias
constituyen espacios de encuentro, reconocimiento y celebraci—n de la vida
campesina y de las tradiciones, espiritualidad, cosmovisi—n y lengua maya. Sobresale
la posibilidad de compartir e intercambiar saberes tŽcnicos y locales, como el
conocimiento del xok k’in o
caba–uelas, ligado al pron—stico del clima que permite mayor previsi—n sobre
quŽ y cu‡ndo sembrar.
Al finalizar, la comunidad anfitriona entrega a un representante de la
comunidad que realizar‡ la pr—xima feria, una canasta que contiene todas las
variedades de semillas que circularon, con el compromiso de que dicha poblaci—n
se constituir‡ en un banco vivo de semillas para ofrecer una nueva canasta el siguiente
a–o. En la œltima feria se manifest— que estos eventos tienen ahora un grado de
exposici—n que, en el actual contexto de lucha, pueden resultar
contraproducentes. De all’ que se evaluar‡ cu‡les ser‡n las nuevas formas de
acci—n para la pr—xima etapa.
A decir de los promotores, las
ferias han generado diversos aprendizajes; han servido para encontrarse y
reconocerse, para generar redes entre productores milperos que se pueden ubicar
y saber quiŽn tiene quŽ semilla para intercambiar, lo cual no necesariamente se
da en el espacio de la feria.
Asimismo, se han posibilitado
reflexiones colectivas sobre problem‡ticas como los transgŽnicos, sentando las
bases de estrategias de resistencia y alternativas para sostener no solo las
semillas, sino la alimentaci—n, tradiciones, memoria e identidades de las
comunidades del mayab.
Agradezco a los compa–eros del Colectivo Much Kanan lÔinaj y de Educe A.C. por la revisi—n de este documento.
Riqueza de la milpa en maya yucateco
ÒEn
buena parte del territorio nacional, los binomios ma’z-hombre, ma’z-sociedad,
ma’z-cultura, han formado una s—lida alianza desde hace por lo menos 3,500 a–osÓ.
En este sentido, la milpa asegura a las familias campesinas diversos
satisfactores a lo largo del a–o, no solo en cuanto al gran nœmero de especies
vegetales, cultivadas y silvestres o la carne de aves y mam’feros que ah’ se consigue,
sino porque adem‡s aporta productos variados, como hojas de palma para techar
casas e incluso polen para las abejas criadas por los grupos campesinos (ÒLa
milpa en el sur de MŽxicoÓ, Ram—n Mariaca, Ecofronteras 43, 2011, http://revistas.ecosur.mx/ecofronteras).
La
riqueza de este sistema hace justicia a las lenguas que lo nombran. Los pueblos
mayas abundan en im‡genes y voces en su experiencia de la milpa. A continuaci—n
presentamos algunas de estas palabras en maya yucateco, como un sencillo
reconocimiento a quienes resguardan los saberes que han perdurado a pesar del
tiempo y de los embates de la modernidad.
NeekÕ: semillas
Kool:
milpa
IxiÕim: ma’z
BuÕul: frijol
KÕœum: calabaza
PÕaak: tomate
Jaaleb: tepezcuincle
Weech: armadillo
Kœuts: pavos
silvestres
YikÕel: insecto
Jujuy luÕum lool kaab:
polen para abejas
YikÕel kaab: abeja
Traducci—n:
Juan Manuel Pat Fern‡ndez, Departamento de Agricultura, Sociedad y Ambiente, ECOSUR
Campeche
Mar’a Amalia Gracia es investigadora del Departamento de Sociedad y
Cultura, ECOSUR Chetumal (magracia@ecosur.mx).
(1) Ver ÒEntre la miel y la soyaÉ Conversaci—n con Rogel VillanuevaÓ,
Ecofronteras 51, 2014, http://revistas.ecosur.mx/ecofronteras.
Ecofronteras, 2018, vol. 22, nœm. 62, pp. 28-30, ISSN 2007-4549. Licencia CC (no comercial, no obras derivadas); notificar reproducciones a llopez@ecosur.mx